CESAR URBIETA PEÑA
No puede haber cosa mejor que la calificación debida de un candidato para la admisión en los misterios de la Francmasonería, la capacidad necesaria de un masón que busca el adelanto a un grado más alto, son los dos grandes baluartes que protegen la pureza e integridad de nuestra Institución.
En efecto, no se cual es más perjudicial: - Admitir un solicitante que es indigno, o promover un candidato que es ignorante de sus primeras lecciones, el primero afecta lo externo, el otro el carácter interno de la Institución; uno lleva el descrédito de la orden entre los profanos, quienes nos señalan con frecuencia, con sospecha y disgusto; el otro introduce la ignorancia e incapacidad en nuestras filas y deshonra la ciencia de la Masonería en nuestros propios ojos. El uno cubre nuestros muros con piedras imperfectas y despreciables, que dañan la hermosura externa y deterioran la fuerza de nuestro templo; el otro nuestros departamentos interiores con confusión y desorden, y deja el edificio, aunque exteriormente fuerte, ineficiente e inapropiado para los usos a que se destina
Pero, aun al mismo candidato, un adelanto precipitado es también, con frecuencia perjudicial y acarrea los más desastrosos efectos. Así en la Geometría como en la Masonería, no hay un “camino real”a la perfección.
Un conocimiento de sus principios y su ciencia y en consecuencia un conocimiento con sus bellezas, pueden solo adquirirse con 8un estudio largo y diligente. Al observador descuidado ofrece a menudo a primera vista, mucho para atraer su atención o asegurar su interés. Puede privarse al oro, por manipulación cuidadosa, del negro despreciable metal que le cubre y envuelve, antes de que su lustre metálico y valor puedan verse y apreciarse.
De esto resulta que el candidato que precipitadamente pasa por su grado sinun debido examen de la moral y fines intelectuales de cada uno, llega a la cima de nuestro edificio sin la necesaria y debida apreciación de la simetría general y relación que constituye el sistema completo. El candidato asi precipitado por los elementos de nuestra ciencia, y sin preparación, para el conocimiento de sus principios fundamentales, para la recepción y comprensión del corolario que ha de deducir de ellos, encuentrase apto para observar todo el sistema como “una masa ruda e indigesta”, de ceremonias frívolas y conceptos pueriles, cuyo valor intrínseco, en ningún modo adecuado remunerable su tiempo y molestia, así como el gasto incurrido en su iniciación forzada. Entonces para él, la Masonería es incomprensible, como lo era la estatua de Isis cubierta con su velo hacia sus adoradores ciegos y en consecuencia llega a convertirse, en un zángano inútil en nuestro colmenar, o precipitadamente se retira con el disgusto de haber tenido participación en nuestras labores.
Pero el candidato que con un paso lento y penoso, ha proseguido al través de cada departamento de nuestro templo místico, desde su pórtico hasta su santuario, deteniendose en sus progresos para admirar sus bellezas y estudiar los usos de cada una, aprendiendo mientras avanza, “línea sobre línea y precepto sobre precepto”, es gradual e imperceptiblemente infundido en grande admiración por la Institución, tanto por el amor a sus principios, como por la apreciación justa de su designio como inconservador de la verdad divina, y un agente de la civilización humana, hasta que al fin, se siente inclinado al contemplar el conjunto hermosos del edificio acabado, y exclama entonces como lo hizo la admirada Reina de Sheba; “Un Maestro Excelentísimo debe haber hecho todo esto”.
Es costumbre en nuestra Obediencia, cuado las preguntas que se hacían en los rituales de si el candidato tenia la capacidad conveniente en su grado precedente, se contesta, “tales como el tiempo y las circunstancia lo permitan”. No dudo que esta fue una innovación originalmente inventada para evadir la ley.
A tal cuestión no hay otra respuesta que deba darse que la positiva e inequívoca “si la tiene”. Ni el “tiempo ni las circunstancias” deben permitirse interponerse en la consecución del conocimiento necesario, pues ni su ausencia debe ser la excusa. Esto, con un reglamento nuevo y sano, que requiere un intervalo entre la colocación de los grados, remediara en mucho el mal del adelanto precipitado e incalificado, del cual los Masones inteligentes se quejan ahora.
Después de examinados estos puntos sobre la necesidad de un examen cuidadoso en los derechos de un candidato para su adelanto en la Masonería, y la necesidad, para su propio bien como para el de la Orden que cada uno debería prepararse debidamente para esta promoción, deberíamos inquirir en seguida de las leyes de la Masonería, por las cuales la sabiduría la experiencia de nuestros predecesores han creído prudente guardar, asi como los dereachos de todos aquellos que desean su adelanto, como los intereses de la Logia a quien recurren para obtenerlo.
Este asunto ha sido extensamente tratado en El libro de texto de jurisprudencia Masonica de Mackey.
Y sobre el mismo podemos sacar a modo de síntesis que generalmente estos indiscriminados y poco analizados aumentos de grado nos hacen recordar al prevendarismo existente en el mundo profano, tan degradado en virtudes, con el triste afán de lograr un protagonismo que no se es capaz de conseguir con el trabajo honesto y el merito que solo lo dan los hermanos que valoran estas cualidades con observaciones puntuales, que los maestros ajenos a estos hechos ya no saben que contestar.
El daño que causan estos actos hacen que muy buenos HH:., cumplidores de sus responsabilidades en cualquier puesto y que con sacrificio cumplen con sus obligaciones, se vieran como burlados al sentirse hechos a un lado, por amiguismos o favores profanos y estos dejen la Orden indignados y tristes, o lo peor, con una visión distorsionada de la Masonería.
Con el fin de que nuestras autoridades y maestros mayores ayuden a una mejor formación y un justo premio a los queridos HH:., así como un mejor control en la calidad de los propuestos mas la responsabilidad de los proponentes, creo que estos son legítimos reclamos que albergan los HH:., que aspiran que la Masonería vuelva a ser el Arte Real.
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