jueves, marzo 24, 2005

MOZART Y LA FLAUTA MÁGICA

Por Milton Arrieta M.•.M.•

Wolfgang Amadeus MOZART nació en Salzburgo (Austria) el 27 de Enero de 1756. Desde muy pequeño se evidenció su talento musical que se fue desarrollando en medio de un efervescente espíritu humanista, donde el Despotismo Ilustrado se planteó como una necesidad de pintar una humanidad ideal, y en el que se mezcló lo profano y lo sagrado, absorbiendo toda diferencia de fe, de raza y de nacionalidad.

En 1784, se inicia como Aprendiz Francmasón en la Logia Beneficencia de Viena. A partir de este momento plasmó el simbolismo masónico en su música, como se aprecia en las siguientes obras: "Camino a la fraternidad", "La alegría del masón", "Oda fúnebre", "Pequeña cantata masónica", (proviene de aquí el actual Himno Masónico Internacional) y otras más. Todo este trabajo musical adquiere su máxima expresión en "La Flauta Mágica" donde se observa lo más grandioso del simbolismo masónico musical. Esta obra es una alegoría a la perfección de la persona dada a través de una representación simbólica de lo que es el camino iniciático.

Cada personaje es representativo de un estado del ser humano; de esta manera, encontramos al sabio, símbolo de la luz que representa la sabiduría, y de la perfección; de esa perfección que conduce a un ideal de humanidad. Se trata de Zarastro, sumo sacerdote de Isis y Osiris, Maestro de los Iniciados. En uno de sus parlamentos expresa: "En estos sagrados muros no se conoce la venganza; y su nombre ha caído, y el amor lo conduce de nuevo al deber: entonces camina alegre y contento, de la mano del amigo, hacia un país mejor.

En estos muros sagrados, donde el hombre ama al hombre, no puede acechar ningún traidor, porque los enemigos han desaparecido.

Quien no se alegra de estas doctrinas no merece ser un hombre.

También encontramos ese estado de la persona humana en vía de perfección, aquél que tiene que enfrentar muchas contingencias y que, con voluntad férrea, triunfa. Esto se encuentra representado en Tamino.

Además está ese estado de ignorancia, de ceguera, de vicio y de maldad al que se somete el ser humano que permanece atado a lo superfluo y mundanal, encarnado en la Reina de la Noche. Como también, el estado del ser común, ése que vive sin mayores complicaciones.

En la obra este personaje tiene cuatro sabias metas: comer, beber, casarse, tener hijos. Se trata de Papageno. Además, la pureza toma fuerza, forma, significado y proyección en Pamina, quien se libera de su progenitora, la Reina de la Noche que, en última instancia, es la liberación del ser en toda su dimensión para asumir un nuevo estado de inocencia y pulcritud, que permite la realización en el ser mismo y la conquista de su felicidad.

Sin duda que hay otros personajes que podrían nombrarse y que también adquiere una representación especial.

El valor de esta obra está en su inagotable significado, en su universalidad y en su eterna vigencia

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