viernes, abril 15, 2005

LUIS SIMARRO: CIENTÍFICO Y MASÓN

Por Jesús Soriano 33º - Supremo Consejo del Grado 33 y Último del R.E.A.A. para España

EL HOMBRE

Se considera a Luis Simarro, con justicia, padre de la Neurología, la Neurohistología y la Psicología española y, sin duda, una de las personalidades políticas y científicas más interesantes e influyentes del primer tercio del siglo XX. Junto con Santiago Ramón y Cajal, representa lo más sobresaliente de la masonería española en el campo de la biomedicina. Luis Simarro Lacabra fue hijo del destacado pintor valenciano Ramón Simarro Oltra.

Nació en Roma en 1851 durante uno de los viajes de su padre, al que habían encargado los retratos de los papas Calixto III y Alejandro VI. A los tres años queda huérfano y es acogido por su tío. Su padrino de pila, el pintor Luis Madrazo, le facilita el ingreso en el Colegio de Nobles de San Pablo.

En 1868 comienza los estudios de Medicina en la Facultad de Valencia. A causa de sus ideas liberales y de su defensa del positivismo tiene enfrentamientos con alguno de sus profesores lo que le obliga a trasladarse a Madrid para finalizar sus estudios. Se doctora 1876 con la tesis "Relaciones materiales entre el organismo y el medio como fundamento de una teoría general de la higiene". Durante los años siguientes mantiene contactos con Pedro González de Velasco y Aureliano Maestre de San Juan, formándose como histólogo en la Sociedad Histológica Española, fundada por Maestre de San Juan, y obtuvo la plaza de director del manicomio de Santa Isabel de Leganés.

Desde 1880 a 1885 residió en París, trabajando junto al gran neurohistólogo Ranvier y al célebre neurólogo Charcot. A su regreso a Madrid se dedicó a ejercer como neuropsiquiatra y montó un excelente laboratorio histológico privado, donde estuvo Ramón y Cajal en 1887.

La actividad cultural y política de Simarro en su fecunda trayectoria fue inagotable. Colaboró de forma activa con la Institución Libre de Enseñanza -donde impartía clases de física- y la Junta de Ampliación de Estudios. Su gran conocimiento en legislaciones europeas le impulsó a defender de forma entusiasta al pedagogo laico creador de la Escuela Moderna y 'mártir de la libertad de conciencia', Ferrer Guardia (fusilado el 13 de octubre de 1909).

En un intento por actualizar en nuestro país los nuevos movimientos europeos sobre la defensa de los derechos humanos, funda en 1913 la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, de la cual pueden ser miembros 'todos los que aspiren al fin concreto de afirmar y extender los derechos del hombre, sin renunciar a sus compromisos de escuela, religión o bando político'. El Comité Nacional estuvo presidido, además de por Simarro, por Benito Pérez Galdós y Roberto Castrovido

Su exaltación del positivismo le hizo crear la "Asociación para el progreso de las ciencias" y en el Boletín de la Institución Libre de la Enseñanza publicó La teoría del alma, según Rehmke (1897), Sobre el concepto de la locura moral (1900) y La iteración (1902).

Hombre bueno, persuasivo y afectuoso, tanto contribuyó su carácter como su talento y conocimientos amplísimos a la divulgación de la psicología experimental, beneficio que nunca le agradecerá bastante la cultura española contemporánea.

EL CIENTÍFICO

La obra científica de Luis Simarro, se centró en la histología del sistema nervioso y la neuropsicología, de las que fue precursor influyente. Finalizada la carrera de medicina en 1875 y el doctorado en 1876, con la tesis Relaciones materiales entre el organismo y el medio como fundamento de una teoría general de la higiene, inicia su contacto con la neurología en el Hospital de la Princesa y en el Manicomio de Santa Isabel de Leganés. Por entonces publica en Anales de Ciencias Médicas sus primeros trabajos, en los que toma postura por las ideas positivistas sobre el sistema nervioso que habían abierto un gran debate en Francia. En 1880 viaja a París, donde permanecerá cinco años y comienza su formación neurohistológica con el anatomista Duval De mayor importancia fue el magisterio de Ranvier, catedrático de Anatomía en el Collége de France y discípulo de Claudio Bernard, de quien recibe una orientación fisiológica (histología fisiológica). Ranvier le instruye en la técnica de tinción histológica con nitrato de plata publicada por Camilo Golgi en la Gaceta Médica Italiana en 1873 que permite identificar el cuerpo neuronal y sus ramificaciones.

A su regreso a España, con una buena formación histológica aplicará las técnicas aprendidas en París y desarrollará un método de tinción original, el 'método fotográfico'. En esta época descubre, simultáneamente con Fisher, las placas seniles. Su capacidad investigadora le aproxima a un joven y capacitado anatomista, Ramón y Cajal .Su encuentro lo describe así, don Santiago: "En 887 fui nombrado juez de oposiciones a cátedra de Anatomía descriptiva. Deseoso de aprovechar mi estancia en Madrid para informarme de las novedades científicas, púseme en comunicación con cuantos en la Corte cultivaban los estudios micrográficos. Entre otras visitas instructivas mencionaré la efectuada a cierto "Instituto Biológico" no oficial, instalado en la calle de la Gorguera en el cual trabajaban varios jóvenes médicos entre ellos, el doctor don Federico Rubio y, sobre todo, don Luis Simarro, recién llegado de París y entregado al noble empeño de promover entre nosotros el gusto hacia la investigación, y, en fin, la realizada al laboratorio privado del prestigioso neurólogo valenciano, quien, por cultivar la especialidad profesional de las enfermedades mentales, se ocupaba en el análisis del sistema nervioso" Bastó el azar de un minuto para que la escuela histológica española se pusiese en marcha.

En Recuerdos de mi vida, Ramón y Cajal glosa agradecido la figura de Simarro: "Debo al Dr. Luis Simarro, el afamado psiquiatra y neurólogo de Valencia, el inolvidable favor de haberme mostrado las primeras buenas preparaciones efectuadas con el proceder del cromato de plata y de haber llamado mi atención sobre la excepcional importancia del libro del sabio italiano

Camilo Golgi, consagrado a la inquisición de la íntima estructura de la sustancia gris". Reconoce que en manos de Simarro se tiñeron por primera vez las neurofibrillas y que estableció las diferencias entre cilindroejes y prolongaciones.

La relación con Ramón y Cajal se enfrió debido a su confrontación en las oposiciones a cátedra de Madrid en 1903. La muerte de Simarro, en 1921, le impidió conocer el generoso reconocimiento que don Santiago hizo, en la edición de 1923 de sus Recuerdos, de la

influencia que había ejercido sobre su obra. A ello se refiere en una carta que escribió, el 8 agosto de 1922, a Carlos María Cortezo, uno de los mejores amigos de ambos: "Oportuno y justo está usted al hablar de Simarro, que no ha sido apreciado en toda su valía por haberse dejado prender en las redes de la 'Institución Libre', uno de cuyos cánones sacrosantos consiste en estudiar y no escribir. Yo procuraré siempre hacer justicia al que, discípulo de Ranvier, trajo de París la buena nueva de la histología, esparciéndola a los cuatro vientos y beneficiándonos a todos. De su generoso magisterio guardo los mejores recuerdos y así, en mi autobiografía, procedí como con todos aquellos sabios a quienes debí el inestimable favor de una enseñanza práctica. Desgraciadamente, Simarro, que fue uno de mis íntimos amigos antes de las oposiciones, se apartó después un tanto de mí, aunque sin romper jamás del todo vínculos de compañerismo y confraternidad, y murió sin haber leído mis "Recuerdos" y sin saber lo mucho que yo le veneraba y quería"

Pero Simarro nunca se consideró histólogo sino clínico,: "yo soy tan sólo un histólogo de ocasión, pues la histología no es para mí fin, sino medio para estudiar la neurología, mi verdadero objeto"

Otros de sus discípulos directos fueron Achúcarro, Pío del Río Hortega y Lafora. La combinación de ambas facetas, clínico e histólogo, las supo transmitir al joven Achúcarro y fue el modelo de la escuela española de neurología. Aunque trabajó gran parte de su vida en una copiosa y pingüe consulta de neurología, su obra escrita fue mínima, lo que impidió una mayor proyección de sus hallazgos. Lafora escribió con motivo de su muerte: 'A su vuelta a España trabajó muchos años en su pequeño laboratorio particular, haciendo magníficas colecciones de embriología, histología comparada del sistema nervioso y, finalmente, estudios sobre la fina estructura del cerebro y médula del mono y del hombre, empleando los métodos de Wright y de Golgi. Dibujaba primorosamente y aún se conservan en su laboratorio numerosas carpetas de dibujos excelentes. Toda esta obra de años quedó inédita, pues Simarro tenía poca afición a escribir. En sus últimos años de investigación histológica ideó el método de impregnación argéntica del sistema nervioso, utilizando ingeniosamente los principios de la fotografía, idea que luego fue base, mediante perfeccionamientos y simplificaciones, del método argéntico de Cajal"

Conviene recordar su gran labor en la psicología experimental, donde ocupó la primera cátedra en el mundo de dicha disciplina (1902) y donde fue el primer cultivador competente de la nueva ciencia en España. Desde las ópticas experimentales neurofisiológicas y evolucionistas europeas, impartió lecciones en la Institución Libre de Enseñanza, en el Ateneo de Madrid y en la Escuela de Criminología, y fundó el primer Laboratorio de Psicología Experimental en España, en el Museo Pedagógico y, posteriormente, en la Universidad de Madrid. Como afirma Yela, '…la obra docente, innovadora y divulgadora de Simarro fue sobresaliente y decisiva. Su personalidad desmesurada, idealista, generosa, radical y quijotesca le impulsó a iniciar y tocar muchas cuestiones' [8], pero desgraciadamente su labor escrita apenas se reduce a una docena de trabajos y monografías. Cajal siempre lamentó su escasa producción escrita y, siguiendo con Yela, '…entregó y tal vez malgastó su inmenso talento en conferencias divulgadoras y dedicó lo mejor de sus energías, con apasionado afán regeneracionista, a multitud de empresas culturales y de luchas políticas'

En su testamento legó la mitad de su fortuna (500.000 ptas.) y gran parte de su patrimonio artístico para la creación de una fundación que permitiera el desarrollo de un Laboratorio de Psicología Experimental, proyecto que quedó abortado en 1936. Su legado se custodia en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

EL MASÓN


Aunque no existen datos sobre su ingreso en la masonería, posiblemente se inició en la capital francesa, donde entabló una estrecha amistad con el gran político y masón Nicolás Salmerón.

La primera referencia a su condición masónica es la afiliación a la Logia Ibérica n.º 7 de Madrid, dependiente del Grande Oriente Español, el día 17 de octubre de 1912, con el sobrenombre de Franklin, donde cotizó hasta el final de su vida. Por aquellos años, el número de masones de la logia Ibérica n.º 7 superaba el centenar; entre ellos, cinco médicos y nueve profesores. El Venerable Maestro de la misma era José Moreira Espinosa, distinguido médico gaditano. Se sabe que en 1913 Simarro alcanzó el grado 33º. En ese mismo año fue elegido por unanimidad Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grande Oriente Español, relevando a Moreira Espinosa. En 1917, al finalizar el cuatrienio normativo de Gran Comendador, la Gran Asamblea le proclama por unanimidad Gran Maestre, cuyo cargo desempeñó con gran entusiasmo y actividad hasta su muerte el 19 de junio de 1921.

Por decisión propia, fue enterrado, entre acacias y cipreses, en el Cementerio Civil de Madrid. Como glosaba el diario La Libertad, en su edición del 21 de junio de 1921, "Don Luis Simarro tenía madera de santo y de sabio. Por eso vivió para el bien y la verdad. Murió como un justo".

Siete años después de su muerte, el 17 de junio de 1928, se reunieron ante su tumba un gran número de personas, hombres, mujeres, jóvenes, viejos gente humilde, personalidades de renombre en las letras patrias, todos en actitud devota y fervorosa. De este acto, Augusto Barcia hizo en La Libertad esta bella y sentida referencia:

Por iniciativa del Gran Oriente Español, un gran número de francmasones, de discípulos del inolvidable y sabio maestro D. Luis Simarro, sobre la tumba que guarda los restos mortales de aquel español admirable, corazón sin mácula, inteligencia gigante, depositaron una corona de bronce y esmalte, que será perenne homenaje de recuerdo y respeto al patriota insigne, al santo laico.

¡Qué enormes ingratitudes cometemos con frecuencia los hombres! D. Luis Simarro, maestro de maestros, guía de personajes cumbres, apóstol de la democracia española, inteligencia luminosa, que alumbró en horas de tinieblas profundas las rutas de la libertad en España, ¡que olvidado estaba!

Fue aquel profesor eminente, que en la Universidad Central educó varias generaciones de médicos distinguidísimos, un precursor de Cajal. ¿Cuántos son los que recuerdan que las preparaciones para los estudios al microscopio de las células nerviosas, que dieron fama universal a nuestro histólogo insigne habían ya sido hechas por Simarro? ¿Cuántos tienen presentes que la voz de Simarro, de saber enciclopédico, era respetada dentro de su especialidad, por las más altas eminencias médicas del mundo entero?

¿Cuántos no olvidaron al D. Luis Simarro del proceso Ferrer, de la defensa de la causa aliada, de los grandes movimientos liberales de 1917, donde su voluntad recta y pura, su cerebro asombroso, su honda emoción liberal, hicieron vibrar la conciencia nacional y conmovieron Europa?

¿Cuántos conservan recuerdo de aquel hombre, siempre propicio al bien, capaz de todas las abnegaciones, en toda ocasión modesto y enemigo de ostentosas bullanguerías?

Alma prócer, de una sensibilidad refinada, jamás transigió con los populacheros ni se avino a los halagos de las multitudes exaltadas. ¡Qué austeridad la de toda su vida! ¡Qué perenne ejemplo de virtudes cívicas incorruptibles! ¡Qué perpetuo fervor democrático! ¡Qué constante ejercicio de bien!

Y hombre tal, ciudadano de tan elevada alcurnia moral, maestro de aptitudes y concepciones geniales, ahí estaba olvidado, en un triste rincón del Cementerio Civil.

Una Logia modestísima, pobre, sin recursos, que lleva el nombre de Luis Simarro, por un esfuerzo de voluntad, inspirada por una idea fecunda, porque es idea de amor y de respeto, colocó sobre la tumba del patricio admirable una corona de bronce y de esmaltes, que han de ser testimonio constante de adhesión a su maestro admirado. Magnífico rasgo de humanidad y cariño que nos conmueve, que nos emociona intensamente".

A nosotros sólo nos toca decir que esa Logia modesta, sin recursos materiales, pero con un gran patrimonio espiritual de entusiasmo y fe, la Logia Luis Simarro, con su felicísima iniciativa, se hizo interprete de un deseo unánimemente sentido por nuestra Orden, que no olvidará nunca al gran francmasón, al maestro insigne, al sabio genial D. Luis Simarro, que dio horas de esplendor a nuestra Institución y prestó servicios inestimables a la causa liberal en España.

El Supremo Consejo del Grado 33 para España, tiene decidido y, seguramente habrá de llevarlo a la práctica en momento oportuno, poner sobre la tumba del que fue su Soberano Gran Comendador un recuerdo que perennice su memoria y señale a las generaciones venideras que allí, en la tierra santa del Cementerio Civil, están los restos mortales del ciudadano ejemplar y del francmasón admirable que en vida se llamó D. Luis Simarro".

BIBLIOGRAFÍA

Albarracín, A. (1987). El Dr. Simarro y la escuela histológica española. Investigaciones psicológicas: los orígenes de la Psicología científica en España. Revista de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid , 4:, 99114.
Ferrer Benimeli , J. A. (1987). El Dr. Simarro y la masonería. Revista de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid , 4, 211270.
García-Albea, E. (2001). Luis Simarro: precursor de la Neurología española y Gran Maestre de la Masonería. Revista de Neurología, 32, 990-993.
Gascón Sánchez, J.A. (1994) El testamento espiritual de Cajal. Serrablo, 93, 25-31.
Laín Entralgo, P. (1987). La obra del Dr. Simarro y su entorno. . Revista de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, 4, 21-36
Ramón y Cajal, S. (1923). Recuerdos de mi vida. Ed. J. Pueyo Madrid Supremo Consejo del Grado 33 para España (1928). Boletín Oficial, 385, 3-4
Yela, M. (1987). Los orígenes de la psicología científica en España. El Dr. Simarro y su fundación.
Revista de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, 4, 67-81

Origen: ZENIT - Revista del Supremo Consejo del Grado 33 y Último del R.E.A.A. para España

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