Arnold Krumm - Heller
Tú tienes una piedra…
Tú tienes una piedra…
¿No lo sabías?
Sí, mira.
En los bajos fondos de ti mismo, más allá de tu entendimiento, incrustada en el muro de tu propia subconsciencia, hay una Piedra…
Bruta, fría, impasible, con la dureza del más duro mármol, con la tosquedad rocosa…
Pero… tienes una piedra ignorada y no la ves, no la percibes, no la palpas, no sientes sus efectos y, sin embargo, vive… vive allí en la Soledad de tu caverna, esperando el instante de ser labrada.
Se te puede pasar la vida -este efímero tránsito- ignorando siempre su existencia y ella habrá esperado inútilmente que tu interna mirada la haya descubierto en la monotonía de su larga espera…
Si la dejas estar, si no la despiertas, si no la abras, si ha de continuar con ese sueño extático… cuando ya no existas, cuando dejes de ser, tornará al montón de tantas piedras como quedaron en el camino, yerto bagaje de los que hicieron como tú…
Si, en cambio, no quieres que duerma.
Si tratas de despertarla porque un dolor o una pena honda dieron conciencia a tu vida.
Si intentas bucear dentro de ti mismo y consolarte con las grandezas de tu espíritu para enjugar internamente tantas y tantas lágrimas que no pudieron secarse al exterior.
Entonces…
Suspira profundamente, llama en el cerrado Mesón de tus causas interiores y busca tu Piedra…
Es tosca e imperfecta, ¿verdad?
Pues hazle saltar las primeras lascas para irla moldeando, pero…
Hazlo con cuidado, con AMOR…
Que en la Piedra que tocas está el Tesoro de tu propia Alma.
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