Por lo Q.H. Cuauhtémoc D. Molina García
Logia CONCORDIA No. 1. Xalapa, Veracruz, México.
Gran Logia "Unida Mexicana" AA. LL. y AA
El Rito de York de la Masonería tiene a los grados del Consejo como elementos centrales del simbolismo de la construcción simbólica y filosófica del hombre. Los grados crípticos contienen una belleza sin igual y una significación suprema que alude a los momentos íntimos vividos por Hiram Abif mientras éste se concentraba para realizar sus oraciones acostumbradas en el lugar reservado para ello, y justo cuando aparecen en su vida los célebres compañeros que buscan arrebatarle los secretos del Gremio. Se denominan «crípticos» por escenificarse y aludir a los sucesos ocurridos en la cripta subterránea, debajo del templo del Rey Salomón. El término «críptico» significa secreto, oculto, velado, y corresponde al adepto descubrir su contenido y significado esencial, el cual se representa en la Masonería por medio de la Palabra Sagrada.
La Antigua Masonería Críptica se centra en torno a la historia de la pérdida, recuperación y preservación de la Palabra. En el simbolismo magnífico de nuestra Orden, «la palabra» ocupa un lugar preeminente en la estructura de los grados y en el contenido de sus enseñanzas, pues «la Palabra» constituye el leit motiv del carácter iniciático de la Masonería, pues representa nada más y nada menos que la búsqueda de los propósitos centrales del hombre en la vida, pero también representa la naturaleza de Dios. En este sentido, «la Palabra» no es sino un símbolo que alude a la búsqueda esencial del hombre durante su vida terrenal; la Palabra perdida durante los sucesos narrados en la Logia, recuperada en el Capítulo y preservada en el Consejo, encierra dentro de su simbolismo la esencia misma del secreto de la Orden, secreto que una vez develado solo adquiere significado para aquél que ha sabido encontrarle y valorarle. Nadie, con dos dedos de frente, espera que los secretos de la Orden se reduzcan a significantes fonéticamente pronunciados, pues de otro modo ellos desempeñarían el mismo papel que los “paswords” usados para acceder a los cajeros electrónicos o a nuestras cuentas de correo.
Los trabajos ulteriores de la auténtica Masonería iniciática no pueden realizarse en la Logia, pues nuestro Arquitecto Hiram Abif no evocaba la Palabra en el seno de ésta, sino en la Cripta del Templo, en la B. S., ahí donde acostumbraba realizar sus oraciones en punto del medio día, y por lo mismo únicamente en el seno de ésta es como pueden reencontrarse, pues según los hallazgos narrados en nuestros grados, fue ahí donde la Palabra fue recuperada. La recuperación de la Palabra, referida con los sucesos escénicos que los candidatos emulan por virtud del Ritual, no es sino el reencuentro del hombre consigo mismo, es el acto reflejo de la más profunda introspección, es el hallazgo de su propio Ser, o si se quiere, el encuentro con la convicción de haber reconocido aquéllas cosas por las que realmente vale la pena vivir. Encontrar la Palabra es apreciar el verdadero sentido de la vida, tanto como advertir el más profundo alcance espiritual del significado de Dios. Por el contrario, cuando la Palabra se pierde en realidad no se extravía un fonema, sino todo un significado que trasciende el orden material de las cosas y que cala en lo más profundo del Ser. Perder la Palabra es como perder el lenguaje, es decir, disipar de pronto la magia de los significados y la forma divina de acercarnos a la realidad, de abrazarla y sujetarnos a ella. Perder la Palabra es perder el camino y caer en el caos sin poder recuperar el orden.
Todo este esfuerzo de recuperación, una vez consumada la caída del Hombre representada por el drama sufrido por nuestro Maestro y Arquitecto Hiram Abiff, es un aliento que se conduce por el camino de la iniciación, y ocurre en el seno mismo de la B. S., que no es otra que el regazo mismo de nuestro Ser, y también es nuestro mundo interior subyacente en el plano espiritual de la vida. Por ello, la Antigua Masonería Críptica celebra sus trabajos “en el otro lado”, en el lado púrpura de la espiritualidad más profunda, al pie del IX A., cuando ya el sentido material de la existencia ha sido abandonado y el masón se ha sublimado a las esferas de lo verdaderamente valioso y superior.
De esta suerte, los trabajos del Capítulo de Masones del R. A., se ven coronados majestuosamente por la belleza de forma y contenido de la Antigua Masonería Críptica, la cual finalmente nos enseña que la muerte no es sino el principio de la vida, y que si el primer templo de nuestra vida transitoria se halla en la superficie, tenemos en realidad que descender a la Bóveda de la muerte antes de que podamos encontrar el sagrado asiento de la verdad, asiento representado por nuestro segundo templo, el templo escarlata de la Vida Eterna. Por esta razón el candidato a la Logia debe expresar su fe en Dios y en la vida eterna, es decir, en la Inmortalidad del Alma. Es así como el Rito Críptico “completa el círculo de perfección” planteado por el simbolismo masónico.
II
La acción práctica de la Masonería parte de un principio esencial del humanismo: el hombre, si quiere, puede cambiar para su propio beneficio y para su perfeccionamiento interior y exterior, personal y social. No es él una piedra en bruto o un árbol que crece torcido, y por lo mismo condenado fatalmente a no reemplazar sus malos hábitos, actitudes y desempeños ineficientes. El pensamiento lateral combina perfectamente con el pensamiento racional, y ambos impulsan los hálitos de perfeccionamiento y evolución espiritual mediante el trabajo interior, el aprendizaje permanente, la innovación y la creatividad, el liderazgo y la excelencia humana. De esta suerte, la Masonería enseña, desde la Logia, que “el mundo es como somos nosotros”, y que, por lo tanto, si queremos cambiar el mundo “primero debemos cambiar nosotros”.
Muchos masones no entienden este principio fundamental, y aún así pretenden que la Orden salga a la calle sin estar ellos debidamente preparados para enfrentar, como masones, el mundo social. ¿Qué mensaje profundo, no retórico, podremos llevarle al mundo profano si no acabamos por comprender la esencia verdadera de la Masonería? ¿Qué papel estratégico podremos representar en la sociedad si entre nosotros mismos no somos capaces de mantenernos unidos y juntos y en armonía? ¿Cómo podremos contribuir a ordenar el mundo si nosotros no acabamos por entender a cabalidad las sublimes enseñanzas de la Orden? Hay aquí la necesidad de entender dos principios primordiales: el primero es que la Masonería, en realidad, no tiene otra cosa que hacer más que hacer masones. El segundo principio es que a la Logia no se va a discutir, pues el verdadero trabajo masónico empieza cuando todos estamos de acuerdo en lo que somos y en hacer lo que debemos hacer: formarnos espiritual y moralmente, intelectual y socialmente. El trabajo de la Masonería empieza en el seno de todos y cada uno de nosotros, y de manera lenta, pero eficaz y profunda, se va realizando en la sociedad.
Así, la Masonería busca mejorar la comunidad mejorando al individuo; los Consejos de Masones Crípticos tratan de ofrecer mayores oportunidades a sus miembros para que mejoren sus habilidades de innovación creativa, de liderazgo en sus trabajos y en sus comunidades, para hablar bien en público y para relacionarse exitosamente con sus semejantes. El mensaje de la Antigua Masonería Críptica alienta a sus miembros a ser los mejores líderes en sus barrios, colonias, oficinas, empresas y centros de trabajo; en la comunidad y en general en el seno de sus organizaciones, ya sean éstas deportivas, eclesiales, sindicales o políticas.
El Rito de York nos enseña a expresar públicamente nuestras enseñanzas masónicas con discreción, talento y dignidad. Por ello, sus Logias, Capítulos, Consejos y Comandancias, laboran al lado de otras organizaciones, masónicas y profanas, en el servicio a la comunidad, para demostrar que tales enseñanzas son una forma de vida y que el masón es capaz de trasladar fuera de sus cuatro paredes los principios, los postulados y las enseñanzas de la Antigua Masonería Críptica del Rito de York.
Logia CONCORDIA No. 1. Xalapa, Veracruz, México.
Gran Logia "Unida Mexicana" AA. LL. y AA
El Rito de York de la Masonería tiene a los grados del Consejo como elementos centrales del simbolismo de la construcción simbólica y filosófica del hombre. Los grados crípticos contienen una belleza sin igual y una significación suprema que alude a los momentos íntimos vividos por Hiram Abif mientras éste se concentraba para realizar sus oraciones acostumbradas en el lugar reservado para ello, y justo cuando aparecen en su vida los célebres compañeros que buscan arrebatarle los secretos del Gremio. Se denominan «crípticos» por escenificarse y aludir a los sucesos ocurridos en la cripta subterránea, debajo del templo del Rey Salomón. El término «críptico» significa secreto, oculto, velado, y corresponde al adepto descubrir su contenido y significado esencial, el cual se representa en la Masonería por medio de la Palabra Sagrada.
La Antigua Masonería Críptica se centra en torno a la historia de la pérdida, recuperación y preservación de la Palabra. En el simbolismo magnífico de nuestra Orden, «la palabra» ocupa un lugar preeminente en la estructura de los grados y en el contenido de sus enseñanzas, pues «la Palabra» constituye el leit motiv del carácter iniciático de la Masonería, pues representa nada más y nada menos que la búsqueda de los propósitos centrales del hombre en la vida, pero también representa la naturaleza de Dios. En este sentido, «la Palabra» no es sino un símbolo que alude a la búsqueda esencial del hombre durante su vida terrenal; la Palabra perdida durante los sucesos narrados en la Logia, recuperada en el Capítulo y preservada en el Consejo, encierra dentro de su simbolismo la esencia misma del secreto de la Orden, secreto que una vez develado solo adquiere significado para aquél que ha sabido encontrarle y valorarle. Nadie, con dos dedos de frente, espera que los secretos de la Orden se reduzcan a significantes fonéticamente pronunciados, pues de otro modo ellos desempeñarían el mismo papel que los “paswords” usados para acceder a los cajeros electrónicos o a nuestras cuentas de correo.
Los trabajos ulteriores de la auténtica Masonería iniciática no pueden realizarse en la Logia, pues nuestro Arquitecto Hiram Abif no evocaba la Palabra en el seno de ésta, sino en la Cripta del Templo, en la B. S., ahí donde acostumbraba realizar sus oraciones en punto del medio día, y por lo mismo únicamente en el seno de ésta es como pueden reencontrarse, pues según los hallazgos narrados en nuestros grados, fue ahí donde la Palabra fue recuperada. La recuperación de la Palabra, referida con los sucesos escénicos que los candidatos emulan por virtud del Ritual, no es sino el reencuentro del hombre consigo mismo, es el acto reflejo de la más profunda introspección, es el hallazgo de su propio Ser, o si se quiere, el encuentro con la convicción de haber reconocido aquéllas cosas por las que realmente vale la pena vivir. Encontrar la Palabra es apreciar el verdadero sentido de la vida, tanto como advertir el más profundo alcance espiritual del significado de Dios. Por el contrario, cuando la Palabra se pierde en realidad no se extravía un fonema, sino todo un significado que trasciende el orden material de las cosas y que cala en lo más profundo del Ser. Perder la Palabra es como perder el lenguaje, es decir, disipar de pronto la magia de los significados y la forma divina de acercarnos a la realidad, de abrazarla y sujetarnos a ella. Perder la Palabra es perder el camino y caer en el caos sin poder recuperar el orden.
Todo este esfuerzo de recuperación, una vez consumada la caída del Hombre representada por el drama sufrido por nuestro Maestro y Arquitecto Hiram Abiff, es un aliento que se conduce por el camino de la iniciación, y ocurre en el seno mismo de la B. S., que no es otra que el regazo mismo de nuestro Ser, y también es nuestro mundo interior subyacente en el plano espiritual de la vida. Por ello, la Antigua Masonería Críptica celebra sus trabajos “en el otro lado”, en el lado púrpura de la espiritualidad más profunda, al pie del IX A., cuando ya el sentido material de la existencia ha sido abandonado y el masón se ha sublimado a las esferas de lo verdaderamente valioso y superior.
De esta suerte, los trabajos del Capítulo de Masones del R. A., se ven coronados majestuosamente por la belleza de forma y contenido de la Antigua Masonería Críptica, la cual finalmente nos enseña que la muerte no es sino el principio de la vida, y que si el primer templo de nuestra vida transitoria se halla en la superficie, tenemos en realidad que descender a la Bóveda de la muerte antes de que podamos encontrar el sagrado asiento de la verdad, asiento representado por nuestro segundo templo, el templo escarlata de la Vida Eterna. Por esta razón el candidato a la Logia debe expresar su fe en Dios y en la vida eterna, es decir, en la Inmortalidad del Alma. Es así como el Rito Críptico “completa el círculo de perfección” planteado por el simbolismo masónico.
II
La acción práctica de la Masonería parte de un principio esencial del humanismo: el hombre, si quiere, puede cambiar para su propio beneficio y para su perfeccionamiento interior y exterior, personal y social. No es él una piedra en bruto o un árbol que crece torcido, y por lo mismo condenado fatalmente a no reemplazar sus malos hábitos, actitudes y desempeños ineficientes. El pensamiento lateral combina perfectamente con el pensamiento racional, y ambos impulsan los hálitos de perfeccionamiento y evolución espiritual mediante el trabajo interior, el aprendizaje permanente, la innovación y la creatividad, el liderazgo y la excelencia humana. De esta suerte, la Masonería enseña, desde la Logia, que “el mundo es como somos nosotros”, y que, por lo tanto, si queremos cambiar el mundo “primero debemos cambiar nosotros”.
Muchos masones no entienden este principio fundamental, y aún así pretenden que la Orden salga a la calle sin estar ellos debidamente preparados para enfrentar, como masones, el mundo social. ¿Qué mensaje profundo, no retórico, podremos llevarle al mundo profano si no acabamos por comprender la esencia verdadera de la Masonería? ¿Qué papel estratégico podremos representar en la sociedad si entre nosotros mismos no somos capaces de mantenernos unidos y juntos y en armonía? ¿Cómo podremos contribuir a ordenar el mundo si nosotros no acabamos por entender a cabalidad las sublimes enseñanzas de la Orden? Hay aquí la necesidad de entender dos principios primordiales: el primero es que la Masonería, en realidad, no tiene otra cosa que hacer más que hacer masones. El segundo principio es que a la Logia no se va a discutir, pues el verdadero trabajo masónico empieza cuando todos estamos de acuerdo en lo que somos y en hacer lo que debemos hacer: formarnos espiritual y moralmente, intelectual y socialmente. El trabajo de la Masonería empieza en el seno de todos y cada uno de nosotros, y de manera lenta, pero eficaz y profunda, se va realizando en la sociedad.
Así, la Masonería busca mejorar la comunidad mejorando al individuo; los Consejos de Masones Crípticos tratan de ofrecer mayores oportunidades a sus miembros para que mejoren sus habilidades de innovación creativa, de liderazgo en sus trabajos y en sus comunidades, para hablar bien en público y para relacionarse exitosamente con sus semejantes. El mensaje de la Antigua Masonería Críptica alienta a sus miembros a ser los mejores líderes en sus barrios, colonias, oficinas, empresas y centros de trabajo; en la comunidad y en general en el seno de sus organizaciones, ya sean éstas deportivas, eclesiales, sindicales o políticas.
El Rito de York nos enseña a expresar públicamente nuestras enseñanzas masónicas con discreción, talento y dignidad. Por ello, sus Logias, Capítulos, Consejos y Comandancias, laboran al lado de otras organizaciones, masónicas y profanas, en el servicio a la comunidad, para demostrar que tales enseñanzas son una forma de vida y que el masón es capaz de trasladar fuera de sus cuatro paredes los principios, los postulados y las enseñanzas de la Antigua Masonería Críptica del Rito de York.
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