“Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último de todos y el servidor de todos”.
Dicen los antiguos Egipcios, que para entrar en el mundo de la sabiduría hay que bajar la cabeza. Dicen los seguidores del Budismo Zen, que para alcanzar la iluminación, hay que entrar primero en el vacío. Y dice la tradición Judeo-Cristiana, que el reino de los cielos es de los humildes.
La humildad es una de las virtudes mas importantes del ser humano, es algo que nace del espíritu, es la capacidad de reconocer que todo lo que poseemos en materia y en talento, nos ha sido dado por nuestro creador, para el servicio y el bien nuestro y de los demás. Pero que difícil es esto; que difícil es reconocer que lo que yo tengo no me pertenece si no lo pongo al servicio del otro; y qué diferente sería el mundo si esto fuera reconocido por todos y particularmente por los poderosos.
Desde el punto de vista de la energía, la humildad es la contracción del ser para su expansión; “el que se humille será ensalzado, y el que se ensalce será humillado”. La expansión verdadera del espíritu o energía fina, solo se da, si hay la preparación previa, esto es el acondicionamiento en contracción de espíritu y mente; es el ciclo natural de las ondas "contracción-expansión-contracción-expansión" y así sucesivamente, lo que nos lleva al ascenso evolutivo. El proceso de la contracción espiritual es la humildad, es el bajar la cabeza, es permitir en el vacío que nos penetre la fuente infinita del ser.
Debemos tener la certeza que el gran pecado capital del ser humano, lo que ocasionó su llamada caída, fue la soberbia, lo que es totalmente opuesto a la humildad.
Aquellos que estén en Dios, serán reconocidos por la humildad, y aquellos que estén contra o fuera de Dios, serán reconocidos por la soberbia. Es esta última la que nos lleva al ateismo o a la muerte de Dios o a creernos Dios, es la que nos separa del Superespacio infinito de las vibraciones finas, nos aleja de la felicidad y de la redención o del reencuentro con el ser.
Solo en Dios, nuestro espíritu encuentra la paz y la armonía, y ello se refleja por correspondencia en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Solo a través de la práctica de la humildad o contracción del ser para su expansión, lograremos el acercamiento a la salud del espíritu, de la mente y del cuerpo.
El llamado estrés o contracción del cuerpo, causa fundamental de nuestras enfermedades cuando llevamos nuestro cuerpo a su punto de rotura o estrés máximo, es producto de un estado de la mente o del espíritu, como consecuencia a estímulos externos que nos afectan. Si estamos en Dios, es decir centrados en nuestra fuerza interna y vibrando en correspondencia con la mente infinita del ser, los estímulos externos se ven minimizados en cuanto a sus posibles consecuencias. Cabe mencionar que la palabra estrés (stress) es un anglisismo que viene de la mecánica y resistencia de materiales, y es el efecto de la fuerza que se ejerce sobre un determinado elemento; por ejemplo, la viga colapsa por estrés y se rompe, cuando la fuerza ejercida sobre esta es superior a su resistencia. De esta misma forma colapsa el cuerpo humano, cuando el estrés al que está sometido, es superior a su resistencia.
La resistencia sin embargo del ser humano ha probado ser muy variada frente a las situaciones externas. Uno de los que apreció mas el fenómeno de resistencia interna cuando se encontraba en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, fue el Psicólogo Victor Frankel, padre de la Logoterapia, quien describiera su experiencia en su famoso libro “En búsqueda del sentido de la vida”. El vio, que aquellos que les faltaba algo por hacer, es decir tenían un sentimiento de misión por cumplir, sobrevivían a todas las dificultades.
Esto último corrobora que existen fuerzas internas superiores a las fuerzas externas, capaces de ayudarnos a sobrevivir, es decir a contrarrestar los procesos de estrés a que estamos sometidos. La práctica de la humildad, es decir la práctica de la contracción del ser, es fundamental para que afloren estas fuerzas internas.
Es tan sencillo, pero lo hacemos tan complejo, que tenemos el mundo al borde del límite de estrés, y personalmente nos morimos del corazón y de cáncer como algunas de las primeras causas, y no nos damos cuenta que ambos son procesos de contracción corporal derivados de la contracción mental y emocional.
La felicidad, la paz, la armonía es fundamentalmente de orden interno, y el problema es que nos la pasamos buscando afuera.
La práctica de la humildad es también de orden interno; es el ejercicio de contracción de nuestra alma para poder tenerla en buena forma y permitirle su expansión; al igual que ejercitamos el cuerpo para su salud a través de contracción y expansión en los ejercicios y en la respiración debemos hacerlo con nuestra alma.
La humildad es la primera virtud que debe cultivarse para poder abrir las puertas de la verdadera espiritualidad, es la base para reconstruir al hombre y de allí a la sociedad en función de una cultura de paz. Es la puerta para encontrar la palabra perdida.
Fraternalmente,
José R. Gómez Oriol.:
Dicen los antiguos Egipcios, que para entrar en el mundo de la sabiduría hay que bajar la cabeza. Dicen los seguidores del Budismo Zen, que para alcanzar la iluminación, hay que entrar primero en el vacío. Y dice la tradición Judeo-Cristiana, que el reino de los cielos es de los humildes.
La humildad es una de las virtudes mas importantes del ser humano, es algo que nace del espíritu, es la capacidad de reconocer que todo lo que poseemos en materia y en talento, nos ha sido dado por nuestro creador, para el servicio y el bien nuestro y de los demás. Pero que difícil es esto; que difícil es reconocer que lo que yo tengo no me pertenece si no lo pongo al servicio del otro; y qué diferente sería el mundo si esto fuera reconocido por todos y particularmente por los poderosos.
Desde el punto de vista de la energía, la humildad es la contracción del ser para su expansión; “el que se humille será ensalzado, y el que se ensalce será humillado”. La expansión verdadera del espíritu o energía fina, solo se da, si hay la preparación previa, esto es el acondicionamiento en contracción de espíritu y mente; es el ciclo natural de las ondas "contracción-expansión-contracción-expansión" y así sucesivamente, lo que nos lleva al ascenso evolutivo. El proceso de la contracción espiritual es la humildad, es el bajar la cabeza, es permitir en el vacío que nos penetre la fuente infinita del ser.
Debemos tener la certeza que el gran pecado capital del ser humano, lo que ocasionó su llamada caída, fue la soberbia, lo que es totalmente opuesto a la humildad.
Aquellos que estén en Dios, serán reconocidos por la humildad, y aquellos que estén contra o fuera de Dios, serán reconocidos por la soberbia. Es esta última la que nos lleva al ateismo o a la muerte de Dios o a creernos Dios, es la que nos separa del Superespacio infinito de las vibraciones finas, nos aleja de la felicidad y de la redención o del reencuentro con el ser.
Solo en Dios, nuestro espíritu encuentra la paz y la armonía, y ello se refleja por correspondencia en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Solo a través de la práctica de la humildad o contracción del ser para su expansión, lograremos el acercamiento a la salud del espíritu, de la mente y del cuerpo.
El llamado estrés o contracción del cuerpo, causa fundamental de nuestras enfermedades cuando llevamos nuestro cuerpo a su punto de rotura o estrés máximo, es producto de un estado de la mente o del espíritu, como consecuencia a estímulos externos que nos afectan. Si estamos en Dios, es decir centrados en nuestra fuerza interna y vibrando en correspondencia con la mente infinita del ser, los estímulos externos se ven minimizados en cuanto a sus posibles consecuencias. Cabe mencionar que la palabra estrés (stress) es un anglisismo que viene de la mecánica y resistencia de materiales, y es el efecto de la fuerza que se ejerce sobre un determinado elemento; por ejemplo, la viga colapsa por estrés y se rompe, cuando la fuerza ejercida sobre esta es superior a su resistencia. De esta misma forma colapsa el cuerpo humano, cuando el estrés al que está sometido, es superior a su resistencia.
La resistencia sin embargo del ser humano ha probado ser muy variada frente a las situaciones externas. Uno de los que apreció mas el fenómeno de resistencia interna cuando se encontraba en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, fue el Psicólogo Victor Frankel, padre de la Logoterapia, quien describiera su experiencia en su famoso libro “En búsqueda del sentido de la vida”. El vio, que aquellos que les faltaba algo por hacer, es decir tenían un sentimiento de misión por cumplir, sobrevivían a todas las dificultades.
Esto último corrobora que existen fuerzas internas superiores a las fuerzas externas, capaces de ayudarnos a sobrevivir, es decir a contrarrestar los procesos de estrés a que estamos sometidos. La práctica de la humildad, es decir la práctica de la contracción del ser, es fundamental para que afloren estas fuerzas internas.
Es tan sencillo, pero lo hacemos tan complejo, que tenemos el mundo al borde del límite de estrés, y personalmente nos morimos del corazón y de cáncer como algunas de las primeras causas, y no nos damos cuenta que ambos son procesos de contracción corporal derivados de la contracción mental y emocional.
La felicidad, la paz, la armonía es fundamentalmente de orden interno, y el problema es que nos la pasamos buscando afuera.
La práctica de la humildad es también de orden interno; es el ejercicio de contracción de nuestra alma para poder tenerla en buena forma y permitirle su expansión; al igual que ejercitamos el cuerpo para su salud a través de contracción y expansión en los ejercicios y en la respiración debemos hacerlo con nuestra alma.
La humildad es la primera virtud que debe cultivarse para poder abrir las puertas de la verdadera espiritualidad, es la base para reconstruir al hombre y de allí a la sociedad en función de una cultura de paz. Es la puerta para encontrar la palabra perdida.
Fraternalmente,
José R. Gómez Oriol.:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario