miércoles, julio 01, 2009

¿Ética Masónica?

Por: Mario Morales Charris 33º

Ven:. Maest:. Resp:. Log:. Lealtad No. 7

Ex Gran Maestro de la Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia

Pres:. Gran Consejo de Cab:. Kadosch «Lealtad Nº 3», Cám:. 30°

La Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia como miembro activo de CLIPSAS, le correspondió asistir al cuadragésimo primer (XLI) Foro y Asamblea realizado en el mes de mayo de 2002 en la ciudad de Curitiba, Brasil.

En el mencionado Foro se trató el tema ÉTICA Y MASONERÍA: El Masón entre la duda y la certeza, el cual nos llamó la atención por ser la ética una cuestión propia de todo Masón, considerada como parte básica de la Francmasonería. Por esta razón —sin que seamos unos eruditos en la materia— hemos tenido la osadía de reflexionar sobre este asunto. Por tanto, nuestro objetivo es demostrar mediante la reflexión —utilizando como herramientas de análisis algunas teorías filosóficas— que los Masones con un sentido de pertenencia y con unos principios claros de lo que es nuestra Institución, no podemos caer en la incertidumbre o dudar de la ética de un H:. y/o de la Francmasonería, sino que tenemos el conocimiento cierto o epistemológico de los fundamentos éticos de los mismos. Estos fundamentos o principios éticos los logramos después de iniciarnos en nuestros augustos misterios, con el estudio y la investigación, es decir, con el pulimento de la piedra bruta alcanzamos a enmarcarnos en un paradigma hacia la perfección.

Nuestro análisis lo comenzamos diciendo que a partir del momento en que el hombre y la mujer formaron grupos sociales, se han visto enfrentados al dilema del «ser» y del «deber ser» y desde siempre se han formulado preguntas sobre cómo acercarse y, en lo posible, adaptarse a un modelo de perfección.

Hace aproximadamente dos mil años, Lucio Anneo Séneca, escribía a su discípulo Lucilio: “Quien se halle resuelto a ser feliz, crea que el único bien es ser honesto”. En cambio otros grandes pensadores mucho antes que Séneca, centraron su atención en establecer una disciplina filosófica de la conducta. La antigüedad clásica está inmersa en una búsqueda permanente del sentido moral de la conducta humana, desde la política a la guerra, desde el amor al mismo acto de morir. Pero a lo largo de la historia, han sido los períodos de decadencia los momentos en que con mayor angustia nos hemos preguntado, no sólo los Masones sino el mundo profano, acerca de las razones que llevan al hombre a abandonar el camino del bien. Cuando la salud moral de los Estados declina, la primera duda que surge es siempre acerca de la conducta humana. Aristóteles ya había planteado la ética como una disciplina filosófica separada, y sus esfuerzos perseguían la necesidad fundamental de definir qué era el bien... cuál era el fin último del bien. Desde entonces el mundo ha cambiado mucho; mientras que, la ética sigue planteando el mismo dilema, el de la conducta humana frente al bien propio y al bien común. Para ello es necesario, antes de profundizar en estas reflexiones, preguntarnos primero ¿qué entendemos entonces por ética? y ¿qué es la moral?

CONCEPTOS DE ÉTICA Y MORAL

La palabra “ética” proviene del griego y tiene dos significados. El primero procede del término éthos (que quiere decir hábito o costumbre. Posteriormente se originó a partir de éste la expresión êthos que significa modo de ser o carácter. Aristóteles —en su obra Ética a Nicómaco, libro II— considera que ambos vocablos son inseparables, pues a partir de los hábitos y costumbres es que se desarrolla en el hombre y en la mujer un modo de ser o personalidad. Igualmente es el primero en hablar de una ética como una rama específica de la filosofía y en escribir un tratado sistemático sobre ella. Más tarde a través del latín se tradujo este concepto bajo la expresión mos, moris (de donde surge en castellano la palabra “moral”) que equivale únicamente a hábito o costumbre.

La ética y la moral tienen en común el hecho de guardar un sentido eminentemente práctico; a pesar de esto, la ética es un concepto más amplio y rico que la palabra moral. Luego, podemos entender por moral cualquier conjunto de reglas, valores, prohibiciones y tabúes procedentes desde fuera del hombre, es decir, que le son inculcados o impuestos por la política, las costumbres sociales, la religión o las ideologías. Mientras que, la ética siempre implica una reflexión teórica sobre cualquier moral, una revisión racional y crítica sobre la validez de la conducta humana. En tal caso, la ética, al ser una justificación racional de la moral, remite a que los ideales o valores procedan a partir de la propia deliberación del hombre y la mujer. Mientras que la moral es un asentimiento de las reglas dadas, la ética es un análisis crítico de esas reglas. Por eso la ética es una “filosofía” de la moral, si entendemos la filosofía como un conjunto de conocimientos racionalmente establecidos.

La moral no es ciencia, sino el comportamiento consciente, voluntario y responsable, sujeto a normas como ya lo hemos expresado. Por lo contrario, la ética pretende desarrollar la moral misma, sin que por eso deje de influir en ella. Esta incidencia es lo que explica las diversas doctrinas acerca del comportamiento moral del ser humano, como el formalismo kantiano, el utilitarismo, el pragmatismo, el positivismo, el marxismo, etc.

La moral nace con la existencia misma del hombre y la mujer, pues históricamente no se conoce ningún pueblo, por “salvaje” o “primitivo” que se lo quiera suponer, que no haya tenido normas, pautas o rituales de conducta. Por su parte, la ética como saber teórico que justifica o legitima la conducta moral, es relativamente reciente y aparece con el advenimiento de la filosofía en el siglo VI a. de la e\ v\ en Grecia. No obstante, la práctica de una ética teórica en sentido estricto surge hasta el siglo V a. de la e\ v\ con Sócrates —Platón, Apología, 29D S.S.— quien hace tambalear la moral de su sociedad al proponer como primordiales los valores espirituales antes que los materiales.

La moral suele ser inseparable de las costumbres humanas, las cuales dependen de la época, el clima, la región geográfica o de cualquier evento circunstancial. En este sentido, la moral es cambiante y relativa a determinadas prácticas culturales. El hombre y la mujer generalmente se hallan determinados por los valores de la sociedad en donde viven, y por eso consideran que las conductas acertadas son las que se amoldan con esos patrones. Es más en un caso tan controvertible como el aborto, llama poderosamente la atención que las mujeres de los países cuya práctica es legal suelen padecer menor remordimiento que en aquellos en que es ilegal e inmoral. Usualmente, el influjo que ejerce la sociedad sobre sus miembros siempre es mayor que el esfuerzo por educar a cada nueva generación de acuerdo con su propio y verdadero sentido. Así, la estructura de toda sociedad descansa en las leyes y normas escritas o no escritas que unen y ligan a los individuos. De esta manera, la moral es lo que no es diferente dentro de toda forma de asociación, lo mismo si se trata de la familia, una clase social, una estirpe o un Estado. La cuestión de fondo radica en que el hombre y la mujer si son unos simples seres pasivos que aceptan todos los estándares de conducta que la sociedad les confiere, esta sociedad se destruye porque por lo general no son los valores más humanos los que prevalecen.

A pesar del incesante “cambio” de moral, lo valioso estriba en establecer un criterio para delimitar las acciones buenas de las malas. Si consideramos que el ser humano es sólo un ser de costumbres, realmente no lo podríamos distinguir del animal. Pero si consideramos que es un animal con lógos, o sea, que habla y piensa, lo bueno y lo malo no sólo es elegido por la colectividad, sino por la propia razón. Muchas veces el hombre y la mujer creen que piensan por el solo hecho de seguir los dictados de la mayoría y no se percatan de que la sociedad, aun antes de que nazcan, ya les ha escogido sus valores. Pero si alguien es capaz de reexaminar esos valores, ya sea para eliminarlos, fortalecerlos o formar otros nuevos, significaría que también es capaz de pensar por sí mismo y de elaborar una ética o filosofía moral. Por eso resulta fundamental el que la razón se convierta en una fuerza que le permita gobernar al hombre y a la mujer los apetitos que comparte con los animales, al dominarlos en una medida compatible con el bienestar de todo su ser. Si los seres humanos únicamente reaccionáramos ante los estímulos del medio, en nosotros sólo imperaría lo instintivo y lo irracional. Pero además de ello, podemos crear otorgando significados y símbolos y elevar nuestra humanidad a veces a costa del sacrificio de nuestra utilidad personal. Filósofos como Platón y Aristóteles —en sus obras: Platón, Fedón, 73A; Aristóteles, Metafísica, 980b 26— distinguieron la razón de la sensibilidad, considerando a esta última como la fuente de las creencias infundadas y —en Platón, Timeo, 70A; Aristóteles, Ética a Nicómaco, 1102b 15— como el origen de los apetitos que se comparten con los animales. Asimismo, a los estoicos —Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos más ilustres, VII, 1, 85 - 86— se les debe la división entre los animales y los hombres: a los animales les es dado como guía el instinto, que los lleva a conservarse y a buscar lo ventajoso para ellos; a los hombres les es dada la razón como la más perfecta guía y, por tanto, para ellos vivir conforme a la naturaleza significa vivir conforme a la razón

Emmanuel Kant llegó a teorizar la obligatoriedad necesaria de las normas morales en cuanto a mandamientos de la razón. La ética kantiana se apoya en dos puntos de fuerza: la universalidad de la ley moral, que la distingue de todas las otras normas, y la dignidad del hombre por la cual nadie puede ser tratado como medio o instrumento, es decir como cosa.

Hoy se advierte la exigencia de que la conducta de los individuos, aislados o reunidos en la comunidad, no se vea condicionada por el temor de la sanción sino estimulada por el deseo del honeste vivere, que presupone una íntima convicción de la validez de los inalienables principios morales.

Por último, la ética la podemos definir como una explicación o teoría del comportamiento moral de los individuos en la sociedad. De acuerdo a este concepto no debemos confundir el objeto estudiado, es decir, el llamado mundo moral, constituido por aquellos actos que el ser humano realiza de manera consciente, voluntaria y responsable, con la ética que es teoría de dicho objeto.

CONCEPTOS ÉTICOS DE LA MASONERÍA

Con el advenimiento de las Revoluciones sociales inspiradas en principios de la naciente Masonería especulativa, surgen conceptos que inspiran su divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad; los dos primeros, producto de ese movimiento reivindicativo del ser humano. Es así, como se incorporan a la Francmasonería, el Librepensamiento, el Laicismo y el Humanismo, todos propiciados por Francmasones.

En esencia se trata de saber, sí la Masonería tiene, entonces, Principios, Doctrina y Filosofía. Para ello, trataremos de conceptuar de manera concurrente, los tres aspectos que le dan vigencia y practica.

Los Principios, son realidades de las cuales derivan las cosas. Son razones por lo cual todas las cosas, son lo que son. Se nos presentan como proposiciones básicas o verdades primeras, que configuran la preceptiva de la Institución. Los Principios Masónicos son entonces, las verdades orientadoras de la esencia y de la realidad de nuestra Orden.

Del desarrollo en sociedad se perfilan los Principios. Educados y formados en esas prácticas de convivencia, se va formando la Doctrina, que como brújula, va señalando al hombre y a la mujer, el norte de sus vidas, creando para su cumplimiento, normas de conducta. En la búsqueda incesante de la Verdad y del Conocimiento, se encuentra el ser humano a sí mismo, a sus valores (Axiología), a su Ser (Ontología), al comportamiento (Etica) de su accionar, su trascendencia (Metafísica); y a todo ello llama, Filosofía.

Luego entonces, ¿tiene la Masonería, una Filosofía propia? ...Claro que sí la tiene, aunque no exclusiva. Decía un autor Masónico al respecto, que “No obstante la geométrica hechura de un sistema filosófico como el de un Descartes, o de un Espinoza. Tampoco es una escuela porque no la fundó un pensador determinado, ni una Institución porque no fue constituida por persona alguna; su sistema ideológico, se adapta a las evoluciones y revoluciones del mundo de la cultura, en ello no opera, la rigidez de una docencia gradual, coordinada”.

Es tributaria de la Doctrina Esotérica y Tradición Iniciática, que no es obra de un solo pensador, sino el resultado de milenios de Sabiduría y, el esfuerzo hacia esa Sabiduría, como diría Jámblico, es su base filosófica.

La filosofía Masónica la fundamentamos en la razón porque la racionalidad humana es el elemento que nos libera de prejuicios (ideas fundadas en la ignorancia), estereotipos (imágenes rápidas y simplificadas de la realidad) u opiniones arraigadas pero falsas, y que nos permite establecer un criterio universal o natural para regir nuestra conducta. En este sentido, la razón es capaz de penetrar en las leyes que rigen la perfección y la dignidad humanas, las cuales son válidas para todos los tiempos y todas las culturas, siempre y cuando no sean el resultado de los intereses individuales o las conveniencias egoístas. Por eso una de las misiones de la Francmasonería se centra en fundamentar una ética cuyos valores sean universales y permanentes, y no el monopolio de una raza, un credo o una determinada civilización. La ética para nosotros los Masones es el arte de la perfección humana que se extiende desde los individuos concretos hasta el conjunto de todos los seres racionales. En este orden de ideas, la ética es una forma saludable de vida que muchas veces implica apartarse de las prescripciones que imponen los grupos mayoritarios, en vistas a un desarrollo auténticamente humano.

Por todos estos motivos, es conveniente señalar, que la ética que practicamos los Masones la soportamos en los principios de laicidad, humanismo, libertad y tolerancia, entre otros.

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