Santiago Río abordará la historia de esta corriente de pensamiento en el Aula de Vocento de Bilbao El investigador es asesor del Maestro de la Gran Logia de España.
GERARDO ELORRIAGA/BILBAO
Hace cuarenta años, Santiago Río buscaba respuestas para sus grandes dudas existenciales. En Francia le aseguraron que el único lugar donde se podía introducir en el mundo iniciático sin que le tacharan de demente era la masonería. Se introdujo en esta sociedad a pesar del riesgo que comportaba la oposición del régimen. «Mi familia y yo hemos recibido graves amenazas escritas». Actualmente es asesor del Gran Maestro de la Gran Logia de España y ha colaborado con el periodista Jorge Blaschke en la redacción de 'La verdadera historia de los masones', un libro que analiza esta antigua sociedad y su pensamiento, la relación con la política y la religión. «Llega justo hasta el estadio anterior a la fe, porque se trata de una obra completamente humana». Mañana expondrá en el Salón El Carmen de Bilbao la historia de dicha comunidad en una cita del actual ciclo de encuentros de El Aula de la Fundación Vocento.
Según explica, todas las corrientes que la integran participan de este deseo de impulsar la evolución del hombre a través de su iniciación espiritual. «Pretende mejorar al hombre mediante un estado modificado de la conciencia, que deje el mundo real y entre en otro mágico, como Alicia al traspasar el espejo». En nuestro país, la tendencia mayoritaria se denomina la Gran Logia de España y sigue la obediencia inglesa, también conocida como regular porque responde a los orígenes, que se remontan a 1717. Existen otras líneas como la del Gran Oriente, fiel a la tradición francesa. «Entre otras diferencias, la rama principal prescribe que se ha de creer en el Gran Arquitecto del Universo, definición masónica de Dios, y se trabaja con un libro sagrado, ya sea la Biblia, el Corán o la Torah, mientras que otras no exigen esta condición, son masculinas, femeninas o mixtas».
«Grandes desconocidos»
El conferenciante apunta que la mayoría de los miembros pertenece a alguna confesión. «Yo soy católico practicante y el anterior arzobispo de Canterbury se integró en la masonería británica». Niega que se produzcan tensiones con la Iglesia. «No ha habido pugnas de tipo teórico, más bien se ha tratado de un conflicto por la influencia en la sociedad». Sin embargo, el Código Canónico preconciliar excomulgaba a sus miembros. Aun hoy, señala que existen ciertas reticencias en algunos sectores eclesiásticos, «pero en general el problema está superado».
No obstante, la situación en España todavía no se ha normalizado y confiesa que tan sólo en los últimos cuatro años se ha conseguido un funcionamiento normal. «Somos los grandes desconocidos, pocos, pobres y mal avenidos». Aplicando las proporciones de otros países occidentales, debería haber unos 50.000 seguidores, pero cuentan no más de 3.000, una cifra que achacan a las consecuencias de la represión franquista. A ese respecto, Río no cree que su criminalización estuviera causada por el doble rechazo de la solicitud de ingreso del general. «Una interpretación infantil de conflicto», alega. «Lo cierto es que la masonería y los regímenes totalitarios resultan incompatibles».
Tras la cárcel, el exilio y la clandestinidad acosada, el regreso a la democracia no supuso la inmediata aceptación. «Tuvimos que llegar hasta el Tribunal Supremo para conseguir la legalización porque el ministro Rodolfo Martín Villa nos denegó el registro». Las organizaciones nacionales ni siquiera han recibido compensaciones por las incautaciones sufridas, aunque las víctimas, en opinión de Río, reclaman fundamentalmente una reparación moral. «Se presentó una proposición en el primer gobierno socialista y fue a la papelera».
Ahora confían en otra iniciativa similar gestionada por Esquerra Republicana de Cataluña, un partido al que atribuye raíces masónicas por la vinculación expresa de anteriores presidentes de la Generalitat como Lluís Companys y Francesc Macià, y su ilusión es la creación de un museo que reúna toda la documentación expoliada, la recogida en el Archivo Nacional de Salamanca y otros depósitos, para facilitar el trabajo de los historiadores. A pesar de esta discriminación, el autor revela en su obra una sorprendente aportación de la masonería: «España entró en el Consejo de Europa gracias al apoyo de los socios masónicos de la institución, pero no se puede hablar de 'lobby' ni de estrategias ni conspiraciones. Eso son inventos del 'TBO'».
Genios masones
La situación es muy diferente en Estados Unidos, donde hay seis millones de afiliados. Los norteamericanos no olvidan señalar esa pertenencia a la masonería cuando redactan los currículos laborales. «Porque allí se identifica a sus miembros con hombres rectos, de buenas costumbres y preocupados por el conocimiento, mientras que aquí, sí lo mencionas, te pueden echar a la calle». Sin embargo, en los últimos años las logias nacionales han experimentado un creciente número de demandas de inscripción. «Tal vez por la influencia del cine y las novelas esotéricas», aduce.
No se realiza ninguna criba para acceder al colectivo. «Únicamente se precisa ser mayor de edad, tener buenas costumbres, ser un hombre libre, aunque este requisito implica un concepto muy amplio, y mantener una posición económica normal, porque si estás preocupado por tu subsistencia no puedes preocuparte de estos temas. El perfil del socio se corresponde con el de un individuo de clase media entre los 40 y 45 años, casado y con hijos, con buen nivel cultural e inquietudes personales. «Se ha vinculado la masonería con el genio, pero formar parte de ella no hizo Nobel a Santiago Ramón y Cajal. Lo era y entró en la sociedad. También Wolfgang Amadeus Mozart era un genio antes, aunque sus composiciones posteriores a su entrada fueron diferentes».
La célula soberana es la logia y su nombre remite a las dependencias en las que se reunían los artesanos que tomaban parte en la construcción de las catedrales góticas. «Los templos efectúan una labor similar a la que nosotros intentamos, a esa búsqueda de la modificación en la conciencia. Los vidrios de colores llevan a cabo la sugestión de la vista, el canto gregoriano, el oído, el incienso, el olfato, y la atmósfera de sosiego te aleja del exterior, te anima a pensar y creer en un misterio». Como la masonería, requiere una predisposición, pero no anular la iniciativa del sujeto. «El trabajo es individual y voluntario, no sofronizamos ni coartamos a nadie».
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