sábado, abril 30, 2005

Poema Masónico

Dumas comprendió
Que la auténtica In:.
Está más allá del rito y del símbolo:
Reposa bajo el miedo
Y desdeña las palabras.

Humilde, quien encuentra La Luz
Se reconoce su esclavo
Y consagra para la libertad su sangre,
Y para la esperanza inmola sus pasiones.

Dos Iniciados memorables
Desfilan por sus páginas,
Cagliostro y Rosseau,
Enseñándonos que es diversa la luz
Que mueve a los seres
Y una la estrella que los guía;
Gracias, viejo Dumas.

Si bien la adolescencia te condenó
A la inmortalidad de la memoria,
A ti te debo la pasión de construir:
Triple es el juramento,
Tres son los años que forman mi asombro,
Tres son los puntos con que explica cada día
El esplendor de la madrugada.

II

La Obscuridad es absoluta
Y una voz me dice
Que tome la forma del tiempo
Y la ceniza,
Que regrese a la visión de mis huesos,
Que acostumbre mis ansias
Al pan negro,
A la semipenumbra de una vela
Próxima a extringuirse.

He hecho mi Testamento horas antes.
Temo, y sin embargo una sed inevitable
me empuja al último secreto,
me hago tierra, calavera,
tiempo:
Es más fuerte la fe de quien teme
Que el coraje formado con vanas sílabas
Con que se suele huír de la esperanza.

Se me libera del mundo
Para entregarme al mundo.
Así sucumbo a esa voz,
Que por honesta, es verdadera.
Volveré a los días y a sus afanes minúsculos,
Pero mis ansias serán otras,
Ser al menos una vela que resista la sombra,
Ser en el mundo pequeño de cada día
Un incidente de paz.

III

He viajado por el Agua
Y los sonidos con que las pasiones
Ahogan la música del mundo.
He transitado por el Aire
Y escuchado el furor de las espadas
Que combaten la iniquidad.

He atravesado el Fuego
Para que sea mi vida
Sólo aquello que se niegue
A la turbia vocación de la ceniza.

He formulado juramentos
De los que nada podrá dispensarme:
Me he hecho Libre hermano de la piedra,
Y como ella, fuerte ante la fuerza
Y dócil ante el arte:
Hermano soy de la piedra en bruto,
Y como ella libre,
Como ella prefiero caer del T:.
Antes que desistir de ocupar
Un lugar exacto y justo
Entre los seres y las cosas,
Piedra fuerte
Ceñida a los designios de la Pureza.

IV

Otra muerte no habrá para el traidor:
Arrancará de la espada sus propias respuestas;
Su legado.
Encontrará el acero letal
De sus mentiras,
No hallará otro reposo
Que envenenarse poco a poco en sus palabras,
Ni otro consuelo que la vanidad vacía de sus huesos
sin honra.

Supe esto al cambiar los pesados ropajes de mi corazón
Por un Man:. Blanco,
Y el estigma de una ciudad enferma
Por el triple Abrazo de mis HH:.
Sé que no hay sitio bajo este Cielo de Acero
Para aquel que aniquila con palabras su palabra:
Aquí la Fraternidad por sí sola
Ahuyenta las sombras.

V

Me han entregado dos Pares de Guantes blancos:
El primero, me aleja del crimen,
El Segundo, me obliga al amor.
Pero mis manos no son dignas aún
Ni de uno ni del otro;
Cada deslealtad me convierte en asesino,
Cada omisión transforma el afecto
En un desierto de espejos.

Y cada noche,
Al recordar mi Juramento
De Silencio, Laboriosidad y Paz,
Algo muy profundo me dice
Que soy un pequeño fuego
Buscando agradecer con luz,
La luz del G:. A:.
Que sea Él el Destinatario
De la blancura que intento.

VI

Se le dijo a Cagliostro,
Si creemos al nunca exacto y siempre atinado
Alejandro Dumas,
Que la espada que recibía al iniciarse
Era para combatir la tiranía.

Bien sabía el mulato genial
Que las insidias del fanatismo
Sólo se eluden con la lealtad a la palabra,
La palabra pronunciada entre HH:.
Y que contra toda opresión
El Secreto fraterno,
y la obediencia que se debe al afecto,
Son las mejores armas.

Guardo silencio ante mis HH:.,
Obedezco sus voces, secundo sus decisiones:
Ninguna sumisión me obliga,
Ningún rito intrascendente:
Escucho para dar a mi libertad mejores alas:
Llega la media noche, y rompo el silencio,
Y río, sabiendo que contra toda tiranía
no hay espada más feroz
que el silencio debido a mis HH:.

VII

Desprovisto de joyas,
Con el Pecho descubierto y descalzo,
Una Soga fatal en el cuello,
Se me pide que piense acerca de quien soy,
Se me incita a Ofrecer mi sangre
A quien la necesite,
Se me ofrecen Bebidas de sabores opuestos
Como opuestas son la libertad y la sombra.

Esp:. En mi pecho,
Preguntas que alguien responde por mí,
Afirmando que soy un hombre libre
Y de Buenas Costumbres:
Que cada día me exija estas mismas pruebas,
Que nunca la fácil costumbre,
Ni el rencor que se deposita con polvo
En los rincones de la sangre,
Permitan que olvide que sólo soy
Quien reflexiona sobre sí, desposeído,
En el límite del cadalso,
Que quien dé fe de mí
Lo haga pronunciando la palabra liberdad.

VIII

Por fin se me concede la Luz.
Como a un niño pequeño
Se me enseña a Caminar,
A Saludar,
A decir mis Primeras Palabras,
Incluída la que no podré pronunciar jamás.

Como a un niño de brazos,
Mis HH:. Me enseñan el Abrazo,
Me enseñan a Reconocerlos,
A Sentirlos.
Y como a un niño pequeño
Que conoce la luz mas no el nombre de la luz,
Se le regala un nuevo asombro,
Un Nacimiento nuevo,
Semejante al descubrimiento de un idioma.

Quizá pronto aprenda a caminar,
Y reciba con un abrazo recién aprendido
A mis HH:. Menores;
Pero como un niño pequeño
Me resisto a crecer demasiado pronto,
Quisiera permanecer siempre Ap:.,
Amamantado siempre de luz
Como un eterno, asombrado niño.

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