domingo, octubre 21, 2007

Masones que no concurren a sus Logias



Con frecuencia oímos decir que determinado hermano que no concurre a las Tenidas es una buena persona, tiene espíritu masónico pero tiene mucho trabajo, está muy ocupado.

Nunca compartimos esa forma de encarar el problema: siempre creímos que es una benevolencia equivocada, que hace mal a la orden y hace mal al Hermano. Es muy fácil decir "yo pertenezco a la masonería y desentenderse de todo lo demás:¿Qué pasaría si todos hiciéramos lo mismo? ¿Si a la hora de la tenida siempre estuviéramos viendo televisión, leyendo, con los amigos o simplemente durmiendo?.

A estos Hermanos Muy Buenos se deben esas Logias anémicas, que apenas llenan los principales puestos, que en medio de un general e inevitable aburrimiento arrastran una vida masónica penosa y lamentable.

Para ser Masón autentico no basta figurar en el Cuadro Logial, es necesario quemarse diariamente en la llama de la acción y la militancia. ¿Qué interés, qué estimulo pueden sentir el Venerable Maestro y los Hermanos que concurren regularmente?

Esos hermanos Muy Buenos destruyen la base de la institución y ya se sabe que la grandeza de la Masonería radica en su base, es decir, en sus obreros, en todos nosotros.

Así la Orden no progresa, no se fortifica, así no cumple con su deber. En cuanto al Hermano si no asiste no puede vibrar con nosotros, no siente el ímpetu de la vida del Taller, perceptible o no pero real y verdadera.

Se podrá llamar Masón pero no se puede ser Masón sin concurrir a las Tenidas. Pero hay más; no se puede ser masón si no se integra al CUERPO MENTAL y al plano espiritual de la Logia. Cuando el Venerable Maestro dice "Silencio y en Logia, mis Hermanos" se crea un cuerpo mental colectivo que nos envuelve a todos. Es entonces cuando la cadena de unión, esa cadena de unión que está aplicada al muro, baja hasta nosotros, palpita, se humaniza, nos libera y nos une: nos libera del polvo de todos los caminos, del lastre de la vida profana, de las fuerzas negativas que actúan en nosotros mismos y nos une en un plano superior de bondad, de tolerancia, del afán de superación, es decir, nos une a un nivel masónico: Y esa emoción no la puedo sentir yo ni nadie si estoy sentado en mi casa, leyendo, con mis amigos o durmiendo entre otras cosas. Si no sabemos como opina el Taller o la Orden sobre determinado problema, si no nos formamos en la fragua masónica, si no aprendemos a manejar las herramientas de la vida superior, ¿Cómo vamos a influir; sobre quiénes vamos a influir?

Se ha dicho siempre que no deben traerse aquí las pequeñeces y resquemores que nos separan de la vida profana, pero si se deben llevar hacia fuera la comprensión, la tolerancia, el respeto, la fraternidad que prevalecen en nuestra convivencia. ¿Cómo vamos a llevar hacia fuera esas buenas prácticas si empezamos por no practicarlas? Si queremos influir en el mundo profano tenemos que asistir a las Tenidad, por Muy Buenos que seamos.

Hay más, la Orden elige a sus hombres, los educa, los mejora, los transforma, pero ese proceso no se improvisa, no se opera por milagro, no se opera por el sólo hecho de estar en nuestros registros, por Muy Buenos que seamos. La Orden tiene ese proceso perfectamente organizado desde el primero hasta el último grado. Entre nosotros nada responde a la casualidad o la suerte, todo está cifrado en la razón y en el análisis. Es un sistema moral y filosófico "velado por el misterio y embellecido por los símbolos.", es el más perfecto sistema, sin duda alguna, que el hombre ha creado para su convivencia, pero ese sistema no funciona con entelequias, nombres escritos en Cuadro Logial. ¡No! Ese sistema funciona con hombres de carne y hueso y esos hombres son su arma, su instrumento y su triunfo: Para que ese sistema funcione es preciso concurrir a la Logia.

Hay más: todo lo que aumenta la libertad del hombre aumenta su responsabilidad. La Masonería, para el que la entiende, aumenta la libertad interior, ayuda a pensar, suprema tarea y en consecuencia aumenta y compromete su responsabilidad. Y uno de los primeros deberes que son inherentes a esa cuota de responsabilidad es el de asistir a Logia. Porque cabe preguntar ¿dónde está la vida masónica, el mundo masónico que hemos escogido libremente, la esencia de sus enseñanzas?. ¿estarán en la oficina, en la fábrica, en el estudio o consultorio profesional o en la calle? NO. Están en la Logia.

Alguien podrá llamarse Masón, decir que figura en nuestros registros, pero nadie puede ser masón si no vive nuestra vida masónica y para eso es imprescindible concurrir a Logia.

Puedo resumir y sintetizar todo lo dicho en los siguientes términos; la finalidad más allá de la masonería, el ideal mas puro y la ambición más noble y, a la vez, la tarea más difícil, la superación del hombre, la planificación del hombre, eso, mis Queridos Hermanos, no se obtendrá nunca con masones que no asisten a Logia.

Revista Talleres Año III Nº 20.1965. Montevideo Uruguay.
Hernando Sequera M:.M:.
Resp:. Log:. "Sol de Guayana" Nº 218

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL «CUADRO DE LOGIA»



Bruno Rovere

El Cuadro de Logia constituye en la Masonería especulativa un elemento indispensable para la apertura y el desarrollo ritual de los trabajos, puesto que su presencia, en virtud de la influencia espiritual inherente a los símbolos allí representados, sacraliza el lugar en el que tales trabajos se llevan a cabo, incluso cuando se trate de una pieza carente de otros símbolos masónicos (1) desde este punto de vista, la diversidad que se advierte en los símbolos representados en el Cuadro de Logia en los tres grados puede corresponder no sólo a un tipo de trabajo diferente, sino también a una diversa modalidad de acción de la influencia espiritual, o bien a la acción de diferentes modalidades de dicha influencia.

Por su colocación central, y puesto que reproduce los principales símbolos que deberían decorar el Templo, el Cuadro de Logia es un símbolo del «centro» que, como apuntaba René Guénon refiriéndose a la «rueda cósmica» (2): « a pesar de eso ha de ser concebido como conteniendo "principalmente" a la rueda entera, y por este motivo Guillaume Poste! describe el centro del Edén (que es a la vez el "centro del mundo" y su imagen) como la "Rueda en medio de la Rueda" ».

Vista la importancia del Cuadro de Logia en la Masonería especulativa, no deja de llamar la atención que el mismo, por lo que puede saberse, falte en la antigua Masonería operativa, lo cual plantea dos problemas por lo demás estrechamente relacionados: ¿qué es lo que en la antigua Masonería operativa hacía las veces del Cuadro de Logia y cuál es el origen de este último? Para intentar hallar una solución a estas cuestiones, conviene referirse a lo que se conoce, gracias a la obra de René Guénon y a las cartas de Clement Stretton (3), sobre los antiguos rituales operativos.

En la antigua Masonería operativa existían siete grados (4) y dos grandes Cuerpos: la Masonería de la Escuadra (square masonry), o azul, y la Masonería del Arco (arch masonry), o roja, la única que tenía derecho al compás. Ambos Cuerpos poseían siete grados, que en la Masonería de la Escuadra, de la cual deriva más directamente la Masonería especulativa que precisamente aún hoy se llama Azul, eran, según lo que dice Clement Stretton, los siguientes:

I grado, o grado de los Aprendices (Apprentices), que, con el martillo, el cincel y la regla, desbastaban la piedra bruta. Transcurrido un lapso obligatorio de siete años en su condición de Aprendices, esto es desde los 14 hasta los 21 años, durante los cuales no podían contraer matrimonio ni tener relaciones con mujeres, pasaban al segundo grado con lo que alcanzaban el estado de Francmasones ( free-masons).

II grado, o grado de los Compañeros (Fellows of the Craft), que, con los mismos instrumentos que los aprendices, a más de escuadra, nivel y plomada, escuadraban a la perfección la piedra bruta. Su nombre era Giblim (5) .

III grado, o grado de los Super-Compañeros (Super-Fellows), o Compañeros de la Marca, quienes tras verificar la exactitud de la obra marcaban con mallete y cincel la piedra escuadrada (6).

IV grado, llamado Sitio del Templo, donde sin emplear instrumentos metálicos, se disponían y erigían, según el orden establecido por las marcas, las piedras provenientes del grado anterior. En este grado se procedía, pues, a la construcción del Templo.

V grado, o grado de los Superintendentes de los Trabajos, cuyo nombre hebreo era Menatzchim (7), los que debían ocuparse de instruir y vigilar a los Aprendices y Compañeros de grado inferior.

VI grado, o grado de aquellos que habían superado el examen de Maestro (Passed-Masters), y cuyo nombre hebreo era Harodim (8). Estos no podían superar el número de quince.

VII grado, constituido por tres Maestros Masones en funciones, que respectivamente representaban al Rey Salomón, a Hiram, Rey de Tiro, y a Hiram-Abif, el Arquitecto.

En una Logia operativa, según lo que refiere Clement Stretton, los trabajos se desarrollaban al mismo tiempo en los siete grados, motivo por el cual era necesario disponer de siete cámaras, una para cada grado; con arreglo a un esquema que el mismo delineara, esas cámaras o « Logias» se hallaban distribuidas en dos construcciones oblongas y paralelas, orientadas según el eje Este-Oeste, cada una de las cuales comprendía tres piezas: en la primera construcción, a la que se accedía por Oriente, se hallaban dispuestas sucesivamente las cámaras de primero, segundo y tercer grado, separadas unas de otras por una doble puerta; en la segunda construcción, ubicada al norte de la primera, se encontraban las cámaras de quinto, sexto y séptimo grado, con una doble puerta entre las dos primeras y una plegadiza entre las dos últimas, de modo que en éstas los trabajos podían llevarse a cabo a puertas abiertas.

Esta segunda construcción, además de la puerta principal de Oriente, disponía de otro acceso a Occidente, para uso exclusivo de los tres Grandes Maestros. Por último, en el Noroeste de dichas construcciones, se situaba la Logia de IV grado o Sitio del Templo, que revestía una importancia muy especial en el conjunto de los siete grados: además de ser el lugar donde se procedía a la construcción del Templo, lugar sagrado al cual sólo se podía acceder descalzos y con la cabeza cubierta, era también el escenario de representaciones, en forma de dramas rituales, que anualmente conmemoraban episodios importantes acontecidos durante la construcción del Templo de Salomón, como la colocación de las piedras fundamentales por parte del Rey Salomón, la muerte del arquitecto Hiram-Abif, etc.

Por otra parte, en el centro del Sitio del Templo, debajo del piso había una cámara subterránea, donde podían acceder únicamente quienes habían obtenido el grado de Maestro (VI y VII), y en la que se custodiaban adentro de una columna cuadrangular los planos del Templo y el «Centro». Por el centro de la bóveda de esta cámara subterránea y proveniente del techo del Templo descendía una plomada azul, que colgaba al centro de una esvástica (9); en esta cámara, finalmente, a la cual se ajusta muy bien la denominación de «Cámara del Medio», tenía lugar la iniciación al séptimo grado.

Ahora bien, mientras que en la Masonería especulativa los trabajos comienzan siempre en cámara de Aprendiz, para en todo caso pasar luego a los demás grados, en la Masonería operativa la apertura de la Logia era llevada a cabo primero de forma privada por los tres Grandes Maestros en la cámara de séptimo grado, y sucesivamente, por su mandato, se alargaba a los grados inferiores; en cierto sentido, puede decirse que la influencia espiritual descendiese primero de manera «vertical» en la cámara del séptimo grado, para luego ser transmitida y «participada» de manera «horizontal» a los grados inferiores. Al respecto se puede citar un artículo de René Guénon, en donde éste afirmaba: «En efecto, una Logia operativa no puede ser abierta más que con el concurso de tres Maestros, provistos de tres varas cuyas respectivas longitudes están en relación con los números 3, 4 y 5; y solo cuando estas tres varas han sido arrimadas y dispuestas de manera tal de componer el triángulo rectángulo pitagórico puede tener lugar la apertura de los trabajos. Siendo así, es fácil comprender que una palabra sagrada puede análogamente hallarse formada por tres partes, y tales son las tres sílabas, cada una de las cuales puede ser pronunciada tan solo por uno de los tres Maestros, de modo que, faltando uno de ellos, tanto la palabra como el triángulo quedarían incompletos, y ya nada valedero podría llevarse a cabo» (10) .

En la Masonería operativa, según refiere Clement Stretton, el descenso de la influencia espiritual requería efectivamente de la invocación ritual de tres Nombres divinos, cada uno de ellos monosilábico, y el soporte geométrico de la misma en lugar de ser el Cuadro de Logia era el triángulo rectángulo constituido por tres varas que medían respectivamente tres, cuatro y cinco codos; al finalizar este rito, siempre en cámara de séptimo grado, se procedía a realizar un «saludo» vuelto a un Nombre divino hebreo trisilábico, cuyo valor numérico es 345, de donde surge claramente la conexión con las tres varas.

Pero hacia fines del siglo XVII los masones operativos se veían obligados cada vez con mayor frecuencia, por las variadas circunstancias de tiempo y lugar, a reunirse en hosterías, que disponían en lo alto de un salón suficientemente amplio. En tales condiciones, para poder mantener la constitución en siete cámaras de una Logia operativa, los locales que se hallaban en disposición eran subdivididos en siete compartimentos por cortinas de tela (11) ; por otra parte, en dichos locales no siempre se podía disponer de todos los enseres «masónicos» y modelos simbólicos necesarios, por lo que los elementos faltantes se trazaban con yeso o carbón en el suelo: en dicho trazado de los símbolos, con toda probabilidad prerrogativa exclusiva de los Maestros, que eran los únicos a quienes competía la realización del proyecto y por consiguiente el diseño (12) , se puede reconocer quizá una de las fuentes de donde se originó el Cuadro de Logia.

Lo que no constituía sino una excepción para los operativos, se convirtió en cambio en la norma consuetudinaria para los especulativos, quienes al ser preferentemente masones «aceptados» y además «cismáticos» de cualquier modo no podían reunirse en Logias constituidas en la obra, ni mucho menos disponer con facilidad de las herramientas del oficio; y fue precisamente entre los especulativos, y en especial entre los «Modernos» donde tomó pié la costumbre de trazar una Logia simbólica en el piso del lugar donde se reunían (13) .

Fue solo más adelante que se instauró la práctica de usar una Plancha de madera (board) colocada ya sea directamente sobre el piso o bien sobre un caballete o trípode, de allí la denominación de «trestle-board», donde cada vez se procedía a trazar, al inicio de los trabajos, el Cuadro de Logia; y posteriormente, hacia finales del siglo XVIII, se remplazó la Plancha de trazar (tracing-board) con Cuadros de Logia establemente pintados ya sea sobre tela u otros materiales, con una «gran variedad en los dibujos empleados por las diferentes Logias, aunque los símbolos principales naturalmente estuvieran siempre presentes» (14) .

Finalmente, en 1846, en Inglaterra, se llegó a unificar el diseño de los Cuadros de Logia a través de un «concurso», en el que se escogieron los que había presentado John Harris, que desde entonces se mantienen en uso en la mayor parte de las Logias anglosajonas.

Pero el mero hecho de poder determinar, cuando fuera posible, un origen histórico y por consiguiente humano en lo que toca al uso de un símbolo en particular, con todo no lleva a superar un punto de vista harto exterior: si entonces el Cuadro de Logia constituye en la Masonería especulativa un símbolo de notable importancia «técnica», y si es verdad que de lo menos no puede surgir lo más, hay que deducir que el verdadero origen, por decirlo así, del Cuadro de Logia sería mejor buscarlo en una adaptación, llevada a cabo de manera más o menos directa por la antigua Masonería operativa, de símbolos preexistentes, a fin de llenar las lagunas que se habían producido en la Masonería especulativa a causa de la ignorancia de los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra.

Teniendo presente, además, las significativas discrepancias que se advierten no sólo en el ritual, sino también en los Cuadros de Logia de la Masonería continental en comparación a la anglosajona, como la respectiva posición del Sol y de la Luna y la presencia en el Cuadro de Logia de Aprendiz de la Masonería inglesa de los tres «pilares» en cambio de las dos «columnas», hay que dar por sentado que esa adaptación ha sido operada según modalidades diferentes en Francia y en Inglaterra (15) .

Por lo que toca al depósito simbólico custodiado por el Cuadro de Logia se puede juzgar que todo el Cuadro, o en particular algunos de los símbolos allí representados, como la Escuadra y el Compás (16), constituyan un sustituto del triángulo rectángulo de proporciones 3-4-5 idóneo para sacralizar el lugar de descenso de la influencia espiritual.

Asimismo se puede llegar a ver en la posición central que ocupa el Cuadro de Logia una correspondencia con la posición y la función central del «Sitio del Templo», que justamente se consideraba como un lugar sagrado; a más de esto puede reconocerse, en su carácter de diseño o símbolo gráfico, una correspondencia con los planos de construcción del Templo de Salomón, que en una Logia operativa se conservaban en la columna subterránea del «Sitio del Templo» y que al abrirse los trabajos recogía un Maestro (Passed ­Master) para luego disponerlos verosímilmente en el centro de la cámara de VI grado.

Esta última consideración, que se refiere quizá al «prototipo» más directo del Cuadro de Logia especulativo, nos lleva pues a examinar el problema del trazado del Cuadro.

Para captar la importancia que reviste este trazado puede ser de utilidad el siguiente paralelo: la lectura de un texto sagrado en principio surte ciertamente el mismo efecto ya sea que éste sea impreso o manuscrito, pero lo que se pierde en el caso del texto impreso es el efecto inherente a la transcripción del texto sagrado.

Análogamente, el uso de Cuadros de Logia impresos no obsta a la eficacia ritual de los mismos, pero lo que de esa manera se pierde es el significado simbólico y ritual propio de la acción y efecto de trazarlos. Esta última, que es una tarea de exclusiva incumbencia de los Maestros, constituye para el masón especulativo la única posibilidad que le ha quedado de «vivir» una de las principales funciones de los antiguos Maestros operativos, o sea, la de trazar los planos de la construcción; asimismo, siendo el Cuadro de Logia un símbolo del Cosmos, su trazado corresponde simbólicamente al propio proceso cosmogónico, lo que pone aun más de relieve su importancia.

NOTAS

1. En los siete grabados de Gabanon, datados de 1745 y reproducidos en el libro de G. H. Luquet La Franc-Maçonnerie et l'État en France au XVIII siècle (ed. Vitiano, París, 1963), donde se representan distintos momentos de una reunión masónica de la época, esto resulta muy evidente.

2. La Grande Triade, cap. XXIII, nota 11.

3. Clement Stretton fue iniciado en una Logia operativa de Derbyshire, en el condado de Leicester, en 1866, cuando era estudiante de ingeniería, y obtuvo el VII grado en 1909; su correspondencia con John Yarker durante los años 1908 y 1909, y las cartas dirigidas a la redacción de la revista The Speculative Mason desde 1910 hasta 1915, fecha de su muerte, constituyen una rica fuente de información sobre los aspectos operativos y rituales de la Masonería operativa. Amplios extractos de esta correspondencia han sido publicados en la revista The Speculative Mason entre 1950 y 1955, y es de allí que hemos sacado la mayor parte de las informaciones referidas en este artículo.

4. Cf. René Guénon, Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, tomo II, págs. 40 y 45, en nota, y Simboli della Scienza sacra, cap. XVII, nota 10.

5. Cf. René Guénon, Simboli della Scienza sacra, cap. XLVIII, nota 4.

6. Cf. René Guénon, Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, tomo I, pág. 261.

7. Cf. René Guénon, Ibidem, tomo II, pág. 18.

8. Cf. René Guénon, Ibidem, tomo II, pág. 18.

9. Cf. René Guénon, La Grande Triade, cap. XXV.

10. Cf. René Guénon, Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. II, págs. 45-46.

11. Cf. los artículos aparecidos en el número de julio de 1948 de la revista The Speculative Mason, dedicados al Cuadro de Logia y reseñados por René Guénon en el número de enero-febrero de 1949 de la revista Études Tradítionnelles.

12. A este respecto puede observarse que la expresión «planche à tracer» es la traducción exacta de la inglesa «tracing board», la cual se aleja muy poco, por otra parte, de la expresión « drawing board», que designa un atributo característico del Maestro.

13. Según un antiguo ritual «especulativo», el candidato (sic) llevaba a cabo sobre este trazado una circulación simbólica, durante la cual se lo instruía del significado de los símbolos que encontraba (J. and B., 1762).

14. Cf. René Guénon, Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, tomo II, pág. 161.

15. Cf. René Guénon, Ibidem, tomo I, pág. 284, y tomo II, pág. 162.

16. Conforme a lo que refiere Clement Stretton, en la antigua Masonería operativa la escuadra y el compás pertenecían a dos «Cuerpos» muy distintos del oficio, así es que dado el caso que un masón de la «escuadra» fuera descubierto manejando un compás la condena prevista era la pena de muerte. Por otra parte, la introducción en la Masonería especulativa de los dos instrumentos conjuntamente no puede sino corresponder a una adaptación realizada por los operativos para llenar unas lagunas «técnicas» muy graves, si era necesario ponerle remedio con tales sustituciones.



Fuente: Rivista di Studi Tradizionali n. 53, Luglio - Dicembre 1980

lunes, octubre 08, 2007

Nuevo libro analiza las personalidades de 18 grandes masones de la historia

Artículo Original Aqui


El escritor Gustavo Vidal Manzanares analiza en su nuevo libro las personalidades de 18 grandes personajes históricos que pertenecieron a logias masónicas y que influyeron en el devenir de la historia de la humanidad.

El autor de la obra La obra "Masones que cambiaron la historia. 18 semblanzas masónicas" recuerda que, en los últimos tres siglos, "ninguna institución ha sido tan calumniada, vilipendiada, manipulada y difamada" como la masonería.

Dicha institución se define como una asociación universal que se propone el mejoramiento personal -"hilo conductor que persiguen todos los masones"- a través del método filosófico e iniciático para perfeccionar la sociedad, y a ella han pertenecido a lo largo de la historia multitud de políticos, médicos, artistas, pensadores, abogados, o filósofos de gran relevancia.

Vidal Manzanares ha seleccionado a 18 de esos masones históricos para analizar sus personalidades y ver de qué modo influyó la masonería en sus vidas o qué importancia tuvieron las enseñanzas masónicas en sus trayectorias políticas, artísticas o científicas.

Entre ellos, Alexander Fleming, "el masón que salvó millones de vidas", Winston Churchill, "el masón que frenó a Adolf Hitler", Santiago Ramón y Cajal, Simón Bolívar, José de San Martín, Salvador Allende, George Washington, Franklin D. Roosevelt, Mozart o Antonio Machado, personas "que contribuyeron a construir una sociedad más justa y un mundo mejor dejando en la historia una huella indeleble".

A ellos y a muchos otros les deben los masones, según el autor,"una participación protagonista en acontecimientos tales como las primeras declaraciones de derechos, la lucha contra la esclavitud, el sufragio universal, el parlamentarismo o la Ilustración".

También en "hitos científicos como la moderna neurología o el descubrimiento de la penicilina, o en la creación de organizaciones como la Cruz Roja, la Sociedad de Naciones o la Unión Europea".

Manzanares, miembro activo de la Gran Logia de España, se pregunta también en su obra por qué la masonería es una de las instituciones más calumniadas y perseguidas si es de las que reúne, proporcionalmente, mayor cantidad de celebridades.