La masonería, como asociación humana dedicada al progreso integral de sus miembros, y encauzada a brindar dicho progreso a la humanidad en general, promueve sus mejores esfuerzos en lograr que la comunidad y cualquier país donde funciones, reciba estos beneficios y estimule su propia evolución.
Ofrece un “ideal de vida” que para alcanzarse, cada miembro precisa asumir y aplicar en sí mismo, objetivos y aspiraciones, un catálogo de virtudes a perseguir y todo un protocolo formativo, cuyas fórmulas rituales le armonicen toda la instrucción simbólica que va recibiendo, de tal modo que asimile en forma conjunta: conocimiento, razonamiento y reforzamiento de sus convicciones particulares.
Sin embargo, la masonería ofrece varias opciones formativas para alcanzar tal ideal de vida, que permiten a cualquier persona en el mundo, aprovechar las virtuosas herramientas masónicas, desde un particular modo de ver y hacer las cosas, y sobre todo, acorde a su particular forma de entenderlas.
Estas opciones formativas se canalizan en los protocolos rituales y dinámicas de instrucción, las cuales en forma genérica de denominan: “ritos”.
Los ritos entienden un complejo estructural compuesto por diversas fórmulas ceremoniales y reglas específicas que tratan de brindar a su asociado una instrucción completa desde su iniciación, hasta alcanzar el último grado que los conforma, y aunque existen varias similitudes entre ellos, también hay marcadas diferencias que le otorgan peculiaridades específicas.
Ningún rito es mejor que otro, como alguien erróneamente ha llegado a creer, pues de un rito a otro sólo existen las diferencias protocolarias propias de una visión de un sector de la masonería mundial, que de una u otra forma trata de llegar a los mismos objetivos que persiguen los miembros de cualquier otro rito masónico.
Algunos miembros han llegado a argumentar formas comparativas entre rituales, con la chauvinista finalidad de declarar cierta supremacía de un rito sobre otros; y lo único cierto, es que las diferencias evolutivas de los diversos ritos son relativas, y proporcionales al esfuerzo específico que los miembros de cada rito ofrecen dentro de sus logias, cuerpos capitulares, supremos consejos, grandes capítulos, distritos, estados o países donde funciona la masonería.
Históricamente, a lo largo y ancho del universo, se ha contabilizado la existencia de más de un centenar de ritos masónicos, ofreciendo en su conjunto más de sesenta grados o niveles de instrucción; actualmente, al parecer sobreviven aproximadamente menos de veinticinco de ellos.
Pero tan sólo dos ritos concentran más del 90% de la Masonería en pleno funcionamiento. Estos dos ritos predominantes son el “Rito Escocés Antiguo y Aceptado” y el “Rito York”.
Ofrece un “ideal de vida” que para alcanzarse, cada miembro precisa asumir y aplicar en sí mismo, objetivos y aspiraciones, un catálogo de virtudes a perseguir y todo un protocolo formativo, cuyas fórmulas rituales le armonicen toda la instrucción simbólica que va recibiendo, de tal modo que asimile en forma conjunta: conocimiento, razonamiento y reforzamiento de sus convicciones particulares.
Sin embargo, la masonería ofrece varias opciones formativas para alcanzar tal ideal de vida, que permiten a cualquier persona en el mundo, aprovechar las virtuosas herramientas masónicas, desde un particular modo de ver y hacer las cosas, y sobre todo, acorde a su particular forma de entenderlas.
Estas opciones formativas se canalizan en los protocolos rituales y dinámicas de instrucción, las cuales en forma genérica de denominan: “ritos”.
Los ritos entienden un complejo estructural compuesto por diversas fórmulas ceremoniales y reglas específicas que tratan de brindar a su asociado una instrucción completa desde su iniciación, hasta alcanzar el último grado que los conforma, y aunque existen varias similitudes entre ellos, también hay marcadas diferencias que le otorgan peculiaridades específicas.
Ningún rito es mejor que otro, como alguien erróneamente ha llegado a creer, pues de un rito a otro sólo existen las diferencias protocolarias propias de una visión de un sector de la masonería mundial, que de una u otra forma trata de llegar a los mismos objetivos que persiguen los miembros de cualquier otro rito masónico.
Algunos miembros han llegado a argumentar formas comparativas entre rituales, con la chauvinista finalidad de declarar cierta supremacía de un rito sobre otros; y lo único cierto, es que las diferencias evolutivas de los diversos ritos son relativas, y proporcionales al esfuerzo específico que los miembros de cada rito ofrecen dentro de sus logias, cuerpos capitulares, supremos consejos, grandes capítulos, distritos, estados o países donde funciona la masonería.
Históricamente, a lo largo y ancho del universo, se ha contabilizado la existencia de más de un centenar de ritos masónicos, ofreciendo en su conjunto más de sesenta grados o niveles de instrucción; actualmente, al parecer sobreviven aproximadamente menos de veinticinco de ellos.
Pero tan sólo dos ritos concentran más del 90% de la Masonería en pleno funcionamiento. Estos dos ritos predominantes son el “Rito Escocés Antiguo y Aceptado” y el “Rito York”.
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