Por Juan José Hoyos
La historia me la contó el negro Hernán Caro hace unos años en un bar de Junín adonde él va con sus amigos, todos los días, a hablar de tangos y a tomar café. En la pared del fondo hay un solo cuadro: un retrato del cantante Carlos Gardel. El negro me dijo que cuando Gardel murió en el aeródromo de Las Playas, el 24 de junio de 1935, hubo un litigio en torno a su ataúd, un cajón finísimo de madera comprado por encargo de la Paramount Pictures, la empresa productora de sus últimas películas. El mejor ataúd que había ese día en las funerarias de Medellín.
La historia del litigio, bella y desconocida, fue rescatada del olvido por el periodista argentino Roberto Cassinelli, de la revista Cantando, de Buenos Aires. La revista lo envió a Medellín para preparar una edición especial sobre Gardel que se publicó en Buenos Aires el 27 de junio de 1961. El reportero argentino fue recibido por Hernán Caro, Francisco Yoni, Hernán Restrepo Duque, Leonardo Alzate, Armando Duval y Saúl de Jesús Montoya Moreno. Ellos lo ayudaron a buscar los rastros de los últimos días de Gardel en Medellín. Cassinelli habló con músicos, periodistas, cantantes, productores de discos, toreros y gente de la radio para tratar de reconstruir día a día el itinerario del cantante en 1935. Yo creo que logró su propósito, con contadas excepciones, como el episodio de la noche en que Gardel visitó con sus amigos un prostíbulo del entonces elegante barrio Lovaina.
Un maestro masón me dijo que el litigio tiene que ver con una Logia ya casi olvidada, tal vez la antigua Logia Iris del Aburrá. A esa sociedad secreta pertenecían varios personajes ilustres de nuestra ciudad, entre ellos el barítono italiano Roberto Ughetti. Él había llegado a Colombia con la compañía de zarzuelas de Marina Ughetti, después de una gira de más de quince años por ciudades de España, África y América. Cuando ocurrió el accidente en el que murió Gardel, la compañía estaba de gira en Medellín.
Entre los personajes que entrevistó el cronista estaba Marina Ughetti, hermana de Roberto, el barítono que pertenecía a la Logia. En 1961, Marina ya estaba dedicada a la radio y había perdido la memoria casi por completo. Por eso Cassinelli decidió hablar con su esposo, Roberto Crespo. Él no pudo encontrar los papeles que guardaba sobre el caso Gardel, pero le reveló que su muerte imprevista y la de sus acompañantes, en Medellín, creó un problema que nadie esperaba: el de su velación y sus funerales. Cuando le preguntaron quién se había encargado del asunto, Roberto Crespo contestó: "Gardel y sus acompañantes no tenían parientes o amigos que pudieran hacerse cargo inmediato de las cosas, salvo sus propios empresarios y un núcleo de artistas y personas importantes. Excluyéndome a mí de la lista, puedo mencionar a don Jorge Isaza, de la empresa Cine Colombia; mi cuñado, Roberto Ughetti, y Fernando Morales? pertenecientes a la masonería colombiana". Ellos sabían que Gardel pertenecía a una Logia y estaban celebrando la fiesta más sagrada de la Hermandad: la del 24 de junio, el día de San Juan Bautista, ¡el mismo día en que murió Gardel!
En un comienzo, Cassinelli no comprendió por qué era importante el papel de la masonería en la velación y los funerales de Gardel. Crespo le explicó que la gestión del grupo masón para sepultar los restos de un Compañero en una ciudad tan católica como Medellín generó algunos problemas. "¿Eso significa que Gardel??" preguntó, muy intrigado, Cassinelli. "¡Era masón!" le contestó Roberto Crespo. Luego le contó los pormenores de la historia.
"La primera medida nuestra se limitó a conseguir un lugar para instalar la capilla ardiente, donde velar los restos de Carlos Gardel y sus compañeros. La generosa actitud del canónigo Enrique Uribe, párroco de La Metropolitana, basílica mayor de Medellín, zanjó las dificultades iniciales al ofrecer una casa quinta deshabitada, de su propiedad, ubicada en la Avenida de la Quebrada Arriba, entre Junín y el Puente Baltasar Ochoa?"
En 1961, la casa ya no existía. Sólo quedaba un extenso solar donde se levantaban varios almacenes. Crespo dice que la casa donde velaron a Gardel estaba situada en el mismo lugar de la mueblería Codilux. "La antigua casa tenía una reja negra y una amplia puerta de dos hojas. Un largo camino bordeado de césped y canteros florecidos conducía a una escalinata de mármol de pocos peldaños, distante de la calle una veintena de metros. En las dos amplias salas se instalaron los ataúdes? El de Gardel se cambió posteriormente por encargo de la Paramount, tarea que cumplió su representante en Colombia?"
Hablando del sepelio del cantante, Crespo recordó que empezó alrededor de las diez de la mañana del martes 25 de junio. "Antes de salir se realizó una curiosa ceremonia sobre el ataúd de Gardel. Un grupo de masones rodeó el féretro y se procedió a dar unos golpes sobre la tapa? Luego se inició la marcha hacia la iglesia de La Candelaria. Fue larga, fatigosa, imponente? Cuando el ataúd de Gardel fue introducido en el atrio de la Catedral en el Parque de Berrío, el pueblo católico participó de las exequias y media hora más tarde, después de diversas conversaciones, el grupo masón consiguió que se desalojara la iglesia de católicos para poder rendir ellos las correspondientes honras fúnebres al extinto Albañil de la secta que obedece al Gran Arquitecto y que practica la hermandad y la caridad".
En ese momento, mientras hablaba con Crespo, el periodista recordó unas palabras del torero Horacio Cano -"Canito"-, quien también lo acompañó recorriendo la ciudad: "Tuve la sensación de algo que pude ratificar durante la velación de sus restos, apenas trece días después?". Cano no le quiso decir ni una palabra más.
Roberto Crespo continuó con su relato: "A las 11:30 se pudo colocar el féretro sobre la carroza y se encaminó el cortejo hacia el Cementerio de San Pedro, por la Carrera Bolívar. La última morada está en esa calle, entre Lovaina y Lima, a una distancia aproximada de dos kilómetros de la Iglesia de La Candelaria".
En el cementerio hubo otros problemas. "Era inevitable -dijo Roberto Crespo-. No se pudo soldar el revestimiento metálico del ataúd de Gardel al llegar a la bóveda, pues el público era impresionante y no queríamos que ese acto tuviera trascendencia?". Los masones no dejaron el problema sin resolver. "De ninguna manera? Nos retiramos del Cementerio, pero regresamos en la noche para retirar el cajón del nicho y soldar todo su contorno. No se pudo evitar que parte del público nos acompañara? incluso el fotógrafo Obando, que registró ese instante? Una foto notable, pues me ha permitido rememorar cosas ya olvidadas".
Meses después, por petición de la Paramount Pictures, el ataúd con los restos de Gardel fue sacado de la bóveda. Don Luis Gómez Tirado, por encargo de la empresa Expreso Antioquia, lo llevó en un largo y penoso viaje de varios días -a lomo de mula, en carro y en tren- hasta Buenaventura. A lo largo del camino, los restos fueron velados de nuevo por la gente y hubo marchas de antorchas en varios municipios, como Caramanta y Supía, que duraron desde la medianoche hasta las primeras luces del alba. Los restos de Gardel fueron recibidos en el puerto por Armando Defino y fueron llevados en barco hasta Nueva York, donde hubo un gran funeral organizado por la Paramount. Finalmente, después de otro largo desfile fúnebre, fueron a parar al viejo Cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires. Solamente ahí terminó en paz este litigio en torno a su finísimo ataúd.
La historia me la contó el negro Hernán Caro hace unos años en un bar de Junín adonde él va con sus amigos, todos los días, a hablar de tangos y a tomar café. En la pared del fondo hay un solo cuadro: un retrato del cantante Carlos Gardel. El negro me dijo que cuando Gardel murió en el aeródromo de Las Playas, el 24 de junio de 1935, hubo un litigio en torno a su ataúd, un cajón finísimo de madera comprado por encargo de la Paramount Pictures, la empresa productora de sus últimas películas. El mejor ataúd que había ese día en las funerarias de Medellín.
La historia del litigio, bella y desconocida, fue rescatada del olvido por el periodista argentino Roberto Cassinelli, de la revista Cantando, de Buenos Aires. La revista lo envió a Medellín para preparar una edición especial sobre Gardel que se publicó en Buenos Aires el 27 de junio de 1961. El reportero argentino fue recibido por Hernán Caro, Francisco Yoni, Hernán Restrepo Duque, Leonardo Alzate, Armando Duval y Saúl de Jesús Montoya Moreno. Ellos lo ayudaron a buscar los rastros de los últimos días de Gardel en Medellín. Cassinelli habló con músicos, periodistas, cantantes, productores de discos, toreros y gente de la radio para tratar de reconstruir día a día el itinerario del cantante en 1935. Yo creo que logró su propósito, con contadas excepciones, como el episodio de la noche en que Gardel visitó con sus amigos un prostíbulo del entonces elegante barrio Lovaina.
Un maestro masón me dijo que el litigio tiene que ver con una Logia ya casi olvidada, tal vez la antigua Logia Iris del Aburrá. A esa sociedad secreta pertenecían varios personajes ilustres de nuestra ciudad, entre ellos el barítono italiano Roberto Ughetti. Él había llegado a Colombia con la compañía de zarzuelas de Marina Ughetti, después de una gira de más de quince años por ciudades de España, África y América. Cuando ocurrió el accidente en el que murió Gardel, la compañía estaba de gira en Medellín.
Entre los personajes que entrevistó el cronista estaba Marina Ughetti, hermana de Roberto, el barítono que pertenecía a la Logia. En 1961, Marina ya estaba dedicada a la radio y había perdido la memoria casi por completo. Por eso Cassinelli decidió hablar con su esposo, Roberto Crespo. Él no pudo encontrar los papeles que guardaba sobre el caso Gardel, pero le reveló que su muerte imprevista y la de sus acompañantes, en Medellín, creó un problema que nadie esperaba: el de su velación y sus funerales. Cuando le preguntaron quién se había encargado del asunto, Roberto Crespo contestó: "Gardel y sus acompañantes no tenían parientes o amigos que pudieran hacerse cargo inmediato de las cosas, salvo sus propios empresarios y un núcleo de artistas y personas importantes. Excluyéndome a mí de la lista, puedo mencionar a don Jorge Isaza, de la empresa Cine Colombia; mi cuñado, Roberto Ughetti, y Fernando Morales? pertenecientes a la masonería colombiana". Ellos sabían que Gardel pertenecía a una Logia y estaban celebrando la fiesta más sagrada de la Hermandad: la del 24 de junio, el día de San Juan Bautista, ¡el mismo día en que murió Gardel!
En un comienzo, Cassinelli no comprendió por qué era importante el papel de la masonería en la velación y los funerales de Gardel. Crespo le explicó que la gestión del grupo masón para sepultar los restos de un Compañero en una ciudad tan católica como Medellín generó algunos problemas. "¿Eso significa que Gardel??" preguntó, muy intrigado, Cassinelli. "¡Era masón!" le contestó Roberto Crespo. Luego le contó los pormenores de la historia.
"La primera medida nuestra se limitó a conseguir un lugar para instalar la capilla ardiente, donde velar los restos de Carlos Gardel y sus compañeros. La generosa actitud del canónigo Enrique Uribe, párroco de La Metropolitana, basílica mayor de Medellín, zanjó las dificultades iniciales al ofrecer una casa quinta deshabitada, de su propiedad, ubicada en la Avenida de la Quebrada Arriba, entre Junín y el Puente Baltasar Ochoa?"
En 1961, la casa ya no existía. Sólo quedaba un extenso solar donde se levantaban varios almacenes. Crespo dice que la casa donde velaron a Gardel estaba situada en el mismo lugar de la mueblería Codilux. "La antigua casa tenía una reja negra y una amplia puerta de dos hojas. Un largo camino bordeado de césped y canteros florecidos conducía a una escalinata de mármol de pocos peldaños, distante de la calle una veintena de metros. En las dos amplias salas se instalaron los ataúdes? El de Gardel se cambió posteriormente por encargo de la Paramount, tarea que cumplió su representante en Colombia?"
Hablando del sepelio del cantante, Crespo recordó que empezó alrededor de las diez de la mañana del martes 25 de junio. "Antes de salir se realizó una curiosa ceremonia sobre el ataúd de Gardel. Un grupo de masones rodeó el féretro y se procedió a dar unos golpes sobre la tapa? Luego se inició la marcha hacia la iglesia de La Candelaria. Fue larga, fatigosa, imponente? Cuando el ataúd de Gardel fue introducido en el atrio de la Catedral en el Parque de Berrío, el pueblo católico participó de las exequias y media hora más tarde, después de diversas conversaciones, el grupo masón consiguió que se desalojara la iglesia de católicos para poder rendir ellos las correspondientes honras fúnebres al extinto Albañil de la secta que obedece al Gran Arquitecto y que practica la hermandad y la caridad".
En ese momento, mientras hablaba con Crespo, el periodista recordó unas palabras del torero Horacio Cano -"Canito"-, quien también lo acompañó recorriendo la ciudad: "Tuve la sensación de algo que pude ratificar durante la velación de sus restos, apenas trece días después?". Cano no le quiso decir ni una palabra más.
Roberto Crespo continuó con su relato: "A las 11:30 se pudo colocar el féretro sobre la carroza y se encaminó el cortejo hacia el Cementerio de San Pedro, por la Carrera Bolívar. La última morada está en esa calle, entre Lovaina y Lima, a una distancia aproximada de dos kilómetros de la Iglesia de La Candelaria".
En el cementerio hubo otros problemas. "Era inevitable -dijo Roberto Crespo-. No se pudo soldar el revestimiento metálico del ataúd de Gardel al llegar a la bóveda, pues el público era impresionante y no queríamos que ese acto tuviera trascendencia?". Los masones no dejaron el problema sin resolver. "De ninguna manera? Nos retiramos del Cementerio, pero regresamos en la noche para retirar el cajón del nicho y soldar todo su contorno. No se pudo evitar que parte del público nos acompañara? incluso el fotógrafo Obando, que registró ese instante? Una foto notable, pues me ha permitido rememorar cosas ya olvidadas".
Meses después, por petición de la Paramount Pictures, el ataúd con los restos de Gardel fue sacado de la bóveda. Don Luis Gómez Tirado, por encargo de la empresa Expreso Antioquia, lo llevó en un largo y penoso viaje de varios días -a lomo de mula, en carro y en tren- hasta Buenaventura. A lo largo del camino, los restos fueron velados de nuevo por la gente y hubo marchas de antorchas en varios municipios, como Caramanta y Supía, que duraron desde la medianoche hasta las primeras luces del alba. Los restos de Gardel fueron recibidos en el puerto por Armando Defino y fueron llevados en barco hasta Nueva York, donde hubo un gran funeral organizado por la Paramount. Finalmente, después de otro largo desfile fúnebre, fueron a parar al viejo Cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires. Solamente ahí terminó en paz este litigio en torno a su finísimo ataúd.
Artículo Publicado en:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario