La vida del Iniciado es Piedra Bruta, que debe llegar a ser Piedra Cubica, pero al ser piedra bruta, es imperfección, mundanalidad, vacío y esencialmente es búsqueda; por ello el aprendiz masón usa las herramientas como instrumentos empleados por la mano o la maquina, en el trabajo de la artesanía y de la industria.
El reto esencial del Aprendiz, es desbastar la Piedra Bruta, es decir, hacer un ejercicio permanente de artesano, que permita el cumplimiento en nuestras vidas de aquel fundamento de la Etica que dice: El hombre es imperfecto, pero perfectible. Al igual que el Aprendiz, el autentico masón, es el hombre que cree en el efecto del caer y el acto perfectible del levantarse, por eso el masón toda su vida, en el ejercicio del Arte, ocupa buena parte de su trabajo diario, en el devaste de la Piedra Bruta en su interioridad. Es imperativo esencial, a su sino masónico, la exigencia categórica e ineludible el pulir en la cotidinanidad, la muchas veces dura piedra de su defecto, frente a la suave modelacion paulatina del ver poco a poco también, la escultura clásica de la acción creciente de la virtud.
El valor simbólico de las herramientas del aprendiz masón, es rico en significado, porque, aparte de lo que dice al Aprendiz, en la enseñanza de la Orden, es notablemente rico también, en los valores simbólicos que dice al Iniciado, para su interiorizacion y aplicación practica a esa - realidad extraña - que a veces es la vida, en el decir de Ortega y Gasset.
Tres son las herramientas esenciales que utiliza el Aprendiz: el mazo, el cincel y la regla de veinticuatro pulgadas, herramientas que en mundo profano, nuestros antepasados los masones operativos y otras corporaciones de artesanos, utilizaron, para hacer de la piedra sin pulir una obra de arte, a golpe constante, a medida exacta, y con la precisión perfecta.
El Aprendiz Masón es en si mismo la Piedra Bruta, pero a su vez es, materia, obrero, instrumento.
El mazo es el símbolo de nuestro poder, manifestación de nuestro temple, constancia y voluntad, por tanto es representación simbólica de la fuerza y de la tenacidad firme del masón.
Pero que seria del juglar sin su canción? Que seria del mazo, sin la mano decidida del hombre? Sin el golpe acompasado del Aprendiz, que lo usa con la solapa de su mandil levantada, por lo duro y persistente del trabajo. El mazo sin el brazo del hombre, nunca puede tener la plenitud de ser herramienta, será un símbolo muerto, descarnado e inútil, seria una expresión caduca, de una mediocre voluntad, pues para que el mazo sea útil, se requiere la fuerza viril de la voluntad que eleva, para llegar a ser mejor, así el mazo cumpliría, el decir de nuestro hermano Omar Dengo : - La vida es Cumbre, el esfuerzo es Ala -; para que la fuerza del mazo rompa piedra, es necesaria la constancia y es ella la que hace posible en el Aprendiz masón , darle con su fuerza de voluntad, el certero vigor que ocupa el mazo para transformar la vida y pulir nuestro ser interior de Piedra Bruta.
El mazo lleva nuestro recuerdo a aquellas antiguas catedrales que en su silenciosa belleza, fueron construidas por nuestros antepasados los hermanos de los gremios medievales, nos evoca la gracia y el valor del arte escultórico, nos llama la atención de que el mazo es fuerza que rompe la piedra, es el golpe certero de la fuerza de un brazo, expresión de voluntad y concepción de la búsqueda de un fin estético, esfuerzo constante para conseguir un logro, esto es el sentido de nuestra perfección interior, como elemento transformante al servicio de los demás.
Conocemos como cincel aquella herramienta de boca acerada y recta, de bisel doble, que sirve para labrar a golpe de mazo, la piedra o el metal. Cincel y Mazo se complementan. El mazo con su peso golpea, el cincel, recibiendo esos golpes de fuerza: rompe, perfora, alisa.
El cincel es la herramienta que simboliza la sabiduría aplicada en la justicia.
El cincel, sin brazo, sin mano, sin visión de conjunto para que el artesano aprendiz devaste inicialmente el contorno de su Piedra Bruta, tampoco es útil. Pues es la fuerza del mazo, junto con posición exacta del cincel, la que permite el desbaste de la Piedra, que poco a poco la ira convirtiendo en hermosa y notable escultura. Entonces mazo y cincel se complementan y el brazo del artesano de la Piedra, por ese su oficio, los conduce a una combinación armónica, para ser expresión creadora, que lleva en su golpe y calculo, la impronta de la estética, llevando al Aprendiz, con el paso del tiempo al logro de la creación perfecta de la Piedra Pulida.
La regla es el símbolo de la perfección como instrumento de medida y emblema simbólico de la línea recta. Representa el empleo ordenado y disciplinado de la visión interior guiada por el discernimiento; materialmente la regla es un instrumento de madera o metal, rígida, delgada y de forma rectangular, útil para trazar líneas rectas y en el sentido ético entendemos por regla, una norma que ha de regir la conducta.
La regla simboliza: moderación, templanza, es finalmente el orden y concierto invariable de la justa medida que guardan todas las cosas naturales.
Vemos que al igual que las herramientas anteriormente interpretadas, la regla tiene un profundo contenido simbólico, pues ella es sinónimo de rectitud, orden y la guía que debe regir nuestra vida masónica como expresión practica y constante del obrar con rectitud, aun habiendo caído, debemos levantarnos, tomarla, medir, calcular, trazar y así aprender de la regla, el equilibrio en el conducir diario de nuestra existencia y la justeza de la relación con los demás.
Tenemos que el mazo manifiesta la firme voluntad del Iniciado, su fuerza y el esfuerzo constante por trabajar día a día su piedra bruta; el cincel como símbolo de nuestra inteligencia y sabiduría y la regla de veinticuatro pulgadas, simboliza la actitud juiciosa, comedida y el armónico equilibrio en que debemos actuar en la vida, en el interior del espíritu masónico, pues representa el día con sus 24 horas donde en la practica vivimos tres jornadas, que son el trabajo diario, la vida masónica y familiar y el descanso, esto a su vez es evocación de las tres grandes edades del hombre: Infancia, Juventud y senectud, estando en todo ello mirando siempre el Gran Arquitecto del Universo.
Cuando pensamos en estas tres herramientas, como instrumentos que llevan a la transformación de la materia, comprendemos en nuestro interior, que con las mismas podemos generar cambios a partir de su interpretación simbólica, para que nuestra vida sea un esfuerzo fecundo y dinámico de transformación interior, para que en el decir de San Pablo - a fin de que todo hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra -.
Todo esto nos dice a nuestro corazón de permanentes aprendices, que el masón aun con sus defectos y virtudes, puede y debe buscar siempre los mayores y mas altos propósitos en su vida, mediante el sano ejercicio de la voluntad y la energía para lograr puntos de equilibrio que lo guíen a desarrollarse en la plenitud del espíritu masónico y la realización social para y con sus semejantes, a quienes finalmente se debe la acción transformadora de la Francmasonería Universal
Es mi Palabra Venerable Maestro
Frater Lucis PITAGORAS
BIBLIOGRAFIA
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