Por: FRANCISCO ROMÁN RUÍZ
Me preguntas ¿Qué es la GRIPA o TOCAMIENTO? Déjame contarte lo que una vez un hombre respondiome a la misma pregunta. Me dijo: "Yo no sé que es GRIPA o TOCAMIENTO, sólo sé que cierto día encontrándome en un campo de concentración como prisionero de guerra, fui conducido con los ojos vendados a lo que supuse era un sótano, por las veinte o treinta gradas que me hicieron bajar antes de continuar por un pasillo de cien metros de largo aproximadamente, donde al abrirse una puerta de fierro me introdujeron a empellones que me hizo trastabillar y golpearme contra el suelo. Me quite la venda... pero todo era tinieblas. - ¿Habré perdido la vista? - me pregunté mientras tanteaba a mi alrededor para darme una idea del lugar donde me encontraba. Era un recinto de un metro y medio de ancho por tres de largo, su altura, nunca pude calcularla. Me pregunté una y mil veces lo que había hecho para merecer esta orfandad. –Tal vez- me repetí, -he sido un hombre negativo para la sociedad, un mal padre, mal hijo, mal hermano, mal amigo-. -Ya sé- me dije, estoy muerto y no logro darme cuenta... pero no puede ser... no es así como he concebido la muerte, además, puedo tocar mi cuerpo, mis piernas, mi cabeza y estoy hablando. Estoy prisionero, claro, pero ¿solo?-. Instintivamente levanté los brazos y busque por todos los rincones algo o alguien que me dijera cualquier cosa. Encontré la puerta, era rectangular, y en su parte inferior provista de una ventana pequeña de unos quince centímetros de alto por veinte de ancho, que no se porque razón dejaron abierta los primeros días. Introduje mi enflaquecida mano en la ventana con mi afán de coger lo que hubiera afuera... mas no encontré nada. –tiene que haber alguien afuera- concluí esperanzado –un soldado... alguien que hable-. -¿Quién esta allí?- grite las veces que pude sin encontrar respuesta. –Hable por favor- insistí desesperado con la misma suerte. Llore y llore de impotencia hasta convencerme que nadie me contestaría... que estaba solo... sin saber donde. –Bien- grité nuevamente impaciente –voy a quedarme solo ¿no?, pues no me importa que me contesten, quédense callados si quieren.- -¡Dios mío!- murmuré sorprendido -¿Con quien estoy hablando?- Seguí llorando, total, era lo único que podía hacer en esos instantes de frustración, sin embargo, en un arrebato de orgullo me dije a mi mismo -¿No eres lo suficientemente hombre para enfrentar esta situación?, entonces, sal adelante. Me senté con las piernas recogidas y los brazos anudados a ellas, y en esta posición me quedé dormido no sé por cuanto tiempo; al despertar en la hora equis de quien sabe que día, y comenzar a hacer preguntas en voz alta, alguien me respondió repentinamente. -¿Quién está aquí?- Pregunté entusiasmado, -¿Dónde estas?... dame tu mano... vamos, dime algo... no tengas miedo, vamos a ser grandes amigos.... ¿Estas aquí conmigo?- El silencio fue la respuesta y respondí con silencio por horas, días quien sabe, transportado a otro mundo del que me hicieron regresar los sordos pasos de alguien que se acercó hasta mi puerta. –Llegó mi hora... me vienen a llevar para ejecutarme- pensé y me avergoncé de mi pesimismo. Dejaron algo debajo de puerta metálica y los pasos se alejaron de mi puerta. -¿Quién está allí?... conteste por favor... este no es el trato que se da a un prisionero de guerra... hable por Dios que voy a volverme loco. El silencio y mis sollozos fueron lo que continuó. Busqué lo que suponía habían dejado debajo de la puerta, era una vasija que contenía algo espeso; no sé si a eso le llamaban comida... pero comí, esa, y las veces que siguieron por espacio de muchos meses, sin olvidar jamás agradecer al Todo Poderoso por su generosidad.
Cierto día, atormentado como siempre por no saber si era de noche o de día, si aun estaba cuerdo o perdiendo la razón, recordé lejanamente algo que hizo decidirme a actuar de modo deferente. Me repetí muchas veces que aun en la adversidad no debía sucumbir mi espíritu. - Desde "mañana" trataré de ser un hombre alegre- me dije recordando el buen humor que me caracterizara antes de la guerra. Al "día siguiente", es decir cuando desperté, era un hombre inspirado lleno de reminiscencias hermosas. –Oh G.A.D.U., Tú sabes porque me escogiste para vivir esta desdicha. Tu me entregaste tres grandes y pequeñas luces para que jamás viva en las tinieblas. Oh Masón hombres de buenas costumbres que aprendiste a elevar tus pensamientos y tu espíritu en la luz como en la oscuridad; que aprendiste de tus maestros a no sentirte solo jamás, ¿Por qué entonces te acobardas en las horas de prueba? ¿Por qué te sientes solo si nunca lo estuviste... si aun te acompañan tus pensamientos... si tienes la elocuencia de tu soledad. Oh soledad amiga mía, claro que estas conmigo y que he sido un tonto al no evocarte hasta ahora. Así es amiga soledad, no me importa ya que el carcelero que me tiene prisionero me responda, porque tú conversarás conmigo, y a ti, no podrán encarcelarte porque naciste libre y sólo a mi perteneces. Serás soledad mi eterno Oriente y tendrás mi septentrión eternamente iluminado. ¡Oh! Querida Logia Mía. ¿Cómo es posible que recién te recuerde?, ¿Cómo pude olvidar el día que recién nacido me cobijaste? ¡Que privilegio! : ver la primera luz en tus brazos Madre Mía, aprender de ti a balbucear mis primeras letras y a encontrar lo más de la creación en el Volumen Sagrado que me entregaste-.
-¿Os dais cuenta Soledad que he estado ahogándome en un vaso de agua? Nunca estuve solo soledad... nunca. ¿Veis la claridad que percibo? Allí están las dos columnas, tú eres el Oriente, allí la piedra tosca. Dejadme que cuadre el templo en presencia de los obreros que llevo en mi corazón.
Desde ese momento caminé por el recinto de escasos metros cuadrados como si fuera de día. Era definitivamente otro, lleno de espíritu, más elocuente que nunca y menos temeroso de mi futuro.
Cierto día le dije a Soledad que se tapara los oídos porque iba a gritar muy fuerte, y así lo hice: - yo soy FFFFRRRRAAAANNNNCCCCIIIISSSSCCCCOOOO- grite inusualmente y acometí a golpes contra las paredes hasta agotarme, cuando desperté escuche voces en idioma incomprensible que venían de la pared del fondo de la habitación. -¿Eres tú Soledad?-, pregunté. –no soy yo- me respondió mi fiel compañera. Me levanté súbitamente y pregunté con insistencia quien era. Me replicó la misma voz en el mismo lenguaje desconocido. Me acerqué lo más que pude a la pared para captar mejor los sonidos; hablaba sin cesar y respondíanme de igual modo, golpeaba la pared de cualquier forma y me contestaban precipitadamente. Estaba exasperado y con el corazón a punto de estallar; me había prometido desde hacía un tiempo no llorar, pero en las circunstancias en que me encontraba me resultaba imposible no hacerlo. Las voces inconfundiblemente llegaban de la parte baja de la pared, me arrodillé, luego me eché sobre el piso cuándo mi mano chocó con un hueco hasta ese momento desconocido y por el que podía introducir parte del brazo. Era concluyentemente otra celda, y el que hablaba, otro desgraciado prisionero como yo. –yo soy Francisco- grite acercando la boca lo más que puede al hueco, recibiendo excitada respuesta en el mismo lenguaje extranjero. ¿Qué podría interesarme el idioma si lo que buscaba era un indicio de que aun estaba vivo?, además, el lenguaje del alma, del sufrimiento, de los sentimientos, es siempre mas expresivo y convincente que cualquier oratoria. Introduje el brazo y rozó con algo, porfié, y una mano estrechó la mía con patente nerviosismo. -¿Quién eres?- pregunté, y quién sabe lo que respondiome en ese instante. Dos seres olvidados protagonistas del mismo infortunio se encontraron ese día. ¿Cómo te llamas?, ¿De dónde eres?- pregunté sollozante. -¿Eres gringo?... yo soy Latino. ¿Cómo te llamas?... ya sé.... te llamaré "gringo"... eso es... mi amigo "gringo".
Por largo rato nuestras manos permanecieron unidas sellando tal vez y eternizando nuestra amistad y nuestras ansias de vivir. Conversamos de todo en aquellos instantes, y aunque no nos entendiéramos el uno al otro, para mi fue el día de mi vida que mejor entendí al hombre y a la creación entera. Al soltar nuestras manos me senté sonriente y le dije a Soledad que teníamos un nuevo amigo y que estaba seguro que nuestras vidas cambiarían, y que ni el "gringo", ni ella ni yo nos sentiríamos ya solitarios.
¿Cuántas habrán sido las veces que al decir "gringo" él contestara en su lenguaje misterioso y sacara presto su mano por el hueco de la pared? Igual hice yo las veces que él quiso conversar conmigo; y así sucedió, hasta que cierto día toqué la pared en forma desacostumbrada y el me respondió de igual manera, y yo receloso y emocionado repetí el toque y recibí igual respuesta.
-¡GRINGO!- grité incrédulo y me apresuré a llegar al hueco y meter la mano, allí estaba la él esperándome y repitiéndome con su pulgar el toque de reconocimiento entre Masones. ¡Oh gringo! ¡Hermano mío!... Q. H. gringo... que infinita bondad la del G.A.D.U.- le dije entre sollozos y seguro que él musitaba lo mismo. Sentía mi mano humedecida por las lágrimas de aquel desconocido hermano, y el corazón acelerado festejando el feliz descubrimiento.
–Gringo...hermano mío te quiero mucho- gritaba fragorosamente y él respondíame en igual tono. Estaba prisionero, humillado en una mazmorra quien sabe en que parte del mundo, pero me sentía el humano más feliz de la tierra por tener a mi lado a un hermano Masón. Ahora no me importaba el tiempo, estaba con él y se agolpaban veloz en mi memoria los recuerdos de mi Madre Logia, de sus canteras, de sus mosaicos y del G.A.D.U. que me permitiera ingresar a ella.
A partir de esa oportunidad, nuestros saludos cotidianos fueron los toques y baterías masónicos que ensayamos juntos, y que sirvieron para fortalecer nuestros espíritus y hacer que soportáramos con serenidad las tristes horas que nos tocara vivir. Pasó el tiempo y lazos de hermandad con el "gringo" fueron creciendo hasta convertirse en un sólido espiritual indestructible. Nos necesitábamos el uno al otro, nos buscábamos con insistencia y comprendíamonos a la perfección sin necesidad de entender nuestras lenguas.
Uno de esos días llamé como de costumbre con los toques conocidos, pero no obtuve respuesta, insistí desesperado metiendo mi brazo al hueco de la pared... y sólo me respondió Soledad. Insistí una y mil veces... –"gringo" ¿Qué te sucede?... hermano mío responde... ¿Estás enfermo?... acércame tu mano-. Nunca más respondió mi querido "gringo" y en mi alma quedaron enlazadas la tristeza por creerlo muerto y la alegría por imaginarlo vivo.
Terminó la guerra algunos meses después quedando libre para regresar a mi patria; así lo hice, pero antes indagué y busqué a mi querido hermano "gringo" por donde me fue posible sin conseguir siquiera el más minúsculo indicio de su existencia. Ya en mi patria, en mi Logia adorada, me empeñé como nunca antes en armonizar mi espíritu y a trabajar con hondo sentimiento fraterno. Años después me dedicaría a viajar por el mundo entero en compañía de mi única hija y de mis queridos nietos, pero jamás pude olvidar a ese extranjero hermano que me sirvió de columna en mis horas de prueba. Antes de terminar mi relato, permíteme que te refiera un episodio más de mi vida: encontrándome en un pueblo lejano en el interior de Grecia, conocido por la calidad de su producción de frutales, en circunstancias que me disponía a saborear uno de ellos en una tienda de la localidad escuche a mis espaldas una voz inconfundible que conmocionó mis sentidos, giré estremecido para escuchar mejor la voz que jamás podría olvidar y grité con todas mis fuerzas: -"Gringo".
Un hombre dejó caer lo que tenía en la mano, se volteo raudo hacía mi y pronunciando lo que siempre me dijera y que nunca pude entender, corrió al igual que yo y nos confundimos llorando en un abrazo infinito".
Por eso Q.: H.: a tu pregunta igual respondo: "Yo no sé lo que es la GRIPA o TOCAMIENTO".
Me preguntas ¿Qué es la GRIPA o TOCAMIENTO? Déjame contarte lo que una vez un hombre respondiome a la misma pregunta. Me dijo: "Yo no sé que es GRIPA o TOCAMIENTO, sólo sé que cierto día encontrándome en un campo de concentración como prisionero de guerra, fui conducido con los ojos vendados a lo que supuse era un sótano, por las veinte o treinta gradas que me hicieron bajar antes de continuar por un pasillo de cien metros de largo aproximadamente, donde al abrirse una puerta de fierro me introdujeron a empellones que me hizo trastabillar y golpearme contra el suelo. Me quite la venda... pero todo era tinieblas. - ¿Habré perdido la vista? - me pregunté mientras tanteaba a mi alrededor para darme una idea del lugar donde me encontraba. Era un recinto de un metro y medio de ancho por tres de largo, su altura, nunca pude calcularla. Me pregunté una y mil veces lo que había hecho para merecer esta orfandad. –Tal vez- me repetí, -he sido un hombre negativo para la sociedad, un mal padre, mal hijo, mal hermano, mal amigo-. -Ya sé- me dije, estoy muerto y no logro darme cuenta... pero no puede ser... no es así como he concebido la muerte, además, puedo tocar mi cuerpo, mis piernas, mi cabeza y estoy hablando. Estoy prisionero, claro, pero ¿solo?-. Instintivamente levanté los brazos y busque por todos los rincones algo o alguien que me dijera cualquier cosa. Encontré la puerta, era rectangular, y en su parte inferior provista de una ventana pequeña de unos quince centímetros de alto por veinte de ancho, que no se porque razón dejaron abierta los primeros días. Introduje mi enflaquecida mano en la ventana con mi afán de coger lo que hubiera afuera... mas no encontré nada. –tiene que haber alguien afuera- concluí esperanzado –un soldado... alguien que hable-. -¿Quién esta allí?- grite las veces que pude sin encontrar respuesta. –Hable por favor- insistí desesperado con la misma suerte. Llore y llore de impotencia hasta convencerme que nadie me contestaría... que estaba solo... sin saber donde. –Bien- grité nuevamente impaciente –voy a quedarme solo ¿no?, pues no me importa que me contesten, quédense callados si quieren.- -¡Dios mío!- murmuré sorprendido -¿Con quien estoy hablando?- Seguí llorando, total, era lo único que podía hacer en esos instantes de frustración, sin embargo, en un arrebato de orgullo me dije a mi mismo -¿No eres lo suficientemente hombre para enfrentar esta situación?, entonces, sal adelante. Me senté con las piernas recogidas y los brazos anudados a ellas, y en esta posición me quedé dormido no sé por cuanto tiempo; al despertar en la hora equis de quien sabe que día, y comenzar a hacer preguntas en voz alta, alguien me respondió repentinamente. -¿Quién está aquí?- Pregunté entusiasmado, -¿Dónde estas?... dame tu mano... vamos, dime algo... no tengas miedo, vamos a ser grandes amigos.... ¿Estas aquí conmigo?- El silencio fue la respuesta y respondí con silencio por horas, días quien sabe, transportado a otro mundo del que me hicieron regresar los sordos pasos de alguien que se acercó hasta mi puerta. –Llegó mi hora... me vienen a llevar para ejecutarme- pensé y me avergoncé de mi pesimismo. Dejaron algo debajo de puerta metálica y los pasos se alejaron de mi puerta. -¿Quién está allí?... conteste por favor... este no es el trato que se da a un prisionero de guerra... hable por Dios que voy a volverme loco. El silencio y mis sollozos fueron lo que continuó. Busqué lo que suponía habían dejado debajo de la puerta, era una vasija que contenía algo espeso; no sé si a eso le llamaban comida... pero comí, esa, y las veces que siguieron por espacio de muchos meses, sin olvidar jamás agradecer al Todo Poderoso por su generosidad.
Cierto día, atormentado como siempre por no saber si era de noche o de día, si aun estaba cuerdo o perdiendo la razón, recordé lejanamente algo que hizo decidirme a actuar de modo deferente. Me repetí muchas veces que aun en la adversidad no debía sucumbir mi espíritu. - Desde "mañana" trataré de ser un hombre alegre- me dije recordando el buen humor que me caracterizara antes de la guerra. Al "día siguiente", es decir cuando desperté, era un hombre inspirado lleno de reminiscencias hermosas. –Oh G.A.D.U., Tú sabes porque me escogiste para vivir esta desdicha. Tu me entregaste tres grandes y pequeñas luces para que jamás viva en las tinieblas. Oh Masón hombres de buenas costumbres que aprendiste a elevar tus pensamientos y tu espíritu en la luz como en la oscuridad; que aprendiste de tus maestros a no sentirte solo jamás, ¿Por qué entonces te acobardas en las horas de prueba? ¿Por qué te sientes solo si nunca lo estuviste... si aun te acompañan tus pensamientos... si tienes la elocuencia de tu soledad. Oh soledad amiga mía, claro que estas conmigo y que he sido un tonto al no evocarte hasta ahora. Así es amiga soledad, no me importa ya que el carcelero que me tiene prisionero me responda, porque tú conversarás conmigo, y a ti, no podrán encarcelarte porque naciste libre y sólo a mi perteneces. Serás soledad mi eterno Oriente y tendrás mi septentrión eternamente iluminado. ¡Oh! Querida Logia Mía. ¿Cómo es posible que recién te recuerde?, ¿Cómo pude olvidar el día que recién nacido me cobijaste? ¡Que privilegio! : ver la primera luz en tus brazos Madre Mía, aprender de ti a balbucear mis primeras letras y a encontrar lo más de la creación en el Volumen Sagrado que me entregaste-.
-¿Os dais cuenta Soledad que he estado ahogándome en un vaso de agua? Nunca estuve solo soledad... nunca. ¿Veis la claridad que percibo? Allí están las dos columnas, tú eres el Oriente, allí la piedra tosca. Dejadme que cuadre el templo en presencia de los obreros que llevo en mi corazón.
Desde ese momento caminé por el recinto de escasos metros cuadrados como si fuera de día. Era definitivamente otro, lleno de espíritu, más elocuente que nunca y menos temeroso de mi futuro.
Cierto día le dije a Soledad que se tapara los oídos porque iba a gritar muy fuerte, y así lo hice: - yo soy FFFFRRRRAAAANNNNCCCCIIIISSSSCCCCOOOO- grite inusualmente y acometí a golpes contra las paredes hasta agotarme, cuando desperté escuche voces en idioma incomprensible que venían de la pared del fondo de la habitación. -¿Eres tú Soledad?-, pregunté. –no soy yo- me respondió mi fiel compañera. Me levanté súbitamente y pregunté con insistencia quien era. Me replicó la misma voz en el mismo lenguaje desconocido. Me acerqué lo más que pude a la pared para captar mejor los sonidos; hablaba sin cesar y respondíanme de igual modo, golpeaba la pared de cualquier forma y me contestaban precipitadamente. Estaba exasperado y con el corazón a punto de estallar; me había prometido desde hacía un tiempo no llorar, pero en las circunstancias en que me encontraba me resultaba imposible no hacerlo. Las voces inconfundiblemente llegaban de la parte baja de la pared, me arrodillé, luego me eché sobre el piso cuándo mi mano chocó con un hueco hasta ese momento desconocido y por el que podía introducir parte del brazo. Era concluyentemente otra celda, y el que hablaba, otro desgraciado prisionero como yo. –yo soy Francisco- grite acercando la boca lo más que puede al hueco, recibiendo excitada respuesta en el mismo lenguaje extranjero. ¿Qué podría interesarme el idioma si lo que buscaba era un indicio de que aun estaba vivo?, además, el lenguaje del alma, del sufrimiento, de los sentimientos, es siempre mas expresivo y convincente que cualquier oratoria. Introduje el brazo y rozó con algo, porfié, y una mano estrechó la mía con patente nerviosismo. -¿Quién eres?- pregunté, y quién sabe lo que respondiome en ese instante. Dos seres olvidados protagonistas del mismo infortunio se encontraron ese día. ¿Cómo te llamas?, ¿De dónde eres?- pregunté sollozante. -¿Eres gringo?... yo soy Latino. ¿Cómo te llamas?... ya sé.... te llamaré "gringo"... eso es... mi amigo "gringo".
Por largo rato nuestras manos permanecieron unidas sellando tal vez y eternizando nuestra amistad y nuestras ansias de vivir. Conversamos de todo en aquellos instantes, y aunque no nos entendiéramos el uno al otro, para mi fue el día de mi vida que mejor entendí al hombre y a la creación entera. Al soltar nuestras manos me senté sonriente y le dije a Soledad que teníamos un nuevo amigo y que estaba seguro que nuestras vidas cambiarían, y que ni el "gringo", ni ella ni yo nos sentiríamos ya solitarios.
¿Cuántas habrán sido las veces que al decir "gringo" él contestara en su lenguaje misterioso y sacara presto su mano por el hueco de la pared? Igual hice yo las veces que él quiso conversar conmigo; y así sucedió, hasta que cierto día toqué la pared en forma desacostumbrada y el me respondió de igual manera, y yo receloso y emocionado repetí el toque y recibí igual respuesta.
-¡GRINGO!- grité incrédulo y me apresuré a llegar al hueco y meter la mano, allí estaba la él esperándome y repitiéndome con su pulgar el toque de reconocimiento entre Masones. ¡Oh gringo! ¡Hermano mío!... Q. H. gringo... que infinita bondad la del G.A.D.U.- le dije entre sollozos y seguro que él musitaba lo mismo. Sentía mi mano humedecida por las lágrimas de aquel desconocido hermano, y el corazón acelerado festejando el feliz descubrimiento.
–Gringo...hermano mío te quiero mucho- gritaba fragorosamente y él respondíame en igual tono. Estaba prisionero, humillado en una mazmorra quien sabe en que parte del mundo, pero me sentía el humano más feliz de la tierra por tener a mi lado a un hermano Masón. Ahora no me importaba el tiempo, estaba con él y se agolpaban veloz en mi memoria los recuerdos de mi Madre Logia, de sus canteras, de sus mosaicos y del G.A.D.U. que me permitiera ingresar a ella.
A partir de esa oportunidad, nuestros saludos cotidianos fueron los toques y baterías masónicos que ensayamos juntos, y que sirvieron para fortalecer nuestros espíritus y hacer que soportáramos con serenidad las tristes horas que nos tocara vivir. Pasó el tiempo y lazos de hermandad con el "gringo" fueron creciendo hasta convertirse en un sólido espiritual indestructible. Nos necesitábamos el uno al otro, nos buscábamos con insistencia y comprendíamonos a la perfección sin necesidad de entender nuestras lenguas.
Uno de esos días llamé como de costumbre con los toques conocidos, pero no obtuve respuesta, insistí desesperado metiendo mi brazo al hueco de la pared... y sólo me respondió Soledad. Insistí una y mil veces... –"gringo" ¿Qué te sucede?... hermano mío responde... ¿Estás enfermo?... acércame tu mano-. Nunca más respondió mi querido "gringo" y en mi alma quedaron enlazadas la tristeza por creerlo muerto y la alegría por imaginarlo vivo.
Terminó la guerra algunos meses después quedando libre para regresar a mi patria; así lo hice, pero antes indagué y busqué a mi querido hermano "gringo" por donde me fue posible sin conseguir siquiera el más minúsculo indicio de su existencia. Ya en mi patria, en mi Logia adorada, me empeñé como nunca antes en armonizar mi espíritu y a trabajar con hondo sentimiento fraterno. Años después me dedicaría a viajar por el mundo entero en compañía de mi única hija y de mis queridos nietos, pero jamás pude olvidar a ese extranjero hermano que me sirvió de columna en mis horas de prueba. Antes de terminar mi relato, permíteme que te refiera un episodio más de mi vida: encontrándome en un pueblo lejano en el interior de Grecia, conocido por la calidad de su producción de frutales, en circunstancias que me disponía a saborear uno de ellos en una tienda de la localidad escuche a mis espaldas una voz inconfundible que conmocionó mis sentidos, giré estremecido para escuchar mejor la voz que jamás podría olvidar y grité con todas mis fuerzas: -"Gringo".
Un hombre dejó caer lo que tenía en la mano, se volteo raudo hacía mi y pronunciando lo que siempre me dijera y que nunca pude entender, corrió al igual que yo y nos confundimos llorando en un abrazo infinito".
Por eso Q.: H.: a tu pregunta igual respondo: "Yo no sé lo que es la GRIPA o TOCAMIENTO".
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