¿Sabéis vosotros QQ.·. HH.·., en que consiste el concepto de "Alma Masónica"?
Debemos partir de la definición de los conceptos que integran esta sentencia. En primera instancia, debemos precisar que se entiende por alma. Alma es el elemento que distingue al ser humano de todos los demás entes que constituyen la creación.
Es la cualidad propia del ser humano que le proporciona cierto grado de conciencia, es el soplo de la vida que nos proporciono el G.·. A.·. D.·. U.·., es, en fin, la esencia misma de nuestra naturaleza humana, el elemento indivisible que une a nuestro cuerpo material con nuestro elemento espiritual.
Masónico es el término con el que se designa a todo lo relativo, perteneciente o relacionado con nuestra augusta institución, a sus ordenanzas, rituales, simbolismos, ciencia y misterios.
Entonces, podemos fácilmente afirmar, que por Alma Masónica se entiende "El conjunto de características (cualidades y virtudes) que debe revestir el alma humana para poder preciarse dignamente de ajustarse a las normas morales dictadas por la Francmasonería a sus miembros". ¿Pero cuáles son éstas "cualidades y virtudes" que debe poseer el que se considera buen Masón?.
El buen Masón debe ser un hombre de una conducta moral irreprochable, dedicado a la práctica de las virtudes y repudiando toda conducta o comportamiento que no esté apegado a las normas de la moral. Las virtudes que el Francmasón debe cultivar son, entre otras; la rectitud, simbolizada en Masonería por la escuadra, es la cualidad de guiar los actos humanos por medio de los más estrictos parámetros morales. La justicia, representada en nuestro sistema por el nivel, indica que todo hombre honrado debe procurar asignar a cada cual lo que le corresponde. La moderación en los actos humanos, en nuestra orden el compás. La trulla, o cuchara de albañil, que simboliza la cualidad de poder perdonar sin rencor los agravios ajenos. Estas y muchísimas más son las principales virtudes que debemos practicar para que nuestra alma tienda a elevarse a planos mayores.
También el Alma Masónica debe ser caritativa, franca, cortés, sincera y generosa.
Debemos hacer notar a nuestros HH.·. los errores en los que se hallen inmersos, así como también debemos orientar a los profanos, con el mayor tacto y cariño posible.
Debemos de ser luchadores incansables en contra del fanatismo y de la oscuridad de la ignorancia. Cada hombre que sea librado por un Francmasón de la triste situación de creer a ciegas cualquier dogma impuesto, sin proponerse analizar por derecho propio las situaciones, se constituirá un triunfo de nuestra amada institución.
Debemos caminar por el mundo profano enalteciendo siempre la imagen de la Francmasonería. Nadie debe decir nunca que un Masón le negó auxilio, que lo trató de manera impropia, que le ofendió, pues el mundo debe enterarse de que en el interior de nuestras logias se realizan encarnadas luchas en contra de los enemigos naturales del ser humano, que son las pasiones y los vicios, y que pugnamos por alcanzar el ideal de perfección que nos inspiró el G.·. A.·. D.·. U.·., aún sabiendo que nunca podremos alcanzarlo, pues el hombre por naturaleza propia es solamente perfectible, pero jamás podrá alcanzar el ideal de perfección, que sólo corresponde a Dios.
Luchemos en pro de enaltecer nuestras logias particulares, que no son más que otras que nosotros mismos. Una vez un H.·. me enseñó la precisa alegoría que dice que cada uno de nosotros es una logia, entendiendo logia como universo, cosmos y que debemos procurar que cada uno de nosotros prevalezca el mandato de la plomada, simbolizando la estabilidad moral del Masón.
Debido a nuestra naturaleza humana, somos susceptibles de fallecer en esta lucha, y sucumbir ante las tentaciones, ante las pasiones. Pero el hombre verdadero debe tener la energía para que, al percatarse de que está incurriendo en errores, sea capaz de levantarse de entre sus cenizas, y como el ave Fénix, emerger con gloria y regresar a la senda de la rectitud y la esperanza.
Pues bien, QQ.·. HH.·., estos son a mi humilde juicio, los elementos básicos que conforman los fundamentos espirituales del Alma masónica, mencionados de manera puramente enunciativa y de ninguna manera limitativa. Podríamos pasarnos la noche entera hablando de virtudes y conductas positivas. Pero, sin embargo, les hago la observación, de que de nada sirve que hablemos de cosas buenas, que escribamos acerca del ideal de perfección, si en la vida profana no tratamos verdaderamente de aplicar los ideales Masónicos.
QQ.·. HH.·., les exhorto de la manera más atenta, a que cada uno de nosotros vaya por la vida demostrando al mundo entero la grandeza del ALMA MASÓNICA.
Debemos partir de la definición de los conceptos que integran esta sentencia. En primera instancia, debemos precisar que se entiende por alma. Alma es el elemento que distingue al ser humano de todos los demás entes que constituyen la creación.
Es la cualidad propia del ser humano que le proporciona cierto grado de conciencia, es el soplo de la vida que nos proporciono el G.·. A.·. D.·. U.·., es, en fin, la esencia misma de nuestra naturaleza humana, el elemento indivisible que une a nuestro cuerpo material con nuestro elemento espiritual.
Masónico es el término con el que se designa a todo lo relativo, perteneciente o relacionado con nuestra augusta institución, a sus ordenanzas, rituales, simbolismos, ciencia y misterios.
Entonces, podemos fácilmente afirmar, que por Alma Masónica se entiende "El conjunto de características (cualidades y virtudes) que debe revestir el alma humana para poder preciarse dignamente de ajustarse a las normas morales dictadas por la Francmasonería a sus miembros". ¿Pero cuáles son éstas "cualidades y virtudes" que debe poseer el que se considera buen Masón?.
El buen Masón debe ser un hombre de una conducta moral irreprochable, dedicado a la práctica de las virtudes y repudiando toda conducta o comportamiento que no esté apegado a las normas de la moral. Las virtudes que el Francmasón debe cultivar son, entre otras; la rectitud, simbolizada en Masonería por la escuadra, es la cualidad de guiar los actos humanos por medio de los más estrictos parámetros morales. La justicia, representada en nuestro sistema por el nivel, indica que todo hombre honrado debe procurar asignar a cada cual lo que le corresponde. La moderación en los actos humanos, en nuestra orden el compás. La trulla, o cuchara de albañil, que simboliza la cualidad de poder perdonar sin rencor los agravios ajenos. Estas y muchísimas más son las principales virtudes que debemos practicar para que nuestra alma tienda a elevarse a planos mayores.
También el Alma Masónica debe ser caritativa, franca, cortés, sincera y generosa.
Debemos hacer notar a nuestros HH.·. los errores en los que se hallen inmersos, así como también debemos orientar a los profanos, con el mayor tacto y cariño posible.
Debemos de ser luchadores incansables en contra del fanatismo y de la oscuridad de la ignorancia. Cada hombre que sea librado por un Francmasón de la triste situación de creer a ciegas cualquier dogma impuesto, sin proponerse analizar por derecho propio las situaciones, se constituirá un triunfo de nuestra amada institución.
Debemos caminar por el mundo profano enalteciendo siempre la imagen de la Francmasonería. Nadie debe decir nunca que un Masón le negó auxilio, que lo trató de manera impropia, que le ofendió, pues el mundo debe enterarse de que en el interior de nuestras logias se realizan encarnadas luchas en contra de los enemigos naturales del ser humano, que son las pasiones y los vicios, y que pugnamos por alcanzar el ideal de perfección que nos inspiró el G.·. A.·. D.·. U.·., aún sabiendo que nunca podremos alcanzarlo, pues el hombre por naturaleza propia es solamente perfectible, pero jamás podrá alcanzar el ideal de perfección, que sólo corresponde a Dios.
Luchemos en pro de enaltecer nuestras logias particulares, que no son más que otras que nosotros mismos. Una vez un H.·. me enseñó la precisa alegoría que dice que cada uno de nosotros es una logia, entendiendo logia como universo, cosmos y que debemos procurar que cada uno de nosotros prevalezca el mandato de la plomada, simbolizando la estabilidad moral del Masón.
Debido a nuestra naturaleza humana, somos susceptibles de fallecer en esta lucha, y sucumbir ante las tentaciones, ante las pasiones. Pero el hombre verdadero debe tener la energía para que, al percatarse de que está incurriendo en errores, sea capaz de levantarse de entre sus cenizas, y como el ave Fénix, emerger con gloria y regresar a la senda de la rectitud y la esperanza.
Pues bien, QQ.·. HH.·., estos son a mi humilde juicio, los elementos básicos que conforman los fundamentos espirituales del Alma masónica, mencionados de manera puramente enunciativa y de ninguna manera limitativa. Podríamos pasarnos la noche entera hablando de virtudes y conductas positivas. Pero, sin embargo, les hago la observación, de que de nada sirve que hablemos de cosas buenas, que escribamos acerca del ideal de perfección, si en la vida profana no tratamos verdaderamente de aplicar los ideales Masónicos.
QQ.·. HH.·., les exhorto de la manera más atenta, a que cada uno de nosotros vaya por la vida demostrando al mundo entero la grandeza del ALMA MASÓNICA.
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