¿Qué significado tiene la Iniciación Masónica? La respuesta viene en otra pregunta: ¿qué significado tiene para nosotros? ¿Es solamente formal? Ella está supuesta a iniciarnos en una nueva experiencia de la vida, o sea, a ponernos en el camino de esas nuevas experiencias. De ahí que se denomine a ese gran momento, Iniciación.
Pero aun así, depende de cada uno el que ésta sea efectiva. En realidad, la Iniciación masónica no puede ponernos en ese camino si no estamos preparados y predispuestos para tomarlo, pues ella tiene sólo un carácter simbólico. ¿Qué utilidad tienen entonces las iniciaciones masónicas? El grado de Aprendiz y cada grado sucesivo de la Orden comprenden cierta etapa evolutiva, o sea, cierto estado de conciencia, y nadie puede, naturalmente, conferirnos un estado de conciencia u otorgarnos un determinado grado de evolución, ni iniciarnos en él. Cada cual tiene, por tanto, que ser interiormente un iniciado de algún grado, antes de que pueda tomar efectivamente la Iniciación correspondiente. Uno es un iniciado; nadie puede hacerlo un Iniciado.
Sin embargo, con la debida comprensión, cada Iniciación puede significar un paso de incalculable trascedencia en nuestra vida, y está concebida con esa finalidad. De ahí la necesidad de que comprendamos el verdadero propósito de las ceremonias iniciáticas de la Masonería.
El Cuarto de Reflexión y el examen de sí mismo que cada uno hace en él, como preámbulo de la Primera Iniciación, debe haberlo preparado previamente para este gran momento. Todo el que ha reflexionado suficientemente a lo largo de su vida sobre el paso que está por dar, al tomar la iniciación, debe poseer también la debida madurez y la necesaria conprensión para poder participar efectiva y no formalmente, de todo lo que ha de llevarse a cabo en la ceremonia y ver lo que las formas revelan.
Con esa predisposición, el candidato sentirá, durante la ceremonia, que está en presencia de algo significativo. Cada palabra, cada acto del ritual, encerrará alguna clave que, como una chispa, podrá encender alguna luz interior que estaba ya lista para manifestarse en él, iniciándolo en alguno de los sagrados misterios de la vida y del ser. La Iniciación resultará, entonces, por lo que implica, un hecho real y no una forma ceremonial, saliendo de la misma un verdadero iniciado en los secretos de la vida.
El camino evolutivo tiene para todos, sin excepción alguna, ciertas etapas bien definidas. Una Iniciación masónica ofrece, al que la toma y a los que participan en ella, una representación dramática de este proceso de realización del ser, con lo cual muestra un cuadro anticipado de este proceso. La Iniciación comprende solamente la primera etapa a recorrer, pues la limitación de nuestra mente no nos permite abarcar más. Pero ella nos muestra lo suficiente para que podamos prever lo que esa etapa encuadra y no andemos tan a ciegas.
Los ritos de la iniciación nos muestran los pasos que debemos dar para recorrer esa próxima etapa del camino, facilitándonos con ello un progreso más rápido.
La Iniciación nos anticipa, pues, el futuro. Y, para que el mismo nos quede fielmente grabado en la memoria, nos hace ensayar, a través de su desenvolvimiento, el papel del drama que habremos de representar en la vida real en el futuro. Ella constituye, por tanto, un ensayo del drama a desarrollarse.
La primera Iniciación masónica, o sea, la del grado de Aprendiz, se diferencia de las demás por el hecho de que resume singularmente, en forma sintética, los tres principales grados o las etapas a recorrer, además de extenderse en la propia, demostrando nuevamente la ley de analogía de "cómo es arriba es también abajo". Ofrece de esta manera, a vuelo de pájaro, una idea general del camino evolutivo.
Un motivo para ello parte, indudablemente, del hecho de que el método natural para reconocer la realidad es el de ir de lo general a lo particular y que, por otro lado, por adelantados que estemos en el camino evolutivo, seguimos siendo siempre aprendices.
Sin necesidad de entrar en detalles sobre las otras iniciaciones superiores vedadas a los Aprendices, podemos considerarlas someramente a todas en este Grado. Esta particular Iniciación constituye, en realidad, un ensayo general de todo el drama que ha de desarrollarse en nuestra vida, visto a través de la Masonería.
De esta manera recalca al Iniciado la realidad que William Shakespeare intuyó de que este mundo es un escenario y que todos somos actores en él. Si bien debemos poner en su representación mente y corazón, no debemos olvidar que somos en realidad meros actores, y que debemos desempeñar nuestros papeles con el desapego que nos corresponde.
Este ensayo general tiene además un fundamento psicológico bien conocido. Este es que "la acción sigue al pensamiento", y que "la visión de lo que queremos llegar a ser debe preceder lo que somos actualmente". En adelante el iniciado debe tratar de vivir como si hubiera llegado al grado de evolución que le marca la iniciación tomada.
La ceremonia de Iniciación revela al mismo tiempo la fórmula de realización para cierta etapa de la vida. Nos sugiere que encaremos esa realización en forma científica, aplicando esa fórmula; que la pongamos a prueba y veamos si da el resultado anunciado. Podemos resumir diciendo que las iniciaciones masónicas nos muestran el camino que tenemos por delante para su comprobación. ¿Comprendemos por qué las iniciaciones se caracterizan por determinadas pruebas a las cuales se somete el Iniciado?
Para realizar esas comprobaciones en forma científica y evitar engañarnos es indispensable llevarlas a cabo con una mente abierta, desapasionada y libre de prejuicios. Para observar el cuadro es necesario salirnos de él.
Nada ayuda tanto para progresar por este camino como el desapego y el desapasionamiento. ¿Por qué? Porque estamos apegados a los intereses materiales y nos es necesario desprendernos de los lazos que nos atan a ellos en nuestro corazón. Es natural que tratemos de agarrarnos a las personas y a las cosas que nos rodean en la obscuridad en que nos movemos; y de ahí nuestro apego a los bienes materiales. También, como un árbol milenario, la raíz de nuestra existencia está firmemente arraigada en la tierra y no nos es fácil salir de ella y volver la atención a las energías que nos llegan de arriba, sin las cuales no podríamos vivir y de nada nos serviría la tierra.
Pero para progresar en el camino hacia la total liberación de limitaciones, es lógico que tengamos que desprendernos de esas ataduras mentales que limitan nuestra vida y dificultan los pasos que debemos dar hacia adelante.
El progreso es difícil llevando un peso muerto atado al pie. No podemos dar un paso adelante sin despegar el pie de donde está apoyado. No es posible adelantar por camino alguno sin dejar atrás o trascender muchas cosas. Continuar manteniendo posiciones de retaguardia que hace tiempo hemos trascendido, es querer salvarnos cometiendo suicidio. No podemos traficar con cosas que tenemos que trascender. Tenemos que ser enérgicos en este sentido. Debemos enfrentarnos con nosotros mismos y preguntarnos a qué cosas estamos dispuestos a renunciar para poder aceptar la nueva vida.
Cada iniciación verdadera constituye un punto de síntesis alcanzado en nuestra vida y debe marcar el final de una etapa de superación y el comienzo de otra.
Nuestro proceso evolutivo se compone de un proceso gradual de cortar lazos y desprenderse de ataduras que limitan la vida. El camino está libre. El primer desapego en la primera etapa de la vida se produce al cortarse el cordón umbilical de la mater. El segundo, al desprenderse, paso a paso, de las ataduras de la materia.
Para indicársenos que el desapego de los bienes e intereses materiales es uno de los primeros y más importantes pasos que debe dar el que inicia este camino, se le pide, al que quiere hacerlo, que entregue la "joyas y metales" que tenga. De esta forma se procura prepararlo y probarlo para el progreso en el camino que debe recorrer. No son los bienes materiales en sí los que limitan, sino el sentimiento de apego a ellos como a cualquier otra cosa. Para darnos a entender esto se nos devuelven finalmente los "metales".
Cualquier vicio es, también, una atadura que limita e impide nuestro progreso. El materialismo y el apego a los bienes materiales pueden constituir una limitación, una esclavitud y una tiranía muchas veces peor que cualquier totalitarismo. Aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.
Tomamos demasiado en serio nuestro papel como actores en este drama y olvidamos que todo es prestado en la obra que estamos realizando, que no somos más que simples administradores de los bienes que tenemos en nuestras manos. Nos aferramos a ellos como si pudiéramos adueñarnos de su forma y llevarlas con nosotros a la vida real, como si tuvieran un valor verdadero en vez del convencional.
Cuando actuemos como si las energías y los recursos de que disponemos con nuestros exclusivamente en vez de prestados, asumimos una actitud separativa, separándonos y excluyéndonos mentalmente de la fuente única de energías. Tratando de acaparar recursos, ponemos límites a nuestra posibilidades de progreso. Comprendiéndolo, debemos vencer esta tendencia a defraudar nuestro progreso.
Al quitársenos y entregársenos de nuevo los "metales" se nos indica, con ello, que los bienes materiales son prestados por un tiempo por el G.: A.: D.: U.: para ayudarnos a alcanzar un propósito más elevado de vida. Se nos devuelven cuando los hemos dedicado a ese fin y hemos probado con nuestra actitud que estamos dispuestos a utilizarlos en adelante como corresponde para la construcción del Templo del G.: A.: D.: U.:.
Lo que alcanzamos en cada paso adelante que damos por este camino de autodedicación vale muchas veces más que lo que dejamos atrás. ¿Cómo cambiar, en este caso, de sacrificio? Sacrificio es, por el contrario, renunciar a lo más por lo menos.
La entrada
La entrada al Templo se inicia con tres golpes sobre la puerta, dando a entender que la triplicidad es el principio de todo lo que sigue. La puerta se abre sólo al que golpea en ella en forma adecuada, indicando la síntesis alcanzada.
Esto es sintomático de todas las "entradas" que seguirán. Basta golpear adecuadamente a las puertas en el camino para que indefectiblemente se vayan abriendo. Si no abren, podemos estar seguros, es porque no llamamos a ellas con la correcta actitud.
Si nos acercamos a este momento solemne de la Iniciación como el que está entrando por la puerta hacia una nueva experiencia de la vida, resultará indudablemente una realidad.
Para poder entrar al Templo y llevar a cabo la Iniciación, tenemos que pasar inevitablemente por entre dos columnas poderosas situadas a lados opuestos de su portal. Estas columnas tienen una importancia fundamental en el Templo. Constituyen el punto de partida de todo cuanto se realiza en él. Tanto es así que hablamos de levantar columnas cuando nos referimos a abrir una Logia, lo cual equivale a nacer a una nueva vida.
Este hecho lleva involucrado un mundo de significados. La primera vez que pasamos entre columnas lo hacemos a ciegas y sin darnos cuenta de ello, ya sea al iniciar una nueva vida en el Oeste o al nacer a ella. Luego lo hacemos con los ojos abiertos, conscientes de ello aunque no siempre de su significado. Lo repetimos después siempre que entramos al Templo o cuando nos poner al orden del Ven.: M.: para realizar algún trabajo.
Las dos columnas, "B" y "J" representan los pares de opuestos o la dualidad en nuestro ser: una el polo positivo, el espíritu o la mente y, la otra, el aspecto negativo, la materia o el corazón. Cada masón lleva en sí estas dos columnas. Constituyen las dos piernas sobre las cuales nos sostenemos y caminamos por el sendero hacia nuestro objetivo. Ambas son necesarias. Tratar de eliminar una de ellas para eliminar la lucha de los opuestos es como eliminar una de nuestras piernas. Faltando una de estas dos columnas se derrumba el Templo.
Lo primero que se hace con el neófito es ponerlo entre columnas, para que asuma el lugar de su verdadero ser y para indicarle, desde un principio, la posición de síntesis en medio de opuestos que debe caracterizarlo en adelante; que debe pasar a través de ellos en su búsqueda del camino medio del equilibrio, o sea la síntesis que únicamente puede llevarlo a su autorrealización. Lo que es más significativo aún, le indican que al pasar entre ellas, para entrar al Templo, tiene que dejarlas atrás... El que va por el camino medio de la síntesis vivirá en armonía con todo, aunque haya cosas que no estén en armonía con él.
Estas dos columnas le indican, asimismo, la solución de uno de los problemas más grandes y más difíciles que tendrá que afrontar en su camino de superación. A saber: el problema del sexo. El problema consiste en que los sexos están colocados en polos extremos. En un extremo está el aspecto positivo del hombre y en el otro el aspecto negativo de la mujer.
La solución de este problema, como la de todos, está en pasar por entre las dos columnas no en género neutro, sino en equilibrio, en armonía o sea en la síntesis de los dos sexos atraídos por algo superior a sí mismos que, reuniendo todo su poder creativo, los redima.
Estas dos columnas adquirirán un simbolismo bello y glorioso el día en que pasen entre ellas el hombre y la mujer tomados de la mano y en perfecta armonía uno con la otra, como si esas columnas tomaran vida y salieran andando.
Hay muchos otros significados ocultos detrás de estas dos columnas. Cada uno puede hallarlas si busca un poco. No nos será difícil si nos proponemos ser personas equilibradas, si siempre que entramos al Templo y pasamos entre las columnas "B" y "J" tenemos en cuenta que lo hacemos buscando el camino medio del equilibrio y la armonía en todo lo que realizamos allí dentro, dejando atrás los opuestos, los antagonismos y los separativismos para trabajar en completa unidad. Esto nos llevará a sumergir nuestra personalidad en la gran obra sintetizadora de la Masonería para surgir con los hermanos de nuestra Logia en la construcción de las tres cúpulas del Templo.
Los opuestos están tan lejos y a la vez tan cerca uno del otro como el Este del Oeste. Un buen sector de la Humanidad cree, en primera instancia, que para llegar a la Armonía es necesario eliminar la Oposición. Las dos columnas del Templo masónico nos muestran, sin embargo, otra solución: el surgimiento del camino medio o superior donde se unen ambos caminos en una síntesis, o sea donde reina silencio en ambas columnas, el punto donde se inicia el camino a lo infinito.
Los viajes
Este camino se inicia al abrirse para el neófito la puerta del Templo, que se halla ubicada al Oeste, símbolo de la oscuridad. El ignora a qué experiencias lo admite esa puerta. Para más, se lo introduce por ella con los ojos vendados para indicarle la gran oscuridad que caracteriza la etapa inicial de las experiencias por las que ha de atravesar.
Éstas, como queda señalado, no son inventadas por la Masonería. Están en conformidad con la estructura y la constitución del hombre y del universo, y de acuerdo con ciertas leyes que rigen el proceso creativo y evolutivo. Son universales y aplicables a todos los hombres. No podemos preguntar por qué son así más de lo que podemos inquirir acerca del porqué de fenómenos como el de la herencia, la evolución, la gravitación y el de causa y efecto. Debemos aceptarlas como son y conformarnos a sus leyes. Es con esta actitud que debemos atravesar la puerta de la Iniciación de la vida si queremos sacar el provecho que ella nos depare.
Los tropiezos que tenemos en la vida, los errores que cometemos, la manera en que equivocamos con frecuencia la dirección que deberíamos seguir, los temores y las aprensiones que nos embargan, son indicios de la oscuridad en que efectivamente vivimos.
La oscuridad es símbolo de limitación; y la luz significa para el eterno viajero la liberación de limitaciones. Aunque no la pueda ver por hallarse la luz muy lejos, intuye que la puerta iniciática de alguna manera o de otra lo conduce a ella. Presiente, en su búsqueda desesperada, que se halla en dirección al Oriente, y que se encuentra en el punto opuesto de donde él está
El órgano visual en este camino no es la vista ocular sino la mente. Es por esto que durante la ceremonia se le vendan los ojos al neófito. De esta manera se aguza su mente y no distrae su atención con las superficialidades que lo rodean y los compañeros que lo asisten. Son innumerables las indicaciones útiles que pueden derivarse para el neófito de todo lo que sucede durante la Iniciación si mantiene la debida atención.
El hecho de que va con los ojos vendados debe indicarle, asimismo, que la ceguera de su vida no es real y que debe buscar la manera de despojarse de la venda que cubre sus ojos; que la luz está allí y si no la ve es porque aparta la vista de ella para mirar en la oscuridad. En realidad, aunque se resista a admitirlo, le gusta la oscuridad mucho más que la luz. El hecho de que permanezca en ella lo comprueba. Salir de la oscuridad, depende de él solamente.
Sin perder de vista el objetivo lejano de iluminación y realización, la Iniciación nos insta a fijarnos metas inmediatas y tratar de alcanzarlas una tras otra. estas metas están definidas por la Masonería en sus tres grados: el de Aprendiz, el de Compañero y el de Maestro, los cuales están esbozados en la primera Iniciación.
Los tres viajes que realiza en ella le indican al iniciado que tiene por delante un camino que recorrer y que éste consta de tres etapas. También tratan de mostrarle que todo en la vida se desenvuelve en ciclos, y que cada etapa del camino equivale a un determinado ciclo de evolución. Es por esto que los tres viajes se realizan en forma circular. Parten y terminan entre columnas para indicar el punto de síntesis a que es indispensable llegar en cada ciclo evolutivo.
Son viajes simbólicos a través de la vida de todo hombre. Durante el transcurso de la misma camina tanteando y tropezando torpemente en la oscuridad hasta el final del tercer viaje en que recibe la luz directa de la intuición y cae finalmente la venda de sus ojos también, como en la vida real, al neófito se lo puede orientar o conducir, pero no arrastrarlo o cargarlo -tiene que dar los pasos por su propio esfuerzo y consciente de lo que hace, pues ésta es una empresa de realización propia.
El primer viaje es por aire, porque en él recibimos el aliento de vida necesario para iniciar el camino y la nueva vida la cual nacemos. Esta etapa requiere mucho aliento. Se desenvuelve en el plano físico e involucra las actividades del cuerpo etérico, vital y físico. Durante esta etapa el viajero se halla sumido en el materialismo y las satisfacciones materiales, y lo dominan sus apetitos y su personalismo.
Inicia esta etapa de su vida en medio del trepidar de espadas en la lucha de opuestos dentro de sí. Su meta, al final de este viaje, es llegar al punto de síntesis o armonía entre los opuestos. esto lo consigue a través de la integración de su personalidad.
El primer viaje lo lleva al 2º Vigilante, el cual representa la personalidad o nuestra naturaleza material. El viaje termina entre columnas.
El segundo viaje es por agua. El agua simboliza la naturaleza emocional y esta etapa se caracteriza por el emocionalismo y las grandes luchas internas que finalmente conducen al caminante al sitial del 1er Vigilante.
El tercer viaje es por fuego, el cual simboliza nuestra naturaleza mental. En esta etapa el peregrino, tras consumirse en un fuego sagrado resucita a una nueva vida, espiritualizado y liberado de sus limitaciones, habiendo escalado las tres gradas al trono del espíritu o ser supremo entre nosotros, representado éste por el Venerable Maestro de la Logia. Cae la venda de los ojos. Todo se ilumina entonces en la logia individual y colectiva.
Aquí terminan los viajes, habiendo alcanzado simbólicamente su objetivo.
Lo usual es que el Iniciado haya empezado a escalar en esta Iniciación, apenas el primero de los tres peldaños que lo llevarán al trono del Venerable Maestro. O que, en realidad, esté en el segundo o tercer escalón, por hallarse ya en esa etapa de su evolución.
Al final de tantas vueltas el viajero termina regresando a sí mismo, encontrando dentro de sí la luz que buscó con tanto ahínco por tierras extrañas y con experiencias no siempre agradables. Los viajes le parecían entonces interminables, pero al final ve que no eran tan largos después de todo. En la realidad es así, aunque solemos impacientarnos por lo lento que nos parece el progreso.
Cuando los realizamos con los ojos vendados durante la ceremonia de Iniciación nos parecen extensos, pero al quitarnos la venda de los ojos, nos sorprende ver cuán reducido era el espacio en que nos movimos, pues como en una espirales tuvimos dando vueltas en el mismo sitio.
Esto nos indica que el camino está dentro del espacio de nosotros mismos, cada uno es una logia en funcionamiento. Las iniciaciones que recibimos en las Logias formales son sólo simbólicas. Las verdaderas las recibimos en nuestra logia individual. Éstas siempre coinciden en sus grados con las primeras.
Sacamos de ello en conclusión que el hecho de haber realizado estos viajes sobre baldosas negras y blancas que tuvimos por suelo, las cuales simbolizan los pares opuestos, nos insta a mantener a éstas bajo nuestros pies, es decir, bajo control, a ser superiores a sus luchas y fluctuaciones, a mantener serenidad, equilibrio y armonía en todo momento, afirmados sobre lo inconmovible de nuestro espíritu y la seguridad de lo inevitable de nuestra meta de autorrealización.
El final
Las palabras y sus expresiones frecuentes resultan inadecuadas para explicar las experiencias y los misterios de la vida y del ser. Siempre que intentamos hacerlo corremos el riesgo de desorientar a quienes queremos ayudar. Y la inofensividad debe ser la regla número uno de nuestra vida. De aquí que se le exija al Aprendiz la promesa de ser reservado en sus declaraciones sobre todo lo que se le va revelando.
Sus conocimientos, por ser relativos, parciales e incompletos, están sujetos a conclusiones erróneas. Sólo cuando posea la luz directa e la intuición que le permita un conocimiento completo de las cosas estará en condiciones de sopesar y valorar las consecuencias de sus afirmaciones.
Mientras tanto debe dedicarse pacientemente a la tarea de someter al crisol de la experiencia todas las indicaciones que reciba sobre el camino a seguir y los supuestos secretos que le revelen sobre la vida y el ser, para poder extraer de ellos el oro puro de la Realidad. La ayuda más efectiva que se le puede ofrecer al caminante es estimularlo a que haga esto, si es posible, con el fin de capacitarse para ayudar con la fortaleza adquirida, a los compañeros en el sendero de la superación.
El proceso evolutivo es una cadena, y todos somos eslabones de esa cadena. La unidad es la característica esencial del universo y debe serlo también en nuestra Logia, tanto en la colectiva como en la individual. El desarrollar la conciencia de la realidad de esa unidad es el objetivo de todos nuestros trabajos. De la unidad personal pasamos a la unidad grupal de la Logia y de ésta a la conciencia de la unidad universal. Para que la tengamos siempre presente está la cadena que rodea el templo masónico.
Esta unidad es evidentemente subjetiva. La cadena material y superficial significa esclavitud. En todos los órdenes de la vida debemos elegir diariamente entre la cadena de la unidad y la cadena de la esclavitud. Sólo de la unidad subjetiva viene la armonía y la fuerza. Esa unidad tiene una sola amalgama en todo el universo: el amor.
Al final del drama evolutivo que se ha realizado en la ceremonia de Iniciación, como es costumbre, salen a escena todos los que han actuado en él. Como broche final se forma la cadena masónica. este último acto tiene por finalidad dejar grabado en la mente de éste, como resumen de todo lo actuado, que debe esforzarse por eliminar de sí todo sentido de separación, porque no existe, en realidad, separación alguna subjetiva entre un hermano y otro. El más débil del grupo debilitará al conjunto; es decir, el grupo no será más fuerte que el más débil de sus integrantes. Deben progresar juntos por fuerza. En bien del conjunto, todos estarán dispuestos a ayudar al Aspirante.
Siendo éste el más nuevo, se lo considera el más débil del grupo; y se lo insta, en bien de todos, que acelere el trabajo de su autorrealización. Se le crea esta obligación moral desde el momento que acepta entrar a formar parte del grupo que constituye la Logia.
Cada iniciación individual es, a la vez, una Iniciación grupal ya que solamente unidos podemos progresar. Cuando adelantamos en nuestra evolución individual atraemos hacia nosotros a todo el grupo.
Debido a que somos reproducciones del universo, que somos partes inseparables del mismo y que éste se halla dentro de nosotros, cada iniciación que realizamos en nuestro camino evolutivo constituye una iniciación universal, todo el universo participa en ella.
Simbólica y efectivamente en cada Iniciación nos abrazamos a los hermanos en tres ocasiones. De ahí el triple abrazo de síntesis al final de cada iniciación, con todo el significado que involucra.
Toda iniciación es el comienzo de algo. Nuestras iniciaciones masónicas han sido el comienzo ¿de qué en nuestras vidas?
W. L. C. (1967) La Gran Búsqueda
Buenos Aires, Editorial Unidad. Pp. 131-152.
Pero aun así, depende de cada uno el que ésta sea efectiva. En realidad, la Iniciación masónica no puede ponernos en ese camino si no estamos preparados y predispuestos para tomarlo, pues ella tiene sólo un carácter simbólico. ¿Qué utilidad tienen entonces las iniciaciones masónicas? El grado de Aprendiz y cada grado sucesivo de la Orden comprenden cierta etapa evolutiva, o sea, cierto estado de conciencia, y nadie puede, naturalmente, conferirnos un estado de conciencia u otorgarnos un determinado grado de evolución, ni iniciarnos en él. Cada cual tiene, por tanto, que ser interiormente un iniciado de algún grado, antes de que pueda tomar efectivamente la Iniciación correspondiente. Uno es un iniciado; nadie puede hacerlo un Iniciado.
Sin embargo, con la debida comprensión, cada Iniciación puede significar un paso de incalculable trascedencia en nuestra vida, y está concebida con esa finalidad. De ahí la necesidad de que comprendamos el verdadero propósito de las ceremonias iniciáticas de la Masonería.
El Cuarto de Reflexión y el examen de sí mismo que cada uno hace en él, como preámbulo de la Primera Iniciación, debe haberlo preparado previamente para este gran momento. Todo el que ha reflexionado suficientemente a lo largo de su vida sobre el paso que está por dar, al tomar la iniciación, debe poseer también la debida madurez y la necesaria conprensión para poder participar efectiva y no formalmente, de todo lo que ha de llevarse a cabo en la ceremonia y ver lo que las formas revelan.
Con esa predisposición, el candidato sentirá, durante la ceremonia, que está en presencia de algo significativo. Cada palabra, cada acto del ritual, encerrará alguna clave que, como una chispa, podrá encender alguna luz interior que estaba ya lista para manifestarse en él, iniciándolo en alguno de los sagrados misterios de la vida y del ser. La Iniciación resultará, entonces, por lo que implica, un hecho real y no una forma ceremonial, saliendo de la misma un verdadero iniciado en los secretos de la vida.
El camino evolutivo tiene para todos, sin excepción alguna, ciertas etapas bien definidas. Una Iniciación masónica ofrece, al que la toma y a los que participan en ella, una representación dramática de este proceso de realización del ser, con lo cual muestra un cuadro anticipado de este proceso. La Iniciación comprende solamente la primera etapa a recorrer, pues la limitación de nuestra mente no nos permite abarcar más. Pero ella nos muestra lo suficiente para que podamos prever lo que esa etapa encuadra y no andemos tan a ciegas.
Los ritos de la iniciación nos muestran los pasos que debemos dar para recorrer esa próxima etapa del camino, facilitándonos con ello un progreso más rápido.
La Iniciación nos anticipa, pues, el futuro. Y, para que el mismo nos quede fielmente grabado en la memoria, nos hace ensayar, a través de su desenvolvimiento, el papel del drama que habremos de representar en la vida real en el futuro. Ella constituye, por tanto, un ensayo del drama a desarrollarse.
La primera Iniciación masónica, o sea, la del grado de Aprendiz, se diferencia de las demás por el hecho de que resume singularmente, en forma sintética, los tres principales grados o las etapas a recorrer, además de extenderse en la propia, demostrando nuevamente la ley de analogía de "cómo es arriba es también abajo". Ofrece de esta manera, a vuelo de pájaro, una idea general del camino evolutivo.
Un motivo para ello parte, indudablemente, del hecho de que el método natural para reconocer la realidad es el de ir de lo general a lo particular y que, por otro lado, por adelantados que estemos en el camino evolutivo, seguimos siendo siempre aprendices.
Sin necesidad de entrar en detalles sobre las otras iniciaciones superiores vedadas a los Aprendices, podemos considerarlas someramente a todas en este Grado. Esta particular Iniciación constituye, en realidad, un ensayo general de todo el drama que ha de desarrollarse en nuestra vida, visto a través de la Masonería.
De esta manera recalca al Iniciado la realidad que William Shakespeare intuyó de que este mundo es un escenario y que todos somos actores en él. Si bien debemos poner en su representación mente y corazón, no debemos olvidar que somos en realidad meros actores, y que debemos desempeñar nuestros papeles con el desapego que nos corresponde.
Este ensayo general tiene además un fundamento psicológico bien conocido. Este es que "la acción sigue al pensamiento", y que "la visión de lo que queremos llegar a ser debe preceder lo que somos actualmente". En adelante el iniciado debe tratar de vivir como si hubiera llegado al grado de evolución que le marca la iniciación tomada.
La ceremonia de Iniciación revela al mismo tiempo la fórmula de realización para cierta etapa de la vida. Nos sugiere que encaremos esa realización en forma científica, aplicando esa fórmula; que la pongamos a prueba y veamos si da el resultado anunciado. Podemos resumir diciendo que las iniciaciones masónicas nos muestran el camino que tenemos por delante para su comprobación. ¿Comprendemos por qué las iniciaciones se caracterizan por determinadas pruebas a las cuales se somete el Iniciado?
Para realizar esas comprobaciones en forma científica y evitar engañarnos es indispensable llevarlas a cabo con una mente abierta, desapasionada y libre de prejuicios. Para observar el cuadro es necesario salirnos de él.
Nada ayuda tanto para progresar por este camino como el desapego y el desapasionamiento. ¿Por qué? Porque estamos apegados a los intereses materiales y nos es necesario desprendernos de los lazos que nos atan a ellos en nuestro corazón. Es natural que tratemos de agarrarnos a las personas y a las cosas que nos rodean en la obscuridad en que nos movemos; y de ahí nuestro apego a los bienes materiales. También, como un árbol milenario, la raíz de nuestra existencia está firmemente arraigada en la tierra y no nos es fácil salir de ella y volver la atención a las energías que nos llegan de arriba, sin las cuales no podríamos vivir y de nada nos serviría la tierra.
Pero para progresar en el camino hacia la total liberación de limitaciones, es lógico que tengamos que desprendernos de esas ataduras mentales que limitan nuestra vida y dificultan los pasos que debemos dar hacia adelante.
El progreso es difícil llevando un peso muerto atado al pie. No podemos dar un paso adelante sin despegar el pie de donde está apoyado. No es posible adelantar por camino alguno sin dejar atrás o trascender muchas cosas. Continuar manteniendo posiciones de retaguardia que hace tiempo hemos trascendido, es querer salvarnos cometiendo suicidio. No podemos traficar con cosas que tenemos que trascender. Tenemos que ser enérgicos en este sentido. Debemos enfrentarnos con nosotros mismos y preguntarnos a qué cosas estamos dispuestos a renunciar para poder aceptar la nueva vida.
Cada iniciación verdadera constituye un punto de síntesis alcanzado en nuestra vida y debe marcar el final de una etapa de superación y el comienzo de otra.
Nuestro proceso evolutivo se compone de un proceso gradual de cortar lazos y desprenderse de ataduras que limitan la vida. El camino está libre. El primer desapego en la primera etapa de la vida se produce al cortarse el cordón umbilical de la mater. El segundo, al desprenderse, paso a paso, de las ataduras de la materia.
Para indicársenos que el desapego de los bienes e intereses materiales es uno de los primeros y más importantes pasos que debe dar el que inicia este camino, se le pide, al que quiere hacerlo, que entregue la "joyas y metales" que tenga. De esta forma se procura prepararlo y probarlo para el progreso en el camino que debe recorrer. No son los bienes materiales en sí los que limitan, sino el sentimiento de apego a ellos como a cualquier otra cosa. Para darnos a entender esto se nos devuelven finalmente los "metales".
Cualquier vicio es, también, una atadura que limita e impide nuestro progreso. El materialismo y el apego a los bienes materiales pueden constituir una limitación, una esclavitud y una tiranía muchas veces peor que cualquier totalitarismo. Aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.
Tomamos demasiado en serio nuestro papel como actores en este drama y olvidamos que todo es prestado en la obra que estamos realizando, que no somos más que simples administradores de los bienes que tenemos en nuestras manos. Nos aferramos a ellos como si pudiéramos adueñarnos de su forma y llevarlas con nosotros a la vida real, como si tuvieran un valor verdadero en vez del convencional.
Cuando actuemos como si las energías y los recursos de que disponemos con nuestros exclusivamente en vez de prestados, asumimos una actitud separativa, separándonos y excluyéndonos mentalmente de la fuente única de energías. Tratando de acaparar recursos, ponemos límites a nuestra posibilidades de progreso. Comprendiéndolo, debemos vencer esta tendencia a defraudar nuestro progreso.
Al quitársenos y entregársenos de nuevo los "metales" se nos indica, con ello, que los bienes materiales son prestados por un tiempo por el G.: A.: D.: U.: para ayudarnos a alcanzar un propósito más elevado de vida. Se nos devuelven cuando los hemos dedicado a ese fin y hemos probado con nuestra actitud que estamos dispuestos a utilizarlos en adelante como corresponde para la construcción del Templo del G.: A.: D.: U.:.
Lo que alcanzamos en cada paso adelante que damos por este camino de autodedicación vale muchas veces más que lo que dejamos atrás. ¿Cómo cambiar, en este caso, de sacrificio? Sacrificio es, por el contrario, renunciar a lo más por lo menos.
La entrada
La entrada al Templo se inicia con tres golpes sobre la puerta, dando a entender que la triplicidad es el principio de todo lo que sigue. La puerta se abre sólo al que golpea en ella en forma adecuada, indicando la síntesis alcanzada.
Esto es sintomático de todas las "entradas" que seguirán. Basta golpear adecuadamente a las puertas en el camino para que indefectiblemente se vayan abriendo. Si no abren, podemos estar seguros, es porque no llamamos a ellas con la correcta actitud.
Si nos acercamos a este momento solemne de la Iniciación como el que está entrando por la puerta hacia una nueva experiencia de la vida, resultará indudablemente una realidad.
Para poder entrar al Templo y llevar a cabo la Iniciación, tenemos que pasar inevitablemente por entre dos columnas poderosas situadas a lados opuestos de su portal. Estas columnas tienen una importancia fundamental en el Templo. Constituyen el punto de partida de todo cuanto se realiza en él. Tanto es así que hablamos de levantar columnas cuando nos referimos a abrir una Logia, lo cual equivale a nacer a una nueva vida.
Este hecho lleva involucrado un mundo de significados. La primera vez que pasamos entre columnas lo hacemos a ciegas y sin darnos cuenta de ello, ya sea al iniciar una nueva vida en el Oeste o al nacer a ella. Luego lo hacemos con los ojos abiertos, conscientes de ello aunque no siempre de su significado. Lo repetimos después siempre que entramos al Templo o cuando nos poner al orden del Ven.: M.: para realizar algún trabajo.
Las dos columnas, "B" y "J" representan los pares de opuestos o la dualidad en nuestro ser: una el polo positivo, el espíritu o la mente y, la otra, el aspecto negativo, la materia o el corazón. Cada masón lleva en sí estas dos columnas. Constituyen las dos piernas sobre las cuales nos sostenemos y caminamos por el sendero hacia nuestro objetivo. Ambas son necesarias. Tratar de eliminar una de ellas para eliminar la lucha de los opuestos es como eliminar una de nuestras piernas. Faltando una de estas dos columnas se derrumba el Templo.
Lo primero que se hace con el neófito es ponerlo entre columnas, para que asuma el lugar de su verdadero ser y para indicarle, desde un principio, la posición de síntesis en medio de opuestos que debe caracterizarlo en adelante; que debe pasar a través de ellos en su búsqueda del camino medio del equilibrio, o sea la síntesis que únicamente puede llevarlo a su autorrealización. Lo que es más significativo aún, le indican que al pasar entre ellas, para entrar al Templo, tiene que dejarlas atrás... El que va por el camino medio de la síntesis vivirá en armonía con todo, aunque haya cosas que no estén en armonía con él.
Estas dos columnas le indican, asimismo, la solución de uno de los problemas más grandes y más difíciles que tendrá que afrontar en su camino de superación. A saber: el problema del sexo. El problema consiste en que los sexos están colocados en polos extremos. En un extremo está el aspecto positivo del hombre y en el otro el aspecto negativo de la mujer.
La solución de este problema, como la de todos, está en pasar por entre las dos columnas no en género neutro, sino en equilibrio, en armonía o sea en la síntesis de los dos sexos atraídos por algo superior a sí mismos que, reuniendo todo su poder creativo, los redima.
Estas dos columnas adquirirán un simbolismo bello y glorioso el día en que pasen entre ellas el hombre y la mujer tomados de la mano y en perfecta armonía uno con la otra, como si esas columnas tomaran vida y salieran andando.
Hay muchos otros significados ocultos detrás de estas dos columnas. Cada uno puede hallarlas si busca un poco. No nos será difícil si nos proponemos ser personas equilibradas, si siempre que entramos al Templo y pasamos entre las columnas "B" y "J" tenemos en cuenta que lo hacemos buscando el camino medio del equilibrio y la armonía en todo lo que realizamos allí dentro, dejando atrás los opuestos, los antagonismos y los separativismos para trabajar en completa unidad. Esto nos llevará a sumergir nuestra personalidad en la gran obra sintetizadora de la Masonería para surgir con los hermanos de nuestra Logia en la construcción de las tres cúpulas del Templo.
Los opuestos están tan lejos y a la vez tan cerca uno del otro como el Este del Oeste. Un buen sector de la Humanidad cree, en primera instancia, que para llegar a la Armonía es necesario eliminar la Oposición. Las dos columnas del Templo masónico nos muestran, sin embargo, otra solución: el surgimiento del camino medio o superior donde se unen ambos caminos en una síntesis, o sea donde reina silencio en ambas columnas, el punto donde se inicia el camino a lo infinito.
Los viajes
Este camino se inicia al abrirse para el neófito la puerta del Templo, que se halla ubicada al Oeste, símbolo de la oscuridad. El ignora a qué experiencias lo admite esa puerta. Para más, se lo introduce por ella con los ojos vendados para indicarle la gran oscuridad que caracteriza la etapa inicial de las experiencias por las que ha de atravesar.
Éstas, como queda señalado, no son inventadas por la Masonería. Están en conformidad con la estructura y la constitución del hombre y del universo, y de acuerdo con ciertas leyes que rigen el proceso creativo y evolutivo. Son universales y aplicables a todos los hombres. No podemos preguntar por qué son así más de lo que podemos inquirir acerca del porqué de fenómenos como el de la herencia, la evolución, la gravitación y el de causa y efecto. Debemos aceptarlas como son y conformarnos a sus leyes. Es con esta actitud que debemos atravesar la puerta de la Iniciación de la vida si queremos sacar el provecho que ella nos depare.
Los tropiezos que tenemos en la vida, los errores que cometemos, la manera en que equivocamos con frecuencia la dirección que deberíamos seguir, los temores y las aprensiones que nos embargan, son indicios de la oscuridad en que efectivamente vivimos.
La oscuridad es símbolo de limitación; y la luz significa para el eterno viajero la liberación de limitaciones. Aunque no la pueda ver por hallarse la luz muy lejos, intuye que la puerta iniciática de alguna manera o de otra lo conduce a ella. Presiente, en su búsqueda desesperada, que se halla en dirección al Oriente, y que se encuentra en el punto opuesto de donde él está
El órgano visual en este camino no es la vista ocular sino la mente. Es por esto que durante la ceremonia se le vendan los ojos al neófito. De esta manera se aguza su mente y no distrae su atención con las superficialidades que lo rodean y los compañeros que lo asisten. Son innumerables las indicaciones útiles que pueden derivarse para el neófito de todo lo que sucede durante la Iniciación si mantiene la debida atención.
El hecho de que va con los ojos vendados debe indicarle, asimismo, que la ceguera de su vida no es real y que debe buscar la manera de despojarse de la venda que cubre sus ojos; que la luz está allí y si no la ve es porque aparta la vista de ella para mirar en la oscuridad. En realidad, aunque se resista a admitirlo, le gusta la oscuridad mucho más que la luz. El hecho de que permanezca en ella lo comprueba. Salir de la oscuridad, depende de él solamente.
Sin perder de vista el objetivo lejano de iluminación y realización, la Iniciación nos insta a fijarnos metas inmediatas y tratar de alcanzarlas una tras otra. estas metas están definidas por la Masonería en sus tres grados: el de Aprendiz, el de Compañero y el de Maestro, los cuales están esbozados en la primera Iniciación.
Los tres viajes que realiza en ella le indican al iniciado que tiene por delante un camino que recorrer y que éste consta de tres etapas. También tratan de mostrarle que todo en la vida se desenvuelve en ciclos, y que cada etapa del camino equivale a un determinado ciclo de evolución. Es por esto que los tres viajes se realizan en forma circular. Parten y terminan entre columnas para indicar el punto de síntesis a que es indispensable llegar en cada ciclo evolutivo.
Son viajes simbólicos a través de la vida de todo hombre. Durante el transcurso de la misma camina tanteando y tropezando torpemente en la oscuridad hasta el final del tercer viaje en que recibe la luz directa de la intuición y cae finalmente la venda de sus ojos también, como en la vida real, al neófito se lo puede orientar o conducir, pero no arrastrarlo o cargarlo -tiene que dar los pasos por su propio esfuerzo y consciente de lo que hace, pues ésta es una empresa de realización propia.
El primer viaje es por aire, porque en él recibimos el aliento de vida necesario para iniciar el camino y la nueva vida la cual nacemos. Esta etapa requiere mucho aliento. Se desenvuelve en el plano físico e involucra las actividades del cuerpo etérico, vital y físico. Durante esta etapa el viajero se halla sumido en el materialismo y las satisfacciones materiales, y lo dominan sus apetitos y su personalismo.
Inicia esta etapa de su vida en medio del trepidar de espadas en la lucha de opuestos dentro de sí. Su meta, al final de este viaje, es llegar al punto de síntesis o armonía entre los opuestos. esto lo consigue a través de la integración de su personalidad.
El primer viaje lo lleva al 2º Vigilante, el cual representa la personalidad o nuestra naturaleza material. El viaje termina entre columnas.
El segundo viaje es por agua. El agua simboliza la naturaleza emocional y esta etapa se caracteriza por el emocionalismo y las grandes luchas internas que finalmente conducen al caminante al sitial del 1er Vigilante.
El tercer viaje es por fuego, el cual simboliza nuestra naturaleza mental. En esta etapa el peregrino, tras consumirse en un fuego sagrado resucita a una nueva vida, espiritualizado y liberado de sus limitaciones, habiendo escalado las tres gradas al trono del espíritu o ser supremo entre nosotros, representado éste por el Venerable Maestro de la Logia. Cae la venda de los ojos. Todo se ilumina entonces en la logia individual y colectiva.
Aquí terminan los viajes, habiendo alcanzado simbólicamente su objetivo.
Lo usual es que el Iniciado haya empezado a escalar en esta Iniciación, apenas el primero de los tres peldaños que lo llevarán al trono del Venerable Maestro. O que, en realidad, esté en el segundo o tercer escalón, por hallarse ya en esa etapa de su evolución.
Al final de tantas vueltas el viajero termina regresando a sí mismo, encontrando dentro de sí la luz que buscó con tanto ahínco por tierras extrañas y con experiencias no siempre agradables. Los viajes le parecían entonces interminables, pero al final ve que no eran tan largos después de todo. En la realidad es así, aunque solemos impacientarnos por lo lento que nos parece el progreso.
Cuando los realizamos con los ojos vendados durante la ceremonia de Iniciación nos parecen extensos, pero al quitarnos la venda de los ojos, nos sorprende ver cuán reducido era el espacio en que nos movimos, pues como en una espirales tuvimos dando vueltas en el mismo sitio.
Esto nos indica que el camino está dentro del espacio de nosotros mismos, cada uno es una logia en funcionamiento. Las iniciaciones que recibimos en las Logias formales son sólo simbólicas. Las verdaderas las recibimos en nuestra logia individual. Éstas siempre coinciden en sus grados con las primeras.
Sacamos de ello en conclusión que el hecho de haber realizado estos viajes sobre baldosas negras y blancas que tuvimos por suelo, las cuales simbolizan los pares opuestos, nos insta a mantener a éstas bajo nuestros pies, es decir, bajo control, a ser superiores a sus luchas y fluctuaciones, a mantener serenidad, equilibrio y armonía en todo momento, afirmados sobre lo inconmovible de nuestro espíritu y la seguridad de lo inevitable de nuestra meta de autorrealización.
El final
Las palabras y sus expresiones frecuentes resultan inadecuadas para explicar las experiencias y los misterios de la vida y del ser. Siempre que intentamos hacerlo corremos el riesgo de desorientar a quienes queremos ayudar. Y la inofensividad debe ser la regla número uno de nuestra vida. De aquí que se le exija al Aprendiz la promesa de ser reservado en sus declaraciones sobre todo lo que se le va revelando.
Sus conocimientos, por ser relativos, parciales e incompletos, están sujetos a conclusiones erróneas. Sólo cuando posea la luz directa e la intuición que le permita un conocimiento completo de las cosas estará en condiciones de sopesar y valorar las consecuencias de sus afirmaciones.
Mientras tanto debe dedicarse pacientemente a la tarea de someter al crisol de la experiencia todas las indicaciones que reciba sobre el camino a seguir y los supuestos secretos que le revelen sobre la vida y el ser, para poder extraer de ellos el oro puro de la Realidad. La ayuda más efectiva que se le puede ofrecer al caminante es estimularlo a que haga esto, si es posible, con el fin de capacitarse para ayudar con la fortaleza adquirida, a los compañeros en el sendero de la superación.
El proceso evolutivo es una cadena, y todos somos eslabones de esa cadena. La unidad es la característica esencial del universo y debe serlo también en nuestra Logia, tanto en la colectiva como en la individual. El desarrollar la conciencia de la realidad de esa unidad es el objetivo de todos nuestros trabajos. De la unidad personal pasamos a la unidad grupal de la Logia y de ésta a la conciencia de la unidad universal. Para que la tengamos siempre presente está la cadena que rodea el templo masónico.
Esta unidad es evidentemente subjetiva. La cadena material y superficial significa esclavitud. En todos los órdenes de la vida debemos elegir diariamente entre la cadena de la unidad y la cadena de la esclavitud. Sólo de la unidad subjetiva viene la armonía y la fuerza. Esa unidad tiene una sola amalgama en todo el universo: el amor.
Al final del drama evolutivo que se ha realizado en la ceremonia de Iniciación, como es costumbre, salen a escena todos los que han actuado en él. Como broche final se forma la cadena masónica. este último acto tiene por finalidad dejar grabado en la mente de éste, como resumen de todo lo actuado, que debe esforzarse por eliminar de sí todo sentido de separación, porque no existe, en realidad, separación alguna subjetiva entre un hermano y otro. El más débil del grupo debilitará al conjunto; es decir, el grupo no será más fuerte que el más débil de sus integrantes. Deben progresar juntos por fuerza. En bien del conjunto, todos estarán dispuestos a ayudar al Aspirante.
Siendo éste el más nuevo, se lo considera el más débil del grupo; y se lo insta, en bien de todos, que acelere el trabajo de su autorrealización. Se le crea esta obligación moral desde el momento que acepta entrar a formar parte del grupo que constituye la Logia.
Cada iniciación individual es, a la vez, una Iniciación grupal ya que solamente unidos podemos progresar. Cuando adelantamos en nuestra evolución individual atraemos hacia nosotros a todo el grupo.
Debido a que somos reproducciones del universo, que somos partes inseparables del mismo y que éste se halla dentro de nosotros, cada iniciación que realizamos en nuestro camino evolutivo constituye una iniciación universal, todo el universo participa en ella.
Simbólica y efectivamente en cada Iniciación nos abrazamos a los hermanos en tres ocasiones. De ahí el triple abrazo de síntesis al final de cada iniciación, con todo el significado que involucra.
Toda iniciación es el comienzo de algo. Nuestras iniciaciones masónicas han sido el comienzo ¿de qué en nuestras vidas?
W. L. C. (1967) La Gran Búsqueda
Buenos Aires, Editorial Unidad. Pp. 131-152.
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