Por el Q:.H:. Carlos Bonacera – G:.L:.de Argentina
Revista Símbolo, Año LIV, N° 74, noviembre/diciembre 2001, pag.17/18
Todas las instituciones y figuras primordiales de la vida humana adquieren significado con relación al mundo en el cual aparecen; su propio sentido e importancia se sitúan en el marco de un conjunto histórico concreto.
Una visión comprensiva de cada momento histórico nos permite descubrir el entretejido continuo y constante de elementos de orden temporal, que poseen un ciclo de nacimiento, permanencia y muerte, junto con la presencia de una sabiduría tan válida y profunda hoy, como lo fue en su tiempo.
Los pueblos nos otorgan sobrados ejemplos de lo antedicho, y cada uno de ellos es reconocido porque de esta tensión entre lo temporal y lo eterno han logrado dar forma a su particular contribución al patrimonio cultural de la humanidad. Las reacciones que cualquiera de nosotros puede sentir frente a tales obras, emanan de una profunda y misteriosa participación con la Esencia que a todos nos constituye como ser humano. No debemos temer prestar una atención diferente a aquellos instantes privilegiados en que, contemplando desde esta perspectiva, se establece una conexión fraterna que nos abre a lo Eterno que nos constituye. Es posible vivenciar tales instantes al descansar en silencio frente a la marca dejada en la dura roca por el hombre del pasado. También el hombre futuro percibirá con idéntica y misteriosa fraternidad las marcas que nuestras manos dejan hoy en la roca de la existencia.
Sería una grave desgracia que la razón, que en nuestra civilización quiere presidir por sí misma, reprima el conocimiento de la profunda conexión fraterna a la cual nos hemos abierto.
El tesoro de la sabiduría de la humanidad tiene que ver con este devenir interior, es un contenido vital independiente de lo espacio-temporal. Está latente en una conciencia y en unos conocimientos primordiales innatos al hombre, a los que éste puede despertar. La verdad que encierran vive en lo que se llama el "saber tradicional" o la sabiduría eterna, que descubrimos a través de todos los países y todos los tiempos.
¿Cuál es el motivo Por el cual insistimos en prestar especial atención a estos instantes privilegiados? ¿Cuál es esa cualidad distintiva? ¿Por qué se presentan en su fugacidad otorgándonos calma, claridad, calidez y una fuerza que al desaparecer súbitamente se hace más patente en la nostalgia de su ausencia? Porque esta torna de conciencia tan furtiva como real es la garantía de la diferencia que existe entre las dos dimensiones de nuestra experiencia.
Una, experiencia que podríamos denominar natural, es la que nuestro hábito produce y se construye paulatinamente desde nuestra infancia. En la misma percibimos desde nosotros, como centro del universo de las circunstancias. El mundo, los objetos, las personas y hasta nuestros deseos y orientaciones se reconocen desde la separatividad que nos permite decir "yo". No pretendemos criticar tal situación, sino mostrar que junto con ella, casi de modo imperceptible, existe otra zona de percepción y acción que surge y se íntegra en la presencia de aquellos instantes de unidad de que hablábamos. Ellos son el pilar del Nuevo Humanismo al cual Occidente comienza a abrirse cuando intenta comprender la dimensión Inciática. Y es aquí en donde la orden Masónica tiene su sostén, en la capacidad inciática que posee el ser humano desde el mismo centro del Ser que lo constituye. Como Institución, la Masonería cumple las mismas premisas expresadas en el comienzo de nuestro pequeño trabajo, pero su función social y humana es la de permite a aquellos hombres que así lo desearen, ejercitar la apertura de la Dimensión lniciática. ¿Quiénes están preparados? Aquellos que han percibido en tales instantes privilegiados ese algo más que busca florecer por medio de una revolución copernicana en su modo de encarar y percibir la vida. Es por ello que la vía iniciática es un estadio natural al cual todo ser humano puede aspirar, cuando toma por propia voluntad la hebra del saber tradicional y se impone tres tareas simultáneas:
- Desarrollar la sensibilidad para el instante en que la revelación luminosa de la unidad emerge.
- Comprender cuáles son las condiciones favorables para su encuentro y mantenimiento.
- Quitar mediante el ejercicio práctico los obstáculos que lo separan de la vivencia fraterna de Unidad
Enfatizamos entonces que todos poseemos por derecho de nuestro Ser interno, libertad e igualdad, frente a la posibilidad de construir iniciáticamente el verdadero puente de fraternidad que nos llevará a la primera gran síntesis como familia humana. También queremos mostrar que aun en un mundo como el actual, en el que el péndulo se encuentra ladeado hacia el polo de los objetos Materiales, congestionando nuestra percepción y tironeando salvajemente nuestra conciencia, podemos contactarnos con lo Eterno en nosotros y desarrollarlo mediante nuestro esfuerzo y trabajo. Es en este sentido que la Masonería como institución plena en cada sociedad y cultura, transmite y mantiene la hebra de la Tradición lniciática, congrega en la unidad de sus logias a la diversidad que compone el complejo tapiz de la humanidad.
Respeta la diversidad cultural, religiosa, étnica, social y de género. Cubre e influye con su Simbolismo y trabajo Ritual todos los aspectos del desenvolvimiento psicoespiritual del ser humano. El trabajo en logia (grupos que se integran bajo los símbolos y leyes del trabajo masónico, y que mantienen la sucesión inciática en el tiempo), es desde la más remota antigüedad el espacio en el cual puede desarrollarse todo el proceso de evolución perceptiva y desarrollo activo que coloca al ser humano por propia voluntad y esfuerzo en la magna tarea de construir, de la dualidad, un nuevo Hombre.
Este verdadero humanismo, en el cual el ser humano adquiere una integración, responsabilidad y sentido en el mundo, es un camino sin fin que posee objetivos claramente definidos orientados por la voluntad al bien. Quien se esfuerza por recorrer la vía inciática no puede sino ser un catalizador y transformador de la sociedad en que vive, ya que su conciencia posee en algún grado y cualidad esa Luz integradora que va más allá de los conflictos armonizando los opuestos del mundo temporal,
Entonces hoy, la Masonería como custodia y heredera de la tradición iniciática, adquiere un valor fundamental en el contexto histórico de nuestra situación planetario. Se encuentra en un mundo que se percibe instrumental y tecnológicamente como uno, pero que no ha desarrollado la fraterna sensibilidad del sentido de relación. La diversidad cultural lucha por mantenerse como expresión de la identidad fundamental, mas es empujada por la uniformidad de los procesos y la planetarización de los eventos económicos. En este escenario de separatividad, el individuo se agobia ante la aparente inutilidad de sus esfuerzos y la humanidad toma a la naturaleza como el nutriente eterno de su voracidad de objetos. Frente a esta tensión contradictoria que amenaza con desgarrar los valores más fundamentales del hombre, la Masonería mantiene la clave del desarrollo del sentido de integración iniciático, como el gran tesoro que la Sabiduría Eterna entrega, constantemente, a la necesidad y a la responsabilidad Humana.
Revista Símbolo, Año LIV, N° 74, noviembre/diciembre 2001, pag.17/18
Todas las instituciones y figuras primordiales de la vida humana adquieren significado con relación al mundo en el cual aparecen; su propio sentido e importancia se sitúan en el marco de un conjunto histórico concreto.
Una visión comprensiva de cada momento histórico nos permite descubrir el entretejido continuo y constante de elementos de orden temporal, que poseen un ciclo de nacimiento, permanencia y muerte, junto con la presencia de una sabiduría tan válida y profunda hoy, como lo fue en su tiempo.
Los pueblos nos otorgan sobrados ejemplos de lo antedicho, y cada uno de ellos es reconocido porque de esta tensión entre lo temporal y lo eterno han logrado dar forma a su particular contribución al patrimonio cultural de la humanidad. Las reacciones que cualquiera de nosotros puede sentir frente a tales obras, emanan de una profunda y misteriosa participación con la Esencia que a todos nos constituye como ser humano. No debemos temer prestar una atención diferente a aquellos instantes privilegiados en que, contemplando desde esta perspectiva, se establece una conexión fraterna que nos abre a lo Eterno que nos constituye. Es posible vivenciar tales instantes al descansar en silencio frente a la marca dejada en la dura roca por el hombre del pasado. También el hombre futuro percibirá con idéntica y misteriosa fraternidad las marcas que nuestras manos dejan hoy en la roca de la existencia.
Sería una grave desgracia que la razón, que en nuestra civilización quiere presidir por sí misma, reprima el conocimiento de la profunda conexión fraterna a la cual nos hemos abierto.
El tesoro de la sabiduría de la humanidad tiene que ver con este devenir interior, es un contenido vital independiente de lo espacio-temporal. Está latente en una conciencia y en unos conocimientos primordiales innatos al hombre, a los que éste puede despertar. La verdad que encierran vive en lo que se llama el "saber tradicional" o la sabiduría eterna, que descubrimos a través de todos los países y todos los tiempos.
¿Cuál es el motivo Por el cual insistimos en prestar especial atención a estos instantes privilegiados? ¿Cuál es esa cualidad distintiva? ¿Por qué se presentan en su fugacidad otorgándonos calma, claridad, calidez y una fuerza que al desaparecer súbitamente se hace más patente en la nostalgia de su ausencia? Porque esta torna de conciencia tan furtiva como real es la garantía de la diferencia que existe entre las dos dimensiones de nuestra experiencia.
Una, experiencia que podríamos denominar natural, es la que nuestro hábito produce y se construye paulatinamente desde nuestra infancia. En la misma percibimos desde nosotros, como centro del universo de las circunstancias. El mundo, los objetos, las personas y hasta nuestros deseos y orientaciones se reconocen desde la separatividad que nos permite decir "yo". No pretendemos criticar tal situación, sino mostrar que junto con ella, casi de modo imperceptible, existe otra zona de percepción y acción que surge y se íntegra en la presencia de aquellos instantes de unidad de que hablábamos. Ellos son el pilar del Nuevo Humanismo al cual Occidente comienza a abrirse cuando intenta comprender la dimensión Inciática. Y es aquí en donde la orden Masónica tiene su sostén, en la capacidad inciática que posee el ser humano desde el mismo centro del Ser que lo constituye. Como Institución, la Masonería cumple las mismas premisas expresadas en el comienzo de nuestro pequeño trabajo, pero su función social y humana es la de permite a aquellos hombres que así lo desearen, ejercitar la apertura de la Dimensión lniciática. ¿Quiénes están preparados? Aquellos que han percibido en tales instantes privilegiados ese algo más que busca florecer por medio de una revolución copernicana en su modo de encarar y percibir la vida. Es por ello que la vía iniciática es un estadio natural al cual todo ser humano puede aspirar, cuando toma por propia voluntad la hebra del saber tradicional y se impone tres tareas simultáneas:
- Desarrollar la sensibilidad para el instante en que la revelación luminosa de la unidad emerge.
- Comprender cuáles son las condiciones favorables para su encuentro y mantenimiento.
- Quitar mediante el ejercicio práctico los obstáculos que lo separan de la vivencia fraterna de Unidad
Enfatizamos entonces que todos poseemos por derecho de nuestro Ser interno, libertad e igualdad, frente a la posibilidad de construir iniciáticamente el verdadero puente de fraternidad que nos llevará a la primera gran síntesis como familia humana. También queremos mostrar que aun en un mundo como el actual, en el que el péndulo se encuentra ladeado hacia el polo de los objetos Materiales, congestionando nuestra percepción y tironeando salvajemente nuestra conciencia, podemos contactarnos con lo Eterno en nosotros y desarrollarlo mediante nuestro esfuerzo y trabajo. Es en este sentido que la Masonería como institución plena en cada sociedad y cultura, transmite y mantiene la hebra de la Tradición lniciática, congrega en la unidad de sus logias a la diversidad que compone el complejo tapiz de la humanidad.
Respeta la diversidad cultural, religiosa, étnica, social y de género. Cubre e influye con su Simbolismo y trabajo Ritual todos los aspectos del desenvolvimiento psicoespiritual del ser humano. El trabajo en logia (grupos que se integran bajo los símbolos y leyes del trabajo masónico, y que mantienen la sucesión inciática en el tiempo), es desde la más remota antigüedad el espacio en el cual puede desarrollarse todo el proceso de evolución perceptiva y desarrollo activo que coloca al ser humano por propia voluntad y esfuerzo en la magna tarea de construir, de la dualidad, un nuevo Hombre.
Este verdadero humanismo, en el cual el ser humano adquiere una integración, responsabilidad y sentido en el mundo, es un camino sin fin que posee objetivos claramente definidos orientados por la voluntad al bien. Quien se esfuerza por recorrer la vía inciática no puede sino ser un catalizador y transformador de la sociedad en que vive, ya que su conciencia posee en algún grado y cualidad esa Luz integradora que va más allá de los conflictos armonizando los opuestos del mundo temporal,
Entonces hoy, la Masonería como custodia y heredera de la tradición iniciática, adquiere un valor fundamental en el contexto histórico de nuestra situación planetario. Se encuentra en un mundo que se percibe instrumental y tecnológicamente como uno, pero que no ha desarrollado la fraterna sensibilidad del sentido de relación. La diversidad cultural lucha por mantenerse como expresión de la identidad fundamental, mas es empujada por la uniformidad de los procesos y la planetarización de los eventos económicos. En este escenario de separatividad, el individuo se agobia ante la aparente inutilidad de sus esfuerzos y la humanidad toma a la naturaleza como el nutriente eterno de su voracidad de objetos. Frente a esta tensión contradictoria que amenaza con desgarrar los valores más fundamentales del hombre, la Masonería mantiene la clave del desarrollo del sentido de integración iniciático, como el gran tesoro que la Sabiduría Eterna entrega, constantemente, a la necesidad y a la responsabilidad Humana.
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