viernes, enero 20, 2006

El Aspirante a Aprendiz

La Masonería no es una cosa material, es una ciencia del alma. No es un credo o una doctrina, sino una expresión universal de sabiduría universal. La posterior acción conjunta de los gremios medievales o, inclusive, la construcción del templo de Salomón, tiene poco que ver con el verdadero origen de la Francmasonería, puesto que ella no depende de las personalidades. En su más alto sentido no es ni historia ni arqueología, sino un trascendente lenguaje simbólico que perpetúa bajo ciertos signos concretos, los sagrados misterios de los antiguos. Solo aquellos que ven en ellos un estudio Cósmico, el trabajo de una vida, una inspiración divina para pensar mejor, sentir mejor y vivir mejor, con el propósito de obtener la luz espiritual y considerar la vida diaria del verdadero Francmasón como un medio para lograrlo, han conseguido apenas una superficial visión interna de los verdaderos misterios de los antiguos ritos.

El que emprenda el estudio de la Francmasonería sin darse cuenta de la profundidad, la belleza y el poderío espiritual de su filosofía, no podrá sacar jamás nada permanente como fruto de su estudio.

El hermano iniciado comprueba que sus llamados símbolos y rituales son meras fórmulas elaboradas por la sabiduría a fin de perpetuar ideas incomprensibles para el hombre medio. También se da cuenta de que sólo algunos Francmasones saben o aprecian el místico significado que se encierra en los rituales.

La verdadera Francmasonería es esotérica, no es una cosa de este mundo concreto. Todo cuanto aquí tenemos es solo un vínculo, medio de manifestación, introducción a través de la cual puede el estudiante pasar hacia lo desconocido.

El verdadero Francmasón se da cuenta de que el Trabajo que en el mundo realizan las Escuelas de Misterios es de índole más bien inclusiva que exclusiva, y que la única logia suficientemente amplia para expresar sus ideales es aquella cuya cúpula son los cielos, cuyas columnas los límites de la creación, cuyo cuadriculado piso se halla compuesto por las entrecruzadas corrientes de las emociones humanas y cuyo altar reside en el humano corazón. Debe de comprender que el solo hecho de ser miembro de una organización no basta para mejorarlo en todo aspecto.

Debe comprender que su deber consiste en construir y desarrollar las transcendentales enseñanzas en su propio ser: Que nada, salvo su propio ser purificado, puede abrirle las puerta de los impenetrables arcanos de la conciencia humana, y que sus ritos masónicos deben ser eternamente especulativos hasta que los haga operantes, viviendo la vida del Francmasón místico.

La Orden Masónica no es una mera organización social, sino que está compuesta por todos cuantos se han comprometido ante sí mismo y ante sus hermanos a aprender y a practicar juntos los principios del misticismo de los ritos ocultos.

Hay tres grandes pasos en la evolución del alma humana, antes de que alcance a terminar la morada de su espíritu. Dichos pasos han sido llamados, juventud madurez y ancianidad o, como diría un francmasón: tiempos de Aprendiz, de Compañero y de Maestro Constructor.

El Francmasón debe darse cuenta que la verdadera iniciación es un rito espiritual y no material, y que su iniciación en el templo vivo de la jerarquía espiritual que regula la Francmasonería puede no ocurrir sino hasta años después de que él tome su grado material, o que espiritualmente, puede muy bien ser un Gran Maestro antes de venir al mundo.

Acción es la palabra de orden del Aprendiz de una logia. Todo adelanto es el resultado de su ejercicio y su aplicación para aumentar su salario. Para el Aprendiz, el compás se encuentra bajo la escuadra: para él, las razones que se manifiestan por medio del corazón y de la mente, los dos polos de expresión, se hallan obscurecidas y ocultas bajo la escuadra que sirve para medir la densidad de la materia. Aunque él no conoce el porqué, su trabajo consiste en seguir las directivas de aquellos de mayor sabiduría que la suya; pero, como resultado de la aplicación de energía, por medio de acciones y reacciones, lentamente construye y desenvuelve los poderes de discriminación y el vigor de carácter que caracteriza el grado de compañero.

La clave del Aprendiz es el servicio. El no puede preguntar el porqué; él no sabe el cómo. Su obligación es hacer, actuar, expresarse a sí mismo de alguna manera, constructivamente si es posible, pero aun infructuosamente y hasta en forma negativa, si precisa, todo antes que no hacer nada.

Es esencial que el Aprendiz estudie temas de anatomía, para que tenga una idea general del cuerpo físico, ya que todo ese grado se basa en el misterio de la forma.

El Aprendiz debe darse cuenta de que su cuerpo es un templo vivo en el cual la divinidad ejerce y tratarlo de acuerdo con ello.

El Aprendiz debe estudiar el problema de la manutención del cuerpo por medio del alimento, el vestido, la respiración y otras necesidades.

El aprendiz debe crecer físicamente y en la expresión de cosas concretas. Debe de buscar el desarrollo de cualidades de modestia que son necesaria para el trabajo armónico del Francmasón y sus compañeros en el plano material de la naturaleza.

El Aprendiz debe tratar de abolir todas las desigualdades. Lo puede hacer mediante el equilibrio entre sus organismos físico y mental.

Hasta que no sea relativamente dueño de estos principios en el más alto plano dentro de su propio ser, no puede esperar alcanzar, espiritualmente por medio de las cualidades de su propio carácter, los rayos vitalizadores de Compañero. Cuando alcanza este punto, puede espiritualmente esperar ser miembro de un más alto grado puesto que de hecho solamente entonces lo será.

Francisco Rojas Reyes M:.M:.
Julio de 1.999

Bibliografía
Las claves perdidas de la Francmasonería de Many P. Hall

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