René GUÉNON (*).
Siempre ha habido, entre las iniciaciones de oficio, una especie de disputa de primacía entre los albañiles y canteros y los carpinteros. Si se consideran las cosas, no bajo el prisma de la importancia actual que estas dos profesiones tienen en la construcción de edificios, sino bajo la de su antigüedad respectiva, ciertamente los carpinteros pueden reivindicar el primer lugar. En efecto, como ya hemos señalado en otras ocasiones, generalmente las construcciones fueron de madera antes que de piedra; así se explica que, particularmente en la India, no pueda encontrarse ningún vestigio de aquellas anterior a una cierta época: estos edificios eran evidentemente menos duraderos que los construidos en piedra; también el empleo de la madera corresponde, entre los pueblos sedentarios, a un estadio de menor fijeza que el de la piedra, o, si se quiere, a un menor grado de "solidificación", lo que está en perfecto acuerdo con el hecho de relacionarse con una etapa anterior en el curso del proceso cíclico (1).
Esta observación, por simple que pueda parecer en sí misma, está muy lejos de carecer de importancia para la comprensión de ciertas particularidades del simbolismo tradicional: es así que, en los textos más antiguos de la India, todas las comparaciones referentes al simbolismo constructivo están siempre tomadas del carpintero, de sus útiles y de su trabajo; Vishvakarma, el "Gran Arquitecto" mismo, es designado también con el nombre de Twashtri, literalmente el "Carpintero". Naturalmente la función del arquitecto (Sthapati, que además es originalmente el maestro carpintero) no resulta en nada alterada por ello, ya que, salvo la adaptación exigida por la naturaleza de los materiales empleados, es siempre del mismo "arquetipo" o del mismo "modelo cósmico" del que debe inspirarse, ya se trate de la construcción de un templo o de una casa, de un carro o de un navío (y, en estos últimos, el oficio de carpintero jamás perdió su importancia original, al menos hasta el empleo moderno de los metales que ejemplifica el último grado de "solidificación") (2). Evidentemente, que ciertas partes del edificio fueran realizadas en madera o en piedra no modifica en nada, si bien no en su forma exterior sí por lo que respecta a su significación simbólica; por ejejmplo: poco importa que el "ojo" de la cúpula, es decir, su apertura central, esté recubierto por una pieza de madera, o por una piedra tallada de una cierta manera, constituyendo una y otra igualmente y en un sentido idéntico la "coronación" del edificio, según lo que hemos expuesto en estudios precedentes; y, con mayor razón, se puede decir lo mismo con las piezas del maderamen que han permanecido como tales una vez que la piedra ha substituido la madera en la casi totalidad de la construcción, como las vigas que partiendo de este "ojo" de la cúpula, representan los rayos solares con todas sus correspondencias simbólicas (3). Se puede pues decir que el oficio del carpintero y el del albañil, puesto que proceden en definitiva del mismo principio, constituyen dos lenguajes igualmente apropiados para la expresión de las mismas verdades de orden superior; la diferencia no constituye más que una simple cuestión de adaptación secundaria, como siempre lo es la traducción de una lengua a otra; pero, en el bien entendido que, cuando tratamos algún simbolismo detereminado, como en el caso de los textos tradicionales de la India a los cuales aludíamos anteriormente, es necesario, para comprender completamente su sentido y su valor, conocer de una manera precisa cual es, de los dos lenguajes, aquel al cual se refiere propiamente.
Al respecto, señalaremos un punto que nos parece tener especial importancia; se sabe que, en griego, la palabra hulê significa originalmente "madera", y que al mismo tiempo sirve para designar al principio substancial o materia prima del Cosmos, y también, por derivación, se aplica a toda materia secunda, es decir, a todo lo que desempeña en sentido relativo, en tal o cual caso, un papel análogo al del principio substancial de toda manifestación (4). Este simbolismo, según el cual aquello de lo que está hecho el mundo es asimilado a la madera, es por lo además común en las tradiciones más antiguas, y, por lo que acabamos de decir, es fácil comprender su razón en relación con el simbolismo constructivo: en efecto, desde el momento que es de la "madera" de donde se han sacado los elementos de la construcción cósmica, el "Gran Arquitecto" debe ser considerado antes que nada como un "maestro carpintero", como lo es efectivamente en este caso, y como es natural que lo sea allí donde los constructores humanos, cuyo arte, desde el punto de vista tradicional, es esencialmente una "imitación" del arte del "Gran Arquitecto", son ellos mismos carpinteros (5). No carece de importancia tampoco, en lo que concierne más especialmente a la tradición cristiana, el resaltar, como ya lo ha hecho A. K. Coomaraswamy, que pueda fácilmente comprenderse así que el Cristo debía aparecer como el "hijo del carpintero"; los hechos históricos, como hemos dicho a menudo, no son en suma sino un reflejo de realidades de otro orden, y solamente ello les da todo el valor de que son susceptibles; así, hay ahí un simbolismo mucho más profundo de lo que se piensa de ordinario (si es que la inmensa mayoría de los cristianos tiene aún, por vaga que sea, la idea de que puede haber en ello un simbolismo cualquiera). El que por otra parte ésta no sea más que una filiación aparente es algo exigido por la coherencia del simbolismo, puesto que se trata de algo que está en relación con el orden exterior de la manifestación, y no con el orden principial; es de la misma manera exactamente como, en la tradición hindú, Agni, en tanto que Avatâra por excelencia, toma también a Twashtri como padre adoptivo ya que nace en el Cosmos; ¿y cómo podría ser de otra manera cuando el Cosmos, él mismo es, simbólicamente, la obra misma del "maestro carpintero"?
NOTAS:
(*) Artículo publicado en Etudes Traditionnelles, diciembre de 1946. Recopilado en Etudes sur la Franc-maçonnerie et le Compagnonnage, tomo II, Editions Traditionnelles, París, 1964, 1973, 1977, 1981, 1984, 1992)
(1) Ver las consideraciones que hemos expuesto al respecto en Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, especialmente c. XXI y XXII. Naturalmente, el cambio de que se trata no puede ser considerado como habiéndose producido simultáneamente en todos los pueblos, sino que hay siempre etapas correspondientes en el curso de la existencia de éstos. [El libro citado está editado por Gallimard, París, 1945, 1972 y 1992; hay trad. en esp.: El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Ayuso Ed., Madrid, 1976 y recientemente en Paidós Ed., Barcelona, 1996. N. del T.]
(2) Está claro que oficios tales como el de carretero y el de ebanista deben ser vistos como no siendo más que "especializaciones" ulteriores del oficio de carpintero, que, en su acepción más general, que es al mismo tiempo la más antigua, comprende todo lo que concierne al trabajo de la madera.
(3) Si incluso, más tarde aún, esas vigas son reemplazadas en ciertos casos por "nervaduras" en piedra (y pensamos sobre todo aquí en las bóvedas góticas), ello tampoco cambia nada del simbolismo. En inglés, la palabra beam significa a la vez "rayo" y "viga", y, como A. K. Coomaraswamy ha señalado en diversas ocasiones, ese doble sentido nada tiene sin duda de fortuito; desgraciadamente es intraducible en francés, donde, por el contrario, se habla corrientemente de las "radios" [rais] o de los "rayos" [rayons] de una rueda, que desempeñan con relación a su centro la misma función que las vigas en cuestión con respecto al "ojo" de la cúpula.
(4) Es bastante curioso que, en español, la palabra madera, derivada directamente de materia, sea empleada todavía para designar "la madera" ["le bois", en el original, en su acepción de madera, no de bosque] e incluso especialmente la madera de construcción.
(5) Quizás no carezca de interés el anotar que, en el grado 22 de la Masonería escocesa, que representa, según la interpretación hermética, "la preparación de los materiales necesarios para la realización de la Gran Obra", estos materiales se representan, no por las piedras como en los grados que constituyen la iniciación propiamente masónica, sino por la madera de construcción; podría verse, pues, en este grado, cualquiera que pueda ser de hecho su origen histórico, como una especie de "vestigio" de la iniciación de los carpinteros, tanto más cuanto que el hacha, que es su símbolo o atributo principal, es esencialmente un útil de carpintero. Además, hay que resaltar que el simbolismo del hacha es aquí muy diferente de aquel, mucho más enigmático, según el cual, en la Craft Masonry, está asociada a la "piedra cúbica en punta", y del que hemos dado la explicación en un precedente artículo ("Un hiéroglyphe du Pôle", en el nº de mayo de 1937). Conviene recordar también, por otra parte, la relación simbólica que el hacha tiene, de manera general, con el vajra (cf. nuestros artículos sobre "Les pierres de foudre", en el nº de mayo de 1929, y sobre "Les armes symboliques", en el nº de octubre de 1936).
[Los artículos citados conforman los capítulos XV, XXV y XXVI Symboles fondamentaux de la Sciencie Sacreé, Gallimard, París, 1962; trad. al cast.: Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, Eudeba-Colihue Ed., Buenos Aires, 1969, 1988 y recientemente en Paidós Ed., Barcelona, 1996. N. del T.]
Esta observación, por simple que pueda parecer en sí misma, está muy lejos de carecer de importancia para la comprensión de ciertas particularidades del simbolismo tradicional: es así que, en los textos más antiguos de la India, todas las comparaciones referentes al simbolismo constructivo están siempre tomadas del carpintero, de sus útiles y de su trabajo; Vishvakarma, el "Gran Arquitecto" mismo, es designado también con el nombre de Twashtri, literalmente el "Carpintero". Naturalmente la función del arquitecto (Sthapati, que además es originalmente el maestro carpintero) no resulta en nada alterada por ello, ya que, salvo la adaptación exigida por la naturaleza de los materiales empleados, es siempre del mismo "arquetipo" o del mismo "modelo cósmico" del que debe inspirarse, ya se trate de la construcción de un templo o de una casa, de un carro o de un navío (y, en estos últimos, el oficio de carpintero jamás perdió su importancia original, al menos hasta el empleo moderno de los metales que ejemplifica el último grado de "solidificación") (2). Evidentemente, que ciertas partes del edificio fueran realizadas en madera o en piedra no modifica en nada, si bien no en su forma exterior sí por lo que respecta a su significación simbólica; por ejejmplo: poco importa que el "ojo" de la cúpula, es decir, su apertura central, esté recubierto por una pieza de madera, o por una piedra tallada de una cierta manera, constituyendo una y otra igualmente y en un sentido idéntico la "coronación" del edificio, según lo que hemos expuesto en estudios precedentes; y, con mayor razón, se puede decir lo mismo con las piezas del maderamen que han permanecido como tales una vez que la piedra ha substituido la madera en la casi totalidad de la construcción, como las vigas que partiendo de este "ojo" de la cúpula, representan los rayos solares con todas sus correspondencias simbólicas (3). Se puede pues decir que el oficio del carpintero y el del albañil, puesto que proceden en definitiva del mismo principio, constituyen dos lenguajes igualmente apropiados para la expresión de las mismas verdades de orden superior; la diferencia no constituye más que una simple cuestión de adaptación secundaria, como siempre lo es la traducción de una lengua a otra; pero, en el bien entendido que, cuando tratamos algún simbolismo detereminado, como en el caso de los textos tradicionales de la India a los cuales aludíamos anteriormente, es necesario, para comprender completamente su sentido y su valor, conocer de una manera precisa cual es, de los dos lenguajes, aquel al cual se refiere propiamente.
Al respecto, señalaremos un punto que nos parece tener especial importancia; se sabe que, en griego, la palabra hulê significa originalmente "madera", y que al mismo tiempo sirve para designar al principio substancial o materia prima del Cosmos, y también, por derivación, se aplica a toda materia secunda, es decir, a todo lo que desempeña en sentido relativo, en tal o cual caso, un papel análogo al del principio substancial de toda manifestación (4). Este simbolismo, según el cual aquello de lo que está hecho el mundo es asimilado a la madera, es por lo además común en las tradiciones más antiguas, y, por lo que acabamos de decir, es fácil comprender su razón en relación con el simbolismo constructivo: en efecto, desde el momento que es de la "madera" de donde se han sacado los elementos de la construcción cósmica, el "Gran Arquitecto" debe ser considerado antes que nada como un "maestro carpintero", como lo es efectivamente en este caso, y como es natural que lo sea allí donde los constructores humanos, cuyo arte, desde el punto de vista tradicional, es esencialmente una "imitación" del arte del "Gran Arquitecto", son ellos mismos carpinteros (5). No carece de importancia tampoco, en lo que concierne más especialmente a la tradición cristiana, el resaltar, como ya lo ha hecho A. K. Coomaraswamy, que pueda fácilmente comprenderse así que el Cristo debía aparecer como el "hijo del carpintero"; los hechos históricos, como hemos dicho a menudo, no son en suma sino un reflejo de realidades de otro orden, y solamente ello les da todo el valor de que son susceptibles; así, hay ahí un simbolismo mucho más profundo de lo que se piensa de ordinario (si es que la inmensa mayoría de los cristianos tiene aún, por vaga que sea, la idea de que puede haber en ello un simbolismo cualquiera). El que por otra parte ésta no sea más que una filiación aparente es algo exigido por la coherencia del simbolismo, puesto que se trata de algo que está en relación con el orden exterior de la manifestación, y no con el orden principial; es de la misma manera exactamente como, en la tradición hindú, Agni, en tanto que Avatâra por excelencia, toma también a Twashtri como padre adoptivo ya que nace en el Cosmos; ¿y cómo podría ser de otra manera cuando el Cosmos, él mismo es, simbólicamente, la obra misma del "maestro carpintero"?
NOTAS:
(*) Artículo publicado en Etudes Traditionnelles, diciembre de 1946. Recopilado en Etudes sur la Franc-maçonnerie et le Compagnonnage, tomo II, Editions Traditionnelles, París, 1964, 1973, 1977, 1981, 1984, 1992)
(1) Ver las consideraciones que hemos expuesto al respecto en Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, especialmente c. XXI y XXII. Naturalmente, el cambio de que se trata no puede ser considerado como habiéndose producido simultáneamente en todos los pueblos, sino que hay siempre etapas correspondientes en el curso de la existencia de éstos. [El libro citado está editado por Gallimard, París, 1945, 1972 y 1992; hay trad. en esp.: El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos, Ayuso Ed., Madrid, 1976 y recientemente en Paidós Ed., Barcelona, 1996. N. del T.]
(2) Está claro que oficios tales como el de carretero y el de ebanista deben ser vistos como no siendo más que "especializaciones" ulteriores del oficio de carpintero, que, en su acepción más general, que es al mismo tiempo la más antigua, comprende todo lo que concierne al trabajo de la madera.
(3) Si incluso, más tarde aún, esas vigas son reemplazadas en ciertos casos por "nervaduras" en piedra (y pensamos sobre todo aquí en las bóvedas góticas), ello tampoco cambia nada del simbolismo. En inglés, la palabra beam significa a la vez "rayo" y "viga", y, como A. K. Coomaraswamy ha señalado en diversas ocasiones, ese doble sentido nada tiene sin duda de fortuito; desgraciadamente es intraducible en francés, donde, por el contrario, se habla corrientemente de las "radios" [rais] o de los "rayos" [rayons] de una rueda, que desempeñan con relación a su centro la misma función que las vigas en cuestión con respecto al "ojo" de la cúpula.
(4) Es bastante curioso que, en español, la palabra madera, derivada directamente de materia, sea empleada todavía para designar "la madera" ["le bois", en el original, en su acepción de madera, no de bosque] e incluso especialmente la madera de construcción.
(5) Quizás no carezca de interés el anotar que, en el grado 22 de la Masonería escocesa, que representa, según la interpretación hermética, "la preparación de los materiales necesarios para la realización de la Gran Obra", estos materiales se representan, no por las piedras como en los grados que constituyen la iniciación propiamente masónica, sino por la madera de construcción; podría verse, pues, en este grado, cualquiera que pueda ser de hecho su origen histórico, como una especie de "vestigio" de la iniciación de los carpinteros, tanto más cuanto que el hacha, que es su símbolo o atributo principal, es esencialmente un útil de carpintero. Además, hay que resaltar que el simbolismo del hacha es aquí muy diferente de aquel, mucho más enigmático, según el cual, en la Craft Masonry, está asociada a la "piedra cúbica en punta", y del que hemos dado la explicación en un precedente artículo ("Un hiéroglyphe du Pôle", en el nº de mayo de 1937). Conviene recordar también, por otra parte, la relación simbólica que el hacha tiene, de manera general, con el vajra (cf. nuestros artículos sobre "Les pierres de foudre", en el nº de mayo de 1929, y sobre "Les armes symboliques", en el nº de octubre de 1936).
[Los artículos citados conforman los capítulos XV, XXV y XXVI Symboles fondamentaux de la Sciencie Sacreé, Gallimard, París, 1962; trad. al cast.: Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, Eudeba-Colihue Ed., Buenos Aires, 1969, 1988 y recientemente en Paidós Ed., Barcelona, 1996. N. del T.]
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