sábado, febrero 03, 2007

El Heraldo Masónico de 1862


En la Biblioteca Pública de Lima, antes conocida como la Biblioteca Nacional del Perú, en lo que se conoce como "sala de investigaciones" se encuentra un periódico del año de 1862 que constituye un pedazo de la historia de la Masonería en el Perú que ha quedado casi en el olvido. Este diario fue una de las primeras muestras claras de que la masonería estaba presente en nuestro país y que contribuyó a la independencia del Perú, así como una evidencia también de que ya por esos años había mayor libertad para la Logia de manifestar sus ideales, sobre todo ante el temor de los "profanos" por los supuestos ritos que los masones llevaban a cabo. La información que se muestra aquí es el resultado de las lecturas que hice de ese diario, el fin es compartir la información con aquellos interesados en la historia de la Masonería, y sobre todo con los peruanos que se interesaron siempre por los temas referidos a la Logia.

Orígenes

El Heraldo Masónico aparece en el año de 1862, en los finales de la administración de Castilla, en plena cercanía de los comicios electorales. La prensa de la época estaba abocada a la campaña y la propaganda política tanto de manera implícita como explícita, para favorecer o desprestigiar a Miguel de San Román así como a Vivanco. Es el primero de febrero de ese mismo año cuando el primer número del Heraldo Masónico sale a la luz, un periódico doctrinario que tiene como causa esclarecer e informar acerca de la Masonería en el Perú a todos sus contemporáneos; aunque, según nos cuenta Evaristo San Cristóbal:

“desde tiempo atrás, y desde la época virreinal, la secta de los francmasones existió e hizo intensa campaña en pro de las ideas libertarias, lo que motivó severísimos decretos de Abascal, que se fijaron por bando en las calles de la capital, había no obstante decaído a comienzos de la era republicana, lo que dio origen a que los más recalcitrantes de sus propagandistas, divulgasen sus doctrinas en conferencias y hojas sueltas, hasta que convencidos de la necesidad imperiosa en que se hallaban de sacar a la luz un periódico propio, dieron los pasos necesarios y por fin salió El Heraldo Masónico”[1]

La influencia tanto de la masonería como del jesuitismo en la Independencia de América y el Perú, es ya conocida, pero habiendo ya conseguido los ideales libertarios que la masonería propugna, y ante tanto desconcierto y temor por parte de la población hacia sus miembros y ritos, se decide sacar una publicación periódica que se dedicara a esclarecer el conocimiento de la gente acerca de esta Logia.

Según los archivos de la Cruz Austral, todo comienza cuando el H.: Pedro Vizcarra, se dirige ante Gregorio Giocochea (quien tenía el pseudónimo de ORESTES y ocupaba el cargo de V.M.), Manuel Salazar Ayala (1º V.:) y Joaquín Miró Quezada (2ºV.:) para hablarles de la imperiosa necesidad de sacar a la luz un periódico masónico, el cual se debía “proponer a extender en todas las clases de la sociedad las ideas humanitarias y de virtud base de la asociación, así mismo desterrar la preocupación que en los ignorantes han podido inclinar los enemigos de la orden”. Tras eso se procedió a leer la proposición echa por Pedro Vizcarra, y a los 15 días fue necesaria una nueva exposición para que aquellos que no habían tenido oportunidad de enterarse sobre esta nueva propuesta, lo hicieran. Se acepta la idea con entusiasmo, pero como era costumbre y siguiendo las tradiciones, esta propuesta tuvo que ser sometida al dictamen de la comisión respectiva de cada una de las logias. Entonces a Vizcarra se le encomienda la redacción de un programa, que él muy astutamente inserta en el primer número del diario a fin de evitar los titubeos con respecto a su propuesta, y como no obtiene contestación sobre la autorización de la publicación por parte del S.:G.:M.:, decide tomar el silencio como una respuesta aprobatoria, cometiendo el grave error de plasmar el nombre “profano” de Joaquín Miró Quezada en el número uno de la publicación, quizás el único que vamos a encontrar a lo largo de la lectura del periódico, ya que después del incidente se le prohíbe terminantemente colocar nombres, mas sí seudónimos o iniciales como es costumbre milenaria en la Logia.

El Heraldo Masónico: Aspectos Formales.

El Heraldo Masónico es de formato pequeño a comparación con los diarios más conocidos de la época. Mide 30 cm de alto por 20 cm de ancho, pero como diría en un párrafo un miembro bajo el seudónimo de Horacio en el número cuatro de la publicación: “El Heraldo pues, si es pequeño en sus dimensiones, es inmenso en su valor y en la fe que tiene de que la justicia triunfará por mas tenaz y asiduo que sea el empeño de los egoístas”. No tiene en su publicación mayor ornamento, y las noticias están distribuidas en cuatro carillas divididas a dos columnas cada una. Como lo habíamos señalado anteriormente, el primer número es publicado el 1º de febrero de 1862, en la que los redactores del diario nos dicen lo siguiente:

“Extendida como está la masonería por todo el orbe, y habiendo penetrado su influencia tanto en el alcázar de los reyes como en la humilde cabaña del labrador, no puede menos que reputarse como el símbolo de la igualdad. Una asociación en el que el más grande es el más virtuoso, una asociación que con tanta sabiduría ha combinado un lenguaje por el cual se comprenden el chino, el etíope, el árabe(...) y en fin, todos los iniciados de cualquier país(....) y sin embargo de eso, ninguna publicación periódica se ha establecido en el Perú para lanzar al dominio público la esencia del masonismo, trabajo que no comprendemos por qué causas no ha sido emprendido por los ilustrados masones de nuestra república, cuando los estados de la culta Europa y Unión Americana, hace algunos años que sostienen varios con un éxito brillante. ¿Y nosotros pretendemos llenar ese vacío?. Sí, porque confiaos en el vigor de nuestro corazón y en nuestra incontrolable voluntad...”[2].

Salía a la venta los días sábado de cada semana, y la suscripción costaba dos reales en pago adelantado y los números extras a medio real cada uno “para que los escasos de fortuna puedan obtenerlo sin ningún sacrificio”. Los puntos de suscripción eran en Lima, la Imprenta de SS. Alfaro y Cía., calle Baquíjano 180, la tienda de Juan Justo Díaz en la rivera inmediata a la puerta de palacio, y en el Callao se podían suscribir en el escritorio de Joaquín Miró Quezada, esquina de San Antonio, en el almacén de útiles de escritorio en la calle del Comercio y en la Imprenta de “El Chalaco” de Gómez y Aparicio, calle Pescadores número 128, que era también la de El Heraldo así como de otro periódico del mismo nombre que salió en el año de 1861 y se dejó de editar en el 1863.

Estaba formado por las secciones Editorial, Revista de la Semana, Inserciones y Avisos Generales en los que mayormente avisaban cuáles eran los días de tenida de los altares superiores y logias simbólicas. Como lo dijimos anteriormente, sus redactores y colaboradores se mantenían en secreto utilizando tanto seudónimos (como por ejemplo Astrea, Tuval, Fco. Atico, Demóstenes, Caupolicán, etc) o empleaban las letras iniciales de sus nombres siguiendo una costumbre ancestral, originada en las persecuciones que sufrían los masones por parte de la iglesia, y ya entrando en el siglo XIX, los masones del Perú debido a sus manifestaciones libertarias. Sólo años después según afirmación de Evaristo San Cristóbal se descubriría que el editor del periódico era Juan Manuel del Mar, el serenísimo Gran Maestre de la Orden y quien también era primer Vice-Presidente de la República y Vocal de la Corte Suprema de Justicia.

El Heraldo Masónico era un periódico doctrinario, incluso considerado en su género como algo exótico en el periodismo nacional. Sin embargo, a pesar de mantener diáfano su objetivo esclarecedor, su respeto por los secretos de la organización hacia los no miembros que no habían sido iniciados según la costumbre, no quería dejar de publicar algunos eventos masónicos de importancia para los miembros de la Logia más que para los profanos: “El Heraldo quiere registrar semanalmente todos aquellos sucesos masónicos, que por su importancia no merezcan ser consignados en los largos artículos, pero que no dejan por eso de tener algún interés. Con este fin abre sección especial, à que los HH.: sectarios de los altares de Lima y el Callao, tendrán la atención de remitir, bien los datos, ó los escritos arreglados para entrar en prensa; esto aparte de las noticias que el encargado de La Revista, pueda adquirir por sí”[3].

Es así, y siguiendo con este objetivo, que en el poco tiempo que el periódico que estuvo vigente (sólo contó con 24 números e hizo su última aparición el Sábado 19 de julio del mismo año), que puso dos veces su columnas de luto, con una pequeña ilustración debajo del título en el que aparecía una tumba bajo la sombra de un árbol y de la luna. La primera vez fue el viernes dos de mayo, tras la muerte de Teniente de Serenísimo G.: M.:, don Julio Manuel del Portillo, y la segunda vez, quizás la más sentida fue tras la muerte del Serenísimo Gran Maestre Juan Manuel del Mar, quien ostentaba el grado 33 dentro de la logia, y del que se cree es el presunto director del periódico. Tras este acontecimiento, en el Heraldo Masónico nos cuentan lo siguiente:

“Los grandes dignatarios de la Masonería Peruana van desapareciendo: hace pocos días que el Teniente del G.: Maestre pasó a la vida eterna; y hoy tenemos que lamentar una nueva desgracia. El serenísimo G.: Maestre de la orden murió también, casi en el mismo instante que era relevado del puesto que ocupaba, por elección hecha conforme a las leyes masónicas (...) era en lo profano primer Vice-presidente de la República y Vocal de la Corte Suprema de justicia”[4]

En los números posteriores, y ya los últimos, el Heraldo le hace una necrología a su Gran Maestre, para lo cual piden a todas las personas que le puedan aportar datos, por favor, los hagan llegar a las instalaciones del semanario

Comentario acerca de los contenidos

Respecto a los contenidos podemos decir que el Heraldo Masónico cumplió con el compromiso tomado y dado a conocer al público tras el primer editorial. El público lector de este semanario se entera, tras la lectura de sus columnas, mucho más acerca de la masonería en el Perú, lo necesario según desde el punto de vista de los miembros de la logia. Las diversas columnas que nos hablan sobre el origen de la Masonería, la influencia de la Masonería en Latinoamérica y en el Perú, así como el comentario de las obras que se dedican a desprestigiar a la masonería, sirven para este fin. Ellos le dicen al lector cosas como que “han pasado 40 años desde que la masonería vino al Perú y que cuanta hasta el presente año con más de 20,000 afiliados”, que la masonería “no es una secta opuesta á la religión del Crucificado, como falsamente propalan nuestros enemigos los jesuitas” y que “son tan antiguos como la creación (...) lo que se confirma con la letra de los libros santos, que dejan vislumbrar la existencia del masonismo desde que hubieron hombres en la tierra”.

El Heraldo Masónico es también usado como una herramienta ideológica. Desprestigia a sus enemigos, y trata de persuadir a los lectores acerca de la corrección de sus doctrinas.

Es ya conocido que masones y jesuitas, a pesar de que ambos ayudaron en los movimientos independentistas en América Latina, tenían una rivalidad muy grande. Desde el primer número de El Heraldo, y con el fin de “defenderse” de las constantes acusaciones que estos les hacían, sacan una columna que trata de “desmentir a esta congregación”, según ellos como un acto de defenderse de sus enemigos. Se expresan del jesuitismo a través de una columna hecha a colaboración de un lector que había abandonado los templos masónicos de la siguiente manera:

“El masonismo y el jesuitismo: he aquí dos grandes epopeyas; la una proclama la libertad, la tolerancia, la otra el oscurantismo, la concentración de la idea; la primera llama á su seno á todos los hombres virtuosos de cualquier país y religión que sean; la segunda busca con diligencia el talento para dedicarlo a un solo objeto que es la comodidad de los asociados y la intervención en los gobiernos políticos de los pueblos; aquella circula por el orbe predicando el amor á la virtud y el odio al vicio, ésta recorre también toda la tierra proclamando en alta voz las virtudes evangélicas, pero mirándolas en secreto para locupletar de oro sus arcas. El masón ama los principios; el jesuita es idólatra de los resultados; y mientras que el primero contribuye con su peculio al sostenimiento de la orden masónica y parte su pan con el necesitado, el último explota á la sociedad, que crédula y timorata, le constituye árbitro de su corazón, de sus bienes y su conciencia...”[5]

En sus líneas, también hay una inserción muy curiosa. El discurso pronunciado por Rousseau cuando éste toma el cargo de Gran Maestre de la logia. Éste no sería el primer discurso insertado en el Heraldo. A través de sus diferentes números podemos leer discursos de discusión acerca de un tema, los discursos pronunciados por nuevos miembros de la logia y por los encargados de darles la bienvenida a éstos, así como aquellos pronunciados tras la muerte de alguien cercano a la masonería. La oratoria era un tema fundamental en el Heraldo, y en sí, dentro de Logia. Los temas de reflexión acerca de lo social, o asuntos filosóficos tampoco era dejado de lado. Tenemos por ejemplo una columna que nos habla del principio de la perpendicularidad, así como artículos de más de un número que hacen referencia al tema del matrimonio y los amigos. La literatura, muy ligada al periodismo de la época, se hacía presente a través de poemas de carácter filosófico. La que escribía estos era una mujer.

Habían también avisos que ellos calificaban como “de alto interés masónico”. Es así y mediante este medio que informan a su comunidad la intención de organizar la masonería Latinoamericana bajo una misma institución. También informan sobre los días de tenida en las Logias de Lima y Callao, así como la muerte, como ya lo había mencionado antes, de sus dos principales representantes.

NOTAS
[1] Citado por: El Heraldo Masónico (2ª época). Edición Extraordinaria conmemorativa de su primer centenario. Editada por la R.: L.: S.: Cruz Austral Nº 12. Nº 3. Página 38. Lima, 28 de mayo de 1965.
[2] El Heraldo Masónico. Callao, Sábado 1ª de febrero de 1862. Año I, Nº1, s/p.
[3] El Heraldo Masónico. Callao, Sábado 8 de Febrero de 1862. Año I, Nº2, s/p.
[4] El Heraldo Masónico. Callao, Sábado 23 de junio de 1862. Año I, Nº 21, s/p
[5] El Heraldo Masónico. Callao, Sábado 15 de febrero de 1862. Año I, Nº 3, s/p.
[6] El Heraldo Masónico. Callao, Sábado 15 de febrero de 1862. Año I, Nº 3, s/p.

1 comentario:

Nohely Tréneman dijo...

La información colocada fue sacada de mi blog personal conociendo el ensof. Pido por favor citar la fuente original respectiva, y luego publicarla en su blog sin ningún problema