Por Ernesto Milà
La crisis de la sociedad francesa y de las estructuras feudales fueron las causas "objetivas" que favorecieron el estallido de la revolución de 1789 que liquidó al antiguo régimen; pero probablemente los acontecimientos no se hubieran desarrollado como lo hicieron de no haber sido por la existencia de una estructura organizativa coherente y relativamente unitaria que obró a modo de detonador de los acontecimientos. Nos referimos a la masonería. La masonería fue responsable intelectual de la Revolución Francesa...
Los sistemas sociopolíticos actuales derivan de los principios y las instituciones nacidas en el período revolucionario. Dilucidar el papel de la franc-masonería y su responsabilidad en la preparación de este evento supone dar un paso en la comprensión de la historia contemporánea y entender el origen del mundo que nos rodea.
La tradición masónica explica que no todos los templarios franceses fueron prendidos, ni ajusticiados por los verdugos de Felipe el Hermoso. Unos lograron ganar las costas de Escocia e ingresar en las hermandades de constructores que allí operaban. Fue así -siempre según la tradición- como se incorporaron los temas templarios a la masonería operativa y como, transformada ésta en especulativa, siguió ostentando alegóricamente el recuerdo de los templarios.
En este contexto semilegendario tomó cuerpo el tema de "la venganza templaria": la masonería "templarizada" se forjaría como objetivo político el derrocamiento de la dinastía que había arruinado a la orden, propiciando un fin ejemplar para sus titulares.
La crisis de la sociedad francesa y de las estructuras feudales fueron las causas "objetivas" que favorecieron el estallido de la revolución de 1789 que liquidó al antiguo régimen; pero probablemente los acontecimientos no se hubieran desarrollado como lo hicieron de no haber sido por la existencia de una estructura organizativa coherente y relativamente unitaria que obró a modo de detonador de los acontecimientos. Nos referimos a la masonería. La masonería fue responsable intelectual de la Revolución Francesa...
Los sistemas sociopolíticos actuales derivan de los principios y las instituciones nacidas en el período revolucionario. Dilucidar el papel de la franc-masonería y su responsabilidad en la preparación de este evento supone dar un paso en la comprensión de la historia contemporánea y entender el origen del mundo que nos rodea.
La tradición masónica explica que no todos los templarios franceses fueron prendidos, ni ajusticiados por los verdugos de Felipe el Hermoso. Unos lograron ganar las costas de Escocia e ingresar en las hermandades de constructores que allí operaban. Fue así -siempre según la tradición- como se incorporaron los temas templarios a la masonería operativa y como, transformada ésta en especulativa, siguió ostentando alegóricamente el recuerdo de los templarios.
En este contexto semilegendario tomó cuerpo el tema de "la venganza templaria": la masonería "templarizada" se forjaría como objetivo político el derrocamiento de la dinastía que había arruinado a la orden, propiciando un fin ejemplar para sus titulares.
FRANC-MASONERIA CATOLICA
El contingente de exiliados que siguieron a Jacobo II estaba compuesto fundamentalmente por católicos que imprimieron en las logias rasgos de su confesión religiosa. Así por ejemplo la recién constituida "Gran Logia de Francia" decía en sus estatutovs: "La Orden está abierta solo a los cristianos. Es imposible aceptar a cualquiera que no pertenezca a la Iglesia de Cristo. Judíos, mahometanos y paganos son excluidos por incrédulos".
Puede entenderse así porqué personajes católicos de primera fila, que se situaron en el bando de la contra-revolución en 1789, como Josep de Maistre, se sentían cómodos en los bancos de sus logias.
De Maistre, había sido iniciado en la Logia "Los tres morteros" de Chambery y ocupaba el cargo de Gran Orador, en su famosa "Memoria al Duque de Brunswick", explica cuál debe ser el papel de la masonería en el siglo: "el fin de la masonería es la ciencia del hombre", es decir, "la verdadera religión". De sus tres principales grados, el primero debe dedicarse a perseguir el "bienestar general", el segundo, la "unificación de las confesiones cristianas, la unidad del cuerpo místico de Cristo mediante el triunfo de la Iglesia Católica" y el tercero buscar "la revelación de la revelación", es decir, la iluminación a través de la metafísica. El conjunto de todo esto es lo que De Maistre llama "catolicismo trascendente".
De Maistre -luego implacable crítico de la revolución francesa- consideraba a las logias como un espacio de reflexión e iluminación, para católicos laicos, en donde se estudiaba y practicaba una metafísica inspirada en los textos bíblicos y siempre aceptando la disciplina de la Iglesia Romana.
Como se ve, a la largo del siglo XVIII, la masonería no tiene el aspecto de una sociedad conspirativa, sino de un club de pensamiento, en el que, a medida que pasa el tiempo, los no-católicos -hugonotes, protestantes, etc.- van teniendo un peso y una influencia crecientes y dentro de la cual coexistían distintas sensibilidades políticas. Hasta ese momento, a ningún franc-masón se le había ocurrido actuar como tal en política. Esto iba a cambiar en los años siguientes y para entender el origen de este cambio hay que tener en cuenta tres factores: 1) el ejemplo de la Orden de los Iluminados de Baviera, 2) el cambio cultural que se fue operando en la sociedad francesa a lo largo del siglo XVIII y 3) la relajación de la tensión metafísica en las logias debida al crecimiento desmesurado y desordenado de la masonería.
LA ORDEN DE LOS ILUMINADOS DE BAVIERA
La llamada "conspiración de los Iluminados de Baviera" es para algunos historiadores -como el abate Barruel-un "ensayo general con todo" de lo que luego sería la revolución francesa.
"Cada hombre es su rey, cada hombre es soberano de sí mismo" decía el juramento del grado 13º (el último) de la Orden de los Iluminados de Baviera y en ella se intuye ya la temática política de la que se apropiaría una parte de los francmasones franceses.
La vocación antimonárquica -y más específicamente, antiabsolutista- de los "iluminados" se complementa con el fin de -común a la masonería- promover la fraternidad humana. Adam Weishaupt, fundador e inspirador de la Orden, reconoce al respecto: "Y su finalidad [la de los Iluminados], en resumen ¿cuál es? ¡la felicidad de la raza humana! Cuando vemos cómo los mezquinos, que son poderosos y buenos, que son débiles, luchan etre si; cuando pensamos que inútil es querer luchar solo contra la fuerte corriente del vicio, nos viene al magín la más elemental idea: la de que todos debemos trabajar y luchar juntos, estrechamente unidos para que así la fuerza esté del lado de los buenos, que todos unidos ya no sean débiles".
Los grados de iniciación eran tres, divididos en sub-grados: Grado de Iniciación (dividido en Preparatorio, Noviciado, Minerval e Iluminado Menor), Grado de Masonería (subgrados de Iluminado Mayor, Illuiminado Diligente), Grado de los Misterios (subragos de Sacerdote, Regente, Mago y Rey). El grado de Iluminado Menor marcaba la división entre "pequeños misterios, llamados aquí "Edificio Inferior" y "grandes misterios" que darían acceso a la construcción del "Edificio Superior", que en este caso supondrían el dominio de las capacidades del hombre y dominio sobre el mundo, respectivamente. Los "Iluminados de Baviera", cuando hablaban de "dominio del mundo", incluían también dominio político. Las "constituciones" (reglamento) de la orden especificaban que quien alcanzara el el grado de Sacerdote debía asumir los poderes del Estado. A esta organización en grados que se la llamó "de círculos concéntricos".
La ideología de los "iluminados" era una curiosa mezcla de ideas políticas, místicas y filosóficas, no exenta de contradicciones flagrantes: igualitarios en su objetivo final, pretendían llegar a él mediante una rígida estructura jerárquica, ateos impenitentes, divinizaban, en cambio, la naturaleza. Al Grado de Sacerdote debía revelarse el secreto del "amor universal", pero a él se llegaba a través de los patriotismos.
En 1785 un correo de los "iluminados" fue fulminado por un rayo cuando trasladaba importantes documentos sobre la organización y proyectos de la orden. La conspiración hurdida laboriosamente por Adam Weishaupt resultó así desvelada.
Weishaupt, masón de alto grado, se relacionó con distintos ambientes esotéricos y ocultistas en el último tercio del siglo XVIII. A través de la masonería contactó con Adolf von Knigge, su alma gemela, y juntos fundaron la "Orden der Illuminaten" en la noche de Walpurgis (30 de abril al 1 de mayo) de 1776. Su documento fundamental está inspirado en tres corrientes: el seudo-rosacrucianismo, ya por entonces en pérdida de vigor en Alemania, las constituciones masónicas de Anderson, inspiradoras de la masonería moderna, y la regla de la Orden de los Jesuitas.
Los miembros de la Orden recibían un nombre místico, generalmente extraido de la antigüedad griega. Weishaupt era "Spartakus", Knigge, "Philon", el célebre poeta Goethe, "Abaria" y el filósofo Herder, "Damasus". En los pocos años en los que la Orden estuvo en actividad logró atraer a sus filas a buena parte de los alumnos de la Universidad de Ingolstadt, pero también encuadró a muchos nobles bávaros. Su afiliados no fueron más de 600.
Tras la prohibición de la Orden por el elector de Baviera, Wishaupt fue condenado a prisión. Huyó de la cárcel de Regensburg, muriendo en la más absoluta miseria en 1830. Tal es la historia de lo que se ha dado en llamar "la conspiración de los Iluminados", la cual, sostiene el Abate Barruel, inspiró el accionar de la masonería durante la revolución francesa.
Por primera vez, en la edad moderna, con los "Iluminados", una sociedad secreta se plantea directamente conquistar el poder político con un programa revolucionario, antimonárquico y nacionalista, que efectivamente prefigura los rasgos que luego encontraremos en la revolución francesa.
La conspiración de los "iluminados" fracasó, no solo por contingencias y casualidades humanas, sino también por que Alemania carecía en ese momento del sustrato cultural sobre el cual pudieron asentarse también los principios revolucionarios en Francia: la Ilustración, el Enciclopedismo...
INFLUENCIAS EXTRANJERAS EN LA REVOLUCION
¿Existe un hilo directo, más allá de las similitudes de método y las eventuales coincidencias de programa, entre los "Iluminados" y los acontecimientos revolucionarios? Hay que reconocer que son tenues, pero existentes, al fin y al cabo. Ciertas fuentes -e incluso testimonios de protagonistas como Marat- han insistido en la presencia de agitadores extranjeros que operaron a modo de instigadores en los principales sucesos revolucionarios: toma de la Bastilla, asalto al palacio de las Tullerías, etc. Marat identificó a prusianos entre los agitadores que dirigían al populacho en el episodio de la Bastilla; el emisario de Federico-Guillermo II de Prusia, Veitel Efraïm, escribió a su monarca una famosa carta en la que decía: "El club de los jacobinos está completamente entregado a Prusia". Rabaut Saint Etienne, diputado de la Asamblea Constituyente, dimitió de su cargo por percibir que en los incidentes del Campo de Marte (1791) era notoria la presencia de "sediciosos venidos del extranjero".
En cuanto a la influencia específica del Iluminismo en Francia existen muy pocos datos, si bien son significativos. En el congreso Iluminista celebrado en Francfort en 1786 asistieron delegados alemanes, pero también franceses e ingleses. En este congreso se aprobó el programa de destrucción de las monarquías europeas y, sería aquí, donde la asamblea emitió una condena a muerte contra el rey de Francia. El introductor de la Orden en Francia, para Alan Stang, fue el conde de Mirabeau que reclutó en las logias masónicas a los que muchos de los que luego serían líderes revolucionarios (Saint-Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenier, entre ellos). Otro historiador norteamericano, Curtis B. Dall, ex-yerno del presidente F.D. Roosevelt, masón, por su parte, afirma que la Orden de los Ilumninados -reconstruida en la clandestinidad, tras ser prohibida en 1786- tuvo arte y parte en el proceso revolucionario. Ninguno de los dos aportan pruebas objetivas, pero si se hacen eco de comentarios que circulaban por las logias.
No son eco, sino experiencia directa, la vivida por los protagonistas revolucionarios, que, como hemos dicho percibieron la presencia de elementos "prusianos" entre los instigadores de los sucesos revolucionarios. El proceso a la fracción extremista de Hebert y los suyos es prólija en confesiones sobre las influencias extranjeras que llevaron al patíbulo a varios agentes, el banquero prusiano Koch, el español Guzmán, los austriacos Junius y Emmanuel Frey y varios más. Pero también las logias inglesas habían enviado a sus peones. El caballero de La Luzerne, embajador francés en Londres, acusó, en carta su gobierno, a Dantón y Paré de estar a sueldo del gobierno inglés. Otro autor, Bernard Fay, aporta el nombre de uno de los agentes ingleses que distribuyeron fondos entre los jacobinos, "Miles". Felipe de Orleans, iniciado en la Gran Logia Unida de Inglaterra y que llegaría luego a Maestre del Gran Oriente de Francia, habría sido para estas fuentes, otro de los agentes encargados de transmitir y ejecutar órdenes emanadas del gobierno inglés.
Estos datos inducen a pensar en una colaboración entre logias iluministas prusianas y la Gran Logia de Inglaterra, unida a los masones e iluministas franceses, en los sucesos revolucionarios. Ahora bien, los datos son escasos y fragmentarios, es preciso reconocerlo.
Pierre Gaxote, historiador francés da en el clavo cuando explica que "la miseria puede suscitar revuetlas, pero no es causa de revoluciones. Estas tienen causas más profundas". Y Jacques Bordiot abunda en esta línea: "Una revuelta puede ser expontánea, una revolución jamás lo es". Para que se produzca un proceso revolucionario es preciso que exista una situación en la que la población pida, exija, un cambio; pero otros dos fenómenos son necesarios, o de lo contrario, como máximo se producirían solo revueltas o motines. Estos dos fenómenos son: la existencia de un clima cultural entre la "intelligentsia" y la presencia de una organización revolucionaria.
EL CLIMA CULTURAL PRE-REVOLUCIONARIO
El clima cultural que abre el paso a la revolución se va larvando a lo largo del siglo XVIII con la Ilustración y el Enciclopedismo.
Es útil recordar que el período revolucionario se inicia con la convocatoria de los representantes del clero, la nobleza y el pueblo llano, en los Estados Generales; los representantes del "Tercer Estado", del pueblo llano, eran 578, de los cuales 477 eran "iniciados" en las logias. Noventa representantes de la aristocracia lucían también mandiles en sus tenidas, así como un cierto número del clero. Este contingente se adhirió a la masonería, en parte, por oportunismo, pero también haciéndose eco del clima cultural favorable que impregnó a la sociedad civil francesa en el curso del siglo XVIII. Montesquieu y Fenelon fueron en buena medida sus inspiradores. Ambos estaban relacionados con la masonería.
Montesquieu había sido iniciado en la masonería durante su estancia en Londres. Cierta tradición masónica afirma que Montesquieu fue el primer masón francés. Fenelón, por su parte, tuvo a Ramsay -uno de los artífices de la masonería moderna- como secretario y luego como ejecutor testamentario. No consta que Fenelon participara en la masonería, pero su obra "Telémaco" está repleta de alegorías que inducen a pensar en que conocía bien la temática de las logias. Luis XIV lo miró siempre con desconfianza.
La masonería es, en esos tiempos, una "sociedad de pensamiento" que, dejando cada vez más atrás sus orígenes católicos, se resiente de dos influencias: la inglesa y la alemana. De la primera procede el racionalismo mecanicista y volteriano, mientras que la segunda se verá influenciada por el misticismo germánico y el martinismo.
No puede decirse que haya uniformidad ideológica en las logias, éstas se romperán en distintas obediencias y ritos. En el último período de maestrazgo de Louis de Borbón, la influencia política de la sociedad es notoria y esto provoca nuevas limitaciones a su actividad. Poco a poco, los masones católicos, al estilo de De Maistre, se van encontrando en minoría y anegados por el crecimiento espectacular de la filiación.
EN EL SENO DE LA TORMENTA
La primera logia había sido ya constituida en Francia en 1725, se trata de la Logia de Santo Tomás de París. En 1732 es reconocida por la Gran Logia de Inglaterra. Ya asociación se extiende rápidamente entre la nobleza. Uno de los amigos íntimos de Luis XV, el duque de Villeryo, fue uno de los primeros masones franceses. El mismo rey se interesó por la vida de las logias. Pero el hecho de que subsista en torno a la masonería una aureola de secretismo y que la moda de las logias proceda de la "pérfida Albión" en esos momentos, hacen que en 1737 la francmasonería sea prohibida. Seguirán reuniéndose en un hotel del barrio de la Bastilla y en 1738, el duque de Antin, asumirá el cargo de Gran Maestre; solo ocupará un año el cargo, sucediéndole el primo del rey, Louis de Borbon Conde que ostentará el cargo hasta 1771. Bajo su mandato las logias ganarán peso e influencia y se extenderán por toda Francia.
Al asumir el cargo de Gran Maestre el duque de Chartres, asistido por el duque de Montmorency en 1771, se produce una pugna en el interior de las logias que tiene motivos filosóficos -el Gran Oriente, poco a poco, se va deslizando hacia posturas indiferentistas religiosas-, pero también organizativos; durante unos años la masonería francesa estará dividida entre el Gran Oriente y el Oriente de Francia. Poco antes de la revolución existen en toda Francia 629 logias, de ellas 63 en el mismo París, adscritas al Gran Oriente, mientras que las logias del Oriente ascienden a 376 logias, cifras impresionantes. El número de francmasones en ese momento momento era superior a los 75.000 en Francia.
En el curso de la revolución las logias perdieron la fuerza que tenían anteriormente: habían sido dirigidas por nobles, buena parte de los cuales, o bien se exiliaron, o se limitaron a participar en las primeras fases de la revolución, siendo barridos, mas adelante, por los jacobinos. En cuanto a sus grados más bajos, ocupados generalmente por burgueses, la virulencia de los acontecimientos, les retrajo del trabajo en las logias. El mismo Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Felipe "Igualdad", en 1793, tras haber votado a favor de la ejecución de su primo Luis XVI, rechazaba la práctica del secreto en la masonería -"no debe de haber ningún secreto nni misterio en una república", escribía- dimitiendo de la sociedad. A partir de ese momento la masonería como tal desapareció del escenario revolucionario; Felipe "Igualdad" fue guillotinado el 1793, despues de que su espada ceremonial fuera rota en la Asamblea del Gran Oriente de Francia.
Es imposible demostrar documentalmente que la masonería -francesa, inglesa o el iluminismo alemán- emitieran alguna directiva concreta para iniciar, dirigir o encauzar los acontecimientos, lo cierto es que la casi totalidad de los líderes revolucionarios, fueron miembros de las logias.
LA APORTACION DE LAS LOGIAS A LA REVOLUCION
Las logias masónicas fueron en la Francia pre-revolucionaria, la correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, si bien no hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que organizativamente las logicas prepararan los sucesos revolucionarios.
La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores de la bandera republicana -azul, blanco y rojo-, proceden de los tres tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette, francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república, es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l'Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deismo naturalista de que hacen gala, puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.
La masonería -insistimos- como organización parece haber sido desbordada -como, por lo demás, cualquier otra institución francesa de la época- por el discurrir revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y Roberspierre -instaurador del "culto al ser supremo"-, cuyas cabezas rodarán al producirse la "reacción termidoriana" que dará origen al Directorio constituido por notorios masones como Fouché. Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón impondrá a su hermano Joseph o José Bonaparte -"Pepe Botella", un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar- como Gran Maestre de la Masonería francesa.
Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí. Notorios masones protagonizan los sucesos revolucionarios, llevados por sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse.
El contingente de exiliados que siguieron a Jacobo II estaba compuesto fundamentalmente por católicos que imprimieron en las logias rasgos de su confesión religiosa. Así por ejemplo la recién constituida "Gran Logia de Francia" decía en sus estatutovs: "La Orden está abierta solo a los cristianos. Es imposible aceptar a cualquiera que no pertenezca a la Iglesia de Cristo. Judíos, mahometanos y paganos son excluidos por incrédulos".
Puede entenderse así porqué personajes católicos de primera fila, que se situaron en el bando de la contra-revolución en 1789, como Josep de Maistre, se sentían cómodos en los bancos de sus logias.
De Maistre, había sido iniciado en la Logia "Los tres morteros" de Chambery y ocupaba el cargo de Gran Orador, en su famosa "Memoria al Duque de Brunswick", explica cuál debe ser el papel de la masonería en el siglo: "el fin de la masonería es la ciencia del hombre", es decir, "la verdadera religión". De sus tres principales grados, el primero debe dedicarse a perseguir el "bienestar general", el segundo, la "unificación de las confesiones cristianas, la unidad del cuerpo místico de Cristo mediante el triunfo de la Iglesia Católica" y el tercero buscar "la revelación de la revelación", es decir, la iluminación a través de la metafísica. El conjunto de todo esto es lo que De Maistre llama "catolicismo trascendente".
De Maistre -luego implacable crítico de la revolución francesa- consideraba a las logias como un espacio de reflexión e iluminación, para católicos laicos, en donde se estudiaba y practicaba una metafísica inspirada en los textos bíblicos y siempre aceptando la disciplina de la Iglesia Romana.
Como se ve, a la largo del siglo XVIII, la masonería no tiene el aspecto de una sociedad conspirativa, sino de un club de pensamiento, en el que, a medida que pasa el tiempo, los no-católicos -hugonotes, protestantes, etc.- van teniendo un peso y una influencia crecientes y dentro de la cual coexistían distintas sensibilidades políticas. Hasta ese momento, a ningún franc-masón se le había ocurrido actuar como tal en política. Esto iba a cambiar en los años siguientes y para entender el origen de este cambio hay que tener en cuenta tres factores: 1) el ejemplo de la Orden de los Iluminados de Baviera, 2) el cambio cultural que se fue operando en la sociedad francesa a lo largo del siglo XVIII y 3) la relajación de la tensión metafísica en las logias debida al crecimiento desmesurado y desordenado de la masonería.
LA ORDEN DE LOS ILUMINADOS DE BAVIERA
La llamada "conspiración de los Iluminados de Baviera" es para algunos historiadores -como el abate Barruel-un "ensayo general con todo" de lo que luego sería la revolución francesa.
"Cada hombre es su rey, cada hombre es soberano de sí mismo" decía el juramento del grado 13º (el último) de la Orden de los Iluminados de Baviera y en ella se intuye ya la temática política de la que se apropiaría una parte de los francmasones franceses.
La vocación antimonárquica -y más específicamente, antiabsolutista- de los "iluminados" se complementa con el fin de -común a la masonería- promover la fraternidad humana. Adam Weishaupt, fundador e inspirador de la Orden, reconoce al respecto: "Y su finalidad [la de los Iluminados], en resumen ¿cuál es? ¡la felicidad de la raza humana! Cuando vemos cómo los mezquinos, que son poderosos y buenos, que son débiles, luchan etre si; cuando pensamos que inútil es querer luchar solo contra la fuerte corriente del vicio, nos viene al magín la más elemental idea: la de que todos debemos trabajar y luchar juntos, estrechamente unidos para que así la fuerza esté del lado de los buenos, que todos unidos ya no sean débiles".
Los grados de iniciación eran tres, divididos en sub-grados: Grado de Iniciación (dividido en Preparatorio, Noviciado, Minerval e Iluminado Menor), Grado de Masonería (subgrados de Iluminado Mayor, Illuiminado Diligente), Grado de los Misterios (subragos de Sacerdote, Regente, Mago y Rey). El grado de Iluminado Menor marcaba la división entre "pequeños misterios, llamados aquí "Edificio Inferior" y "grandes misterios" que darían acceso a la construcción del "Edificio Superior", que en este caso supondrían el dominio de las capacidades del hombre y dominio sobre el mundo, respectivamente. Los "Iluminados de Baviera", cuando hablaban de "dominio del mundo", incluían también dominio político. Las "constituciones" (reglamento) de la orden especificaban que quien alcanzara el el grado de Sacerdote debía asumir los poderes del Estado. A esta organización en grados que se la llamó "de círculos concéntricos".
La ideología de los "iluminados" era una curiosa mezcla de ideas políticas, místicas y filosóficas, no exenta de contradicciones flagrantes: igualitarios en su objetivo final, pretendían llegar a él mediante una rígida estructura jerárquica, ateos impenitentes, divinizaban, en cambio, la naturaleza. Al Grado de Sacerdote debía revelarse el secreto del "amor universal", pero a él se llegaba a través de los patriotismos.
En 1785 un correo de los "iluminados" fue fulminado por un rayo cuando trasladaba importantes documentos sobre la organización y proyectos de la orden. La conspiración hurdida laboriosamente por Adam Weishaupt resultó así desvelada.
Weishaupt, masón de alto grado, se relacionó con distintos ambientes esotéricos y ocultistas en el último tercio del siglo XVIII. A través de la masonería contactó con Adolf von Knigge, su alma gemela, y juntos fundaron la "Orden der Illuminaten" en la noche de Walpurgis (30 de abril al 1 de mayo) de 1776. Su documento fundamental está inspirado en tres corrientes: el seudo-rosacrucianismo, ya por entonces en pérdida de vigor en Alemania, las constituciones masónicas de Anderson, inspiradoras de la masonería moderna, y la regla de la Orden de los Jesuitas.
Los miembros de la Orden recibían un nombre místico, generalmente extraido de la antigüedad griega. Weishaupt era "Spartakus", Knigge, "Philon", el célebre poeta Goethe, "Abaria" y el filósofo Herder, "Damasus". En los pocos años en los que la Orden estuvo en actividad logró atraer a sus filas a buena parte de los alumnos de la Universidad de Ingolstadt, pero también encuadró a muchos nobles bávaros. Su afiliados no fueron más de 600.
Tras la prohibición de la Orden por el elector de Baviera, Wishaupt fue condenado a prisión. Huyó de la cárcel de Regensburg, muriendo en la más absoluta miseria en 1830. Tal es la historia de lo que se ha dado en llamar "la conspiración de los Iluminados", la cual, sostiene el Abate Barruel, inspiró el accionar de la masonería durante la revolución francesa.
Por primera vez, en la edad moderna, con los "Iluminados", una sociedad secreta se plantea directamente conquistar el poder político con un programa revolucionario, antimonárquico y nacionalista, que efectivamente prefigura los rasgos que luego encontraremos en la revolución francesa.
La conspiración de los "iluminados" fracasó, no solo por contingencias y casualidades humanas, sino también por que Alemania carecía en ese momento del sustrato cultural sobre el cual pudieron asentarse también los principios revolucionarios en Francia: la Ilustración, el Enciclopedismo...
INFLUENCIAS EXTRANJERAS EN LA REVOLUCION
¿Existe un hilo directo, más allá de las similitudes de método y las eventuales coincidencias de programa, entre los "Iluminados" y los acontecimientos revolucionarios? Hay que reconocer que son tenues, pero existentes, al fin y al cabo. Ciertas fuentes -e incluso testimonios de protagonistas como Marat- han insistido en la presencia de agitadores extranjeros que operaron a modo de instigadores en los principales sucesos revolucionarios: toma de la Bastilla, asalto al palacio de las Tullerías, etc. Marat identificó a prusianos entre los agitadores que dirigían al populacho en el episodio de la Bastilla; el emisario de Federico-Guillermo II de Prusia, Veitel Efraïm, escribió a su monarca una famosa carta en la que decía: "El club de los jacobinos está completamente entregado a Prusia". Rabaut Saint Etienne, diputado de la Asamblea Constituyente, dimitió de su cargo por percibir que en los incidentes del Campo de Marte (1791) era notoria la presencia de "sediciosos venidos del extranjero".
En cuanto a la influencia específica del Iluminismo en Francia existen muy pocos datos, si bien son significativos. En el congreso Iluminista celebrado en Francfort en 1786 asistieron delegados alemanes, pero también franceses e ingleses. En este congreso se aprobó el programa de destrucción de las monarquías europeas y, sería aquí, donde la asamblea emitió una condena a muerte contra el rey de Francia. El introductor de la Orden en Francia, para Alan Stang, fue el conde de Mirabeau que reclutó en las logias masónicas a los que muchos de los que luego serían líderes revolucionarios (Saint-Just, Desmoulins, Hebert, Danton, Marat, Chenier, entre ellos). Otro historiador norteamericano, Curtis B. Dall, ex-yerno del presidente F.D. Roosevelt, masón, por su parte, afirma que la Orden de los Ilumninados -reconstruida en la clandestinidad, tras ser prohibida en 1786- tuvo arte y parte en el proceso revolucionario. Ninguno de los dos aportan pruebas objetivas, pero si se hacen eco de comentarios que circulaban por las logias.
No son eco, sino experiencia directa, la vivida por los protagonistas revolucionarios, que, como hemos dicho percibieron la presencia de elementos "prusianos" entre los instigadores de los sucesos revolucionarios. El proceso a la fracción extremista de Hebert y los suyos es prólija en confesiones sobre las influencias extranjeras que llevaron al patíbulo a varios agentes, el banquero prusiano Koch, el español Guzmán, los austriacos Junius y Emmanuel Frey y varios más. Pero también las logias inglesas habían enviado a sus peones. El caballero de La Luzerne, embajador francés en Londres, acusó, en carta su gobierno, a Dantón y Paré de estar a sueldo del gobierno inglés. Otro autor, Bernard Fay, aporta el nombre de uno de los agentes ingleses que distribuyeron fondos entre los jacobinos, "Miles". Felipe de Orleans, iniciado en la Gran Logia Unida de Inglaterra y que llegaría luego a Maestre del Gran Oriente de Francia, habría sido para estas fuentes, otro de los agentes encargados de transmitir y ejecutar órdenes emanadas del gobierno inglés.
Estos datos inducen a pensar en una colaboración entre logias iluministas prusianas y la Gran Logia de Inglaterra, unida a los masones e iluministas franceses, en los sucesos revolucionarios. Ahora bien, los datos son escasos y fragmentarios, es preciso reconocerlo.
Pierre Gaxote, historiador francés da en el clavo cuando explica que "la miseria puede suscitar revuetlas, pero no es causa de revoluciones. Estas tienen causas más profundas". Y Jacques Bordiot abunda en esta línea: "Una revuelta puede ser expontánea, una revolución jamás lo es". Para que se produzca un proceso revolucionario es preciso que exista una situación en la que la población pida, exija, un cambio; pero otros dos fenómenos son necesarios, o de lo contrario, como máximo se producirían solo revueltas o motines. Estos dos fenómenos son: la existencia de un clima cultural entre la "intelligentsia" y la presencia de una organización revolucionaria.
EL CLIMA CULTURAL PRE-REVOLUCIONARIO
El clima cultural que abre el paso a la revolución se va larvando a lo largo del siglo XVIII con la Ilustración y el Enciclopedismo.
Es útil recordar que el período revolucionario se inicia con la convocatoria de los representantes del clero, la nobleza y el pueblo llano, en los Estados Generales; los representantes del "Tercer Estado", del pueblo llano, eran 578, de los cuales 477 eran "iniciados" en las logias. Noventa representantes de la aristocracia lucían también mandiles en sus tenidas, así como un cierto número del clero. Este contingente se adhirió a la masonería, en parte, por oportunismo, pero también haciéndose eco del clima cultural favorable que impregnó a la sociedad civil francesa en el curso del siglo XVIII. Montesquieu y Fenelon fueron en buena medida sus inspiradores. Ambos estaban relacionados con la masonería.
Montesquieu había sido iniciado en la masonería durante su estancia en Londres. Cierta tradición masónica afirma que Montesquieu fue el primer masón francés. Fenelón, por su parte, tuvo a Ramsay -uno de los artífices de la masonería moderna- como secretario y luego como ejecutor testamentario. No consta que Fenelon participara en la masonería, pero su obra "Telémaco" está repleta de alegorías que inducen a pensar en que conocía bien la temática de las logias. Luis XIV lo miró siempre con desconfianza.
La masonería es, en esos tiempos, una "sociedad de pensamiento" que, dejando cada vez más atrás sus orígenes católicos, se resiente de dos influencias: la inglesa y la alemana. De la primera procede el racionalismo mecanicista y volteriano, mientras que la segunda se verá influenciada por el misticismo germánico y el martinismo.
No puede decirse que haya uniformidad ideológica en las logias, éstas se romperán en distintas obediencias y ritos. En el último período de maestrazgo de Louis de Borbón, la influencia política de la sociedad es notoria y esto provoca nuevas limitaciones a su actividad. Poco a poco, los masones católicos, al estilo de De Maistre, se van encontrando en minoría y anegados por el crecimiento espectacular de la filiación.
EN EL SENO DE LA TORMENTA
La primera logia había sido ya constituida en Francia en 1725, se trata de la Logia de Santo Tomás de París. En 1732 es reconocida por la Gran Logia de Inglaterra. Ya asociación se extiende rápidamente entre la nobleza. Uno de los amigos íntimos de Luis XV, el duque de Villeryo, fue uno de los primeros masones franceses. El mismo rey se interesó por la vida de las logias. Pero el hecho de que subsista en torno a la masonería una aureola de secretismo y que la moda de las logias proceda de la "pérfida Albión" en esos momentos, hacen que en 1737 la francmasonería sea prohibida. Seguirán reuniéndose en un hotel del barrio de la Bastilla y en 1738, el duque de Antin, asumirá el cargo de Gran Maestre; solo ocupará un año el cargo, sucediéndole el primo del rey, Louis de Borbon Conde que ostentará el cargo hasta 1771. Bajo su mandato las logias ganarán peso e influencia y se extenderán por toda Francia.
Al asumir el cargo de Gran Maestre el duque de Chartres, asistido por el duque de Montmorency en 1771, se produce una pugna en el interior de las logias que tiene motivos filosóficos -el Gran Oriente, poco a poco, se va deslizando hacia posturas indiferentistas religiosas-, pero también organizativos; durante unos años la masonería francesa estará dividida entre el Gran Oriente y el Oriente de Francia. Poco antes de la revolución existen en toda Francia 629 logias, de ellas 63 en el mismo París, adscritas al Gran Oriente, mientras que las logias del Oriente ascienden a 376 logias, cifras impresionantes. El número de francmasones en ese momento momento era superior a los 75.000 en Francia.
En el curso de la revolución las logias perdieron la fuerza que tenían anteriormente: habían sido dirigidas por nobles, buena parte de los cuales, o bien se exiliaron, o se limitaron a participar en las primeras fases de la revolución, siendo barridos, mas adelante, por los jacobinos. En cuanto a sus grados más bajos, ocupados generalmente por burgueses, la virulencia de los acontecimientos, les retrajo del trabajo en las logias. El mismo Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, Felipe "Igualdad", en 1793, tras haber votado a favor de la ejecución de su primo Luis XVI, rechazaba la práctica del secreto en la masonería -"no debe de haber ningún secreto nni misterio en una república", escribía- dimitiendo de la sociedad. A partir de ese momento la masonería como tal desapareció del escenario revolucionario; Felipe "Igualdad" fue guillotinado el 1793, despues de que su espada ceremonial fuera rota en la Asamblea del Gran Oriente de Francia.
Es imposible demostrar documentalmente que la masonería -francesa, inglesa o el iluminismo alemán- emitieran alguna directiva concreta para iniciar, dirigir o encauzar los acontecimientos, lo cierto es que la casi totalidad de los líderes revolucionarios, fueron miembros de las logias.
LA APORTACION DE LAS LOGIAS A LA REVOLUCION
Las logias masónicas fueron en la Francia pre-revolucionaria, la correa de transmisión de las nuevas ideas. Es innegable que su aportación fue fundamentalmente ideológica y simbólica, si bien no hay pruebas objetivas, de valor para la historiografía, de que organizativamente las logicas prepararan los sucesos revolucionarios.
La divisa masónica "Libertad, Igualdad, Fraternidad", fue incorporada al acervo revolucionario. Los colores de la bandera republicana -azul, blanco y rojo-, proceden de los tres tipos de logias, procede de la escarapela tricolor ideada por Lafayette, francmasón y carbonario. El gorro frigio, símbolo de la república, es igualmente un símbolo masónico. El mismo himno de la revolución, "La Marsellesa", compuesto por el también masón Leconte de l'Isle, fue cantada por primera vez en la Logia de los Caballeros Francos de Strasburgo. Y así mismo, todo el simbolismo griego que adoptan los revolucionarios, al igual que el deismo naturalista de que hacen gala, puede encontrarse sin dificultad en las leyendas y temas masónicos.
La masonería -insistimos- como organización parece haber sido desbordada -como, por lo demás, cualquier otra institución francesa de la época- por el discurrir revolucionario. Masones guillotinan a masones, rompiendo el juramento de fraternidad y ayuda mutua: Hebert es guillotinado con el beneplácito de Dantón, éste, a su vez, sube al patíbulo a instigación de Saint Just y Roberspierre -instaurador del "culto al ser supremo"-, cuyas cabezas rodarán al producirse la "reacción termidoriana" que dará origen al Directorio constituido por notorios masones como Fouché. Finalmente, Napoleón Bonaparte, según algunas versiones iniciado durante la campaña de Italia en la Logia Hermes de rito egipcio y según otros, mucho antes, cuando era teniente en Marsella, pone término a todo este caos, nombrado Primer Cónsul y luego proclamándose Emperador. Napoleón impondrá a su hermano Joseph o José Bonaparte -"Pepe Botella", un hombre mucho más serio y responsable de lo que este mote popular deja pensar- como Gran Maestre de la Masonería francesa.
Los principios de la masonería triunfan más que la masonería en sí. Notorios masones protagonizan los sucesos revolucionarios, llevados por sus instintos y sus intereses, más que siguiendo un plan preestablecido y una planificación orgánica. Si existió una "conspiración masónica", el deber respecto a la verdad nos obliga a afirmar que no puede demostrarse.
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