domingo, enero 29, 2006

Geometría y Número en la Masonería

Por Christian Gadea Saguier

La Masonería encarna una vía iniciática por medio de la cual aún es posible, en un Occidente oscuro y enfermo, vincularse efectivamente a la Tradición Unánime y Primordial. Se trata de un Arte en el que se han acrisolado símbolos, ritos y mitos de orden cosmogónico que reyes, guerreros y hombres de oficio han reconocido, desde tiempos inmemoriales, como soportes de realización metafísica.

El neófito iniciado en los misterios del Arte Real recibe una influencia espiritual que opera su regeneración psíquica, esto es, su renacimiento o toma de conciencia de sí como hombre verdadero. Este despertar se corresponde simbólicamente con un recorrido desde un punto de una circunferencia hasta su centro, y también con una cuenta atrás que parte del denario y termina en la Unidad, principio generador de la multiplicidad implícita en la década. Acabado el viaje por los pequeños misterios comienza, sin solución de continuidad, el tránsito por los misterios mayores, la ascensión por el eje inmóvil en torno al cual gira la rueda del devenir, o rayo que, atravesando el Sol, traza la vía que devuelve el ser al seno del No–Ser.

Geometría, número y cosmogonía

El profano que solicita ser admitido en la Francmasonería redacta un testamento filosófico en la Cámara de Reflexión ante los tres principios alquímicos. Tres zonas de su cuerpo son desnudadas antes de ser conducido, privado de la vista, hasta la puerta del Templo. Habiendo sido introducido en la Logia, cumple en ella tres viajes, y recibe por fin la Luz al tercer golpe del mallete del Venerable Maestro. El ternario preside el inicio de la edificación del templo interior del francmasón al igual que la construcción del Cosmos, del cual la Logia es una imagen perfecta.

Las teogonías más elevadas consideran un ternario principial constituido por un principio superior o Ser puro (en la tradición hindú, Ishwara o Apara–Brahma; en la tradición extremo–oriental, el "Gran Extremo" o Tai–ki) y la primera de las dualidades surgida de la polarización de la Unidad (Purusha y Prakriti en la tradición hindú; el Cielo, Tien, y la Tierra, Ti, en la tradición extremo–oriental). El Ser o Unidad trascendente, en el seno del cual se hallan indisolublemente unidas las dos polaridades del binario principial anteriormente a toda diferenciación, presupone otro principio: el Brahma neutro y supremo (para–brahma) del hinduismo, el Wu–ki del taoísmo, el No–Ser o Cero metafísico del que nada puede ser predicado y que contiene al Ser que es su afirmación[1]. Según la Cábala, el Absoluto, para manifestarse, se concentra en un punto infinitamente luminoso, dejando las tinieblas a su alrededor. Ese punto luminoso es el Ser en el seno del No–Ser, la Unidad que afirma el Cero y de la cual emanan las manifestaciones indefinidas del Ser.[2]

Así como el uno es el símbolo aritmético de la Unidad, el punto sin dimensiones es la imagen geométrica del Ser. Su determinación en el seno del No–Ser es análoga a la que una punta de un compás establece al apoyarse en una hoja de papel. Se produce la polarización del uno–punto–Ser–Unidad en el binario al apoyar la segunda punta del compás en la hoja. Los dos puntos determinados sobre el papel están vinculados entre sí por medio del compás, y el segmento recto que une ambos puntos es la proyección unidimensional de dicho vínculo sobre el plano geométrico. Aritméticamente, la polarización de la Unidad se puede simbolizar como el producto de dos números inversos entre sí:
1 = n x 1/n

Siendo n un número entero cualquiera. El producto n x 1/n no es distinto de la Unidad; la dualidad aparece sólo al considerar separadamente los dos elementos complementarios de dicho producto, indiviso en el interior de la Unidad. Otra imagen numérica equivalente es la obtención del dos por la suma de la Unidad con su reflejo, que es ella misma:
1 + 1 = 2

Esta operación simboliza de una manera nítida la génesis del binario por la Unidad, y muestra que no hay nada en la naturaleza de éste que sea distinto a la Unidad generatriz. La consideración distintiva de la Unidad y de la dualidad produce el ternario:
2 + 1 = 3

Geométricamente, el ternario surge al trazar arcos de circunferencia centrados en los dos polos del binario y cortarse entre sí, definiendo un tercer punto o vértice. Si la abertura del compás es igual a la distancia entre los extremos del binario, se obtiene, al unir los vértices dos a dos mediante segmentos rectos, un triángulo equilátero que de nuevo evoca la no–diferencia entre la Unidad y sus producciones duales.

La proporción áurea es una de las expresiones más sintéticas del carácter interior del ternario formado por la Unidad y el binario. Esta proporción, a la que en la antigüedad griega se designaba con la vigésima primera letra del alfabeto (21 = 2 + 1 = 3), se obtiene al dividir un segmento en dos partes de manera que la longitud de la parte menor sea a la de la mayor como ésta a la longitud total del segmento dado. Se dice que la parte menor es segmento áureo de la mayor y que la mayor lo es del segmento inicial. La proporción áurea es la cantidad inconmensurable resultante del cociente entre la longitud del segmento dado y la de su segmento áureo. Esta última se determina geométricamente dibujando un triángulo rectángulo que tenga por catetos el segmento dado y su mitad, y restando a la hipotenusa el cateto menor.

La proporción áurea es la única proporción continua de tres términos[3] que se puede construir con sólo dos términos distintos. El segmento y sus dos partes son "tres que son dos, que son uno", el símbolo de una diferenciación entre la Unidad percibida como objeto y el perceptor de dicho objeto contenidos ambos en el reconocimiento ininterrumpido de una Unidad omnicomprensiva. Por otra parte, dicha diferenciación prefigura las dimensiones primera y segunda de la manifestación en el seno de la Unidad, lo cual es reflejado por la propiedad geométrica de que si la longitud del segmento dado es la unidad de medida, las medidas de sus partes en proporción áurea resultan ser una el cuadrado de la otra (o recíprocamente, ésta la raíz de aquélla).[4]

La Unidad añadida al ternario produce el cuaternario. El Tao te King dice: "El Tao dio a luz al Uno, el Uno dio a luz al Dos, el Dos dio a luz al Tres, el Tres dio a luz a las innumerables cosas"[5], por lo que, en palabras de René Guénon, "el cuatro, producido inmediatamente por el tres, equivale en cierto modo a todo el conjunto de los números, y esto porque, desde que se tiene el cuaternario, se tiene también, por la adición de los cuatro primeros números, el denario, que representa un ciclo numérico completo: 1 + 2 + 3 + 4 = 10, que es, como lo hemos dicho ya en otras ocasiones, la fórmula numérica de la Tetraktys pitagórica".[6] El cuatro es el símbolo de la Unidad que se manifiesta; es el número que signa la manifestación, la cual se despliega en un marco de referencia cuaternario compuesto de un espacio tridimensional y el tiempo ( 3 + 1 = 4 ) en el que todos sus elementos se hallan regidos por la ley de la tétrada: cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones del año, cuatro edades del hombre.

La representación geométrica del cuaternario en su aspecto estático es el cuadrado, y en su vertiente dinámica, la cruz. La complementariedad de ambos símbolos queda patente al inscribir las figuras en una circunferencia: una y otra resultan de unir los cuatro vértices circunscritos mediante segmentos rectos de las dos maneras que es posible hacerlo, cada uno con su contiguo o bien cada uno con su opuesto. Los brazos de la cruz son como los radios de una rueda que, dándole rigidez, afirman su giro en torno a su eje. Por contra, los lados del cuadrado son como limaduras o planos de la rueda que detienen su giro y la fijan. El trazado del cuadrado se efectúa a partir de la cruz uniendo extremos contiguos de ésta. La cruz se construye en el interior de la circunferencia, dibujando un diámetro y su perpendicular. Ello nos devuelve a la consideración de que todo parte de un Centro único, que el cuaternario manifiesta.

El tetraedro es la figura geométrica que expresa el cuaternario en la tridimensionalidad. Su proyección vertical sobre el plano al que pertenece su base es un triángulo equilátero cuyas tres alturas convergen en su centro, reflejo de la cúspide del poliedro. El punto afirmado en el seno del triángulo y la cima del tetraedro son imágenes del Verbo manifestado, por lo que se dice que el cuatro es el número de la Manifestación. En la Logia, el punto cimero es el ojo del Delta luminoso, o la iod del Tetragrama divino, símbolos ambos del Gran Arquitecto del Universo a cuya gloria trabajan los masones.[7] El cuaternario también es revelado por la planta en forma de cuadrado largo del Templo masónico y del pavimento mosaico, cuyas dimensiones son igualmente significativas (largo doble o triple que el ancho; rectángulo de litigios de ancho 3 y largo 4; largo y ancho en proporción áurea, etc.).

El giro de la cruz alrededor de su centro –engendrando la circunferencia que, en unión de su centro, representa al denario– es la expresión geométrica de la circulación del cuadrante que la Tetraktys pitagórica simboliza aritméticamente ( 1 + 2 + 3 + 4 = 10 ). La cruz resuelve exactamente el problema inverso de la cuadratura del círculo, dividiendo su área en cuatro partes iguales, lo que se puede expresar numéricamente permutando los términos de la anterior igualdad ( 10 = 1 + 2 + 3 + 4 ).[8] Para cuadrar el círculo con un cuadrado cuya área sea igual a la del círculo dado se requiere la intervención del quinario: se debe inscribir, en primer lugar, un pentágono en el círculo; luego, un segundo pentágono cuyos vértices sean los puntos medios de los arcos de circunferencia limitados por vértices adyacentes del pentágono primero; y por último, otros dos pentágonos cuyos vértices se hallan por la bisección de los arcos acotados respectivamente por un vértice del primer pentágono y el vértice más próximo del segundo. Se obtiene así cuatro pentágonos cuyos veinte vértices, que podemos numerar correlativamente, se distribuyen uniformemente a lo largo de la circunferencia. Las rectas que pasan por cuatro pares de vértices tales como el segundo y el quinto, el séptimo y el décimo, el duodécimo y el decimoquinto, y el decimoséptimo y el vigésimo delimitan un cuadrado cuya área es muy aproximadamente la del círculo dado. [9]

La suma de la Unidad y de su expansión cuaternaria considerada como una realidad distinta a aquélla produce el quinario ( 4 + 1 = 5 ). Podemos decir que el cinco es el símbolo de la Unidad reencontrada en la Producción numérica, tal como la encrucijada de las cuatro direcciones cardinales revela el centro de la cruz y del cuadrado del cual los brazos de aquélla son sus diagonales. El cinco hace que todo retorne nuevamente a su origen, igual que al cabo de las cuatro estaciones de un ciclo, la quinta es de nuevo la primera. En el hombre, la quinta etapa de su vida, tras sus cuatro edades, es un instante o punto en que se unen su muerte y su nacimiento, el "aquí y ahora donde tiempo y espacio se funden en la unidad perfecta del eterno presente".[10] Ese punto, que se sitúa más allá de la tridimensionalidad y de la temporalidad, se corresponde simbólicamente con el lugar donde se encuentran las cuatro direcciones cardinales, esto es, con el centro de la cruz.

El cinco es el número del hombre, del microcosmos y del Compañero, grado de la iniciación masónica al que se despierta contemplando la Estrella Flamígera de cinco puntas tras cinco viajes de instrucción. En el Rito Escocés, Antiguo y Aceptado, el viaje central simboliza el trabajo interior apoyado en la meditación de los símbolos propios de las siete Artes Liberales, entre las que se cuentan la Geometría y la Aritmética. La estrella pentagonal en cuyo centro resplandece la letra G o la iod hebrea se refiere al Gran Arquitecto del Universo y también al "perfecto iniciado que el masón se esfuerza por ser".

El trazado geométrico de la estrella de cinco puntas se efectúa dividiendo una circunferencia en cinco partes iguales y uniendo sus divisiones o vértices alternadamente (el primero con el tercero, el tercero con el quinto, el quinto con el segundo, etc.) mediante segmentos rectos hasta cerrar la línea poligonal que así se describe, lo que se logra al cabo de dos circulaciones completas. Para determinar los cinco vértices de la estrella hay que trazar dos diámetros perpendiculares de la circunferencia dada, tales como el vertical y el horizontal, y dibujar dos nuevas circunferencias interiores tangentes entre sí y a la circunferencia inicial cuyos centros sean los puntos medios de los radios que componen uno de los dos diámetros trazados. Los radios de dichas circunferencias menores tienen una longitud mitad de la del radio de la circunferencia inicial. Supongamos que los centros de las circunferencias menores están alineados sobre el diámetro horizontal de la circunferencia mayor; la recta que pasa por el extremo inferior del diámetro vertical y el centro de una cualquiera de las circunferencias menores corta a ésta en dos puntos. Dibujando, con centro en el extremo inferior del diámetro vertical de la circunferencia mayor, arcos circulares con radios iguales a las distancias entre dicho extremo y uno y otro de los puntos de corte antes determinados sobre la circunferencia menor, las cuatro intersecciones de dichos arcos con la circunferencia mayor resultan ser vértices de la estrella pentagonal. El quinto vértice es el extremo superior del diámetro vertical de la circunferencia inicialmente dada.[11]

Esta construcción geométrica, como todas las del Arte de las formas, es un soporte precioso para meditar sobre la construcción del Cosmos a partir de la Unidad, cuyo estadio intermedio está representado por el cinco. La curvatura de las circunferencias interiores es análoga a la de la línea sinuosa que divide las mitades clara y oscura del yin–yang binario. Asimismo, la suma de las longitudes de esas dos circunferencias es igual a la de la circunferencia primera, lo que es otra expresión simbólica de la polarización de la Unidad en la dualidad. Por otra parte, la proporción áurea, relacionada con el ternario, signa la geometría de la estrella de cinco puntas: están en proporción áurea las distancias entre dos vértices alternos y dos vértices contiguos, como también lo están la longitud de un brazo de la estrella y la de un lado del polígono invertido que constituye su cuerpo.[12] La cruz de la que parte la construcción geométrica descrita es la huella del cuaternario en la estrella pentagonal; y si se trazan arcos tangentes a las circunferencias menores con centro en cada uno de los dos extremos del diámetro vertical de la circunferencia primera, de modo que los círculos menores queden inscritos en una mandorla, la distancia entre los vértices de dicha mandorla resulta ser el diámetro de una circunferencia cuya longitud es casi idéntica al perímetro de un cuadrado circunscrito a la circunferencia inicial, produciéndose así la circulación del cuaternario.

La consideración del conjunto de los seres individuales –simbolizados por el número cinco– como algo aparentemente distinto de la Unidad que es su principio y contenedor produce el senario ( 5 + 1 = 6 ), el símbolo aritmético de la Creación y el macrocosmos. La expresión geométrica del senario está implícita en la circunferencia, la cual es dividida en seis partes iguales por su radio. El seis define, pues, el módulo de la rueda del devenir, el trecho significativo que recuerda, en el ámbito de lo contingente, la permanente unión entre el centro y los innumerables puntos de la circunferencia, y también la unidad de medida del tiempo.[13][14]

Uniendo entre sí de maneras diversas seis puntos uniformemente distribuidos sobre la circunferencia se construyen distintas figuraciones geométricas del senario. Trazando segmentos rectos entre pares de puntos contiguos obtenemos el hexágono regular, cuyos lados son de longitud igual a la del radio de la circunferencia en que se inscribe. Si además se unen tres vértices alternos del hexágono con su centro, la figura resultante es la proyección del símbolo tridimensional del senario, el cubo, sobre un plano perpendicular a una de sus diagonales. Por otra parte, si los vértices distribuidos a lo largo de la circunferencia que se unen con trozos de recta no son contiguos sino alternos se obtiene la estrella de seis puntas o de David, o sello de Salomón, que revela al senario como la unión del ternario inmanifestado y de su reflejo invertido, ilusorio y cambiante en el plano creacional ( 3 + 3 = 6 ), esto es, el producto de la polarización de la tríada principal ( 3 x 2 = 6 )

El cubo es la representación geométrica de la Ciudad Perfecta, la Jerusalén Celeste, y también de la Logia, de la que se dice que tiene una longitud de este a oeste, una anchura de norte a sur, una altura hasta el cenit y una profundidad hasta el nadir.[15] También tiene forma de cubo la piedra desbastada por el masón con las herramientas propias del Arte Real, la cual, por el paralelismo y la rectitud de sus caras, perpendiculares a las seis direcciones del espacio, es útil para la construcción del templo interior: "... sin duda, siempre representa el cubo el Ideal de la perfección humana, en cuanto se presente con absoluta igualdad, rectitud y paralelismo tetragonal en las tres dimensiones de la vida material, moral y espiritual, mientras en general la primera, que corresponde a la longitud, prevalece en el estado y actividad ordinarios de la humanidad".[16]

Dice el Génesis que Dios concluyó la Creación en seis días, "y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera".[17] El siete simboliza el reencuentro, en el plano de la Creación, de la Unidad inmutable que es origen y síntesis de aquélla, lo que se expresa aritméticamente mediante la suma de los siete primeros números enteros: 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1. También se dice que el siete es el número de la Formación, consecuencia inmediata de las distinciones que nuestra mente establece entre las cosas creadas –representadas por el senario–, las cuales aparecen por ello revestidas de formas.

La construcción del heptágono y de la estrella de siete puntas, imágenes simbólicas del septenario, expresa geométricamente la observación exterior, si es que puede llamarse así, que la mente efectúa de la manifestación proyectando sobre ella las formas.[18] Para dividir una circunferencia en siete partes iguales y así determinar los vértices de un polígono regular inscrito de siete lados, hay que trazar un diámetro y dividirlo en siete segmentos de igual longitud. A continuación, con radio igual al diámetro dibujado y centros en los dos extremos de éste, se abren dos arcos circulares que se cortan en dos puntos exteriores a la circunferencia. La recta que pasa por uno de estos puntos y por la segunda de las seis divisiones marcadas sobre el diámetro con el fin de dividirlo en siete partes iguales corta a la circunferencia en dos puntos. Tomando la distancia entre el punto más próximo a la segunda división del diámetro y el extremo del diámetro que se halla más cercano a dicho punto, y portándola siete veces como cuerda de la circunferencia, hallamos los siete vértices del polígono inscrito.[19] El heptágono se construye uniendo pares de vértices contiguos, mientras que la estrella de siete brazos se obtiene trazando una poligonal que pase por el primero de cada tres vértices (esto es, uniendo el primer vértice con el cuarto, el cuarto con el séptimo, el séptimo con el tercero, etc.), quedando cerrada al cabo de tres circulaciones completas.

Siendo el cubo una expresión geométrica del senario, su centro, el punto en el que se cortan los brazos de la cruz tridimensional formada por las alturas del poliedro, representa al septenario en tanto que símbolo del retorno a la Unidad principial, lo que también está simbolizado por el Sabbath judío y el domingo cristiano; son días de descanso de la semana durante la cual, a imagen de la Creación, transcurre el trabajo del hombre.

El siete es también la suma del tres y del cuatro ( 3 + 4 = 7 ). El septenario puede ser contemplado, pues, como la unión de la tríada principial presidida por el Logos y el cuaternario que de ella emana, a lo que no es ajena la división de las antiguas siete Artes Liberales en tres artes de la palabra o trivium (Gramática, Lógica y Retórica) y cuatro ciencias cosmogónicas o quadrivium (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía). Geométricamente, la suma del ternario y del cuaternario es análoga a la coronación de un cuadrado con un triángulo, siendo la figura resultante el alzado de la piedra cúbica en punta, que, como el número siete, simboliza la perfección del Arte Real. Siete masones hacen una Logia "justa y perfecta", como siete notas completan la escala musical "que reproduce el sonido de los siete planetas en su rotación".[20]

En el centro de las siete esferas planetarias se encuentra la Tierra, símbolo del conjunto del mundo material que, en tanto que producto de la Unidad y del mundo de las formas, está caracterizado por el número ocho. Geométricamente, el ocho se puede representar mediante dos cuadrados, uno inscrito en el otro y tales que los vértices de uno sean los puntos medios de los lados del otro. Es la imagen del recipiente en el que se combinan los cuatro principios alquímicos de la materia para producir la sustancia del Universo, o del athanor en el que se vierten los siete metales de la Gran Obra, caldero éste que no es otro que el alma del propio alquimista. La forma del ocho evoca el continuo discurrir de las aguas del psiquismo que el Adepto persigue aquietar.
El mercurio, con el que se relaciona el movimiento fluido de la psique, está en correspondencia con la octava sefiroth del Arbol de la Vida cabalístico.[21]

El octógono es la expresión geométrica del carácter intermediario que posee todo lo anímico y mercurial. Este polígono, que se construye uniendo los extremos de dos cruces inscritas en una circunferencia tales que los brazos de una sean las bisectrices de los ángulos rectos formados por los brazos de la otra, es una forma constructiva de transición empleada en los templos de la mayoría de las tradiciones para apoyar un domo o cúpula hemisférica, referida al cielo, sobre una base cuadrada que simboliza la estabilidad de la tierra. La forma octogonal es también la de las pilas bautismales y los antiguos baptisterios de los templos cristianos. Se trata de lugares de pasaje situados en el exterior o a la entrada de las iglesias, en una ubicación intermedia entre un espacio profano y otro sagrado en la que se opera un sacramento que, dentro de la esfera de lo individual, atañe al dominio psíquico intermediario entre el espíritu y el cuerpo.[22] [23]La muerte iniciática es otro tránsito con el que el ocho está relacionado, podríamos decir, con mayor razón aún; como el bautismo cristiano, comporta un segundo nacimiento, pero de una naturaleza distinta y superior por cuanto produce, más allá de los efectos psíquicos de orden individual a los que se circunscribe la regeneración por vía exotérica, una transmutación que conduce al ser al punto de partida de una realización de orden supraindividual.[24]

El establecimiento de una (aparente) diferenciación entre la realización material y la Unidad conduce al novenario ( 8 + 1 = 9 ). El nueve es el símbolo de la multiplicidad indefinida, representada por los indefinidos puntos de la circunferencia que se corresponden con las indefinidas manifestaciones formales del Ser.[25] El nueve, como la circunferencia, retorna sobre sí mismo incesantemente ( 9 = 9 + 8 + 7 + 6 + 5 + 4 + 3 + 2 + 1 = 45 = 4 + 5 = 9 ), lo que evoca el aspecto aprisionador de las formas materiales de la manifestación, y en particular, del pellejo de que se halla revestido el estado humano del Ser. No hay salida posible por la tangente a merced de la corriente del devenir o intentando correr más que ella,[26] del mismo modo que no hay salida del novenario multiplicando el nueve por otro número entero, puesto que el resultado siempre es reducible al nueve. La única salida de la circunferencia es interior, camino del centro o Unidad en la que todo lo manifestado debe reabsorberse, completando el ciclo: 9 + 1 = 10 = 1 + 0 = 1.

Epílogo

El Aprendiz masón que ingresa en Logia toma asiento en la columna de Septentrión. Se dice que es la región menos iluminada del templo, apta para quien acaba de iniciar su andadura por la vía del Conocimiento y que "todavía no es capaz de soportar una gran luz". Procedente del ámbito de la manifestación total del Ser, simbolizada por el denario y por la rueda o el círculo, comienza su camino de retorno a la Unidad, esto es, al centro de sí mismo iluminando sus pasos con una aún débil claridad interior. Como el personaje del noveno arcano del Tarot, farolillo en mano, avanza lentamente, con paciencia y en soledad, regresando del nueve al ocho, del ocho al siete...

[1] René Guénon, La Gran Tríada, cap. II. Ed. Obelisco, 1986.
[2] René Guénon, Sobre el Número y la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, pág. 7. Ed. Symbolos, 1994.
[3] Relación proporcional de tres cantidades de las que una es el término medio, de la forma a/b = b/c. En la proporción áurea, a es la longitud del segmento dado, b la de su segmento áureo y c la de la parte menor.
[4] Ver Robert Lawlor, Geometría Sagrada, cap. V. Editorial Debate, 1993. La "unidad de medida" a que nos referimos es una longitud elegida por convención como escala con el fin de poder medir en relación a ella las demás longitudes. Tratándose de una magnitud continua, es divisible indefinidamente a diferencia de la unidad aritmética, la cual es necesariamente indivisible y sin partes (ver René Guénon, Sobre el Número y la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, págs. 25-26. Ed. Symbolos, 1994). Por otra parte, si en la ecuación de la nota 3 se asigna un valor 1 a la longitud a, c resulta ser el cuadrado de b, y recíprocamente, b la raíz cuadrada de c.
[5] Lao Tse, Tao te King, XLII. Versión de John C. H. Wu. Editorial Edaf, 1993.
[6] René Guénon, Los Principios del Cálculo Infinitesimal, cap. IX
[7] Ver Siete Maestros Masones, Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica, cap. 13. Ed. Obelisco, 1992.
[8] René Guénon, Sobre el Número y la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, pág. 11. Ed. Symbolos, 1994.
[9] Ver Robert Lawlor, op. cit. ., cap. VII.
[10] Federico González, El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico, cap. II. Editorial Kier, 1993.
[11] Ver Robert Lawlor, op. cit., cap. VII. Otra manera más sencilla y conocida de dividir la circunferencia en cinco partes iguales es trazar dos diámetros perpendiculares de dicha circunferencia y abatir sobre uno de ellos, por medio de un giro en torno al punto medio de uno de sus dos semidiámetros, el segmento recto que une ese punto con un extremo del otro diámetro. La distancia entre el citado punto medio y su correspondiente abatido es igual a la distancia entre dos vértices consecutivos de una estrella de cinco puntas inscrita en la circunferencia dada.
[12] Ver Robert Lawlor, op. cit., cap. VI.
[13]En el camino entre Jerusalén y Emaús, Cristo revela a dos de sus discípulos el sentido interior de las Escrituras (Lc 24, 13-35). Curiosamente, la distancia entre ambas poblaciones es de "sesenta estadios".
[14] No es casual que el día se divida en 6 x 4 = 24 horas, la hora en 6 x 10 = 60 minutos y el minuto en 6 x 10 = 60 segundos.
[15] Siete maestros masones, op. cit., cap. 29.
[16] Ver Aldo Lavagnini, Manual del Compañero, pág. 126. Ed. Kier, 1992.
[17] Gn 2, 2.
[18] La inscripción en una circunferencia de un heptágono o de su polígono estrellado equivalente se apoya en un punto exterior a aquélla.
[19] Esta construcción geométrica tiene una aplicación más amplia. Si el diámetro de la circunferencia se divide en N partes iguales, siendo N cualquier número entero mayor o igual a 3, se obtienen los vértices de un polígono regular inscrito de N lados.
[20] Siete maestros masones, op. cit., cap. 17.
[21] Ver Federico González, op. cit., cap. 1.
[22] Ver René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLII. Ed. Eudeba, 1988.
[23] Comprendida, o al menos entrevista la razón de ser de la forma y el emplazamiento de la pila bautismal, su sustitución por un barreño situado junto al altar, tan frecuente en las actuales celebraciones del bautismo cristiano resulta tremendamente grotesca.
[24] René Guénon, Aperçus sur l'Initiation, cap. XXIII. Editions Traditionnelles, 1992.
[25] René Guénon, Sobre el Número y la Notación Matemática. Cuadernos de la Gnosis Nº 4, págs. 14-15. Ed. Symbolos, 1994.
[26] Se diría que algo así es lo que persigue el mundo moderno afanosamente: remando, llegar más rápido que el agua del río a la cascada por donde debe precipitarse definitivamente.

LA MASONERIA VIVA

FERNANDO TREJOS

No nos cabe duda que en Occidente ha sido la Masonería la más directa y verdadera depositaria de los ritos, símbolos y misterios de la tradición hermética y por ende que constituye una auténtica rama viva de la tradición primordial.

Los orígenes y devenir históricos que quedan expuestos a lo largo del presente número de SYMBOLOS (Nº 13-14 'Masonería', Guatemala 1997) demuestran un claro ligamen de la orden masónica con las diversas formas tradicionales que conformaron las bases y los aspectos más esenciales de la cultura occidental.

Es cierto que la mayor parte de logias y obediencias masónicas que se multiplicaron a lo largo y ancho del planeta desde el siglo XVIII han sido influenciadas desde entonces por diversas corrientes propias del mundo moderno que las han desviado de su objetivo primordial –la búsqueda incesante de la Unidad, es decir, la Verdad– y de su tarea fundamental: la construcción de un templo universal basado en ideas arquetípicas heredadas de la tradición unánime y el depósito y la transmisión de los ritos y símbolos que constituyen los soportes necesarios para que los miembros de la Orden puedan efectivizar una verdadera iniciación o transmutación que les permita identificarse con aquellas ideas universales que siempre confluyen en un Centro interior del que la Orden es reflejo vivo. Pero también es cierto que en estos siglos "de oscurecimiento creciente" se han logrado mantener algunos masones que habiendo comprendido ese alto ideal y teniendo siempre que luchar contra corrientes modernas –que pareciera tienden a arrasarlo todo– han logrado sin embargo conservar el verdadero espíritu masónico y por lo tanto dar vida a esos vehículos simbólicos del Arte Real que pueden conducir por la inefable senda de los Misterios.

La existencia de logias y obediencias que no se separan de la vía iniciática y que comprenden la trascendente misión que están llamadas a cumplir, es lo que nos permite suponer que la Masonería está viva; que a pesar de los múltiples ardides del enemigo no ha sucumbido; y que existe una verdadera Orden interior que necesariamente sembrará los cimientos sobre los que se edificará el nuevo mundo –hombre nuevo– que renacerá de las cenizas venciendo a la muerte y entretejiendo la tierra con el cielo, es decir haciendo interactuar la escuadra y el compás.

La mayor parte de las logias masónicas que pululan sobre todo en Occidente ignora totalmente su origen, su esencia y su misión. Hay que recordar que desde que se organizaron las primeras logias modernas de Inglaterra ya se vieron fuertemente afectadas por ideas racionalistas –y en el fondo materialistas– que las alejó de sus orígenes fundamentalmente iniciáticos e inundó talleres con profanas ideologías y teorías relacionadas con el cientificismo, la visión horizontal de la historia, las miopes ilusiones de evolución y progreso y el humanismo personalizado e individualista. También sucedió que muchos hermanos masones deseosos de impedir que se perdieran los conocimientos esotéricos de la Orden se vieran infelizmente atraídos por corrientes en boga de carácter teosofista, espiritualista y ocultista que tergiversando el sentido verdaderamente interno y espiritual de los ritos y símbolos trajeron a los talleres energías psíquicas inferiores sustituyendo los caminos que conducen al Misterio por oscuras sendas caóticas plagadas de "fuerzas" y "poderes" tan ilusorios como destructivos. Por el carácter libre y autónomo de las logias, y por la posibilidad que tienen los masones de trabajar a cubierto de las indiscreciones, sin que haya ninguna "entidad" superior que supervise los trabajos, siempre ha sido posible que alguna logia determinada, ignorante de los principios esenciales de la Orden, pueda caer, como han caído tantas, en aberraciones y desviaciones de toda índole. Así, ha sido frecuente que los talleres masónicos, por no saber cual era su función, se dedicaran a actividades profanas y extramasónicas de todo tipo: muchas veces las logias se abocaron a estudiar las ciencias, las artes o la historia con esa visión racionalista que lógicamente les impidió reconocer los aspectos sagrados de los trabajos masónicos y los orígenes espirituales, míticos y metafísicos de la Orden a la que decían pertenecer; otras, muchos masones, creyendo que la labor que debían cumplir era de tipo humanista y social, utilizaron los talleres como plataforma política, como centro de influencias y poder profano, como instituciones de beneficencia, y hasta como especie de clubes sociales, reunión de amigos o centro de negocios. No es que creamos que esté mal realizar este tipo de actividades, pero hacerlo en nombre de una Orden –la única en Occidente– cuya función primordial, como hemos dicho, es la de servir de depósito a las ideas tradicionales y la de transmitir el conocimiento cosmogónico y metafísico que estas ideas comportan, ha logrado que la Masonería sea conocida hoy día, en términos generales, no por su función trascendente, sino por este tipo de actividades que no han hecho otra cosa que desprestigiarla más y más, sembrar el desorden, la división y la confusión y hacer creer –muchas veces a los propios masones ignorantes de su papel– que la Masonería es eso.

Y la desviación ha sido de tal magnitud que hoy día han salido a la luz pública las actividades de verdaderas pandillas que diciendo trabajar en logia han fraguado en sus reuniones sacrílegas toda clase de conspiraciones, complots y fraudes, causando enorme desprestigio a la Orden a la que estos individuos verdaderamente nunca pertenecieron.

Es bien sabido que sobre todo durante el siglo pasado y la primera mitad de éste, salieron de las logias diversos movimientos políticos y muchos presidentes y gobernantes (casi siempre de pensamiento liberal) cuyas ideologías y estrategias fueron fraguadas en el interior de un taller masónico. El movimiento intelectual que produjo la independencia de América de los países europeos se realizó en logia; y casi todos los libertadores de ese continente (Bolívar, San Martín, Washington, Morelos, etc., etc.) fueron masones. Hoy algunos hermanos creen –pues ignoran otras posibilidades– que el tipo de actividad a realizar durante los trabajos de la logia pueda consistir en dictar discursos recordando esas ideologías y vanagloriando los nombres y hazañas de los hermanos mayores históricamente destacados en la política, las artes y las ciencias profanas. Otros, en vista de la pérdida de poder político que han sufrido las logias en los últimos años, han desviado los trabajos hacia obras "culturales", sociales y de beneficencia. Es sabido que en Norteamérica, por ejemplo, la mayor parte de las logias se han convertido exclusivamente en simples instituciones benéficas que "altruistamente" financian hospitales, escuelas y universidades.

Actualmente, además, tal vez una mayoría de logias se encuentra, por pertenecer a determinada obediencia (que tiene correspondencia con tal o cual Oriente europeo), en una absurda división, en una sórdida lucha en la que se tildan unas a otras de "irregulares" o "regulares" según parámetros de tipo burocrático que llevan hasta los extremos de dar o impedir la entrada a un hermano según si su logia esté enlistada en un determinado folletín al que dan carácter de oficial y donde los antiguos usos y costumbres brillan por su ausencia.

En esas logias se ignora lo que es un masón y lo que es la Orden.

La verdad es que una logia –por silvestre que parezca– es verdadera, si en su seno se realiza el rito con perfección y conciencia; si existe una transmisión regular de las palabras y fuerzas interiores que desde antiguo se transmiten ininterrumpidamente; si los hermanos guardan el verdadero secreto, cultivando el silencio interior; si los asuntos de índole individual y las problemáticas sociales o económicas y todo tema de carácter profano se logran mantener, como corresponde, junto con los metales, fuera de las puertas del templo; si sus miembros comprenden su misión y su función y se abocan, como tarea principal, a estudiar y practicar las Artes y las Ciencias que la Orden enseña.

Una logia es verdadera no por pertenecer a una u otra obediencia que se autoproclame arbitrariamente oficial o regular ni por tener ninguna clase de "pedigree" o patente. No. Una logia es verdadera si los trabajos masónicos que realiza son verdaderos; si logra dar vida a la Fuerza o Luz oculta detrás de los símbolos transmitidos desde los orígenes por medio de los ritos, gestos y palabras que los masones practican.

Y la Masonería está viva no por la existencia de numerosas logias que se dedican, como hemos dicho, a actividades profanas. Lo está porque a pesar de tantos avatares la mayoría de las logias han podido conservar al menos lo más esencial de los ritos de iniciación, aumento de salario y exaltación; porque las palabras sagradas y de paso se han conservado permitiendo a los que las reciban conscientemente experimentar su fuerza y conocer su significado; porque los rituales de apertura y cierre de los trabajos, en los distintos grados, se han mantenido generalmente bastante intactos; porque las leyendas que se conservan en todos los grados están vivas; porque las logias se siguen decorando con los símbolos fundamentales de la Orden y los manuales aún recuerdan los estudios simbólicos correspondientes a cada grado y el escalonado ascenso por los mundos de la gramática, la lógica y la retórica; y de la matemática, la geometría, la música y la astronomía. Está viva porque en muchísimos de los talleres se encuentran aislados hermanos con recta intención de búsqueda que les permite recibir de diverso modo y en el grado que fuere un influjo espiritual que esos ritos y símbolos son capaces de otorgar; y también porque aún existen algunas logias en las que reina el verdadero espíritu masónico; en las que siempre hay un guardatemplo atento impidiendo la entrada de fuerzas e ideas profanas; en las que se invoca incesantemente desde el corazón la Unidad del Gran Arquitecto, la Belleza de su obra, la Fuerza de su espíritu y su Sabiduría infinita. Talleres con salud y alegría en los que fraternalmente se estimula la unión no por vínculos individuales sino por lo más alto: la búsqueda común de un Centro único en el que reside la esencia de Todo. Talleres en los que se trabaja paciente y perseverantemente, en coordinación y respetando las verdaderas jerarquías en la construcción de un edificio interior, de una cosmogonía viva que incluye la muerte y la resurrección, es decir la transmutación, que finalmente hace posible que el corazón del adepto y el centro del templo –unidos indisolublemente– se constituyan en verdadero habitáculo de la divinidad.

La masonería está viva porque su esencia más íntima –y la de los verdaderos masones– es inmortal; y porque tarde o temprano la Orden habrá de cumplir su misión coronando la construcción de un templo universal edificado de conformidad con los planos diseñados por el Gran Arquitecto del Universo.

La Tradición Hermética está viva y aún existen verdaderos masones capaces de comprenderla y revivificarla.

"Por sus obras los conoceréis".

Inauguracion de Monumento Al Q:.H:. en el O:.E:. Wolfgang Amadeus Mozart

A los 250 años del nacimiento de uno de los más brillantes compositores de la música occidental, Chile se sumo al homenaje que se le rindió al músico a nivel mundial, con la inauguración de un monumento del artista austriaco. En la ocasión se destacó su perfil de masón y su inmenso aporte a la musica clasica.

Con la inauguración de un monumento dedicado a Wolfgang Amadeus Mozart, en calle Tenderini, al costado oriente del Teatro Municipal, Chile se unio ayer a la celebracion mundial en torno al natalicio 250º del músico austriaco.

En la ceremonia se presentó la Orquesta Infantil-Juvenil de la Corporación Municipal de Talagante, que ejecutó obras del compositor. El acto contó además con la asistencia del secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Monumentos Nacionales, Ángel Cabezas, del embajador de Austria en Chile, Walter Howadt y del gran maestro de la Gran Logia chilena, Jorge Carvajal Muñoz, quienes destacaron el perfil masónico de Mozart y su gran aporte al mundo de la música clásica.

El embajador de Austria comentó que existen monumentos dedicados a Mozart en distintos países del mundo, pero de manera especial demostró su alegría agradeciendo que la masonería chilena rinda un homenaje a su hermano -luego que se cumplieran 250 años de su nacimiento- quien es “considerado el más grande de los compositores de la historia de la música”.

Es que el monumento estuvo financiado por el Consejo Nacional de Monumentos Nacionales y por la Gran Logia de Chile.

Asimismo, el diplomático afirmó que no sólo en Chile se celebró el natalicio de Mozart, ya que este es un acontecimiento que se realiza simultáneamente en todo el planeta y en especial en el Lago Calafquén, donde se encuentra el primer monumento al músico levantado en su honor en el fundo del barítono austriaco Christian Boesch.

Howadt también expresó detalles desconocidos de la relación de Mozart con la masonería y Austria. Incluso, resaltó que el himno nacional de su país fue compuesto por el eximio músico. “Es una antigua canción masona atribuida a Mozart. Nuestro himno nacional es la antigua canción de cadenas de los masones `Bruder reicht die hand zum Bunde`”, la que, según el embajador, fue publicada junto con la Cantata de los Masones compuesta por el músico poco días antes de su muerte en 1791.

En tanto, el secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Monumentos Nacionales, Ángel Cabezas dijo que el emplazamiento del busto en las inmediaciones del Teatro Municipal “y el deseo de convertir este espacio en un lugar en que jóvenes artistas puedan interpretar su música, es un buen ejemplo de cómo, a partir de algunas referencias arquitectónicas y los monumentos públicos, se puede contribuir a la motivación y apropiación de un espacio para el uso cultural”.

En otra línea, el gran maestro de la Gran Logia de Chile, Jorge Carvajal manifestó que “en la enseñanza masónica los significados de la Sabiduría, La fuerza y la Belleza adquieren la calidad de formidables herramientas o palancas para la elevación de la personalidad y de los muros del humanitarismo”.

En ese contexto, Carvajal destacó que entre los “obreros” que han pertenecido a la masonería destacan figuras como la de Mozart. Y recordó que el compositor austriaco ingresó en 1791 a la Logia “La Esperanza Coronada” y que en “La Flauta Mágica” -una de sus obras más célebres- se representa la ceremonia de iniciación masónica.

domingo, enero 22, 2006

La Carrera Masonica - Ritos y Grados

Por MRH Touvia (Teddy) Goldstein
V.M.P. de la R.L.S. "La Fraternidad #62" , Tel Aviv

Tres son los grados que existieron en la Masonería Operativa:

1.Aprendiz, 2.Compañero y 3. Maestro.

La base fundamental de ellos era profesional. Se referían y tenían directa relación con el conocimiento y status del indivíduo en la profesión masónica, en la profesión de la construcción.

Hubo épocas y lugares en las que sólo se conocían dos grados profesionales:

1. Aprendiz y 2. Compañero, Miembro o Maestro.

Con el nacimiento de la Masonería Especulativa a principios del siglo XVIII, son tres los grados simbólicos fundamentales ya mencionados: 1. Aprendiz, 2. Compañero y 3. Maestro

La Masonería es una institución iniciática. Lo fué en su época operativa y lo sigue siendo en su época especulativa. La Iniciación representa el cambio del estado del indivíduo, del iniciado; su paso de un estado a otro, de una sociedad a otra.

La culminación simbólica natural en el proceso educativo del Masón, se produce al alcanzar el grado de Maestro Masón. Este es el grado que le permite, en su Logia, elegir y ser electo para la dirección administrativa de ella con las solas limitaciones reglamentarias.

Podemos afirmar, en principio, que al alcanzar el masón su tercer grado, su grado de Maestro y, si a eso le agregamos el haber cumplido, por lo menos, un período de Venerable Maestro, habría completado su Carrera Masónica.

Así era en los albores de la Masonería Simbólica y muchísimos hermanos aun siguen pensando y actuando así. La realidad histórica y práctica es diferente.

La Masonería Simbólica creó una gran cantidad de Ritos y Rituales y, dentro de ellos, un gran número de Grados.

De estos, muchos desaparecieron con el tiempo y muchos se consolidaron en los diferentes Ritos.

Sobre estos Ritos y estos Grados nos referiremos a continuación.

La Humildad es una de las Virtudes exigidas al Masón y el Secreto Masónico, uno de sus Landmarks. Antes de entrar a revisar los diferentes ritos y grados, trataremos de dar respuesta a las naturales interrogantes: Cómo son compatibles en la Carrera Masónica, la adquisición de diferentes grados, la participación en diferentes ritos que en su conjunto aparentan una colección de diplomas y medallas, con la Humildad exigida al Masón? ¿Cómo son compatibles con el Secreto Masónico?

Para poder dar respuesta convincente a estas interrogantes tendremos que analisar, primero, cual es la concepción masónica frente a la Vanidad Humana y cual es la concepción del Secreto Masónico.

No hay dudas que la Masonería levanta Templos a la Virtud de la Humildad pero, ¿es la Vanidad un Vicio al cual se le debe cavar fosas? Es la publicación del hecho que pertenecemos a la Masonería, en sus ritos y grados, una violación al Secreto Masónico que juramos o prometimos guardar?

Filosóficamente, la Masonería considera que cada uno de nosotros es un ser imperfecto. El hombre en su imperfección y, utilizando las herramientas del Libre Albedrío, tiene la alternativa de elegir entre el bien y el mal, entre virtudes y vicios.

Nosotros, los Masones, pulimos nuestra Piedra Bruta, nuestra piedra natural, nuestra personalidad, con el estudio de la Simbología Masónica en una disciplina hermética y ritualista con la finalidad de acercarnos a la Verdad, con la finalidad de tender al perfeccionamiento humano dentro de nosotros mismos e irradiándolo y aplicándolo al mundo externo, al mundo cuotidiano.

Esta concepción no pretende en nadie la Perfección. Ella está sólo en el Oriente de donde viene la Luz y hacia donde nos dirigimos y sólo la posee el G.A.D.U .Cada uno de nosotros siempre estará en un estado relativo frente a la Virtud en su concepto verdadero y absoluto. En este estado de la Virtud de Humildad Relativa, la contrapartida es la Vanidad Relativa. La Masonería no la niega, la acepta como una situación de imperfección, como una realidad que, en la medida que el Masón pule su piedra bruta, su personalidad, ella, la Vanidad, disminuye en favor de la Humildad. Pero, la Humildad, también ella es imperfecta. En este dilema entre Humildad y Vanidad, que esta última, en ningún caso será un Vicio a menos que se manifieste en sus grados extremos, al igual que la Humildad dejará de ser una Virtud, si es exagerada.

La Masonería resuelve este problema con el reconocimiento al hermano estudioso, al hermano preocupado e interesado en seguir perfeccionando su personalidad con el estudio y el conocimiento de la Simbología Masónica, teórica y practicamente, con un sistema de Ritos y Grados jerárquicos que le permiten, al hermano masón, al ser humano imperfecto, encontrar una solución inocente e inofensiva a su estado natural de Vanidad Relativa inevitable, con una dosis de ella mensurada, controlada y compatible con la Virtud de la Humildad que, fundamentalmente, debe manifestarse en su máxima expresión tanto en el mundo profano, como en nuestro mundo masónico en su exacta ubicación jerárquica como premio a nuestro esfuerzo.

En sintesis, para la Masonería, tanto la Humildad como la Vanidad serán Vicios a los cuales les debemos cavar fosas si se manifiestan en sus extremos en forma exagerada.

La Humildad es una Virtud que debemos fomentar,tender a ella, lograrla pero, no dejaremos de reconocer que la Vanidad es una realidad humana que tenderemos a aminorar, a disminuir mas, considerando que, siempre seremos imperfectos, siempre tendremos ante nosotros el dilema entre la Humildad y la Vanidad, esa lucha interna que trataremos, tenderemos y lograremos resolver en favor de la Humildad.

Con el fin de ayudarnos a resolver este dilema, nos permite la Masonería satizfacer nuestros instintos de Vanidad, en un sistema jerárquico rígido y hermético permitiéndonos lucir las Regalías de nuestros logros, las Medallas de nuestros Grados, en forma controlada e inofensiva.

El Landmark del Secreto Masónico no siempre es comprendido correctamente por HH. de la Orden y menos por profanos. Ya sea por falta de estudio o profundización o mala interpretación aún en HH. Maestros con un gran pasado masónico.

Se ha confundido el Secreto Masónico con la obligación que tenemos de no revelar la calidad de Masón de otro hermano o con el cuidado protector que debemos tener frente al peligro que significan regímenes que están en contra de nuestra Orden

El Landmark del Secreto Masónico tiene directa relación con aquellos asuntos que simbolizan hoy las formas de reconocimiento en la Masonería Operativa.

En ese entonces eran medidas de protección y control para impedir la introducción de profanos, de impostores de la profesión, en las Logias. Recordemos que los masones tenían sus Logias cerca del lugar de trabajo, de los Castillos, las Abadías, las Catedrales, y no en los propios centros urbanos como los tenían otras guildas; tenían una gran movilidad de lugar en lugar de trabajo. Eran indispensables estas medidas protectoras y de reconocimiento.

Estos son los Secretos Masónicos que juramos nunca revelar. Hoy en día estos secretos no sólo se refieren al reconocimiento de un miembro de la Orden y de su estado profesional o simbólico de los tres primeros grados sino, se amplía a cada uno de los grados en cada Rito y pasan a ser parte del Secreto Masónico.

Mas, nuestra calidad de Masones y los principios de la Orden como las buenas obras que hacemos, son convenientes de divulgar con Humildad.

El Conjunto de Ritos y Grados, la Carrera Masónica (Ways and by-ways en inglés) los clasificaremos en cuatro grupos con el fin de facilitarnos su análisis y comprensión y sin con ello pretender exactitud en este difícil y complejo problema histórico.

En esta clasificación general tampoco pretendemos enumerar todos los que han existido y tampoco tomaremos en consideración el tiempo que han existido o existen:

1.- Ajenos: son aquellos que han pretendido o se les ha considerado una conexión masónica sin que se haya reconocido ella en algún momento:

- a.- Iluminati de Bavaria.
- b.- Iluminati d'Avignon.
- c.- Amicistas (Amigos).
- d.- Círculo Brillante.
- e.- Rosacruces.
- f.- Alquimistas.

2.- Masónicos: son aquellos que en algún momento y de alguna manera han sido reconocidos o actuaron largo tiempo como tales:

- a.- Cork 13 grados.
- b.- Escocés 33 "
- c.- Francés 7 "
- d.- Estricta Observancia 7 "
- e.- Shroeder 7 "
- f.- Fessler 9 "
- g.- Zingdorf 7 "
- h.- Helvetis 7 "
- i.- Primitivo Narvona 10 "
- j.- Swedenborg 6 "
- k.- Egipcio (Misraim) 99 "
- l.- Memphis 92 "
- m.- Hermanos de Asís 12 "
- n.- Arquitectos Africanos 2 "
- ñ.- Hermanos de Enoch 4 "
- o.- Filáltico - p.- Hermético
- q.- Magnético o Mesmérico.

3.- Co-Masónicos: son aquellos que existieron o existen junto a la Masonería con o sin reconocimiento o reconocidos como Grados Adjuntos o Agregados:

- a.- Shreiners.
- b.- Grotto.
- c.- Eastern Star (U.S.A damas).
- d.- Gran Oriente de Francia.
- e.- Adoptiva o Andrógena (Francia damas).
- f.- De Molay (jóvenes).
- g.- Martimista.
- h.- Jean d'Arc (damas jovenes).
- i.- Masonería Negra.
- j.- La Real Orden de Escocia.

4.- Similares: son aquellos que se asemejan a la Masonería por sus declaraciones de principios de Fraternidad Universal:

- a.- Odd Fellows.
- b.- Alex.
- c.- Caballeros de Columbus.
- d.- Lions.
- e.- Rotary.
- f.- Bnei Brith.
- g.- Cámara Juniors.

LOS ALTOS GRADOS MASONICOS ( * )

RENE GUENON

Hemos visto, en un anterior artículo, que, debido a que la iniciación masónica conlleva tres fases sucesivas, sólo puede haber tres grados, los cuales representan precisamente estas tres fases; de lo que parecería resultar que todos los sistemas de altos grados son completamente inútiles, al menos teóricamente, ya que los rituales de los tres grados simbólicos describen, en su conjunto, el ciclo completo de la iniciación. De hecho, sin embargo, siendo que la iniciación masónica es simbólica, los masones que ella forma no son más que el símbolo de los verdaderos masones, puesto que allí se indica simplemente el programa de las operaciones que aquéllos deberán realizar para alcanzar la iniciación efectiva. Precisamente esta es la finalidad que perseguían, al menos en sus comienzos, los varios sistemas de altos grados, que parecen haber sido instituidos para llevar a la práctica aquella Gran Obra que la Masonería simbólica enseñaba en teoría.

Con todo, hay que reconocer que bien pocos de estos sistemas alcanzaron realmente la finalidad que se proponían; en la mayor parte, encontramos incoherencias, lagunas, redundancias y en algunos casos los rituales son de un pobrísimo valor iniciático, en especial si se los compara con aquellos pertenecientes a los grados simbólicos. Estas imperfecciones resultan, por otra parte, tanto más evidentes cuanto mayor sea la cantidad de grados que incluya el sistema; y, si esto ya es evidente en el "Escocismo" de 25 y 33 grados, ¿qué pensar, entonces, de aquellos Ritos de 90, 97 o incluso 120 grados? Semejante multiplicidad de grados aparece tanto más inútil cuanto que se hace necesario conferirlos por series. En el siglo XVIII, cada quien quiso forjar su propio sistema, desde luego incorporándolo siempre a la Masonería simbólica, y de la cual no hacía más que desarrollar sus principios fundamentales, interpretados demasiado a menudo según las concepciones personales del autor, como puede verse en casi todos los Ritos herméticos, cabalísticos y filosóficos y en las Ordenes de Caballería y de Iluminismo. De allí proviene, en efecto, esta prodigiosa variedad de Ritos, muchos de los cuales tan solo existieron en los papeles, y cuya enmarañada historia resulta prácticamente imposible de esclarecer; quienes intentaron poner un poco de orden en semejante caos debieron renunciar a su cometido, salvo cuando, por uno u otro motivo, no hayan preferido dar de los orígenes de los altos grados determinadas explicaciones más o menos fantasiosas, a veces inclusive completamente fabulosas.

A este propósito, no pasaremos reseña de todas las afirmaciones pretendidamente históricas que hemos encontrado en los escritos de diversos autores; de todos modos, lo que no admite dudas es que, contrariamente a lo que se ha sostenido con frecuencia, el caballero Ramsay no fue el inventor de los altos grados, y que, si en todo ello le cabe una responsabilidad no es más que de manera indirecta, puesto que quienes concibieron el sistema del "Escocismo" se inspiraron en un discurso por él pronunciado en 1737, donde relacionaba a la Masonería con los Misterios de la antigüedad y, en un tiempo más próximo, con las Ordenes religiosas y militares de la edad media. En todo caso, Ramsay puede considerarse tan poco responsable de los rituales de los grados "escoceses" como puede serlo Elías Ashmole de aquellos de los grados simbólicos, a pesar de lo que pretendería una opinión bastante generalmente admitida y reproducida por Ragón y otros historiadores. "Elías Ashmole, docto anticuario, adepto del hermetismo y de los conocimientos secretos por aquel entonces de moda, fue recibido masón el 16 de octubre de 1646, en Warrington, pequeña localidad del condado de Lancaster. No reapareció en Logia sino al cabo de 35 años, el 11 de marzo de 1682, por segunda y última vez en su vida, como testimonia su diario personal, que nunca dejó de mantener actualizado, día tras día, con escrupulosa minuciosidad" ( 1 ). Por lo demás, no pensamos que los rituales iniciáticos puedan ser considerados como la obra de una o más individualidades determinadas, sino que se han ido constituyendo progresivamente, a través de un proceso que resulta imposible precisar, que escapa a toda definición. Por el contrario, aquellos rituales pertenecientes a los altos grados que aparecen como más o menos insignificantes, presentan todas las características propias de una composición ficticia, artificial, creada por la mentalidad de un individuo. En suma, sin demorarnos en consideraciones carentes de interés, es suficiente considerar a todos los sistemas, en su conjunto, como las diversas manifestaciones de la tendencia realizadora de hombres que no se contentaban con la pura teoría, pero que, queriendo pasar a la práctica, demasiado a menudo olvidaban que la iniciación real necesariamente debe ser en gran parte personal.

Hemos querido decir aquí simplemente lo que pensamos acerca de la institución de los altos grados y de su razón de ser; consideramos que revisten una utilidad práctica indiscutible, pero a condición –lamentablemente muy pocas veces respetada y sobre todo hoy día– de que sirvan realmente a la finalidad en vista de la cual fueron creados. Para ello, sería necesario que los Talleres de estos altos grados fueran reservados a los estudios filosóficos y metafísicos, demasiado descuidados en las Logias simbólicas; no debería olvidarse jamás el carácter iniciático de la Masonería, que no es ni puede ser –dígase lo que se diga– ni un club político ni una asociación de socorros mutuos. Sin lugar a dudas, no se puede comunicar lo que por esencia es inexpresable y ésta es la razón por la cual los verdaderos arcanos se defienden por sí solos de toda indiscreción; pero, por lo menos, es posible dar las claves que permitirán a cada uno alcanzar la iniciación efectiva por medio de sus propios esfuerzos y su meditación personal y asimismo se puede, según la tradición y la práctica constantes de los Templos y Colegios iniciáticos de todos los tiempos y de todos los países, colocar a quien aspira a la iniciación en las condiciones más favorables de realización y proporcionarle esa ayuda sin la cual le sería prácticamente imposible consumar dicha realización. No nos demoraremos más sobre este asunto, pensando haber dicho lo suficiente como para permitir entrever lo que podrían ser los altos grados masónicos, si, en lugar de quererlos suprimir lisa y llanamente, se los convirtiera en centros iniciáticos verdaderos, encargados de transmitir la ciencia esotérica y conservar integralmente el depósito sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal. Traducción: Franco Peregrino.

NOTAS

* Artículo publicado en "La Gnose", nº de mayo de 1910, con la firma de "Palingenius". (R)

1 Oswald Wirth, Le Livre de l'Apprenti, pág. 30, 2º edición. (R)

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El Templo del rey Salomón

Por Jorge Salem, M:.M:.

Un poco de historia


De entre todos los emperadores y reyes que gobernaron los países que rodean el Mediterráneo posiblemente el más conocido sea el! rey Salomón. Y esto no se debe sólo a su presencia en la Thorá judía, la Biblia cristiana y el Corán islámico, sino también a las leyendas populares basadas en su historia. El rey Salomón fué idealizado con virtudes, aunque en la realidad no fue exactamente así. Por ejemplo, recientes investigaciones demuestran que la mayoría de los libros que se le atribuyen se escribieron siglos después.

El mismo proceso de mistificación se dió con su famoso Templo, construido en el año 968 a.C. en un monte de la ciudad de Jerusalén, y que fue inaugurado en el 961 a.C. con grandes fiestas y ofrendas. Tras la destrucción de este Templo en el 586 a.C. por el ejército de Nabuconodosor no quedó en pie ni una sola piedra. Sin embargo, las descripciones del edificio y las leyendas que surgieron en torno a él le convirtieron en el arquetipo ideal del Templo, influyendo durante siglos en la configuración de los edificios religiosos y civiles occidentales. !

La personalidad del rey Salomón

El estudio de las fuentes escritas sobre el rey Salomón señalan las principales cualidades y actividades por las que fue conocido:

El rey Salomón como mago, que poseyó un extraordinario poder.

El rey Salomón dotado de una excepcional prudencia y sabiduría.

El rey Salomón como constructor del Templo de Jerusalén y los majestuosos edificios que lo rodeaban.

El último de estos tres aspectos siempre ha sido el más destacado, como veremos más adelante, pero los otros dos también han sido muy tratados en los estudios históricos, pinturas, grabados y obras literarias.

El rey Salomón como mago

En la Biblia y el Corán podemos leer sobre los poderes mágicos del rey Salomón. En el Sutra XXVII del Corán se menciona como el rey David, cuando er! a un joven pastor en contacto con la naturaleza, aprendió «el idioma de los pájaros», idioma que debió enseñar a su hijo Salomón. El conocimiento de este «idioma natural» era la clave para que los reyes David y Salomón entendieran las Leyes del Universo y pudieran materializarlas en el arquetipo ideal de belleza.

Durante la Edad Media, David se representaba siempre con un arpa en sus manos, simbolizando la armonía espiritual del Cosmos. El historiador judeo-romano Flavio Josefo (37-100 d.C.) mencionaba unos interesantes detalles que nos permiten comprender cómo el rey Salomón habría podido escribir varios libros sobre magia. Durante la época del Imperio Romano, la magia ritual influyó mucho en las gentes. Estos aspectos mágicos se mantuvieron hasta la Edad Media, manifestados en hechos como la creencia en la existencia de «diablos» y la lucha contra las enfermedades por medio de exorcismos. Orígines -uno de los padres de la Iglesia- menciona! ba estas curaciones, que pudo leer en la literatura mágica atribuida al rey Salomón.

Para la lucha contra el Diablo se usaba el «Sello del rey Salomón», un pentángulo o estrella de cinco puntas con el sagrado nombre de Dios escrito en su interior. En aquellos tiempos se vendían amuletos con dicho símbolo, ya que se le atribuía la propiedad de invocar al espíritu de Salomón para defenderse de muchas enfermedades contagiosas. Después de todo, el rey Salomón era el mayor mago de todos los tiempos y llegó a poner al Diablo a su servicio.

Un manuscrito del siglo IV, el Testamento del rey Salomón, desmitificaba el poder mágico del rey. El texto incluía una biografía de Salomón y de la época de su gobierno, incidiendo especialmente en la construcción de su Templo. En esa época se consideró que el libro era un hito en el campo de exorcismo, y demuestra la creencia en la existancia de demonios en la Cristiand! ad del siglo XVI.

El rey Salomón como filósofo

La segunda característica que tradicionalmente se destaca del rey Salomón es una excepcional «sabiduría». En las tradiciones religiosas judía y cristiana, el «juicio del rey Salomón» se ha convertido en el símbolo del concepto de sabiduría, relacionado con su gran conocimiento mágico. Flavio Josefo relacionaba la concepción del Viejo Testamento de la «Sabiduría» y la figura del rey Salomón de un modo parecido al de la Biblia. También se refiere a los enigmas que el rey Salomón intercambió con Hiram de Tiro y a las «pruebas» que le puso la Reina de Saba cuando viajó a Israel para comprobar su gran sabiduría.

Los cristianos del siglo V hicieron grandes esfuerzos para diferenciar la idea que se tenía de la sabiduría del rey Salomón de su conocimiento mágico. Así, acentuaron la sabiduría de Salomón como el «Hagia Sophia», la Sabiduría Divina. En el año 537 d.C. se dedicó una de las mayores iglesias de la época, construida en Constantinopla, a este Hagia Sophia. En su ceremonia de apertura el emperador Justiniano la asoció con el Templo de Salomón. La idea fundamental de esta iglesia se encontró en el simbolismo de la relación entre el Cielo y la Tierra a través de la Sabiduría Divina. La parte inferior del edificio está formada por un cubo, símbolo de la Tierra desde los tiempos antiguos. Encima de este cubo, la cubierta abovedada en forma semiesférica símbolizaba el Cielo. En Europa Oriental este simbolismo puede encontrarse aún en muchas iglesias de Grecia y Rumanía.

Pero es sobre todo en el siglo XIII cuando se afianzó la idea de que Salomón poseyó toda la sabiduría de su tiempo, convirtiéndo al rey en un símbolo de la Sabiduría Divina. Esto también se expresó en numerosas estatuas e imágenes de las fachadas y las vidrieras de las catedrales medievales. En la cate! dral de Amiens (qué ha sufrido pocos daños importantes desde su terminación) encontramos la estatua del rey Salomón, justo en el centro de la fachada occidental, flanqueado por las dos columnas de su Templo. Sobre él, encontramos la estatua del Cristo, dando la impresión de que el rey Salomón está llevandolo sobre sus hombros. Esta composición se encuentraba en muchas otras catedrales, aunque la mayoría se demolieron durante la revolución francesa.

En los escritos medievales se señala a menudo que las catedrales góticas se construyeron basándose en los principios del Templo de Jerusalén, comenzado por el rey David y continuado por el rey Salomón. En la «Biblia Moralisè» francesa, el rey Salomón es el símbolo de la Sabiduría Divina. En el encuentro con la reina de Saba, ésta simbolizaba la Iglesia que había dejado de escuchar las palabras de Dios dialogando con el rey Salomón. El «Juicio del rey Salomón» es otro tema que podemos encontrar en las fachadas de casi todas catedrales medievales. Normalmente el rey Salomón aparece sentado o de pie entre las dos columnas de su Templo, junto a dos mujeres que se pelean por el niño vivo, mientras que los soldados hacen ademán de partirlo en dos. Investigaciones recientes han demostrado que esta leyenda popular es muy anterior a la época del rey Salomón, y que simplemente se adaptó con su nombre.

Los manuscritos del rey Salomón

Las excavaciones arqueológicas y el estudio de los textos que se escribieron en la época del rey Salomón socavan cada vez más su imagen de héroe legendario. Hoy sabemos que no escribió ningún libro del Viejo Testamento: el Libro de Proverbios se compuso 500 años después de la muerte del rey Salomón y deriva principalmente de los manuscritos egipcios descubiertos al principio de este siglo. Orígenes ya señaló que Salomón no pudo escribir el Cantar de los Cantares del Viejo Testamento. !

Uno de los más conocidos libros apócrifos de la Biblia es el denominado «Testamento del rey Salomón», escrito en el siglo I a.C. Aún mucha mayor difusión tuvieron las «Clavículas de Salomón», un confuso ensayo de exorcismo. Tras la invención de la imprenta, este libro se aumentó muchas veces hasta el siglo XVIII, añadiéndosele nuevas ilustraciones y comentarios. Actualmente se ha demostrado que su texto se escribió originalmente en el siglo I d.C.

Además del rey Salomón que conocemos por la Biblia y la Thorá, está claro que con el tiempo se creó un Salomón legendario, un soberano misterioso que podía penetrar las Leyes del Universo. Pero la mayor reputación de Salomón la logró como constructor del Templo de Jerusalén, destruído en el año 586 a.C. por Nabuconodosor, y que desde entonces ha quedado como un símbolo en la religión judía, cristiana y musulmana.

El propi! o Salomón se ha considerado tradicionalmente como un autor prolífico y de gran calidad. Las escrituras que se le han atribuido son el Libro de los Proverbios, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, el Libro de la Sabiduría de Salomón, y los Salmos (Odas de Salomón). Los estudiosos modernos han determinado, sin embargo, que algunos de estos libros se escribieron siglos después. De hecho, las Odas son posiblemente de un autor cristiano gnóstico.

El rey Salomón como constructor del Templo de Jerusalén

El Templo del rey Salomón, a diferencia de otros templos del siglo X a.C., no tenía ningún ídolo dentro, tan sólo el Arca de la Alianza con las Tablas de la Ley que Yahvé entregó a Moisés. El Templo se construyó en una meseta de 742 metros de altura y tenía la entrada dirigida al Este, hacia la salida del Sol en el Monte de los Olivos.

No queda ningún rastro del Templo de S! alomón: los 50 metros del Muro de las Lamentaciones pertenecieron originalmente a los muros de contención exteriores del Templo de Herodes, construido en el siglo I a.C. La situación del Templo de Salomón es bien conocida, cerca de la roca santa conocida como Moria, donde se quemaban en holocaustos animales a modo de ofrendas. Esta piedra tenía un tamaño de aproximadamente 17 m de longitud y 15 m de ancho, y resulta un punto de orientación fiable, ya que se situó cerca de la entrada oriental del Templo. Hoy día la Mezquita de Omar, la Kubat-as-Sachra, cubre este lugar, construida en el año 691 d.C. por Kaliff Aw-al-Malik. La presencia de esta mezquita hace imposible toda investigación arqueológica de los restos del Templo de Salomón.

En la tradición judía se supone que el rey David recibió los planos del Templo con la información exacta de su forma y medidas, en un pergamino entregado por uno de los Profetas. Este pergamino debió ser ent! regado por el mismo Dios a Moisés, y desde entonces fue custodiado hasta que llegó el momento de la construcción. También la religión cristiana aceptó el origen divino de las trazas del Templo. Pero el cristianismo supuso que, tras su destrucción en el año 586 a.C., la reconstrucción de este Templo ideal no era posible por la ausencia de los planos originales.

¿Cuál fue la apariencia del Templo?

La construcción del Templo comenzó durante el cuarto año del gobierno de Salomón. Se tardó en construirlo aproximadamente 7 años, lo que implica que debió de terminarse en el año 961 a.C. El Templo propiamente dicho debió ser un edificio largo y bastante estrecho, orientado sobre un eje longitudinal en dirección Este-Oeste. El edificio debió tener una longitud de aproximadamente 30 metros, 9 metros de ancho y una altura de casi 3 metros. En la fachada oriental se construyó una escalera, junto a la puerta de la entrada. A amb! os lados de ésta se erigieron dos columnas, llamadas Jaquim y Boaz, la primera a mano derecha de la entrada y la segunda a su izquierda.

Los sacerdotes y el rey entraban en el Templo a través de una gran puerta chapada de oro, de aproximadamente 10 metros de alto y 4 de ancho. Trás de esa puerta se encontraba el vestíbulo de entrada, el «Ulam». Después de este vestíbulo, se encontraba la estacia principal, el «Hekal» o Santo, iluminado a través de unas ventanas altas. Estas ventanas eran más grandes hacia dentro que hacia fuera, simbolizando que la Luz vino del interior hacia el exterior. El «Hekal» medía 13,5 metros de alto, 9 metros de ancho y 18 de largo, en una proporción de 3:2:4. La anchura y longitud guardaban una proporción de 1:2, lo que significa que la planta del «Hekal» estaba compuesta de un «doble cuadrado», una proporción que puede encontrarse en muchas «estancias sagradas».

El forjado de piedra se cubrió con un solado de madera de cedro en el que, según algunas fuentes, se grabó el «Sello de Salomón». Las paredes del «Hekal» se cubrieron con lamas de cedro, traidas de las montañas del Líbano; las vigas del forjado también se hicieron del mismo material. La tercera cámara, el «Debir» o Santo de los Santos (Sancta Sanctorum), se encontraba en la parte trasera, a un nivel más alto que el «Hekal», y sólo podría accederse a él subiendo por una escalera.

El «Debir» tenía la forma de un cubo de 9 x 9 x 9 metros, y en su centro se puso el Arca de la Alianza. Éste era un arcón grande, hecho de madera de acacia, cubierta con planchas de oro y con cuatro anillas a las esquinas en las que se ponían varas para transportarla. Dentro del Arca se guardaron las Tablas de la Ley, entregados por el mismo Dios a Moisés. En estas Tablas se grabaron los Diez Mandamien! tos, sirviendo de conexión entre Yahvé e Israel.

Durante los tiempos del Éxodo del pueblo judío el Arca estaba oculta en el Tabernáculo, que fue finalmente traído a Jerusalén por el rey David. Ya se había acreditado el poder mágico del Arca cuando se derrumbaron las murallas de Jericó al pasar los judíos ante ellas con el Arca.

Las dos columnas Jaquim y Boaz se erigieron frente a la entrada del Templo y se fundieron en bronce en una sola pieza. Tenían una altura de más de 12 metros, con unos capiteles esféricos de aproximadamente 2 metros de diámetro. Las columnas sólo tenían una función simbólica y no sujetaban ninguna viga ni ningún elemento estructural.

Los investigadores relacionan estas columnas con los obeliscos encontrados a la entrada de los templos egipcios. El arquitecto romano Vitruvio contaba que estos obeliscos se usaban como un reloj, midiendo su sombra como hacemos nosotros con los los relojes de sol. Sin embargo, las esferas ornamentales de encima de las dos columnas del Templo de Salomón habrían hecho muy inexacta esta función de reloj.

Cerca del Templo se situó un altar para los holocaustos (sacrificio de animales en la hoguera) y un gran cuenco de bronce, el «Mar de Bronce» o «Mar Cobrizo». Éste era un gran cuenco semiesférico de 4'5 metros de diámetro, apoyado en las partes traseras de 12 toros, también fundidos en bronce, tres en cada dirección de los puntos cardinales.

El cuenco debió pesar en vacío más de 25.000 Kg. El propósito de este depósito (descrito detalladamente en II Cron 4:1) no está muy claro. Quizás se usara como un espejo para observar los cuerpos celestiales. En el idioma hebreo antiguo, las palabras para cobre y bronce eran idénticas: el bronce era un metal más duro y menos proclive a la corrosión, debid! o a la aleación de una cierta cantidad de estaño. Algunos autores creen que el «Mar» debió hacerse de bronce y no de cobre.

Todas las herramientas de metal como martillos y cinceles se hicieron de bronce hasta el siglo XII a.C., cuando comenzó la producción de herramientas de hierro. Existió una gran tradición en la producción de bronce el Oriente Medio, donde el cobre se encontraba fácilmente en las minas de Arabia, el desierto al sur del Mar Muerto del que Salomón obtenía la mayor parte de sus fuentes de ingreso.

Lo problemático era más bien encontrar el estaño, un metal que entonces podía hallarse al aire libre en grandes cantidades sólo en las minas del Sur de Inglaterra. Los fenicios, dándose cuenta de este problema, navegaron con sus pequeños barcos hasta allí, atravesando el Mediterráneo y el Océano Atlántico.

La construcción del Templo

En la época del rey David y su hijo Salomón, el pueblo de Israel estaba convencido de que el monte del Templo estaba situado exactamente en el centro de la Tierra. Por lo tanto, el que orase en ese lugar estaría en contacto directo con Dios, que moraba justo encima de las esferas celestiales (I Rey 8:30: «Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar.

Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona»). Podría decirse sin exageración que los diez primeros años del reinado de Salomón estuvieron dominados por el «orden» resultante de la construcción del Templo, tal y como fue planeado por David.

Toda la política del reinado de Salomón se supeditó a la enorme cantidad de dinero que se necesitaba para la construcción del Templo. Éste, además de ser la Casa de Dios, debía expresar la unidad entre el estado y la religión, para librar el reino! del «separatismo» de las tribus y disminuir la importancia de los viejos santuarios. Sin embargo, después de la construcción del Templo de Salomón, los altares de Canán continuaron existiendo a lo largo y ancho del territorio israelita: el Templo de Jerusalén se había convertido en la más hermosa y cara residencia de Yahvé, pero no pudo convertirse en la única. La importancia del Templo aumentó durante los siglos siguientes, pero fue sobre todo tras su destrucción en el año 586 a.C. cuando el Templo pasó de ser algo real a convertirse en una leyenda.

Aunque siempre asociamos el nombre del rey Salomón a la construcción del Templo, en realidad su contribución no fue demasiado grande. La idea y las trazas se realizaron durante el reinado de su padre David, los arquitectos y los artesanos eran Fenicios y los enormes gastos de la construcción fueron sufragados por los esforzados trabajadores de las minas de cobre, los marineros de la gran flota ! de naves comerciales y los soldados que saqueaban los países circundantes.

Recientes investigaciones del arqueólogo alemán Konrad Rupprecht han demostrado que el rey David debió encontrar un templo más antiguo en ese lugar, que debió ampliar para cobijar al Arca de la Alianza. El rey Salomón debió modificar la planta del viejo templo de su padre con sucesivas ampliaciones y modernizaciones, de acuerdo con las trazas que había dejado su padre. En el Viejo Testamento no se señala que en el monte Moria existiera este templo más antiguo, pero sí que se menciona en varios lugares como el rey que David envió a ese monte un gran número de materiales y trabajadores a lo largo de su gobierno.

En I Cron 22 se señala cómo el rey David gastó 3.000 talentos de oro y 7.000 talentos de plata de sus propias posesiones en la construcción del Templo. Dado que en esa época un talento pesaba 60 kilos, está claro que el edificio ya en el tiempo de David necesitó de una enorme cantidad de dinero. En I Cron 28 podemos leer cómo el rey David tenía a su disposición muchos dibujos del Templo, en que los que se incluían hasta los más pequeños detalles. El rey David también tuvo los primeros contactos con Hiram y sus consejeros. Por ello, el rey Salomón sólo se encargó de la ejecución (y pago) de trabajos ya dispuestos por su padre.

El edificio se situó en una meseta rocosa llamada Moria, que en tiempos del rey David era más pequeña, de aproximadamente 40 x 100 metros. Durante el reinado de Salomón se agrandó. Pero fue en los tiempos del rey romano Herodes cuando su superficie se aumentó hasta aproximadamente 500 metros de largo por 300 metros de ancho. El patio interior del Templo se rodeó por un muro formado por tres capas de bloques de piedra cubiertas por vigas de madera de cedro. En este patio interior podían entrar los peregrinos y las masas de f! ieles, pero el Santuario del Templo sólo era accesible al rey y a los sacerdotes.

Durante las fiestas, las ofrendas en la hoguera se hacían en el patio interior, para lo que se construyeron utensilios especiales. El gran altar de hierro donde se encendía la hoguera se puso en medio del patio interior, con una llama que se mantenía encendida día y noche para realizar las ofrendas; las cenizas se dejaban caer a través de una reja sobre la Piedra Santa.

Durante las últimas décadas se han hecho excavaciones arqueológicas en diferentes lugares de Israel para comparar el Templo de Salomón con los restos de otros templos de la misma época. En 1957 se encontró en Hasor un templo fenicio del siglo XIII a.C. La restauración de sus habitaciones y sus detalles decorativos clarificaron la tesis de que pudo ser un modelo directo del Templo de Salomón. El templo de Hasor tenía los mismos tres sectores cerrados con las ! dos columnas frente a la puerta de entrada, un vestíbulo principal y un recinto sagrado en la parte trasera sobre una plataforma algo más alta.

El arqueólogo alemán concluyó: «Los arquitectos fenicios diseñaron el Templo de Salomón adoptando como modelos los edificios sagrados que existían en Caná. Sin embargo, en ese tiempo en Israel esos edificios eran considerados como templos paganos» (Hans Heinrich Schmid, Altorientalische Welt in der alttestamentlichen, Zurich 1974).

El palacio real de Salomón y los edificios de sus mujeres

Tras terminar el Templo, el rey Salomón comenzó la construcción de su palacio, que era considerablemente más grande y más lujoso que el Templo, por lo que tardó en construirlo más del doble de tiempo. Con la terminación de estos edificios, Salomón comenzó a alejarse de su pueblo, que empezó a verle cada vez más como un dictador con aspiraciones tot! almente diferentes a las de su padre.

Un problema mayor surgió cuando muchas de sus mujeres extranjeras quisieron erigir templos y altares para los que eran, a los ojos israelitas, dioses paganos. Se construyeron varios santuarios, como el de la esposa más importante de Salomon, la hija del faraón egipcio, que quería cumplir sus deberes religiosos hacia los Dioses egipcios en sus viajes por Israel. Era bien sabido que el rey Salomón se comprometió con esas mujeres por razones políticas, pero a los sacerdotes y al resto de los israelitas no les gustaban esos templos paganos. Incluso el arquitecto que trajo el rey Hiram de Tiro para la construcción del Templo no fue bien recibido por el pueblo de Israel, ya que este rey adoraba a ídolos paganos.

Cuando el rey comenzó a hacerse mayor, aumentaron las cíticas a su estilo de vida y a su actividad política. Al final de sus días, quedaron del rey Salomón dos percepciones diferentes:

La del Salomón real que tenía cada vez más dificultades para ejecutar las ideas de su padre y

La del rey legendario que fue subido a un pedestal siglos más tarde.

Finalmente, prevaleció esta última idea por lo que el rey sólo podía compararse con personajes de la talla de Alejandro Magno.

El Templo de Salomón como edificio ideal

La construcción del Templo de Jerusalén fue el evento más importante del reinado de Salomón, gracias al cual su nombre se ha recordado hasta 30 siglos después de su muerte. Ya en el Viejo Testamento el Templo había acaparado la mayoría de los escritos donde aparecía el rey Salomón. En las catedrales medievales las imágenes de las esculturas y las vidrieras del Templo de Salomón, y sobre todo de su destrucción en el 586 a.C. a manos de Nabuconodosor, simbolizó el pasado del pueblo judío, así co! mo su «grandeza perdida».

El escritor judeo-romano Flavio Josefo dedicó muchas páginas al Templo, añadiendo algunos detalles que no se mencionaban en la Biblia, pero que él transcribió de manuscritos ya desaparecidos. Ya en el siglo XII d.C., William de Malmesbury nos apuntaba que los autores de su época estaban familiarizados con los escritos de Flavio Josefo, Eucherio y Beda sobre el Templo de Salomón. En el siglo VII d.C. el monje inglés Beda (672-735) fue el primero de otros muchos escritores que trataron en profundidad la importancia del Templo de Salomón. Éxplicó cómo ningún edificio era comparable en belleza con el Templo y lo designó como una de las Siete Maravillas del Mundo.

En un largo manuscrito, llamado «De Templo Salomonis», Beda se centró en la interpretación alegórica, una idea que en todo el mundo Occidental siguió desde entonces. Su discurso empieza como sigue: «La Morada de Dios, cons! truida por el rey Salomón en Jerusalén, se diseñó siguiendo la forma de la Iglesia Universal, que deberá ser reconstruida por el Primero del Pueblo Elegido hasta el Último que nazca al final de los días, por la gracia del Rey Pacíficador, su Salvador». Este último nombre evoca al rey Salomón, porque su nombre proviene de la palabra hebrea «Shalom» que significa «Paz». Gracias a la relevancia de los escritos de Beda, se dio gran importancia al aspecto alegórico de la reconstrucción del Templo (destruido en el año 586 a.C.).

El aspecto alegórico nunca debería pasar a un segundo plano ante la reconstrucción de un edificio real. Este punto de vista fue aceptado por la mayoría de los escritores medievales, que también vieron los detalles del Templo de Salomón de la misma forma alegórica. La interpretación alegórica del Templo de Beda y sus sucesores no evitó el uso de algunos elementos del Templo de Salomón en muchas de las iglesias y catedrales qu! e se han construido en la Europa Occidental desde el año 800 de nuestra era. Uno de los primeros ejemplos fue la iglesia-catedral de Aquisgrán (Alemania), construida por Carlomagno en las primeras décadas del siglo IX d.C. El Ministro Alcuin señaló que esta iglesia estaba «construida totalmente según los principios que el mismo rey sabio Salomón había aplicado a la construcción de su Templo».

Comparó a Carlomagno con el rey Salomón y con su padre, el rey David. Debemos notar que el octógono de la iglesia de Aquisgrán no guarda ningún parecido con las descripciones del Templo de Salomón del Viejo Testamento, un edificio más bien rectangular. La opinión de Alcuin acerca de los «principios» que había aplicado Salomón no se refería a la apariencia exterior de la iglesia, sino al trasfondo simbólico de la realización del edificio, en el que el Templo de Jerusalén jugó un importante papel. Por otra parte, el profesor Juan Antonio Ramírez ha relaci! onado los edificios de planta octogonal con la idea del Templo de Salomón que traían los peregrinos de Jerusalén, que confundían el destruido Templo de Salomón con el Domo de la Roca, también de planta octogonal, ya que además los caballeros templarios pusieron junto al Domo su cuartel general (en la mezquita de El-Aqsa) y con ese nombre aparecía en muchas guías para peregrinos del siglo XV. No en vano, era el edificio más espectacular que encontraban en Jerusalén.

Este dilema se dió durante toda la Edad Media hasta el siglo XIV y se vió en la construcción de muchas iglesias y catedrales. Por un lado estaba el deseo de presentar como una alegoría la idea del Templo de Salomón, mostrando todos los detalles de la historia del rey Salomón y su edificio a la población analfabeta. Pero por otro lado se ambicionaba encontrar un esquema arquitectónico moderno en el que los arquitectos medievales pudieran expresar su conocimiento técnico. Sobre todo ! fue en el siglo XIII cuando esta búsqueda llevó a alcanzar alturas interiores grandiosas, como nunca antes se habían alcanzado en las catedrales. Simbólicamente se usaron plantas en forma de cruz, simbolizando la crucifixión de Cristo.

Las Catedrales Medievales

A mediados del siglo XII apareció en la Europa meridional y occidental la «Leyenda Áurea», un libro con todo tipo de historias, la mayoría reconocidas como apócrifas, con detalles de leyendas y tradiciones. Muchos símbolos presentes en las fachadas y vidrieras de las catedrales medievales se pueden atribuir a historias antiguas escritas en este sencillo manual. La vida de rey Salomón y la construcción de su Templo tenía un papel importante en la «Legenda Áurea». Otro libro, el «Bestiarium», daba mucha información sobre el significado simbólico de los animales en las historias y las imágenes usadas en la ornamentación de fachadas y los interiores de las catedr! ales.

Pero el gran impulso en el conocimiento del Templo de Salomón fue dado por los Cruzados que volvieron a Europa después del año 1118, cuando un grupo de aristócratas franceses pasó más de diez años en Jerusalén recopilando objetos y tradiciones locales. Volvieron después de 1128 con una gran cantidad de material, tras lo cual Bernardo de Clairvaux organizó un concilio en Troyes, donde se tomó la decisión de crear la Orden de los Caballeros Templarios. La Orden debía seguir haciendo estudios sobre el Templo y proteger a todos los futuros peregrinos de Tierra Santa.

Ya conocemos el destino de la Orden de los Templarios, una de las organizaciones más poderosas de la Europa de finales de siglo XIII. Las noticias que traían los templarios a su vuelta no siempre fueron muy fiables: todos vieron un edificio en la explanada donde se había construido el Templo de Salomón veinte siglos antes, pero muchos no comprendieron que allí ya no quedaba ni una sola piedra del templo original. Ya en el siglo VIII el Obispo Arculf había observado:

«En el emplazamiento del templo original del rey Salomón, junto al muro oriental de Jerusalén, los sarracenos han erigido una Casa de Oración que ellos visitan a menudo». Pero hasta el año 1700 se hacían grabados, como en Holanda, con la imagen de la Mezquita de Omar de Jerusalén con el texto de «Templum Salomonis».

Es bien conocida la miniatura de Jean Fouquet, artista en la corte del rey francés Luis XI, mostrando la catedral de Giras en obras. En el balcón de un palacio, al otro lado de la catedral, se representa al propio rey Salomón dando instrucciones como si fuera el arquitecto del edificio. Esta miniatura es un claro ejemplo de cómo en la Edad Media había personas interesadas en dar un «mensaje cristiano». Muestra también, por ejemplo, cómo la talla de la piedr! a se hizo fuera de la catedral, de acuerdo con las reglas establecidas en el Viejo Testamento: «La Casa fue construida con piedras preparadas en la cantera; durante su construcción no se oyeron en la Casa martillazos ni sierras ni instrumentos de hierro» (I Reyes 6:7).

Durante el invierno el recinto del edificio estaba cerrado, pero los albañiles y los otros artesanos continuaron su labor a cubierto. Por consiguiente, necesitaron detallados dibujos en papel (muy caro en esa época), en tablas de madera o en superficies enyesadas. Estos dibujos se basaban en un sistema de dimensiones geométricas heredado de los tiempos antiguos y que probablemente fue ya puesto en práctica por los constructores del Templo de Salomón.

Pueden encontrarse imágenes del rey Salomón y su Templo en las estatuas y vidrieras de muchas catedrales medievales. Sobre todo en la primera mitad del siglo XIII estas imágenes son muy apre! ciadas, en muchos casos presentando al rey Salomón con su padre el rey David. En muchos rosetones se presentan a ambos reyes, a veces en compañía de la Virgen María, como en la Catedral de Chartres. En la fachada occidental de la catedral de Amiens fueron «relatadas en piedra» diferentes historias del rey Salomón y su Templo en el denominado «quatrefeuilles», esculturas en piedra con la forma de un trébol de cuatro hojas.

El Monasterio de Escorial

Como reacción al comienzo de la Reforma en Europa, el sacerdote español Ignacio de Loyola fundó en 1534 la Sociedad de Jesús, también conocida como la Orden de los Jesuitas, para proteger los valores originales de la Iglesia romana. Bajo el reino del tolerante emperador Carlos V las posibilidades de la Orden estaban muy limitadas, pero la situación cambió totalmente cuando su hijo, el rey Felipe II, llegó al trono en 1556. Éste encargó al jesuita Villalpando que hiciera un ! estudio sobre el Templo de Salomón con la intención de erigir un edificio que simbolizara la unidad de la iglesia y del estado en el siglo XVI. Este edificio debía convertirse en el centro desde el que Felipe II gobernara su extenso imperio.

Durante las jornadas que el rey pasó en los Países Bajos en la década de los 50, ofreció a las ciudades varias vidrieras a las principales iglesias donde se mostraba al entonces príncipe y a su esposa la reina María Tudor junto a su querido Templo. Una de las más bellas aún existe: la Vidriera del Rey en la iglesia de San Juan Bautista de Gouda (Holanda), realizada entre 1557 y 1559 por el famoso vidriero Dirk Crabeth. Pueden señalarse otros ejemplos, como la Iglesia Vieja de Delft (1563) y la desaparecida Gran Iglesia de Harderwijk.

En 1562 comenzaron las obras de El Escorial bajo la dirección del arquitecto Juan Batista de Toledo, que fueron terminadas por Juan de H! errera. Se trata de una magnífica combinación de palacio, monasterio e iglesia, basada en el conocimiento que se tenía en el siglo XVI del Templo de Salomón y sus Palacios Reales. Después de veintidós años, el enorme complejo se terminó, convirtiéndose en el edificio más grande de la Europa de su tiempo. Su construcción sólo pudo financiarse gracias a las enormes cantidades de oro y plata conseguidas por los españoles en sus colonias.

El rey Felipe II, como le había ocurrido antes al rey Salomón durante la construcción de su Templo, sufrió constantemente grandes dificultades financieras. Esto fue en aumento al ir terminandose las obras de el Escorial, debido al gran coste de los materiales necesarios para su decoración interior.

Conclusión

Los escritos de Villalpando y la construcción de El Escorial no fueron ignorados al norte de los Pirineos. En los Países Bajos se publicó un estudio sobre el asunto realizado por el teólogo holandés Ludovicus Capellus, titulado «Templi Hierosolmitani triplex delinatio». El estudio incluía la descripción del Templo hecha por Villalpando y los escritos de Flavio Josefo y Maimónides. Pero se prestó mucho más atención a los trabajos del portugués Jacob Jehuda León, nacido en 1603, que pronto emigró a Middelburg (Holanda) y se hizo rabino de la comunidad judía de Amsterdam. Judá León escribió varios libros, desde el «Retrato del Templo de Salomo» de 1642 hasta «Las Alabancas de Santidad» en 1671.

En 1659 el rabino publicó una descripción de su maqueta del Templo que se exhibió en una exposición en Londres en 1729. En el Diario de la Corte se puso un anuncio que decía: «podrá verse todos los días en el Royal Exchange, el Modelo del Templo de Salomón, con todos sus Vestíbulos, Paredes, Verjas, Cámaras y Vasos Santos, el gran Altar de los Sacrificios, el Mar de Bronce, el Lavadero y! el Sancta Sanctorum con el Arca de la Alianza, el Sillón de la Misericordia y los Querubines Dorados, el Altar de Incienso, los Candeleros, las Mesas, y las dos famosas columnas Jaquim y Boaz. En el Museo Bíblico de la Heerengracht de Amsterdam, podemos ver una copia de esta maqueta con todos los detalles, junto con mucha información sobre la literatura publicada desde el siglo XVII en los Países Bajos.

La admiración que se tuvo por El Escorial inspiró a muchos gobernantes de otros países hacer complejos similares con iglesias y palacios, con o sin monasterios. El más famoso es el palacio de Versalles, cerca de París, empezado en 1669. Sin embargo, debemos admitir que la ostentación de Luis XIV de Francia se produjo de una forma diferente a la arquitectura de Felipe II, marcada por su fanatismo religioso. El Templo de Salomón tuvo un importante papel en la idea original de Luis XIV, aunque cambió con el paso de los siglos en ! un tipo de arquitectura que mostraba a sus sucesores la imagen de la despótica dictadura del «Rey Sol».

Ya no han continuado las reconstrucciones del Templo de Salomón a tamaño real. Tan sólo se han hecho pequeñas maquetas, publicándose descripciones detalladas con magníficos grabados en casi todos países occidentales, pero los extraordinarios costes desmotivaron cada intento de reconstrucción. El Templo, demolido totalmente en el año 586 a.C., se había convertido definitivamente en una leyenda, tanto en las religiones judía y cristiana como en el Islam.

BIBLIOGRAFIA

Puede encontrarse un listado de libros muy completo sobre el rey Salomón y su templo en:

Gabriel Mandel and Petra Eisele: King Solomon, Scherz Verlag Bern, 1978.

Otros libros consultados fueron: Albright, W.F.:

Archeology, Historical Analogy & Early Biblica! l Tradition, Baton Rouge, Louisiana 1966.

Busink, Th.A: Der Tempel von Jerusalem. 1. Der Tempel Salomos, Leiden, 1970.

Goeree, W.: Joodse Oudheden, 2 volumes, Amsterdam, 1690. Josephus, Flavius: Judische Altertumer, translated by H. Clementz, Halle, 1900.

Male, Emile: L'Art religieux du XIIIe siecle en France, Paris, 1898.

Miller, M.S. & J.L.: Bible Dictionary, Harper & Brothers, New York, 1974.

Ramírez, Juan Antonio: "La iglesia cristiana imita un prototipo: el Templo de Salomón como edificio de planta central (algunos ejemplos medievales)", en Edificios y sueños (Ensayos sobre Arquitectura y Utopía), Málaga, 1983.

Rupprecht, K.: Der Tempel von Jerusalem, Berlin, 1977.

Schmid, H.H.: Altorientalische Welt in der alttestamentlichen Theologie, Zurich, 1974.

Yadin Yigael, Hazor: The rediscovery of a great citadel of the Bible, London, 1975.

Finalmente, hemos encontrado mucha información en el Agnes Scott College de la Universidad de Atlanta (Georgia, USA), extraída de la investigación de Howard-Carter, que fue encargada por la Fundación Carnegie.