" Yo me dije, vigilare mis caminos para no pecar con mi lengua. He puesto una guardia a mi boca."
Salmo 39:2-3
Desde la Escuela de los Misterios Egipcios, pasando por la antigua cultura indo, luego por la Grecia Antigua y llegando desde los primeros siglos del cristianismo hasta el apogeo del monaquismo cristiano occidental, se puede afirmar que el silencio ha sido una estimada virtud, como parte de los procesos de ascesis, para el perfeccionamiento de la vida interior y elemento vital para el cultivo de virtudes como la perfección de vida, la prudencia, la capacidad de escucha y el juicio justo y recto.
El silencio, es un don de los sabios, y se logra, como se logra coronar toda virtud, por el perfeccionamiento interior, por su búsqueda y aplicación diaria, cosa que el mundo actual, no pareciera tener en gran estima, pues somos testigos y muchas veces actores del barullo absurdo del hablar por hablar, eso nos lleva poco a poco a una dependencia tal del ruido y de los superficialmente banal, que cuando por casualidad entramos en un espacio de silencio, nos parece raro, curioso, algo que no es nuestro, aquello que es ajeno a nosotros y que nos parece muchas veces absurdamente extraño. Muchas veces, comenzando por mí, sentimos que el silencio nos mata, que nos pone en una posición incomoda, pues los ambientes silenciosos, siempre llaman al hombre a la interiorización, al encuentro consigo mismo.
Si observamos las campañas a favor de los budistas donde monasterios contemplativos católicos, ayunos protestantes, jornadas de silencio por la paz, de esta sangrante nación y marchas silenciosas, pidiendo que cesen el secuestro y las masacres. O el silencio, de los mas pobres, mas débiles, los olvidados, humillados y ofendidos, los que no tienen voz, estos son los desplazados del mundo. En todas esas experiencias de silencio, se encuentran personas simples, personas doctas, que buscan en el silencio el primer paso hacia la sabiduría, es en silencio donde la Naturaleza actúa, trabaja, crece y el Gran Arquitecto del Universo, cualquiera sea la idea que tengamos de El, perfecciona y completa en sus leyes universales las obra de la Evolución Espiritual y Material.
Para el masón, el silencio es y debe ser virtud noblemente apetecida, pues cuando los masones conforman logia, hay una condición ritual fundamental, y ella es el silencio. En el silencio del Taller, en esa comunidad física y espiritual de hermanos, los masones en el misterio del silencio, elevamos, espíritu, mente y cuerpo a la presencia del Eterno, sin dogmas, sin credos, sin divisiones fanáticas. Pues sabemos que en ritual del grado, en la presencia de la Luz, en el simbolismo del Universo que es el Templo, tenemos contacto con lo trascendente, por escasas dos horas cada semana, los masones ingresan en la Cámara del grado a escuchar el lenguaje del silencio, a conocer los misterios de lo oculto, en su sana y responsable acepción.
El silencio es para el masón, virtud firme que conlleva a la corrección de defectos, es parte del trabajo del cantero, que con el cincel y el mazo, simboliza y aplica en la practica, la devastación de la Piedra Bruta, o en el decir de San Pablo, trasforma el hombre viejo con sus defectos en el hombre nuevo, para la Gloria. Gracias a la observancia del silencio, el masón hace crecer en su vida interior, la capacidad de escucha, acrecienta poco a poco su buen juicio y sabe tener piedad y sana compasión de los defectos de los demás, a partir del trabajo escultórico de su cambio interior, para ser persona integral, hombre de bien y varón probado en el duro pero bello andar en la vida.
Queridos Hermanos , recordemos que en nuestros augustos misterios, el silencio esta representado por la cuchara de albañil, también llamada llana, pues con ella el albañil aun hoy toma el cemento y los esparce en la hilera de ladrillos, debidamente niveladas y aplomada, para construir la edificación material y cubrir con la capa de cemento el sostén que permitirá agregar la próxima hilera, eso mismo hacemos nosotros los masones especulativos, con la llana de la paciencia y el silencio, extendemos una capa de bondad sobre los defectos que vemos en el otros, sabiendo como dice el Evangelio, ¡ que primero miremos la viga en nuestro ojo, antes de ver la pelusa en el ojo del hermano"; duro ejercicio es este, pues el masón gasta su vida en la devastación de su vida interior, es decir de su defecto, limitación espiritual y limpieza de todo aquello, que lo hace ver a la Orden como algo mas que un club social, una asociación de caballero y un encuentro de viejos amigos. En la practica ascética y sana del silencio, nosotros los masones, tenemos nuestro mayor reto, escucharnos a nosotros mismos y escuchar en la sabias leyes cósmicas que rigen el universo, la voz dulce y suave, del Gran Arquitecto. Allí en esos momentos, nos descubrimos tal cual somos, encontramos nuestros defectos y faltas, recordamos en esa practica efectiva del silencio, cual es efectivamente nuestro deber para con Dios, nuestros deberes para con el prójimo y nuestros deberes para con nosotros mismos.
Por todo lo dicho, aun frente a nuestra Piedra Bruta a medio devastar, no debemos tener descanso, pues aun en el defecto, algún vicio, una debilidad, debemos tener claro, que en el silencio, hablara la voz interior, esa voz que es regalo divino y nos interroga y señala, esa voz que en el silencio con nosotros mismos, se expresa como conciencia y nos induce a recordar como masones, el momento primero de nuestra Iniciación como eternos Aprendices, en el contacto silente e impresionante de nuestra permanencia en la Cámara de Reflexiones, donde podemos decir: " Acéptame oh Dios y que se lleve el olvido los días huérfanos que pase sin Ti."
Hermanos míos, que el Silencio nos conduzca a todos, cada día, a ver mas Luz, a tener mas compasión, a recordar que en Logia el silencio, nos abre la puerta espiritual a lo Trascendente, y nos lleve en el día a día, a una mayor indulgencia hacia nuestros semejantes y al reconocimiento de nuestra propia limitación, pero a la vez a la certeza de que así como somos imperfectos, también somos perfectibles, quisiera terminar, recordándolos a todos y cada uno de ustedes a mis antiguos hermanos y a los nuevos que no tengo la dicha de conocer, con la siguiente reflexión:
Que nuestros sentidos sean silenciosos y escucharemos al Divino;
Que nuestro cerebro sea silencioso y lo comprenderemos;
Que nuestras pasiones sean silenciosas y le amaremos;
Que nuestros deseos sean silenciosos y le poseeremos."
(Nolini Kanta Gupta)
Hacia la Luz
No hay comentarios.:
Publicar un comentario