domingo, junio 18, 2006

¿Sois Masón?



Solo recordaba aquel fuerte dolor en el pecho. ¿Cómo llegue aquí?

El ambiente era familiar, yo ya estuve aquí una vez ¿pero cuando? Caminaba sin rumbo. Personas desconocidas pasaban a mi lado, pero no-tenia el coraje para hablar con ellas.

Esperé, y me pregunte: ¿Qué grupo es aquel reunido con trajes negros? ¡Lógico! Estaré llendo o viniendo de un entierro. ¡No, claro son Hermanos!

Me aproximé al grupo. Al verme llegar, interrumpieron su diálogo. Discretamente me identifiqué como Aprendiz, obteniendo respuesta. La alegría fue inmediata. ¡Estaba entre Hermanos! Me identifique con mi nombre y grado. Pregunté ansioso lo que estaba sucediendo conmigo.

Me respondieron con mucha suavidad y fraternalmente: Había muerto... Me asusté mucho... ¿y mi familia? ¿mis amigos?... ¿como están?. Están bien, están siendo atendidos por la Orden, no se preocupe... a su debido tempo los verá, me respondieron.

Todavía asustado, pregunté el motivo de sus vestimentas. Estamos camino a nuestro Templo, fue la respuesta. ¿Templo? ¿Mis HH.'. tienen uno? Sí... ¿Porque no?

Me sentí mas tranquilo, yo soy un Gran Inspector General de la Orden y con seguridad recibiré los honores debidos a mi posición.

Pedí poderlos acompañar, y así fue. Después de una pequeña caminada vi el Templo.

Confieso que me quedé admirado por su gran belleza. Las columnas de la entrada, majestuosas.

Nunca antes había visto nada igual. Imaginen como debería ser su interior y como me sentiría al participar en sus trabajos.

Caminamos en silencio, al llegar a la entrada del Templo, los pasos perdidos, me encontré con Hermanos hablando animadamente, pero en un tono respetuoso. Uno de ellos, el que me acompañaba, llamó al que estaba frente de él.

¡Hermano Guardatemplo! acompañe al Hermano recién llegado y con él espere en la antesala de los pasos perdidos. ¿No entendí bien?

Yo había mostrado mis credenciales y no era ese el tratamiento que se me debería dar.

Esperé unos instantes, seguro de que me preparaban una recepción más fraternal.

Con certeza están preparando alguna ceremonia especial para mi entrada; en realidad un grado 33 no podría esperar nada diferente.

Verifiqué que los Hermanos que habían quedado en el atrio, en silencio, estaban formando un cortejo para el ingreso al Templo.

Por la distancia no conseguí escuchar lo que los Hermanos decían? Un rayo de luminosidad los invadió a todos.

Entraron silenciosamente en el Templo. Junto a mi se quedó el hermano Guardatemplo. De tanta emoción no conseguía decir palabra.

El tiempo pasó... no se cuanto tiempo. Finalmente la puerta del Templo se abrió y salió el Hermano Primer Diacono, se dirigió a mí y me comunicó que sería recibido ya.

Ajusté el mandil e hinché mi pecho. Comprobé que mi collar y las medallas estuvieran en orden y lo acompañé.

Estaba un poco intranquilo: ¿Quien no lo estaría en estas circunstancias? Respiré profundamente y entré ritualmente al Templo.

Extraño... esperaba encontrar lujo y esplendor, mucha riqueza. Comprobé, de inmediato, una simplicidad enorme.

Una luz brillante, que no se de donde venía, iluminaba todo el ambiente. Saludé al Venerable Maestro y a los vigilantes en la forma acostumbrada.

Nadie se levanto por haber ingresado, mi entrada era casi ignorada.

Ningun protocolo ni honores acompañó mi caminar.

Todos se mantenían silenciosos y en actitud respetuosa.

Realmente no sabía que hacer... era todo diferente para mí. Esperaba instrucciones... y por fin ellas vinieron con la voz firme del Venerable Maestro: ¿Sois Masón?

Reconociendo la necesidad de la comprobación en tales circunstancias respondí: Mis HH.'. me reconocen como tal. Sonreí para mis adentros mientras esperaba tranquilamente la pregunta que seguia y el momento adecuado para demostrar mis conocimientos y desenvoltura.

Pero, el Venerable Maestro dirigiéndose a los presentes, preguntó: ¿Los Hermanos aquí presentes lo reconocen como Masón? El silencio fue total.

Me asuste ¿qué era esto? ¿Porqué tal pregunta? Esto con certeza no era parte del Ritual. Dirigiéndose a mí, el Venerable Maestro respondió: Mi querido Hermano visitante, los Hermanos aquí presentes no lo reconocen como Masón.

¿Cómo no? Dije.

¿No ven mis insignias, mis pruebas de Cargos pasados? ¿Mis diplomas? ¿Mis medallas?¿no verificaron mis documentos? Interróguenme!

Si querido Hermano, respondió solemnemente el Venerable Maestro. Más por el hecho facto de haber ingresado a la Orden, tener Diplomas, ostentar insignias y medallas, no basta para ser reconocido masón.

Es preciso antes que nada haber construido su "Templo Interior" y verificamos que esto no ocurrió con el Hermano.

Observamos, que a pesar de haber tenido todas las oportunidades de estudio y de haber llegado al mayor de los Grados, no has realizado ningún progreso personal. Su pasaje por el arte Real fue efímero.

No conseguí aguantar más y respondí: ¿Cómo efímero?

Ustedes, que todo lo saben, ¿no observaron mis actitudes fraternas?

El V.'.M.'. me interrumpió: Hermanos... veamos entonces su defensa:

De inmediato enfocó una pantalla como de televisión y en la imagen me reconocí junto a un grupo de Hermanos haciendo comentarios humillantes contra otros Hermanos, burlándome con la presencia de los aprendices, contando chistes en el atrio, conversando y desatencion durante las tenidas, intolerante con los Hermanos, haciendo gestos para llamar la atención de mi presencia en Logia...

¡Era verdad! Me dio vergüenza... traté de justificarme, pero no encontraba argumentos para mi defensa.

Recordé entonces mis acciones benéficas y hablé de ellas, mis esfuerzos con las agrupaciones Masonicas, mi Carrera Masonica.

Mudando la imagen como se mudan en la Televisión, me vi colocando la mano vacía en la bolsa de caridad.

Era verdad y por costumbre lo hacia así, por pensar que el óbolo no sería bien utilizado...

Pensaba que yo le daría mejor destino, pero, por desgracia, nunca lo hacia...

Me vi en las visitas a los Hermanos enfermos y comprendí que era más por obligación y por mostrarme que por fraternidad.

Me quedé en silencio y lágrimas de arrepentimiento nacieron de mis ojos.

Instintivamente comencé a retirarme triste.

Paré al oír la voz autoritaria y al mismo tiempo fraterna del Venerable Maestro: Mi Hermano, reconocemos las debilidades de todo el mundo y en la Masonería, con todo, reconocemos también que el Hermano fue iniciado en nuestros Augustos Misterios. Prometemos a sus iniciados protegerlos y lo haremos.

El Hermano tendrá la oportunidad de enmendar sus errores, todos los aquí presentes los hemos cometido alguna vez.

Relájese ahora.

Tómese el tiempo necesario y, al volver a hablar de este tema, venga con nuevas experiencias, nosotros lo guiaremos nuevamente por el camino correcto de la Orden Masónica. Su nuevo caminar será seguramente mas promisorio y útil.

Salí decepcionado más extrañamente aliviado. Aquellas palabras parecia que me habian sacado un gran peso de encima. Con seguridad, allí desbastaría parte de mi Piedra Bruta. Estaba saliendo ritualmente, y, cuando Sali del templo…

Desperté.

Desperté sobresaltado y mojado de sudor.

Mi corazón estaba muy agitado.

Me levanté asustado, sintiendo cierta alegría en el pecho.

¡Había soñado!

Me dirigí al guardarropa.

Mi traje negro y mis guantes blancos allí se encontraban.

Rápidamente retire de la chaqueta las medallas e insignias, junto a los diplomas, algunos sin mérito, y los guardé en una caja bien al fondo, donde nadie los pudiese ver.

Todavía emocionado y con los ojos llenos de lágrimas, me dirigí a mi mesa de trabajo y con las manos temblorosas y lleno de una alegría enaltecedora, empece a revisar el Catecismo y el Ritual de Aprendiz masón, a recordarlo, tome mi cifrado y empece a estudiar y descifrar nuevamente

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