domingo, noviembre 06, 2005

LA PIEDRA BRUTA Y LA PERFECTIBILIDAD DEL HOMBRE.

Sebastián Jans

Una definición de la F:.M:. nos señala que esta es un sistema de moral velado por símbolos y alegorías. Esta definición - "sistema de moral" - nos dice que la Mas:. orienta su accionar en la cualidad de las relaciones entre los seres humanos, como forma de encauzar el desarrollo espiritual del individuo. Este sistema de moral habla de la importancia de las conductas sociales fundadas en valores que posibilitan las relaciones en sociedad y que coadyuvan a estimular las adecuadas correspondencias entre las personas y entre los grupos humanos, y la necesaria convención social basada en el respeto y en los derechos de cada cual.

La F:.M:. tiene, de este modo, un plan que desarrollar en los extramuros, y que se sustenta en un trabajo que debe darse en forma incesante, respecto a las prácticas y doctrinas masónicas, y en un vehemente deseo de buscar la Verdad. Si deseo no existe, es necesario despertarlo, pues, vano sería emprender este viaje sin el impulso que debe darnos fuerza para ello. Debemos perseverar en que, vivir la vida sin una comprensión de lo que implica nuestra existencia, nuestro rol en la realidad, nuestra relación con los demás, no podrá nunca conducirnos a la Verdad.

La Verdad o el descubrimiento del sentido superior de la vida - la respuesta a nuestra propia existencia - no puede revelarse sin un verdadero trabajo interior, sin una profunda indagación sobre lo que ocurre íntimamente en nuestros sentimientos, sin devoción por develarla. Si no vivimos para servir a un propósito, no servimos para vivir. La ley de la causalidad dice que todo ocurre por una razón, todo tiene una causa, un origen, y, por lo mismo, una consecuencia, todo tiene un propósito. Nada es producto de la casualidad.

Encontrar un sentido espiritual para nuestra existencia, es encontrar la verdad que la vida nos tiene velada por los metales, por la rigidez de la escuadra, por la venda que impide nuestra visión, por el dogal que rodea nuestro cuello y nos arrastra hacia el error, y por las aristas - ese material grosero - que arrastramos en nuestra personalidad.

LA IDEA DE PERFECTIBILIDAD EN LA HISTORIA HUMANA.

La sociedad humana, desde sus orígenes, ha concebido una idea de perfeccionamiento, que se ha expresado en las distintas civilizaciones, y que indican, por un lado, el deseo del hombre de buscar un cambio cualitativo en sus relaciones con los demás, y por otro, ponerse en una perspectiva personal de crecimiento espiritual.

Lo que originariamente buscó a través de una inter-relación con fuerzas ocultas, que le eran imposibles de definir adecuadamente y que, posteriormente, derivó hacia la manifestación religiosa en torno a deidades, con las cuales debía relacionarse observando ciertas actitudes y condiciones, en la medida que supo, desde un punto de vista civilizacional, profundizar y recabar en el sentido profundo de la vida, fue capaz de generar enunciados que provocaron profundos cambios espirituales en la sociedad humana, verdaderas revoluciones que crearon un nuevo estadio en las relaciones humanas, en el desarrollo individual, en la moral y la cultura.

La primera gran revolución espiritual del hombre fue el helenismo, el cual tuvo un carácter eminentemente laico. Sus orígenes se producen en Jonia, alcanzando su desarrollo pleno con la cultura desarrollada en torno a la polis de Atenas. Es el gran cambio en la perspectiva terrenal del hombre, que permite el advenimiento de la filosofía, así como del conocimiento científico. Para el helenismo, el centro de preocupación fue el hombre y su ubicación en la vida y el Universo, alcanzando su máxima expresión con el pensamiento de Sócrates, Platón y Aristóteles. Este movimiento espiritual, fundado en las potencialidades humanas, estimuló fuertemente una voluntad y aspiración de belleza y bondad , elementos que expresaban claramente una perspectiva y un contenido de superación y perfectibilidad .

Casi paralelamente, 400 años antes de la era cristiana, surge el budismo, el cual tuvo sus raíces en las religiones y los códigos morales desarrollados por el brahamanismo y el hinduismo, pero que, con Buda, sufren una profunda transformación, dando vida a un nuevo concepto que se desprende del propósito esencialmente religioso, adquiriendo una dimensión fundamentalmente laica, cuando éste plantea que la causa del sufrimiento del hombre está en la "sed de vida", es decir, en el ansia de vivir la vida en términos que siempre se produce insatisfacción, como consecuencia de las ambiciones materiales, espirituales, sociales, corporales, etc. Esa "sed de vida" domina sus actos, su pensamiento y su conducta, traduciéndose en manifestaciones constantes de desequilibrio con el medio que le rodea. Para Buda, el sufrimiento solo puede ser suprimido cuando esa "sed de vida" es apagada, y se establece un equilibrio con la Naturaleza, a través de un cambio de vida, adoptando la Vía Media o Vía Octuple, que se refiere a ocho requisitos específicos para una cambio espiritual: fe verdadera, decisión verdadera, lenguaje verdadero, comportamiento verdadero, vida verdadera, aspiración verdadera, pensamiento verdadero y meditación verdadera. De este modo, para el budista está establecido un plan coherente y concreto, que califica el sentido y el contenido de la perfectibilidad a que el individuo debe aspirar, parámetros que pueden ser asumidos por cualquier hombre, mas allá de su condición social, cultural, etc.

El cristianismo es el tercer hito es esta aproximación histórica al concepto de perfectibilidad que la civilización humana ha desarrollado. Como bien sabemos, su origen se encuentra en el judaísmo y en la profecía del Mesías prometido por Dios a los profetas históricos de Israel. Sin embargo, con el actual conocimiento historiográfico, podemos reconocer también la presencia de otros componentes, tales como los provenientes de Oriente y las presencias iniciáticas de su tiempo, como es el caso de los esenios. Como referencia primera, al respecto, están las Bienaventuranzas expresadas por el Cristo, según el Evangelio de Mateo, donde se indican aquellos aspectos que el hombre debe ensalzar para su perfeccionamiento: la espiritualidad, la apacibilidad, la misericordia, el amor, etc. Para el apóstol Pablo, la conducta observada por los miembros de las distintas iglesias o comunidades cristianas, en que se encontraban repartidos los creyentes, debía ser congruente con la fe que profesaban, y esa conducta implicaba un cambio que daba la calidad específica de cristiano. Sin ese cambio y esa superación personal, no había posibilidad de salvación. No está demás indicar que el cristianismo se diferencia de los dos procesos anteriores, por tener un basamento esencialmente religioso, pero, que su alcance llegará a manifestarse no solo en ese ámbito, como lo prueba que muchos de estos contenidos estén presentes hoy, por ejemplo, en la doctrina masónica.

El cuarto acontecimiento transformador, también de naturaleza religiosa, es el islamismo, cuyos fundamentos iniciales fueron desarrollados por Mahoma en el siglo VI, donde se estableció una impronta de perfectibilidad, que se relacionaba directamente con la aspiración de muslime o musulmán por acceder al perdón de Dios. El Corán es, ni mas ni menos, que el plan de preceptos morales y religiosos, que el fiel o creyente debe observar para obtener la misericordia de Allah. En ese conjunto de exigencias está claro que la misericordia constituye el fundamento principal, así como el concepto de igualdad ante Dios y entre los hombres. La obligación de dar limosnas es una manifestación ineludible de la misericordia que cada cual debe observar con sus semejantes. La Sharia o derecho islámico completa esa visión que exige una actitud espiritual que debe ser manifestada en cada uno de los actos del creyente, reflejando por sobre todo una actitud de bien, y de consecuencia con los preceptos de la fe. El sufismo, que se manifiesta 200 años después del Profeta, da un contenido mas pleno a la idea de perfectibilidad o superación ante Dios, señalando la necesidad de purificación espiritual en el "combate" contra la propia naturaleza del hombre, quien puede discernir el bien y el mal con claridad ( Takwa o conciencia) y actuar en consecuencia.

La ruptura con el poder confesional, que durante gran parte del primer milenio cristiano-occidental dominó ampliamente la civilización europea, significó la quinta gran revolución espiritual del hombre: el Renacimiento. Este profundo cambio, en gran medida significó retornar a la rica herencia del helenismo, replanteándolo a la luz de una nueva época, en que, también, la valoración de la herencia del cristianismo requería de un nuevo enfoque, libre de hegemonías clericales y del oscurantismo de un poder confesional omnímodo. Con el renacentismo, el hombre y su libertad espiritual adquirieron una nueva presencia, que posibilitaron el renacer de la filosofía y de la ciencia. También, como consecuencia de la Reforma, se produjo una nueva interpretación de la fe cristiana, que permitió la libertad religiosa. La idea de perfectibilidad se fundó, a partir de entonces, en la capacidad de acceder al conocimiento, y en las prerrogativas del libre albedrío, obligando al hombre a asumir la responsabilidad de su libertad y de su propia opción de mejoramiento espiritual. El cambio desencadenado por el renacentismo en la civilización cristiano occidental, tuvo su culminación en el Siglo de las Luces, corolario en el pensamiento humano que prepararía a una parte de la Humanidad, para profundos cambios sociales, culturales, políticos y económicos, que se identifican ahora con el proceso de la modernidad.

EL MUNDO QUE VIVIMOS

La postmodernidad, se ha instalado en nuestra civilización, desde hace tiempo, perfilando sus características con profundos arraigos en el modo de ser y actuar del hombre. La crisis de la ciudad del hombre hoy se manifiesta en forma latente en la pérdida de una de sus aspiraciones históricas: la búsqueda de la felicidad. Esta búsqueda de la felicidad fue la que determinó el desarrollo de las ideologías, a través de las cuales el hombre proponía su plan y aspiración social, un modelo de construcción de sociedad.

La búsqueda de la felicidad suponía un plan que se afincaba en las posibilidades colectivas, donde la responsabilidad no recaía solo en lo individual, sino que en la capacidad social de crear las bases materiales y espirituales para que el hombre accediera a la ansiada meta. Es la perspectiva que nos proponía el racionalismo, por ejemplo, o los proyectos socio-políticos que predominaron hasta hace algunas décadas.

Así, las ideas y proyectos que tenían el sello de la modernidad, podían homologarse, a pesar de sus diferencias, en torno a dos características fundamentales: la conducencia y la trascendencia. Conducencia, porque toda la actividad y los hechos del hombre se entendían que conducían hacia un propósito superior: la felicidad en la ciudad del hombre. Y trascendencia, porque cada aporte, cada etapa del desarrollo humano apuntaba al proceso global, cada paso tenía su propia trascendencia (en esa perspectiva se inscriben también, por cierto, los conceptos de progreso o desarrollo)

Sin embargo, la muerte de las ideologías nos dejó sin un plan concreto, instaurándose el paraíso de lo efímero, el inmediatismo y la circunstancialidad. El hedonismo en la postmodernidad nos enfrenta a la impronta cotidiana de buscar el placer, por lo tanto, todo se vuelve efímero, todo es inmediato e inconduscente; y es individualista, porque no hay solidaridad, no hay acercamiento objetivo hacia las capacidades colectivas y convencionales. El hedonismo tiende a coparle al hombre contemporáneo, toda su bitácora de vida. La motivación de vida fundamental es cómo y dónde estar mas agradado, mas confortable, mas satisfecho en su espectativa de placer

Así, pues, la sociedad actual nos muestra que el interés del individuo apunta al goce inmediato, al usufructúo de lo material como camino de satisfacción espiritual. De este modo, los conceptos de comunión y comunidad pierden absoluta relevancia.

El consumismo es parte de esa tendencia epicureísta de la satisfacción puntual. La posesión material, la iconoclastia respecto a la tecnología de punta, la superlativización del mercado, envanecen al hombre y lo vuelven absolutamente intrascendente, ficticio. Empero, esta evaluación no constituye una crítica al beneficio que implica la disponibilidad de bienes de consumo y al usufructúo de ellos, dentro de las posibilidades de la vida actual. Lejos de ello, lo que indica es que es necesario considerar la crítica a un esfuerzo permanente de emulación que hace un individuo frente a los demás, por factores relacionados con la vanidad y la arrogancia, que lo precipitan hacia una constante deshumanización.

LA PIEDRA BRUTA.

De la analogía terminológica con los gremios constructores medioevales, que erigieron las grandes edificaciones góticas con que adornaron Europa hasta nuestros días, la F:.M:. eligió uno de los elementos mas sencillos, el mas común, para establecer uno de sus simbolismos mas significativos y trascendentes: la piedra.

En las construcciones de catedrales, el proceso constructivo comenzaba materialmente cuando la piedra, en su estado mas natural, recién cortada de su veta, era retirada de la cantera, para ser sometida al trabajo de pulimento que el picapedrero debía efectuar, a fin de hacerla útil al plan constructivo a seguir, dándole la debida forma, las adecuadas dimensiones, el necesario pulimento.

El proceso iniciático del Aprendiz nos señala que el hombre carga sobre sí los factores de herencia, y aquellos determinados por el medio en que se desenvuelve. Esto se simboliza en una piedra burda y común, tal como se encuentra en la Naturaleza, la cual, para ser útil, debe ser trabajada, sometida al cincel y al mazo, que le dan la forma adecuada a su propósito final.

Cuando el Iniciado ingresa al Templo, se desplaza arrastrando su materialidad, arrastrando el peso de su formación y de su pasado, realidad que es recordada en la marcha que el A:. debe efectuar cada vez que entra al trabajo logial. Ahora, dentro del Templo, y sin la venda, puede ver lo que le rodea, está lejos del ruido y el bullicio de los extramuros, que en algún momento le llevaron a caminar con enormes dificultades, ha sido purificado por los elementos, emergiendo del vientre de la tierra.

En la Ceremonia de Iniciación se establece con claridad el contenido de cambio, que significa asumir la condición de masón. Simbólicamente el profano muere para nacer a una nueva vida. Cubierto sus ojos por una venda, sin visión, el profano debió descender hasta la Cámara de Reflexiones, donde dejó su testamento masónico, su última voluntad profana, e igual que la semilla depositada en la tierra, debía descomponerse para dar vida a un nuevo fruto: un hombre que ha recibido la Luz de la Iniciación. Posteriormente, ya libre de la venda sobre los ojos y del dogal al cuello, fue conminado ha iniciar su trabajo en el pulimento de su piedra bruta.

De este modo, su trabajo del A:. se hará en torno a su propia existencia, siendo material y obrero de si mismo. Es la piedra bruta, pero, al mismo tiempo es el picapedrero que trabaja con el mazo y el cincel sobre su entorno imperfecto, que debe ser pulido con esmero.

Así, el trabajo que efectúa es de transformación, de creación y recreación, de transmutación, pero, con un contenido específico: se entiende que el hombre es perfectible, que puede ser espiritualmente mejorado. El cambio es, entonces, en una perspectiva de perfeccionamiento, sobre parámetros valóricos que responden a un fundamento racional, convencionalmente aceptados y elevados a una condición de principios éticos superiores.

EL CAMBIO EN MASONERIA.

La F:.M:. está conformada por prácticas y doctrinas. Las primeras se refieren a los ritos y a los componentes simbólicos en torno a los cuales organiza el trabajo de sus miembros; así también, en el ejercicio de la tolerancia, de la caridad, de la libertad y la fraternidad.

El reconocimiento del hombre como ser, y en particular de nuestra persona, es la base de cualquier planteamiento filosófico. Descubrir nuestra unidad y esencia es la misión que nos plantea claramente la docencia del Primer Grado. Debemos ser capaces de intuir nuestro ser, es decir, no sirve estudiar las características del ser para saber que somos: debemos buscar este saber en nuestro interior, en nuestra intuición.

Si no tenemos conciencia de nuestro ser, nada tiene sentido. Para adentrarnos en ese conocimiento, debemos utilizar la introspección y la extrospección: la primera pone énfasis en lo subjetivo, y la segunda, en lo objetivo.

Nuestra espiritualidad se construye sobre la base de dos mecanismos de procesamiento psíquico: uno de ellos es la actividad intelectual, nuestra capacidad de racionalizar, de aprender de la experiencia y reflexionar en torno a ella, de poner nuestra actividad espiritual en función del medio en que nos desenvolvemos y establecer bases de inter-acción entre nuestra conciencia y lo externo a ella; y el otro, es la emocionalidad y la capacidad intuitiva, es decir, la experiencia intra-personal, el volcamiento hacia el interior de la conciencia..

La vida espiritual tiene sus leyes, como las tiene la vida material, dice Rudolf Steiner . El conocimiento de esas leyes permite acceder a un conocimiento oculto, que unido al conocimiento común, permite acceder a un conocimiento superior. Sostiene que hay tres etapas para acceder al conocimiento espiritual: la preparación, que desarrolla el sentido interior; la iluminación, que hace brotar la luz espiritual; y la iniciación, que establece el contacto con las altas realidades del espíritu, De la misma forma, hay tres cualidades que el iniciado debe poseer para acceder a un conocimiento superior: devoción, vida interior y calma interior.

El hombre en la sociedad profana busca sin cesar sensaciones nuevas, y corre de la una a la otra, y sin pretenderlo su horizonte permanente es distraerse. Ese camino de ansiedades y presión hace imposible encontrar el camino del conocimiento espiritual. Para contraponerse a esa tendencia, es válido tener presente lo que Steiner propone: la estimulación de los sentimientos nobles, tales como el respeto, la estima, la devoción hacia el trabajo espiritual, aspectos que contrarrestan el menosprecio, la antipatía y la denigración, que paralizan y matan la fuerza de conocer. El hombre cuyos sentimientos son intensos y profundos, dice Steiner, "experimenta algo que no es capaz de experimentar otro con sentimientos mas pobres".

Justamente, lo que pretende la Ceremonia de Iniciación y la praxis masónica, es estimular los sentimientos mas nobles del iniciado, hacerlos emerger, superlativizarlos: tener el sentimiento de la tolerancia, el sentimiento de la caridad, el sentimiento de la fraternidad.

El meliorismo, desde el punto de vista epistemiológico, nos señala una conducta humana, que apunta a tomar lo mejor de las ideas, con el fin de hacer de esta selección una síntesis superior. Este autor, al respecto, quiere proponer otro punto de vista: meliorismo en Masonería, consiste en que lo mejor de la espiritualidad del Iniciado sea lo que fluya hacia medio en que este se encuentra, y aquello tiene una impronta axiológica: cuando decimos "lo mejor" se trata de que emerja lo bueno, el bien.

Consideremos que los contenidos masónicos nos proponen, a través de los rituales para el Primer Grado, un trabajo que tiene dos vertientes: la racional y la emocional; lo racional en el mensaje litúrgico específico y lo emocional expresado en los contenidos anímicos y las experiencias que el recipiendario debe vivir en la Ceremonia de Iniciación (pruebas, viajes, etc). El conjunto de valores que promueve doctrinalmente, requieren de una internalización en el recipiendario, que debe asumirlos desde un punto de vista reflexivo, pero, también desde un punto de vista emotivo, ya que se requiere la afectación para que realmente estos principios y valores se integren a lo mas profundo de su personalidad.

Para este logro individual, cabe proponer dos pasos metodológicos: una repetición perseverante de la práctica de esos principios y valores, y el aislamiento o concentración anímica, expresado a través del estudio y la reflexión mas íntima. El buen ejercicio de estos pasos, puede conducirnos a desarrollar una vía interior, la meditación y la consolidación de una nueva forma de entender la vida.

En el contexto de lo expresado, hay saber buscar un buen equilibrio entre la racionalidad y la emotividad. La experiencia cotidiana del trabajo masónico nos muestra, sin embargo, que, por deformaciones formativas - herencias de la educación y de las concepciones modernistas - tendemos a privilegiar el camino de lo racional en todos nuestros actos, dichos y conductas, olvidando que la emocionalidad es un componente vital para la construcción de una espiritualidad mejor, pues, nos permiten hacernos mas sensibles a la interioridad de los demás y a la propia. La posición al Orden nos señala simbólicamente que debemos contener las pasiones, lo cual es distinto que contener las emociones. Por el contrario, la Ceremonia de Iniciación nos enseña que las emociones deben ser parte de nuestra realidad personal.

De tal modo que, descubrir y expresar nuestras emociones, nos hace, en definitiva, encontrar en lo profundo de nuestra conciencia lo bueno y lo bello de una espiritualidad mas plena, que se alimenta y se expresa en su integridad. Así, los actos de fraternidad, de caridad, de tolerancia, serán parte de nuestra vivencialidad, en una plenitud que nos hará mas dignos de nuestra condición de masones.

Por otro lado, los mas puros ideales que representa la Masonería, para cada uno de sus adeptos, se pueden resumir en las tres luces que nos iluminan, y que se expresan en la trilogía Sabiduría, Fuerza y Belleza, y que se relacionan espiritualmente con las aspiraciones de Justicia, Verdad y Bondad, y, consecuencialmente, con los actos de pensar, actuar y sentir.

Pensar con justicia, es capaz de ponernos en un nivel que nos permite ser capaces de tener la sabiduría para superar el error. Actuar con verdad nos posibilita desarrollar nuestra fuerza interior, la fuerza de una espiritualidad capaz de equilibrarse entre la racionalidad y la emocionalidad, a fin de darse las respuestas necesarias para enfrentar los desafíos de la vida. Sentir con bondad, nos permite captar la belleza de la existencia, mas allá de las propuestas estéticas, encontrando el valor de la Naturaleza y de los seres que la componen, en su condición mas íntima, profunda e integral

CONCLUSIONES.

Hay una aseveración que quiero reiterar, y que corresponde a uno de los landmarks de nuestra Orden, y que se nos recuerda permanentemente: la Mas:. es una oportunidad para el hombre de superar el error y buscar la Verdad. Superar el error tiene implícito un contenido de salvación para el hombre, y en esto, pienso que hay una estrecha ligazón con la significación que tenga para cada uno la idea del Gran Arquitecto del Universo.

Desde un punto de vista histórico, ocurre siempre que toda idea que se aproxime a una Inteligencia Creadora, establece un requisito de superación del error, de perfectibilidad, condición necesaria para salvarse de las consecuencias que aquel provoca. La salvación - desde cualquiera de sus perspectivas y referencias cosmovisionales - es la perfectibilidad, es encontrar la Verdad, en suma, encontrar la propia respuesta al sentido de la Vida, que, en definitiva, permite la respuesta personal sobre Dios.

No estoy diciendo con esto que comparto el criterio de las religiones, que se refieren mas bien a una idea de salvación que se vincula a la superación del pecado, y que permite ganar un lugar junto a Dios. No hablo de una idea redencionista, sino de la oportunidad misma de la vida, que nos indica que la superación del error nos permite acercarnos al Bien, una oferta del Gran Arquitecto del Universo que el hombre tiene la oportunidad de tomar o desechar.

La piedra bruta solo puede ser pulimentada en la medida que seamos capaces de lograr cumplir estos objetivos, tarea personal, individual, íntima, que no está radicada exclusivamente en los límites del Primer Grado, sino que se relaciona con la toda la vida masónica, pues, el masonismo es un proceso de constante pulimento, y el conferir grados solo tiene que ver con el ámbito de preocupación que cada cual debe observar en las distintas etapas del proceso iniciático.

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