En las Transactions de la Quatuor Coronati Lodge – la más importante publicación masónica británica en los últimos cien años- fue publicada, en su volumen 116, una nota del Hermano R. A. Gilbert a propósito de la obra de Dan Brown “El Código Da Vinci.
No se trata de una posición formal de la Gran Logia Unida de Inglaterra, sino de la opinión del autor; sin embargo se trata de un comentario significativo, especialmente ante la carencia general de trabajos masónicos sobre un fenómeno tan particular que ha desatado infinidad de polémicas.El hermano Jorge Sanguinetti ha traducido la nota, lo que nos ha permitido acceder a su contenido.
Afirma Gilbert que cuando Michael Baigent y sus dos colaboradores (Richard Leigh y Henry Lincoln) publicaron “The Holy Blood, The Holy Grial” en 1982, esperaban la aprobación popular y la burla universitaria. El público –siempre más afecto a creer las fantasías que la realidad- adhirió de inmediato al planteo de la obra y la convirtió en un best-seller.
Sin embargo –escribe Gilbert- tal éxito conllevó su castigo. Puesto que la tesis central –la supuesta ascendencia de Cristo y el oculto Priorato de Sion encargado de proteger tal secreto– fue demolida por el mundo académico y considerada lamentable. Aun así, y como consecuencia de la adhesión de un ávido público inclinado a esta literatura, la obra provocó un torrente de varios derivados pálidos y demenciales. El común denominador de todos estos libros es el deseo de escribir de nuevo la historia según las grotescas fantasías de sus autores, y la salvaje actitud de no aceptar la realidad de la historia documentada. Son también extensamente leídos y generalmente aceptados como la verdad misma: pero ahora han logrado su apoteosis en un trabaja de evidente ficción.
Dice el H:. Gilbert:
“Hay que admitir sin embargo que el H:. Baigent y sus co-autores sinceramente creían en sus tesis, pero es impensable que Dan Brown crea una sola palabra del su libro, porque El Código da Vinci está plagado de errores tan evidentes que tal catálogo de absurdos no puede ser digerido ni creído por cualquier autor racional y cultivado. La espeluznante novela está basada en la supuesta existencia del Priorato de Sion, pero de ninguna manera puede considerársela como testimonial: el pobre H:. Baigent ha puesto un nombre (por medio de un absurdo anagrama) al retorcido y criminal villano. Tampoco el libro responde a las sicofantes reseñas impresas en las solapas. No es ni “una obra maestra” ni es “cautivante” – es simplemente una novela de terror vulgar y previsible en la que subyace un alegato especial e irritante. En detalle, no contiene una”presencia masiva de información histórica y académica”. Entonces ¿Porqué molestarse en reseñar tal libro? Lamentablemente hay buenas razones, pero es necesario exponer primero los formidables errores que contiene. Voy a concentrarme en las áreas de mayor interés para nuestros lectores, pero es necesario destacar que los errores no se limitan a lo histórico, masónico o similar: se extienden, por ejemplo, a la biografía, la crítica de arte, la ciencia, las religiones comparadas, el simbolismo, la arqueología, la arquitectura y los estudios bíblicos.”
“El Código da Vinci comienza con una página titulada Hechos en la que el autor afirma que el Priorato de Sion ... es una organización real y que todas las descripciones de sus obras de arte, arquitectura, documentos, reglas y ritos secretos señalados en el libro son exactas. No es así, y no son así. Consideremos primeros los rituales secretos: las formas ceremoniales del Priorato de Sion no provienen de Dossier Secreto que se pretende que los demuestran, sino de la versión fílmica de Dennis Wheatley The Devil Rides Out. Y respecto de los dossiers no han sido nunca autenticados por nadie, ni tampoco por muchos especialistas y no pueden confirmar incontrovertiblemente nada en absoluto.
Pasemos ahora a considerar algunos de los errores históricos. La Biblia no fue compulsada por el pagano emperador romano Constantino el Grande: el Canon de las Escrituras fue establecido en el siglo segundo después de Cristo. Los Rollos del Mar Muerto no contienen ningún evangelio cristiano, y los códigos de Nag Hammadi no son rollos sino hojas sueltas. Y respecto de temas religiosos, los estudiosos de la Biblia se sorprenderán mucho leyendo que el sagrado nombre de Dios – YHWH – de hecho deriva de Jehová, andrógina unión física del masculino Iah y el pre-hebraico nombre de Eva, Havah. Tal vez sí en la ficción, pero no en la realidad.
Inevitablemente llegamos ahora a los Caballeros Templarios. Para el Sr. Brown eran, por cierto, paganos y heréticos, borrados del mapa en un día en 1307 (pasando gentilmente por sobre una década de alegatos y juicios) por el Papa Clemente. Presumiblemente Súper Papa por que parece que ha muerto y enterrado cientos de Caballeros Templarios y que se ha asegurado que los quemados en el cadalso – por cierto en Paris en el mundo real – fueron arrojados sin ceremonias en el río Tiber.
Luego Brown viene a Inglaterra. La arquitectura de la Iglesia del Temple en Londres es pagana hasta la médula, y además pocos saben lo que hay allí. Excepto por la multitud de turistas que vienen a verla. La capilla Rosslyn fue diseñada y construida por los caballeros Templarios en 1446 como una copia exacta del templo de Salomón en Jerusalén; tiene una amplia cámara subterránea desconocida hasta hace muy poco; y está precisamente sobre el meridiano norte-sur que pasa por Glastonbury. Todo lo cual es completa basura, como lo confirman cualquier guía o atlas.
La Masonería es tratada de igual manera ridícula. Uno de los secretos mejor guardados en la primera hermandad masónica era el uso de una piedra angular para construir un arco de bóveda – posiblemente secreto sólo para ciegos – mientras que en la Francmasonería el ascenso de los miembros a los altos grados requiere demostrar que pudieron guardar un secreto y realizar rituales y variadas pruebas de merecimiento durante muchos años. La tarea prosigue cada vez con mayor dificultad hasta el exitoso ingreso al grado 32. Sorprendente revelación, especialmente para los masones norteamericanos que ¡ascienden desde la iniciación hasta el escocismo en un fin de semana!
La letanía de absurdidades se puede extender lamentablemente a lo infinito, por tanto pasemos a ver aspectos racionales. El Código da Vinci – recuerde que es una evidente ficción – ha llegado a ser un best-seller mundial, aprobado por una hueste de reseñadores no calificados y por camaradas autores del gremio de escribir best-sellers. No solamente es extensamente leído: su tesis central – la existencia y propósito del Priorato de Sion – es extensamente creída por un público ignorante e incapaz de crítica. La ignorancia abarca los temas templarios y masónicos de la novela. Ahora muchos nos ven, por cortesía de libros tales como el Código de Vinci, como una sociedad secreta dedicada a promover una agenda oculta y subversiva orquestada por sus intrigantes y heréticos miembros. Desleal e injusto será, pero así nos perciben y mucho debería preocupar a nuestras mentes. Si no enseñamos al público – del que provienen nuestros candidatos potenciales – sobre la naturaleza real e histórica de la Masonería, entonces tendremos que desaparecer en la sombra de nuestras glorias pasadas, o enfrentar un aún peor escenario: ser inundados por candidatos que desesperadamente quieran que la ficción sea realidad.
R. A. Gilbert, Ars Quatuor Coronatorum, Volumen 116, Review pp. 286-7.
Traducido por J. Sanguinetti
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