lunes, julio 16, 2007

Yo soy la Francmasonería

Nací en la Antigüedad, en los remotos tiempos cuando los hombres soñaron con Dios por primera vez.

He sido puesta a prueba durante siglos, y hallada ser verdadera.

Los caminos del mundo muestran la impronta de mis pies y las catedrales de todas las naciones dan testimonio de la destreza de mis manos. Lucho por la belleza y la simetría.

En mi corazón habitan la Sabiduría, la Fuerza y el Valor para aquéllos que los buscan.

Sobre mis altares, está el Libro Sagrado, y mis plegarias están dirigidas al Dios Omnipotente, mis hijos laboran y oran juntos, sin discriminaciones ni discordias, en la plaza pública y en la cámara secreta.

Por medio de signos y símbolos enseño las lecciones de la vida y de la muerte y la relación del Hombre con Dios y del Hombre con el Hombre.

Mis brazos están abiertos para recibir a aquéllos de edad legal y buena conducta que me buscan por su propia y espontánea voluntad.

Los acepto y les enseño cómo usar mis Herramientas en la construcción de los Hombres, y de ahí en adelante, encuentro la dirección de su propia búsqueda de la perfección tan deseada y tan difícil de alcanzar.

Levanto al caído y doy abrigo al enfermo. Acudo ante el llanto de los huérfanos, las lágrimas de las viudas, y el dolor de los ancianos y desvalidos.

No soy Iglesia, ni Partido ni Escuela, pero mis hijos portan una carga completa de responsabilidad hacia Dios, el país, el prójimo y ellos mismos.

Son hombres libres, defensores de sus libertades y alerta para conjurar los peligros.

Al llegar el final los acompaño a medida que cada uno emprende el viaje más allá del Valle hacia la Gloria de la vida eterna.

Contemplo las arenas contenidas en el cristal y pienso cuán pequeña es una sola vida en el conjunto del universo eterno. Siempre he enseñado la Inmortalidad y porque levanto a los Hombres desde la oscuridad hacia la Luz, soy una forma de vida.

Nací en la Antigüedad, en los remotos tiempos cuando los hombres soñaron con Dios por primera vez.

He sido puesta a prueba durante siglos, y hallada ser verdadera.

Los caminos del mundo muestran la impronta de mis pies y las catedrales de todas las naciones dan testimonio de la destreza de mis manos. Lucho por la belleza y la simetría.

En mi corazón habitan la Sabiduría, la Fuerza y el Valor para aquéllos que los buscan.

Sobre mis altares, está el Libro Sagrado, y mis plegarias están dirigidas al Dios Omnipotente, mis hijos laboran y oran juntos, sin discriminaciones ni discordias, en la plaza pública y en la cámara secreta.

Por medio de signos y símbolos enseño las lecciones de la vida y de la muerte y la relación del Hombre con Dios y del Hombre con el Hombre.

Mis brazos están abiertos para recibir a aquéllos de edad legal y buena conducta que me buscan por su propia y espontánea voluntad.

Los acepto y les enseño cómo usar mis Herramientas en la construcción de los Hombres, y de ahí en adelante, encuentro la dirección de su propia búsqueda de la perfección tan deseada y tan difícil de alcanzar.

Levanto al caído y doy abrigo al enfermo. Acudo ante el llanto de los huérfanos, las lágrimas de las viudas, y el dolor de los ancianos y desvalidos.

No soy Iglesia, ni Partido ni Escuela, pero mis hijos portan una carga completa de responsabilidad hacia Dios, el país, el prójimo y ellos mismos.

Son hombres libres, defensores de sus libertades y alerta para conjurar los peligros.

Al llegar el final los acompaño a medida que cada uno emprende el viaje más allá del Valle hacia la Gloria de la vida eterna.

Contemplo las arenas contenidas en el cristal y pienso cuán pequeña es una sola vida en el conjunto del universo eterno. Siempre he enseñado la Inmortalidad y porque levanto a los Hombres desde la oscuridad hacia la Luz, soy una forma de vida.

Yo soy la Francmasonería.



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(Traducción Alonso Berrío C. VM Armonía 39 Medellín-Colombia.)

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