domingo, marzo 06, 2005

EL SILENCIO Y EL BULLICIO

“Silencio en Logia, QQ:. HH:.!”

Es el llamado al Orden. Pero el Masón debe entenderle un alcance mucho mayor que el que parezca tener la mera fórmula o protocolo para anunciar, por parte del V:. M:., el momento en que se pone en marcha la Lit:., cuando se comienza a desarrollar esa maravillosa representación universal, cuando nos aprestamos a abrir los trabajos del Tall:. en el primer grado. Es el momento de abstraerse del mundo profano y entrar en el mundo masónico, así lo establece, además, nuestra Lit:.

Enciclopédicamente, se define el silencio como la ausencia de todo ruido o sonido y también como el hecho de estar callado o de abstenerse de hablar; definiciones éstas que, desde la óptica masónica, debemos entender referidas únicamente a los aspectos exotéricos y simplemente profanos del asunto.

Nuestra muy querida y venerada Orden, nos enseña de manera permanente a darle el justo y preciso valor al silencio, silencio que deducimos se asimila, por extensión, a los conceptos de discreción y secreto, porque la disciplina del silencio, enseñanza fundamental recibida desde el momento mismo de nuestra iniciación, cobija en toda su amplitud esas tres concepciones.

La lectura de La Búsqueda Masónica, nos lleva a ver que hay momentos en que tenemos que aquietar completamente nuestro ser, de modo que podamos oír lo que el G: A:. D:. U:. quiere que sepamos. “El que calla – reza un célebre trabajo anónimo- oye las voces que armónicamente hablan en su interior”.

La Masonería, se nos dice, busca el conocimiento del silencio; de suerte que, a medida que el Masón progrese, ha de aprender a amar el silencio, a morar en él constantemente, a penetrar cada vez más en sus profundidades y maravillas.

Mientras un profano cree que la ausencia de sonido es carencia de vida, que es muerte (Powell, Arthur E., La magia de la Francmasonería), el Masón, por el contrario, requiere desde lo más profundo de su ser, retirarse de manera periódica a su Templo, para ponerse a cubierto del bullicio, del tumulto y para poder oír su voz interior.

Víctor Frankl, (Psiquiatra y escritor austríaco considerado por algunos el más famoso psicoterapeuta de este siglo y el último de la gran generación de la Escuela de Viena) en su obra La presencia ignorada de Dios, nos dice que en los momentos de silencio es cuando el hombre oye a su conciencia, la cual no tiene voz física sino que ella misma es voz, voz siempre en forma de respuesta; pero añade algo que para nuestros efectos reviste mayor importancia: “en ese diálogo consigo mismo, con su conciencia, en el más íntimo de los coloquios, el hombre escucha al G:. A:. D:. U:.” (El texto original, desde luego, menciona al Interlocutor, en clara y expresa referencia a Dios).

A su vez el psicólogo y catedrático costeño Carlos Acosta Barros, complementa lo anterior afirmando que “este estado o condición espiritual, que se puede considerar el más sublime que puede vivir un ser humano, genera un tipo de existencia muy especial”. A lo cual muy humildemente este eterno Apr:. se permitiría añadir que es ese el estado en el que el Masón puede conocerse a sí mismo y desarrollar todo su potencial como ser, preparándose desde lo más puro de su esencia para ser útil a sí mismo, a sus allegados, a la Orden y a la comunidad en la que vive.

El Masón, concluimos por tanto, debe velar porque en sus Templos y en Log:. se preserve el silencio, en tanto sea atento y activo como se nos inculca, a fin de que en esos sitios e instantes sagrados (y subrayo la palabra sagrados) puedan desarrollarse los trabajos dentro de la formalidad, la compostura y el respeto justos; para que cada H:. logre ejercer su irrenunciable derecho no solo a acallar la palabra, sino también a asimilar y a desarrollar las enseñanzas de la Orden.

Bibliografía y material de consulta:

Varios Autores, Psicología desde el Caribe, Ediciones Uninorte
Autor desconocido, La Búsqueda Masónica
Acceso a trabajos masónicos, vía Internet

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