León Zeldis, FPS, 33° PSGC, Supremo Consejo del Rito Escocés del Estado de Israel Gran Maestro Adjunto Honorario
Si quisiéramos pronosticar el desarrollo de la Francmasonería en Israel y en el mundo durante el futuro próximo, y el posible papel que podría tener en nuestro país en especial, debiéramos en primer término examinar nuestra situación actual, y analizar sus antecedentes, el proceso evolutivo que nos ha traído hasta donde nos encontramos, desde los albores de nuestra institución especulativa, a comienzos del siglo XVIII.
Si pretendemos plantear nuestra razón de ser futura, comencemos por la pasada y la actual. Cuando se fundó la primera Gran Logia en Londres, en junio de 1717, los objetivos declarados de los hermanos eran claros y bien definidos: querían celebrar dignamente las fiestas solsticiales con un banquete, y por otra parte querían elegir un Gran Maestro, para introducir orden y jerarquía en la situación confusa y anárquica en que se hallaban las logias en aquel momento.
A los objetivos declarados debemos sumar otros implícitos, o "sub rosa", que podemos inferir del desarrollo meteórico que experimentó la institución desde sus modestos comienzos. Me refiero al estudio de problemas filosóficos, principalmente éticos y metafísicos, que ocupaban las mentes de los hermanos más ilustrados en aquella época y continuaron haciéndolo en épocas posteriores hasta nuestros días, principalmente en el marco de los llamados grados superiores, vale decir, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y las ceremonias, grados y ritos precedentes.
En su quehacer masónico, desde sus comienzos, nuestros hermanos primigenios enfocaron su atención sobre asuntos como las tradiciones esotéricas, la doctrina Rosacruz, la Cábala, las nuevas teorías políticas de división de poderes, las tradiciones caballerescas de la Europa medieval y sus interpretaciones morales, y en general todo el magno cuerpo de tradiciones míticas y filosóficas de la cultura Occidental.
Ya a fines del siglo XVIII, la Francmasonería en sus distintas organizaciones se hallaba muy lejos de la ingenua preocupación con los banquetes solsticiales, sin disminuir la importancia de las buenas cenas que preceden o siguen a una reunión masónica.
Resumiendo este punto, interesa señalar que, junto con los trabajos de masticación, o más allá de ellos, se desarrolló en nuestra Orden una tradición intelectual y filosófica que recogió elementos de las más diversas fuentes, las elaboró y refundió, creando un sistema por completo diferente de lo que pretendían los hermanos acostumbrados a reunirse en las tabernas para cenar juntos y - de paso - efectuar alguna ceremonia masónica.
Esta evolución es la que permitió atraer a nuestros Templos individuos con inquietudes intelectuales y filosóficas, en busca de un entorno ideológico y social propicio y acogedor, donde expresar sus aspiraciones espirituales y morales.
Es así, saltando hacia al presente, que en cada época los Masones plasman su ideología existencial en virtud de las condiciones históricas que les toca vivir, pero basándose en cada caso en los principios simbólicos y esotéricos de la Francmasonería. Juárez, Bolívar, Washington y Garibaldi, Churchill y Truman, actuaron cada uno interpretando a su manera el ideario filosófico que pulieron en nuestros Templos.
Ahora, en estas postrimerías del siglo XX, tan cargadas de esperanzas frustradas, perspectivas aterradoras y espesas brumas de incertidumbre, junto con una carrera desbocada de desarrollo tecnológico-científico, ¿es concebible acaso una Masonería indiferente a los males que aquejan a la humanidad, encerrada en una torre de marfil, ciega y sorda ante el clamor de los menos privilegiados, de los perseguidos y humillados, de quienes han perdido hasta la esperanza de la esperanza? ¿Cuál será la definición de nuestra posición, de nuestra función institucional e individual dentro de la sociedad?
Muchos de los postulados de la ideología "Masónica", los principios de igualdad ante la ley, fraternidad de los pueblos, libertad de expresión, extensión universal de la educación, responsabilidad social, tolerancia religiosa, ayuda al necesitado, todo esto y mucho más ya ha pasado a integrar el acervo cultural de nuestra sociedad contemporánea. En muchos casos, de la Masonería y por intermedio de Masones, han surgido numerosas instituciones benéficas, voluntarias y también políticas, que laboran por la consecución de los fines masónicos sin darles ese nombre.
Recalquemos este punto: en el cumplimiento de sus obligaciones masónicas, el Masón actúa como Masón en todos los círculos profanos de cualquier naturaleza que sea donde toma parte, haciendo sentir su influencia, y multiplicando en esta forma la implementación de nuestro ideario con el trabajo mancomunado de numerosos hombres y mujeres que se asocian a las labores positivas y benéficas de nuestros Hermanos.
Esto quiere decir que, sin caer en irregularidad, sin discutir en nuestros templos cuestiones políticas o religiosas, la acción de la Orden se manifiesta no al nivel institucional, sino al nivel personal. Podríamos resumir mi argumento con esta frase: la Masonería no mejora el mundo, los Masones sí. Pero, el corolario es que si bien la Masonería no mejora el mundo, ella mejora a los Masones, y así conduce al resultado anhelado.
Por otra parte, la convivencia afectuosa entre hermanos, que caracterizaba el "trabajo" masónico de generaciones pasadas, (y que todavía constituye la función principal de más de una logia) no podría satisfacer las aspiraciones de mejoramiento social e intelectual de los masones contemporáneos.
Para que no se interpreten erradamente mis palabras, no pretendo criticar las reuniones sociales de los hermanos y sus familias, ya sea dentro o fuera del templo. Todas estas actividades contribuyen a crear, estimular e internalizar el espíritu de fraternidad indispensable al quehacer masónico, pero - al igual que los rituales de nuestras ceremonias - estos son solamente medios para nuestro perfeccionamiento, sin constituir el fin de la Orden. Mientras tengamos clara en nuestras mentes esta diferenciación, ningún daño causa multiplicar las actividades sociales, dentro de límites razonables.
Por otra parte, sería errado concentrar la atención en forma exclusiva en el aspecto social de la Masonería, descuidando sus aspectos filosóficos esotéricos, que por naturaleza atañen más al individuo que al grupo.
Volvamos nuestra atención al presente - ahora y aquí. ¿Cuáles son los problemas que enfrenta la Orden en Israel? ¿En qué forma podemos ayudar a solucionarlos? O, en otras palabras, ¿cómo podemos ser parte de la solución en vez de ser parte del problema?
Comencemos por una pregunta fundamental. No por qué hay algunos hermanos que abandonan la Orden, sino por qué tan pocos profanos ingresan a ella. ¿Qué espera el profano al ingresar a la Masonería? ¿Es que tiene una idea clara de quiénes somos, de qué hacemos? ¿Es que sus expectativas son realistas, o es que están basadas en una apreciación errada, en algún prejuicio? - y no interesa si el prejuicio es favorable o negativo.
Por otra parte, ¿qué les estamos enseñando a los aprendices en su primer año en la orden, en ese período trascendental para su futuro camino masónico? No me refiero sólo a la enseñanza formal, cámaras de instrucción, etc., sino a la enseñanza tácita otorgada por el comportamiento de cada Masón dentro y fuera del templo, en los contactos que tenga o deje de tener con otros hermanos más antiguos.
Sigo con las preguntas. ¿Qué espera la Orden - o la Logia - de cada Hermano? ¿Cómo le comunicamos a cada Hermano nuestras expectativas? ¿En qué forma aquilatamos su reacción, su progreso, su satisfacción o su descontento?
Finalmente, ¿qué pasos debemos tomar para remediar las faltas o desentendimientos que hayamos detectado?
Esto es al nivel individual. Al nivel institucional, podemos plantear interrogantes no menos vitales.
La sociedad israelí está atravesando una rápida evolución - casi podríamos decir revolución. ¿Cuál es el papel que podrá jugar nuestra Orden en este proceso?
Tomemos algunos ejemplos - el ocaso de la ideología socialista (movimiento Kibutziano, la Histadrut, Kupat Holim, Hevrat Ovdim), el desarrollo de las instituciones de enseñanza superior - las nuevas Universidades y Colegios Superiores, el surgimiento de nuevas industrias de base científico-tecnológica junto con la declinación de las industrias tradicionales como textiles y confección, el influjo de la gran inmigración rusa, el aumento vertiginoso del número de obreros extranjeros - tanto legales como ilegales. Y ni he tocado los profundos cambios que se imponen como resultado de los acontecimientos políticos que hemos estado viviendo en los últimos años y cuyo desarrollo futuro es imprevisible en estos momentos.
Juntemos a estos problemas locales, a nivel nacional - aquellos problemas que aquejan a la humanidad entera en este fin de siglo: el tráfico de estupefacientes, la pandemia del SIDA, la carrera armamentista con armas de destrucción masiva, el fundamentalismo religioso (existente en todas las religiones, no sólo el Islam), la catástrofe ecológica que se aproxima, la sobrepoblación, y podría seguir agregando mucho más.
Llego al final de mi intervención. Para parafrasear a Shakespeare (¡qué engreimiento de mi parte!) - no he venido a dar respuestas sino a plantear preguntas. Las respuestas surgirán de la discusión, del debate ilustrado de todos los presentes. Cualquier respuesta que propusiera dar ex-cátedra sería carente de valor. Sólo las respuestas que surjan en el corazón y la mente de cada uno de ustedes podrán contribuir a dirigir vuestras acciones. Y eso, mis Queridos Hermanos, es la Masonería.
Si quisiéramos pronosticar el desarrollo de la Francmasonería en Israel y en el mundo durante el futuro próximo, y el posible papel que podría tener en nuestro país en especial, debiéramos en primer término examinar nuestra situación actual, y analizar sus antecedentes, el proceso evolutivo que nos ha traído hasta donde nos encontramos, desde los albores de nuestra institución especulativa, a comienzos del siglo XVIII.
Si pretendemos plantear nuestra razón de ser futura, comencemos por la pasada y la actual. Cuando se fundó la primera Gran Logia en Londres, en junio de 1717, los objetivos declarados de los hermanos eran claros y bien definidos: querían celebrar dignamente las fiestas solsticiales con un banquete, y por otra parte querían elegir un Gran Maestro, para introducir orden y jerarquía en la situación confusa y anárquica en que se hallaban las logias en aquel momento.
A los objetivos declarados debemos sumar otros implícitos, o "sub rosa", que podemos inferir del desarrollo meteórico que experimentó la institución desde sus modestos comienzos. Me refiero al estudio de problemas filosóficos, principalmente éticos y metafísicos, que ocupaban las mentes de los hermanos más ilustrados en aquella época y continuaron haciéndolo en épocas posteriores hasta nuestros días, principalmente en el marco de los llamados grados superiores, vale decir, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado y las ceremonias, grados y ritos precedentes.
En su quehacer masónico, desde sus comienzos, nuestros hermanos primigenios enfocaron su atención sobre asuntos como las tradiciones esotéricas, la doctrina Rosacruz, la Cábala, las nuevas teorías políticas de división de poderes, las tradiciones caballerescas de la Europa medieval y sus interpretaciones morales, y en general todo el magno cuerpo de tradiciones míticas y filosóficas de la cultura Occidental.
Ya a fines del siglo XVIII, la Francmasonería en sus distintas organizaciones se hallaba muy lejos de la ingenua preocupación con los banquetes solsticiales, sin disminuir la importancia de las buenas cenas que preceden o siguen a una reunión masónica.
Resumiendo este punto, interesa señalar que, junto con los trabajos de masticación, o más allá de ellos, se desarrolló en nuestra Orden una tradición intelectual y filosófica que recogió elementos de las más diversas fuentes, las elaboró y refundió, creando un sistema por completo diferente de lo que pretendían los hermanos acostumbrados a reunirse en las tabernas para cenar juntos y - de paso - efectuar alguna ceremonia masónica.
Esta evolución es la que permitió atraer a nuestros Templos individuos con inquietudes intelectuales y filosóficas, en busca de un entorno ideológico y social propicio y acogedor, donde expresar sus aspiraciones espirituales y morales.
Es así, saltando hacia al presente, que en cada época los Masones plasman su ideología existencial en virtud de las condiciones históricas que les toca vivir, pero basándose en cada caso en los principios simbólicos y esotéricos de la Francmasonería. Juárez, Bolívar, Washington y Garibaldi, Churchill y Truman, actuaron cada uno interpretando a su manera el ideario filosófico que pulieron en nuestros Templos.
Ahora, en estas postrimerías del siglo XX, tan cargadas de esperanzas frustradas, perspectivas aterradoras y espesas brumas de incertidumbre, junto con una carrera desbocada de desarrollo tecnológico-científico, ¿es concebible acaso una Masonería indiferente a los males que aquejan a la humanidad, encerrada en una torre de marfil, ciega y sorda ante el clamor de los menos privilegiados, de los perseguidos y humillados, de quienes han perdido hasta la esperanza de la esperanza? ¿Cuál será la definición de nuestra posición, de nuestra función institucional e individual dentro de la sociedad?
Muchos de los postulados de la ideología "Masónica", los principios de igualdad ante la ley, fraternidad de los pueblos, libertad de expresión, extensión universal de la educación, responsabilidad social, tolerancia religiosa, ayuda al necesitado, todo esto y mucho más ya ha pasado a integrar el acervo cultural de nuestra sociedad contemporánea. En muchos casos, de la Masonería y por intermedio de Masones, han surgido numerosas instituciones benéficas, voluntarias y también políticas, que laboran por la consecución de los fines masónicos sin darles ese nombre.
Recalquemos este punto: en el cumplimiento de sus obligaciones masónicas, el Masón actúa como Masón en todos los círculos profanos de cualquier naturaleza que sea donde toma parte, haciendo sentir su influencia, y multiplicando en esta forma la implementación de nuestro ideario con el trabajo mancomunado de numerosos hombres y mujeres que se asocian a las labores positivas y benéficas de nuestros Hermanos.
Esto quiere decir que, sin caer en irregularidad, sin discutir en nuestros templos cuestiones políticas o religiosas, la acción de la Orden se manifiesta no al nivel institucional, sino al nivel personal. Podríamos resumir mi argumento con esta frase: la Masonería no mejora el mundo, los Masones sí. Pero, el corolario es que si bien la Masonería no mejora el mundo, ella mejora a los Masones, y así conduce al resultado anhelado.
Por otra parte, la convivencia afectuosa entre hermanos, que caracterizaba el "trabajo" masónico de generaciones pasadas, (y que todavía constituye la función principal de más de una logia) no podría satisfacer las aspiraciones de mejoramiento social e intelectual de los masones contemporáneos.
Para que no se interpreten erradamente mis palabras, no pretendo criticar las reuniones sociales de los hermanos y sus familias, ya sea dentro o fuera del templo. Todas estas actividades contribuyen a crear, estimular e internalizar el espíritu de fraternidad indispensable al quehacer masónico, pero - al igual que los rituales de nuestras ceremonias - estos son solamente medios para nuestro perfeccionamiento, sin constituir el fin de la Orden. Mientras tengamos clara en nuestras mentes esta diferenciación, ningún daño causa multiplicar las actividades sociales, dentro de límites razonables.
Por otra parte, sería errado concentrar la atención en forma exclusiva en el aspecto social de la Masonería, descuidando sus aspectos filosóficos esotéricos, que por naturaleza atañen más al individuo que al grupo.
Volvamos nuestra atención al presente - ahora y aquí. ¿Cuáles son los problemas que enfrenta la Orden en Israel? ¿En qué forma podemos ayudar a solucionarlos? O, en otras palabras, ¿cómo podemos ser parte de la solución en vez de ser parte del problema?
Comencemos por una pregunta fundamental. No por qué hay algunos hermanos que abandonan la Orden, sino por qué tan pocos profanos ingresan a ella. ¿Qué espera el profano al ingresar a la Masonería? ¿Es que tiene una idea clara de quiénes somos, de qué hacemos? ¿Es que sus expectativas son realistas, o es que están basadas en una apreciación errada, en algún prejuicio? - y no interesa si el prejuicio es favorable o negativo.
Por otra parte, ¿qué les estamos enseñando a los aprendices en su primer año en la orden, en ese período trascendental para su futuro camino masónico? No me refiero sólo a la enseñanza formal, cámaras de instrucción, etc., sino a la enseñanza tácita otorgada por el comportamiento de cada Masón dentro y fuera del templo, en los contactos que tenga o deje de tener con otros hermanos más antiguos.
Sigo con las preguntas. ¿Qué espera la Orden - o la Logia - de cada Hermano? ¿Cómo le comunicamos a cada Hermano nuestras expectativas? ¿En qué forma aquilatamos su reacción, su progreso, su satisfacción o su descontento?
Finalmente, ¿qué pasos debemos tomar para remediar las faltas o desentendimientos que hayamos detectado?
Esto es al nivel individual. Al nivel institucional, podemos plantear interrogantes no menos vitales.
La sociedad israelí está atravesando una rápida evolución - casi podríamos decir revolución. ¿Cuál es el papel que podrá jugar nuestra Orden en este proceso?
Tomemos algunos ejemplos - el ocaso de la ideología socialista (movimiento Kibutziano, la Histadrut, Kupat Holim, Hevrat Ovdim), el desarrollo de las instituciones de enseñanza superior - las nuevas Universidades y Colegios Superiores, el surgimiento de nuevas industrias de base científico-tecnológica junto con la declinación de las industrias tradicionales como textiles y confección, el influjo de la gran inmigración rusa, el aumento vertiginoso del número de obreros extranjeros - tanto legales como ilegales. Y ni he tocado los profundos cambios que se imponen como resultado de los acontecimientos políticos que hemos estado viviendo en los últimos años y cuyo desarrollo futuro es imprevisible en estos momentos.
Juntemos a estos problemas locales, a nivel nacional - aquellos problemas que aquejan a la humanidad entera en este fin de siglo: el tráfico de estupefacientes, la pandemia del SIDA, la carrera armamentista con armas de destrucción masiva, el fundamentalismo religioso (existente en todas las religiones, no sólo el Islam), la catástrofe ecológica que se aproxima, la sobrepoblación, y podría seguir agregando mucho más.
Llego al final de mi intervención. Para parafrasear a Shakespeare (¡qué engreimiento de mi parte!) - no he venido a dar respuestas sino a plantear preguntas. Las respuestas surgirán de la discusión, del debate ilustrado de todos los presentes. Cualquier respuesta que propusiera dar ex-cátedra sería carente de valor. Sólo las respuestas que surjan en el corazón y la mente de cada uno de ustedes podrán contribuir a dirigir vuestras acciones. Y eso, mis Queridos Hermanos, es la Masonería.
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